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sábado, septiembre 15, 2012

Capítulo 5 "Finge"


Entro al salón de nuevo, como si hacía unos minutos no hubiese pasado nada. Su vestido estaba impoluto, su peinado perfecto y sus labios volvían a mantener el color rosado natural del principio. Caminaba con sus tacones con experiencia, sosteniendo su pequeño bolso entre sus manos y con su rostro sereno.
Ichigo no pudo separar sus ojos de ella, mirándola de reojo para disimular. Era la perfecta actriz, sin ninguna duda. Nadie podría decir que hacia escasos momentos había tenido sexo desenfrenado en el baño con él.
Ahora ignoraba completamente al pelinaranjo. Se sentó al lado de su futuro esposo y le sonrió tranquilizadoramente mientras volvía a comer. ¿Qué le ocurría a esa mujer? Ahora estaba de risitas y coqueteos con su prometido, en frente de sus narices y después de haber estado gritando su nombre en el baño.
Frunció el ceño y decidió continuar comiendo e ignorarla.
Pero no podía... esas risitas con el pelirrojo, su naturalidad fingiendo interés le ponía de mal humor... ¿acaso estaba...? ¡No! No podía ser. Gruño y dejó de mirarla otra vez, o al menos eso intentaba. Mujer del demonio... ¿qué estaba haciendo con él? Se sentía usado, ¿acaso solo era un juego para ella? Y de ser así... ¿porque le sentaba tan mal? El no buscaba nada serio... ¿verdad?
El bolsillo de su pantalón vibró, llamando su atención y observando el sobrecito que le indicaba que tenía un sms. Lo abrió y era de Rukia, frunció el ceño y comenzó a leer disimuladamente.
" Hace unos momentos no tenías esa cara de perro rabioso... ¿Acaso Kurosaki-kun está celoso?" — gruñó molesto al leer eso, la observo de reojo y vio que esbozaba una sonrisita maliciosa. Continuó leyendo. — " Hay algo que se llama disimular, idiota. Aplícate el cuento y deja de pensar cosas que no son ;)"
Un peso de repente se quito de sus hombros y entendió todo. Esa maldita mujer estaba fingiendo, como siempre. Guardó su móvil y sin poder evitarlo sonrió levemente. Miro al frente y la morena le miraba fijamente, con su barbilla apoyada en sus manos, y le guiñó rápidamente un ojo.
Esa mujer... le estaba volviendo loco...
.

.
Tan loco le estaba volviendo que después de aquella cena y tras pasar tan solo tres días se estaba subiendo por las paredes por la desesperación. Ahí estaba, sentado a oscuras en su sofá, tomándose una copa de coñac mientras su pie se movía nervioso e impaciente como un tic.
¿Qué hacía? ¿La llamaba? No... el no podía ir suplicando a esa mujer que viniese, se reiría de él al verle tan desesperado por verla, y ella, de lo que menos necesitaba era más ego pero... ¡Maldita sea! Necesitaba verla...
Dio un largo trago a su vaso y lo dejó de golpe en la mesilla de café.
Se dejó caer contra el sofá, suspirando cansado y pasando las manos por su cara, frustrado y confuso. ¿Qué le pasaba con esa endemoniada mujer? ¿Por qué no podía, hablando de manera ordinaria, tirársela y pasar de ella como hacía con todas? No podía, porque quería poseerla una vez tras otra y jamás se cansaría, ni en un millón de veces.
Y eso era lo peor...
— Maldita sea...
Se rindió, él y su orgullo se rindieron para coger el móvil y marcar el número de aquella mujer. Busco en su agenda su nombre y se dispuso a llamar, pero antes de poder apretar el botoncito verde, llamaron a la puerta. Cerró los ojos y suspiró cansado...
— Esa Senna... siempre viene sin avisar, maldita sea.
Ofuscado se levanto a duras penas del sofá, arrastrando sus pies descalzos hasta el oscuro recibidor para abrir de mala gana la puerta. Su sorpresa al encontrarse con la mujer de sus pensamientos al otro lado de la puerta fue indescriptible. Sus ojos se abrieron incrédulos al verla ahí, con su característica sonrisa de medio lado y mirada decidida.
— Rukia, ¿qué haces aquí...? — preguntó tranquilo y dejándola pasar.
— Contestaré lo mismo que tú la otra vez... — paso dentro del apartamento despacio, dejando que sus tacones resonaran contra el suelo y desabrochándose poco a poco la gabardina negra que le tapaba hasta medio muslo. — ... no lo sé.
El pelinaranjo intento relajarse un poco y parecer sosegado. Cerró la puerta principal y se dio media vuelta observando como la morena, dándole la espalda, se desabrochaba la gabardina. Volvió a preguntar.
— ¿Y tu prometido te ha dejado salir de casa a estas horas? — preguntó con sorna apoyándose en la pared y analizando sus movimientos.
— Dije que saldría a pasármelo bien con mis amigas, pero... — la gabardina cayó al suelo al igual que la mandíbula de Ichigo, que incrédulo observaba lo que estaba pasando ante sus narices. — ... creo que me lo pasaré mejor aquí, ¿no crees? — habló con voz suave y sugestiva, dándose la vuelta y observando a Ichigo con media sonrisa algo cohibida.
No sabía que decir, se quedó sin palabras al verla y aunque hablase, solo tartamudearía, estaba seguro. ¿Y cómo no hacerlo ante semejante visión? No todos los días una mujer del calibre de Rukia Kuchiki se presentaba en tu casa, quitándose una gabardina y destapando su semidesnudez, cubierta por un conjunto de lencería bastante tentador.
La observó de abajo a arriba, pasando por sus piernas que las cubrían esas medias con liguero que tanto le gustaban, y ese conjunto negro con encaje que no dejaba demasiado a la imaginación. Instintivamente se relamió los labios cual lobo acechante a su presa y finalizó observando el rostro de aquella diosa.
Sonreía pícara mientras se acercaba con el resonar de sus tacones a él, juntando sus cuerpos lentamente y acariciando su tonificado pecho con una delicadeza que le hacía temblar. Los ojos violetas de ella se alzaron tintineantes contra los de Ichigo, con sus labios entreabiertos reclamando un beso y sus manos impacientes de empezar con la acción.
— Eres... — Ichigo comenzó a hablar a duras penas mientras sus manos la rodeaban para acercarla más a él. — ... mala, mujer. — habló con voz profunda acercando sus labios a los de ella para besarla, pero esta tan solo se alejaba tentándole una y otra vez con esa sonrisa maliciosa.
— Entonces... — volvió a acercarse a él para besarle, pero en cuento rozaron sus labios se separó de golpe, picando cada vez más al pelinaranjo. —... castígame. — sugirió con voz sensual y decidida, mordiendo el labio inferior del pelinaranjo.
Toda la sangre de este se concentró en un solo punto, y cual primate enloquecido se lanzó contra sus labios con fiereza, besándolos con ímpetu. Sus lenguas no tardaron en hacer acto de presencia entre sus besos y las manos de la morena levantaban la camiseta del pijama de él.
Suspiros brotaban de los carnosos labios de la fémina, sus piernas flaqueaban por momentos con los candentes besos devoradores de Ichigo, así que decidió bajarse de sus tacones para mayor estabilidad. Sin embargo, el pelinaranjo agarro bruscamente una de las piernas de la morena, obligando a alzarla y manoseando con fuerza su trasero.
Para más comodidad, la morena dio un saltito para enroscarse en la cintura de él, para que al estar en esa agradable posición, Ichigo la estampase contra la pared sin dejar de arrancarle suspiros con sus besos.
Loco, loco, loco... completamente loco. Esa mujer le volvía un animal irracional, ansioso e instintivo... quería besarla hasta dejarla sin aire, quería tocar cada rincón de su piel, quería arrancarle gemidos del fondo de su garganta... solo para él.
Posesivo.
Sus manos luchaban por deshacerse de ese maldito corsé para poder besar sus pechos con total libertad, pero se le estaba haciendo demasiado difícil quitarle la prenda. Gruñó enfadado contra sus labios, ya que no quería despegarse de ellos y Rukia rió divertida.
— Shh... quieto... — se separó de él, hablando con voz suave. — ...vamos a tu habitación...
Se bajó de su cintura, deslizándose por la pared hasta que el pelinaranjo soltó sus muslos. Estaba atónito, seguía cual perro faldero las instrucciones de ella con la boca abierta, disfrutando de las vistas que Rukia le proporcionada. Esta tiraba del brazo de él, guiándole hasta su habitación y tironeando de su mano sin dejar de mirarle fija y decididamente.
Llegaron a la habitación y antes de que Ichigo la tirase contra la cama, le esquivo hábilmente y le empujó a él para que quedase sentado en ella. Este observaba embelesado cada movimiento de la morena, quien sonriente se acercaba a su rostro que al estar sentado sobre la cama quedaba justo a su altura.
La atrapo por la cintura, acariciándola con fuerza y bajando hacia su trasero. Esta tan solo le besó con suavidad, degustándose lentamente y arrodillándose entre las piernas de él. Comenzó a besar el cuello de el pelinaranjo, haciendo que este suspirase complacido y dejase caer su cabeza hacia atrás para facilitarle el trabajo.
Las finas manos de la morena se colaron de nuevo bajo la camiseta de él, para por fin quitársela del todo y dejar su torso al descubierto. Se mordió el labio inferior al verle expuesto y bajo sus besos hasta su clavícula, pectorales, abdominales... Las varoniles manos de Ichigo apretaban las sábanas y su ceño se fruncía intentando contenerse.
Las manos de Rukia palparon el bulto que había entre las piernas de el pelinaranjo. Este abrió ligeramente los ojos solo para encontrarse a aquella mujer sacando su miembro de sus pantalones y lamerlo en toda su longitud.
— Ah, Rukia... — gimió de forma profunda y débil.
Está sonrió complacida al ver que ya no había duelos de egos ni retos. Podía relajarse y disfrutar.
Le gustaba verle así, tan dócil, ansioso y expuesto. Tenía el poder sobre Ichigo, aunque con los arranques e impulsos que le daban constantemente, dudaba que fuese a durarle mucho el tener el control. Así que decidió aprovechar lo máximo que pudo.
Despacio fue introduciendo el miembro del pelinaranjo en su boca, moviendo su lengua a la vez para arrancarle más gemidos guturales. Comenzó a degustarle, subiendo y bajando su cabeza lentamente y provocando espasmos en el hombre que tan solo gruñía complacido. Al momento, sintió unas manos agarrando su cabeza con cuidado y que comenzaron a incitarla a aumentar la velocidad.
Está continuó gustosa su labor, iniciando con su mano un vaivén en su miembro. Ichigo sintió un escalofrío e instintivamente sus manos apretaron el pelo negro de la morena y comenzó a marcar el paso él. Mal, se estaba desbocando y eso significaba que en cualquier momento Rukia iba a perder el poder.
Gemía, o más bien gruñía, de forma profunda y errática, hasta que cuando parecía que no iba a aguantar más separó bruscamente a Rukia de su amiguito. Respiraba agitado, al igual que la morena, ambos rostros estaban ligeramente sonrojados y los labios de Rukia húmedos y entreabiertos.
Se miraron fijamente unos momentos y después la morena sonrió maliciosa, levantándose del suelo y subiéndose en la cama a gatas. Ichigo observaba atento sus acciones, embelesado y sonriendo de igual manera. Podía apreciar su bien formado trasero, y tentaciones se agolparon de nuevo.
La siguió de igual manera hasta que la alcanzó. La sostuvo de las caderas con firmeza y la apretó contra su cuerpo. Al tenerla en esa vulnerable posición, y dándole completamente la espalda, pudo deshacerse con mayor facilidad del corpiño, mandándolo al otro extremo de la habitación.
Observó su espalda desnuda, su nuca y su trasero pegado completamente a él, y se relamió de nuevo. Se inclinó y comenzó a besar su media espalda, subiendo lentamente y provocando que la morena se tensase ante cada contacto. Podía escuchar su respiración entrecortada y como sus brazos temblaban, haciéndole más difícil el soportar esa posición.
Ichigo se apoyó con un brazo en la cama y con el otro subió sus caricias desde la cadera hasta agarrar uno de sus pechos haciéndola gemir suavemente. Su rostro quedaba justo detrás del oído de la morena, el cual no tardó en morder para después susurrarle sus intenciones.
— Ahora si vas a tener tu merecido. — advirtió sonriendo de medio lado y apretando el seno que mantenía en su mano.
De los labios de la morena no salió ninguna queja, tan solo un sonoro gemido complaciente.
Impaciente, bajó con brusquedad las negras bragas de encaje de la morena, dejándola solamente cubierta por las medias y el liguero. Pero de esas dos prendas no iba a deshacerse, se le hacía demasiado tentador verla así y quería aprovechar. Preparándose para la acción, acarició su trasero y caderas para finalmente introducir su miembro en la vagina de la morena.
La posición les daba más placer ya que al introducirse desde atrás, las paredes de Rukia ejercían más presión sobre el pene del pelinaranjo. Y eso, ambos lo notaron...
— ¡Ichigo! — gimió arqueándose hacia abajo y dejando su trasero más hacia arriba.
Este tan solo se mordió el labio inferior con fuerza para contenerse y comenzó con el vaivén, lento y profundo, clavando sus dedos en la cadera de la morena y sin poder reprimir algún que otro ronco gemido con el nombre de "Rukia". Las manos de Rukia se aferraban fuertes a las sábanas, manteniéndose fuertes para no desplomarse y gimiendo sin poder controlarse demasiado.
Mantuvieron el ritmo durante unos momentos, gimiendo el nombre del contrario hasta que Rukia decidió picar al pelinaranjo. A duras penas giró su cabeza para poder observarle de reojo y le tentó.
— ¿Este era el... el merecido que me ibas a dar...? — preguntó entre gemidos y suspiros con voz socarrona.
— No me tientes, Rukia... — suspiró con voz grave mientras aumentaba poco a poco las embestidas.
— ¿O sino qué...?
— Tu lo has querido...
Apretó las caderas de Rukia para tomar apoyo y sus embestidas se transformaron en brutales, rápidas y certeras penetraciones que anularon cualquier capacidad de habla de ambos jóvenes. De los labios de la morena solo se escapaban sonoros y femeninos gemidos, para después desplomarse contra la cama y apoyarse en sus antebrazos.
Ichigo quedó absorto y embelesado. Se movía frenéticamente dentro y fuera de ella, y eso le hacía perder la razón por completo. Su cuerpo desplomado, dejando su trasero todavía más a su merced, le alentaron a dar estocadas más precisas que no tardó en llevar a cabo. El gemía de forma profunda, jadeando ante tanto placer.
— Aaahn... ¡Ichigo! — las manos de la morena apretaban las sábanas con fuerza, mordía su labio inferior con ímpetu y sus ojos se cerraron ante tantas oleadas de placer que parecían llegar a la cúspide en cualquier momento, y justamente llegó a su orgasmo.
Él gruñó complacido y a punto de explotar, echó su cabeza hacia atrás con su rostro compungido por el placer y sin dejar de dar las últimas estocadas antes de derramarse en ella. La presión era descomunal al igual que el placer que esto le brindaba, no se contuvo más y con la última estocada se vino dentro de ella.
— Ru... kiahrg... — gimió en un suspiró mientras sus manos deshacían lentamente el agarre a la cadera de ella.
La morena no dijo nada, se mantuvo en esa posición contra la cama, respirando irregularmente con sus ojos cerrados y sus mejillas encendidas. Ambos cuerpos estaban perlados por el sudor y agitados. Ichigo salió cansado de ella y se desplomó a su lado totalmente agotado. El trasero de Rukia cayó a la vez, quedando ambos tendidos sobre la cama.
Rukia le daba la espalda, mirando hacia la pared de la habitación y respirando profundamente, con un Ichigo pegado a ella y en las mismas condiciones. Sus jadeos anhelantes de oxigeno resonaban por toda la habitación, siendo Ichigo el primero en recobrar parte de la normalidad.
Se apego más a ella, pasando su varonil mano por su vientre desnudo con delicadeza y acariciando con la punta de su nariz el cuello de ella, depositando algún que otro beso y haciendo presión de vez en cuando para dejar una marca rojiza. Ella ronroneó gustosa, pero aún agotada y tan solo acarició la mano que él mantenía en su vientre.
— Esto ha sido toda una sorpresa... — habló divertido mientras bajaba su mano a los ligeros de la morena.
— Hmm... de eso se trataba... — contestó con una adormilada sonrisa y apegándose más a él.
— Pues misión conseguida... — mantuvo su mano en el muslo de ella y besó su nuca con suavidad, provocándole un escalofrío a la morena.
Esta se removió con una sonrisita hasta darse la vuelta y se comenzó a subir encima de él, besando su cuello en el proceso, para una vez encima acomodarse para dormir con sus pectorales como almohada. Este rió, y tiró de las sábanas para taparse.
Podía escuchar la respiración tranquila de ella, sus ojos cerrados y su aroma ya se había vuelto a impregnar en cada rincón de su habitación. Sus manos vagaban tranquilas y suavemente por el pequeño cuerpo de la morena, delineando cada rincón.
—Me pregunto... ¿cómo has salido de casa así? — habló con voz tranquila y mirando el techo de su habitación.
— Con mucho cuidado... — contestó divertida y adormilada.
— ¿No se ha dado cuenta que no llevabas apenas ropa debajo?
— No... solo me vio cuando tenía la gabardina puesta. — contestó para después bostezar y acomodarse más en él. — Fue fácil.
— Sí, ¿y has pensado en cómo vas a volver a entrar en casa?
— Pues solo espero que para cuando llegue esté dormido.
— ¿Y si no lo está?
— Hmmm... pues tendré que hacer tiempo para que se duerma hasta que llegué... — susurró sensualmente besando y dando pequeños mordiscos en el pecho del pelinaranjo.
— ¿Y que se te ocurre para matar el tiempo? — preguntó haciéndose el tonto y apretando con suavidad el trasero de ella.
— Pues que te parece si... — se acomodo en él y continuó besando su torso, pasando sus manos para acariciarle y subiendo hacia el cuello. — ... nos divertimos un poco más.
— ¿Tu nunca te cansas de divertirte? — preguntó en un suspiro al sentir los labios de la morena devorar su cuello.
— ¿Acaso Kurosaki-kun no puede más? — le retó divertida y con esa voz que tanto le enervaba.
Este al verse atacado a su ego masculino giró sobre la cama, dejando a Rukia debajo de él y sosteniendo sus muñecas sobre su cabeza para que no se moviera. La miró fijamente a esos orbes violetas y ella tan solo sonrió victoriosa.
— Mujer del demonio... — susurró divertido y excitado mientras besaba su cuello. — ... vas a tragarte tus palabras. — y sus besos bajaron hasta sus pechos, ganandose un suspiro de placer por parte de ella.
— Eso me gustaría verlo...
.

.
Las tres y media de la madrugada, todas las luces de la calle estaban a oscuras, exceptuando una que se encendía cada dos apagadas. Aún así, la calle estaba a tientas. Podríamos decir que estaba en completo silencio, pero se escuchaba el ligero sonido del motor de un coche.
— Adiós... — se despidió mirando hacia abajo algo cohibida por ser descubierta y agotada de tanto ajetreo.
— Adiós... — imitó el pelinaranjo, pero este sin embargo sostuvo su mentón y con una tierna sonrisa deposito un suave beso.
Ambos se separaron con una ligera sonrisa para que después la morena se bajara con cuidado del coche. El pelinaranjo la observaba desde dentro que entrase en la casa, apoyándose en el volante y ya de paso deleitándose con su belleza.
La muchacha caminaba agarrándose la gabardina y con las llaves en la mano, metiéndolas en la cerradura con cuidado y sigilo. Aún no se creía lo que le acababa de pasar esa noche, se pasó la mano por su cabello y sonrió mientras observaba como abría la puerta y miraba hacia atrás para despedirse.
Arrancó el coche y pasó despacio por enfrente de su casa, observando como ella levantaba la mano y el la correspondía haciéndole el gesto del teléfono para que le llamase. Ella negó divertida con la cabeza y entró en su casa.
Estaba a oscuras, más que en la calle pero veía perfectamente. Dejó con mucho cuidado las llaves en el recibidor, se quitó los tacones y caminó sigilosa por el pasillo hasta su habitación. Menos mal, estaba dormido.
De todos modos, no quiso tentar su suerte así que continuó caminando con cuidado hasta su armario y rebuscó su pijama. Abrió la puerta corrediza y comenzó a rebuscar, pero la luz de la lamparilla se encendió, asustándola al instante.
— ¿Rukia...? — susurró adormilado y mirándola con un ojo abierto.
— Sí...duérmete, ya he llegado. — intentó aparentar serenidad mientras buscaba con más ansias su pijama.
— Ah... — el pelirrojo comenzó a frotarse los ojos. — ¿qué haces con el abrigo? Hace un calor de mil demonios...
— Bueno, bueno, ya me lo voy a quitar, tranquilo. — por fin, con el pijama entre sus manos, se dirigió a cambiarse al baño.
— ¿No te cambias aquí...? — preguntó extrañado por el repentino atisbo de pudor de la morena.
— No... es que voy a quitarme la pintura ya de paso... — mintió hábilmente.
— Ah... vale... — y se volvió a desplomar en la cama.
Cerró rápidamente la puerta del baño y se quitó el abrigo de igual forma. El intimo modelito quedó expuesto y no tardó en intentar desabrocharse el corsé para empezar. A duras penas se deshizo de él y se puso la camiseta ancha del pijama. Con la misma rapidez comenzó a desabrocharse los ligueros, sacándose después las medias y quitándose la liga.
Ya por fin se había deshecho de todo, se puso los pantalones cortos y se relajó por fin. Suspiró culpable mientras se sentaba en la taza del wáter, pensando en todo lo que acababa de hacer... pero... había sido genial.
Se levantó de nuevo tras largo rato pensando y se miró al espejo. Estaba confundida, no sabía qué hacer y los recuerdos de Ichigo se agolpaban en su mente volviéndola vulnerable. Negó con la cabeza y abrió el grifo del agua, echándose un poco en la cara para refrescarle las ideas.
Juntó toda su ropa y la echó en el cesto para la ropa sucia. Total, era ella la que se encargaba de hacer la colada. Tan solo tuvo que esconder esas prendas más abajo y nadie a parte de ella las vería.
Intentando parecer relajada, salió y encontró a su prometido tumbado en la cama, con la luz encendida y con su antebrazo tapando sus ojos. Suspiró una vez más y rápidamente se fue a su lado de la cama, sentándose en el borde para después introducirse dentro de las sábanas. Renji se movió y observó, como siempre, la espalda de su futura esposa.
Quedó pensativo unos momentos para después acercarse a ella en busca de algo de cariño. La morena se tensó y suspiró una vez más, estaba agotada y aunque quisiese no podría fingir que tenía ganas. El pelirrojo se apegó a ella, abrazándola y juntándola más contra él, dando besos en su nuca y acariciando su vientre.
— Renji... — musitó cansada para ver si el solo se cansaba.
Pero no tenía esa suerte.
— Venga, Rukia... — suplicó con voz suave, besando su hombro. — ... llevamos mucho tiempo sin...
Bueno, eso era lo que él creía, porque ella acababa de volver de una apasionante noche de sexo.
— Renji, por favor... quiero dormir, estoy cansada... — se negó afligida.
Este no dijo nada y continuó besándola, subiendo por el hueco de su cuello. Rukia iba a quejarse de manera más tosca, pero de repente Renji paró. La morena se tranquilizó al pensar que ya se dio por vencido y se dedico a intentar dormir, pero la verdad era muy distinta.
El pelirrojo se quedó observando el cuello de Rukia fijamente, con su ceño fruncido y sin decir palabra. Tenía una marca roja, un chupetón... no era tonto, podía diferenciarlo. Sintió una punzada en el pecho y observó a su prometida. Estaba dudoso... no sabía si decirla algo o mantenerse en silencio.
Se giró enfadado y brusco, apagando la luz y dándole la espalda como todas las noches a Rukia. Pero no podría dormir... acaso ella... ¿le estaba siendo infiel con otro...? Sintió rabia, ira, dolor, pero sobre todo... ganas de saber quién era ese otro hombre que le estaba robando a su mujer...
.

.
Abrió los ojos pesadamente, estaba cansada todavía de la noche anterior. Se removió entre las sábanas y miró el despertador. Abrió los ojos de golpe, eran las doce y media, eso para ella era tardísimo ya que solía madrugar bastante y además Renji...
¿Dónde estaba Renji? ¿Y porque no la había despertado?
Se incorporó contrariada y poso sus pies en el suelo. Se froto los ojos y miró hacia la puerta de su habitación, estaba abierta así que Renji no estaba en el baño. Se levantó y caminó perezosamente hasta la cocina, donde le encontró leyendo el periódico muy concentrado, o eso parecía.
— Buenos días... — saludó con voz seria y sin mirarla.
— Es muy tarde, ¿por qué no me despertaste? — espetó sentándose en la silla enfrente de él.
— Parecías muy cansada.
— Da igual, sabes que no me gusta despertarme tarde... — recordó frotándose los ojos.
— Ah.
Fue lo único que dijo, tajante, serio y sin dirigirla la mirada. La morena le observo fijamente, extrañada por su comportamiento, ¿le pasaba algo?
— Renji, ¿estás bien? — no contestó. — ¿Te pasa algo?
— A mi no me pasa nada, mejor dime qué te pasa a ti en el cuello. — contestó serio y bajando el periódico.
— ¿Qué? — se llevó la mano al cuello, con los ojos ligeramente abiertos.
— ¿Quién te ha hecho ese chupetón, Rukia? — se levanto de la mesa, cruzándose de brazos.
— ¿Q-qué? ¡No digas tonterías...! — mintió. — ¡esto no es un chupetón!
— ¿Ah, no? ¿No? — la agarró de la muñeca y tironeó de ella hasta el baño, enfrentándola al espejo y obligándola a mirarse. — ¿Entonces qué cojones es esto, Rukia? — apretó los mofletes de Rukia para que no se moviese y dejando a simple vista aquella marca rojiza
— ¡R-Renji...! ¡Para! ¡Me haces daño...! — suplicó con voz débil.
Este la soltó al fijarse en el reflejo del espejo las lágrimas que surcaban sus mejillas y se sintió el peor hombre del mundo. Toda la ira se desvaneció y ahora estaba preocupado por ella. Decidió tranquilizarse, respiro hondo y se froto los ojos.
— Lo siento... — se disculpó más tranquilo pero aún enfadado. — Rukia, por favor, dime quien te lo ha hecho...
— Te estoy diciendo que no es un chupetón... — sollozó al ser descubierta, pero Renji no sabía que era por eso. —¿... por qué no me crees? — le miró fijamente con sus ojos llorosos.
Lloraba porque odiaba mentirle, era superior a ella, pero debía hacerlo...
— Rukia... — al ver sus ojos se ablandó completamente y la idea de que fuera infiel se desvaneció ligeramente. — L-lo siento... — la atrajo hacia él en un abrazo fuerte. — No quería hacerte daño, perdóname... — besó su cabellera con cariño.
—... — se sentía como escoria, le estaba mintiendo y haciendo que él se disculpara cuando la que lo había hecho mal era ella.
— Yo... es lo que me parecía, n-no sé que pueda ser entonces... pero p-puede ser alergia a algo... o no sé... — parecía que era él el que se quería engañar, su voz temblorosa que intentaba reprimir la verdad. Otra vez, Rukia se sentía miserable. — Lo siento... no quería tratarte así... perdóname. — y la estrechó mas entre sus brazos.
—... — no podía decir nada, no tenía palabras, sus ojos húmedos miraban el espejo en el que se reflejaban ambos.
El pelirrojo se separó de ella y la miró fijamente a sus violáceos y tintineantes ojos, sosteniéndola delicadamente el rostro y limpiando las lágrimas de sus mejillas con sus pulgares. Rukia mantuvo la mirada, observando el miedo que expresaba su prometido y lo único que pensó la morena fue... ¿Por qué se está haciendo el tonto?
Estaba segura que con esto lo sabía todo, no era tonto, pero el solo la había excusado, intentando convencerse a sí mismo de todo. Estaba en shock, no sabía como reaccionar... y menos aún cuando los labios del pelirrojo se juntaron con los suyos.
Se quedó estática mientras él la besaba, no supo cómo reaccionar, pero el no paraba de besarla mientras acariciaba sus mejillas. Intentaba intensificar el beso, pero la morena no le seguía el juego...
— Por favor... — le suplicaba con voz débil y besando la comisura de sus labios mientras la atraía a él. — ... por favor Rukia... — ¿Que quería? ¿Qué fingiese? Su tono de voz, sus acciones, todo indicaba que era eso lo que quería.
Quería que le engañase, quería que fingiese que ella le amaba y Rukia al sentirse tan atrapada correspondió levemente para hacerle sentir mejor, pero un nudo en el pecho la pinchaba cada vez más.
Cerró los ojos y movió levemente sus labios, luchando suavemente contra los ansiosos belfos de él. La morena intentaba separarse ante tan brusca intrusión, pero una mano se posicionó en su nuca para que no se escapara, mientras la otra se colaba bajo su camiseta para acariciar la piel de su cintura.
Tenía que fingir por él, tenía que dejar de pensar mientras él se imaginaba su mundo feliz. Ambos se engañaban, ella teniendo que pensar en que era cierto pelinaranjo el que la besaba y él teniendo que pensar que la mujer que estaba correspondiendo le amaba.
Mantuvo sus ojos violáceos cerrados en todo momento, desde que la besó hasta que la llevó a su cama y comenzó a desvestirla. Se le estaba haciendo muy difícil mantener la concentración para elevar su mente a otro mundo, muy difícil...Se sentía la peor persona del mundo, despreciable, vil y desgraciada... sucia.
Cada caricia cargada de amor no correspondido se convertía en dolor para la morena, apretó más los ojos y escondió su rostro en el pecho del pelirrojo, mientras este entraba y salía de ella. Sus uñas se clavaban en la espalda de él con rabia y tristeza, mientras una lágrima surcaba su mejilla.
Pero no podía pararle... el era feliz así y si le decía que no, le haría más daño a él. No quería lastimarle, pero ahora era ella la que se sentía como basura.
Movimientos sin sentido ni sentimientos mutuos se acrecentaban en la habitación, hasta que solo uno de ellos llegó al clímax. La morena agachó la mirada mientras él salía exhausto de ella y se dejaba caer al lado. No se miraron ni se dirigieron la palabra...
Ella tan solo se cubrió con las sábanas y le volvió a dar la espalda como siempre, mientras derramaba más lagrimas de culpabilidad y el tan solo se tapaba los ojos con su antebrazo, sintiéndose egoísta y estúpido.
— Lo siento... — musito la morena levantándose de la cama dispuesta a irse.
Renji la observó con mirada triste mientras ella recogía su ropa y se encerraba en el baño. Se sentía desgraciado... ¿por qué no podía amarle? Él le daba todo lo que quería, cariño, amor, todo... ¿Por que ella no correspondía?
Porque el amor es cosa de dos, no de uno...

1 comentario:

  1. que lindo el dicho del final y la imagen sigue sacando mas historias estan re lindas yo todo los dias miro si has sacado mas porque son muy lindas ♥

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