La clara habitación ahora estaba iluminada por los rayos de luz que se filtraban por las cortinas beige. Una mañana silenciosa, tranquila y sin el molesto ruido del despertador. En aquella cama de matrimonio con sabanas del mismo color que las cortinas reposaban una pareja de cabellos totalmente diferentes. Dormían plácidamente, descansando de una noche ajetreada.
Al empezar a descansar estaban juntos, pero acabaron cada uno en un lado de la cama, totalmente exhaustos y agotados. Y con razón...
El varón de cabello naranja fue el primero en abrir lentamente los ojos, despertándose en una casa y una cama que no eran la suya. Sin embargo, no le importó en absoluto, ya que sabía muy bien donde y con quien estaba. Bostezó sin taparse la boca ya que sus brazos se extendían a la par para estirarse.
Cuando terminó, giró su cabeza a su derecha encontrándose con la blanquecina y esbelta espalda de la morena. Respiraba acompasadamente y de forma sosegada, hasta podía escuchar su suave respiración. Sonrió tiernamente mientras se recostaba para abrazarla y ya de paso aprovechar para volver a probar su piel.
Ya entre sus brazos, acariciaba con lentitud su vientre. A la vez, sus labios comenzaron a depositar suaves besos por su cuello. Ella se removía remolona, despertando poco a poco, así que continuó con su tanda mañanera de besos.
El contacto iba haciéndose más intenso, pero nada excesivo. Sus labios bajaban lentamente hasta el espacio entre su cuello y el hombro, y dio un pequeño mordisco que hizo que finalmente se despertase. Ronroneó con una ligera sonrisa y sin abrir los ojos del todo, la verdad, no le molestaría nada que la despertasen así todas las mañanas.
— Hmmm... a ti no se te acaban las pilas, ¿huh...? — suspiró somnolienta y divertida.
— Contigo no... — y la acercó más a su animado cuerpo, bajando sus besos hasta su hombro.
— ¿A qué se debe tantos manoseos a primera hora de la mañana...? — finalmente abrió los ojos aún cansados y se giró para poder verle con una sonrisa divertida.
— Pues... deberías saber... — decía volviendo a besar su cuello mientras se ponía encima de ella de nuevo. — que me suelo despertar muy contento por las mañanas... — confesó con media sonrisa y mordiendo su cuello.
— Hmmm, ¿y después de toda la noche sin parar te sigues levantando... contento? — preguntó burlesca entre suspiros y acariciando su cabellera.
— Más todavía...
— Wow... deberías meterte a actor porno... — comentó divertida y extasiada por las caricias que le estaba proporcionando.
— ¿Eso es un halago o simplemente te estás metiendo conmigo...? — se incorporó sobre sus antebrazos para mirarla divertido.
— Tómatelo como más feliz te haga. — contestó con media sonrisa y acercándose a sus labios para besarle. Esta vez siendo ella quien tomaba la iniciativa.
El correspondió gustoso y en poco tiempo intensificó gradualmente el beso, rodeando su cintura con sus brazos y por consecuente, apegándola más a su cuerpo. La morena ronroneó gustosa en su boca y mordió sutilmente su labio interior. Ichigo rió divertido para después volver a unir sus labios con más fuerza.
Las piernas de Rukia se enroscaron en la cintura de él, obligándole a unirse más a ella y tener sus intimidades en contacto y fricción. El pelinaranjo comenzó un lento vaivén sin dejar de poseer con ímpetu sus labios. Las manos de Rukia acariciaban la espalda de su amante, sintiendo en cada caricia las marcas de los arañazos que le hizo la noche anterior.
Los labios de Rukia se dirigieron lentamente hasta su cuello, dejando un camino de besos por la mandíbula y comenzó a succionar, dejándole otra marca más. Eso excito de sobremanera a Ichigo quien tras un placentero gruñido se volvió más brusco y ahora el decidió hacerla sufrir.
Comenzó a besar el inicio de sus pechos para posteriormente llevarse uno a la boca, haciendo gemir suavemente a la morena. Los estrujó con ansia y volvió a bajar con sus labios por su vientre. A cada beso que bajaba, más se tensaba la morena, quizá solo por el instinto.
Paró en el bajo vientre y volvió a ascender lamiendo toda su piel hasta llegar de nuevo a su cuello, el cual mordió con cuidado de no dejar marca. La morena jadeó complacida, cerrando los ojos extasiada y le dejó hacer. El pelinaranjo sonrió de medio lado para bajar de nuevo, esta vez de forma más directa, hasta su intimidad.
La tomo tan de sorpresa que un gemido se escapó de sus labios al sentir como Ichigo lamia con ímpetu y maestría su centro, sosteniéndola con fuerza de sus glúteos. La morena echaba un vistazo bajo las sabanas para después taparse con la almohada y morderla para contenerse.
Ichigo, sonrió satisfecho por su trabajo, así que decidió ralentizar el ritmo para hacerla sufrir más. Sin embargo, pocos minutos después su trabajo de vio frustrado por el sonido del teléfono. La morena se quitó la almohada de la cara y miró a Ichigo de nuevo bajo la manta.
— Ni se te ocurra cogerlo. — advirtió Ichigo mirándola desde ahí abajo con el ceño fruncido para después volver a degustarla.
— Ichigo... tengo que cogerlo... — dijo entre gemidos y sollozos
— No es nadie... — y volvió a la tortura.
— Ichigo... — gimió. — Sera... s-será solo un momento. —se mordió el labio para mantener la compostura.
— Ññññjjjj... — gruño como un niño pequeño, haciendo caso omiso a Rukia y continuando con su trabajo.
—Ichigo... — comenzó a reírse ya que ahora la hacía cosquillas. — Para, no seas idiota... para. — se removió divertida apartándole con su pie de su intimidad.
— Grrññj... — gruñó saliendo de su escondite y la miró con los mofletes hinchados.
— Idiota, ahora vuelvo... no tardo. — habló con voz tranquilizante mientras se enrollaba una de las mantas en su cuerpo desnudo.
— Más te vale, sino iré a buscarte. — advirtió divertido y observando desde la cama como se iba.
El teléfono dejo de sonar, para dar paso al contestador automático. Se escuchaba la voz de la operadora para después de un pitido el que estaba al otro lado de la línea pudiese dejar su mensaje. La morena llegó al salón y se quedó observando el contestador, esperando a ver quién era.
Tras el pitido se escucho la voz de Renji.
— Hey, Rukia... te llamé anoche pero no me contestabas, estoy preocupado... no sé si te habrá pasado algo malo, bueno... en fin, si escuchas esto llámame, Bien...
Antes de que colgase la morena contestó el teléfono.
— ¿Renji?
— ¿Rukia? — contestó aliviado de ver que estaba bien.
— Sí, ¿dime?
— Llamaba porque como anoche no me contestaste estaba preocupado, ¿saliste a algún lado?
— Que va, es solo que estaba cansada y me fui a dormir pronto... — mintió de forma profesional. — ya sabes que tengo el sueño pesado, lo siento.
— Oh, no pasa nada. — la disculpó con un tono de voz animado. — Voy a entrar a la reunión dentro de un rato...
Por la puerta del salón apareció Ichigo con sus bóxers colocados y con una sonrisa maliciosa en su rostro. Rukia le hizo señas de que se largara mientras Renji hablaba, ya que podía intuir sus intenciones, y no eran nada buenas. Sin embargo el pelinaranjo se acercó a ella y la abrazó por detrás con fuerza.
Rukia se dio por vencida.
— Ajá... — le dio la razón sin terminar de escuchar lo que le decía
— Y bueno, ¿tu cómo estás? — preguntó mientras Ichigo comenzaba a besar su cuello y acariciar su punto débil.
—¿Yo? De fábula... — suspiró satisfecha intentando disimular su excitación.
— ¿Sí? ¿Qué has hecho? — preguntó interesado.
— Bueno, nada interesante... —habló con voz débil para después morderse el labio intentando reprimir sus ganas de gritar, ya que Ichigo no paraba.
— Vaya, no me cuentas nada. — rió al otro lado del teléfono.
— Bueno, tenía pensado ir a darme una ducha, ¿sabes? — mando una indirecta a Ichigo, separándose de él para mirarle fijamente y darle un rápido pero intenso beso, no sin antes tapar el auricular del teléfono para que no escuchara.
— Oh, genial. — contestó extrañado por el tono de voz de Rukia. — Yo volveré esta tarde, no creo que se me haga de noche.
— Hmmmm... — contestó mientras observaba a Ichigo que le hacía señas impacientes para que colgara. — Bueno Renji, te dejo que tengo muchas ganas de darme una ducha. — le giñó un ojo al pelinaranjo y este sonrió de medio lado.
— Está bien, nos vemos.
— Nos vemos. — y colgó rápidamente para tirar el teléfono al sofá,
—Te... quiero. — dijo el pelirrojo al otro lado de la línea con voz cansada al ver que no le había escuchado a tiempo ya que colgó enseguida.
Mientras tanto la morena se abalanzo sobre Ichigo, obligándole a cargarla de forma que sus piernas se enroscasen en su cintura e iniciando un candente beso. Ichigo sonrió y comenzó a caminar con ella a cuestas hasta el baño de la habitación.
— Así que tienes muchas ganas de una ducha, ¿eh? — repitió con una sonrisa de medio lado y las cejas arqueadas.
— Por supuesto, ¿acaso tu no? — contraataco de igual manera.
— Tengo todas las ganas del mundo.
.
.
Un gemido femenino resonó entre las cuatro paredes de aquel baño. Dos cuerpos desnudos y mojados bajo el agua de la ducha reposaban pegados contra la pared descansando de su nuevo orgasmo. El agua seguía cayendo, y el pelinaranja aún sostenía el cuerpo de la morena contra la pared.
Ambos respiraban agitados, con miles de gotas de agua recorriendo su rostro. Ichigo salió del interior de Rukia con cuidado, ganándose un suspiro aliviado de la morena. Con cuidado dejó las piernas de la chica sobre el suelo de la bañera y permaneció abrazada a ella, con sus grandes manos aún sin despegarse de su trasero.
Ella tan solo reposaba su cabeza en el pecho de este, intentando no caerse si le fallaban las piernas.
Cerraron el grifo de la ducha para no gastar más agua de la que ya habían desperdiciado y se miraron con media sonrisa y ojos cansados. Sus labios instintivamente sintieron la necesidad de unirse de forma más tranquila y relajada. Y así lo hicieron.
— Será mejor que vayamos a desayunar algo antes de que te desmayes por tanto ejercicio. — propuso Ichigo de forma divertida.
— Ni te creas, esto no es nada. — le retó saliendo de la ducha y poniéndose el albornoz.
— Sí, sí, seguro... — cuestionó escéptico y sonriente, saliendo también de la ducha y enrollándose una toalla a su cintura.
— Eres un creído, que lo sepas. — soltó divertida mirándose al espejo y peinándose con los dedos.
— Y tu una obstinada, nunca admites que tengo razón en lo que digo. — se carcajeó levemente abrazando a la muchacha por detrás y mirando su rostro en el reflejo del espejo.
— Porque nunca tienes razón en lo que dices.
— ¿Ah, no? — arqueó una ceja y sonrió de medio lado. — Estoy más que seguro que yo en menos de 24 horas te he hecho más veces el amor que tu prometido en un mes.
Rukia negó con la cabeza rendida ante su socarronería y finalmente sonrió ante la constante lucha de Ichigo por ser mejor que Renji.
— ¿Acaso solo sabes compararte con Renji?
— ¿Con quién más debería hacerlo? — preguntó. — Porque aún así, seguro que seguiría ganando.
— Te lo tienes muy creído, ¿no? — la muchacha salió del baño, siendo seguida por Ichigo el cual recogió sus bóxers y se los puso antes de salir de la habitación.
— Tú me das motivos para creérmelo. — contraataco.
— ¿Yo?
— Sí, tú. — ambos llegaron a la cocina y este se quedó observando desde el marco de la puerta con media sonrisa.
— Explícate.
— Es sencillo, solo tienes que acordarte quien fue la que grito mi nombre más de una vez anoche. — se explicó divertido y pícaro.
La morena se sonrojó levemente y se defendió tirándole una manzana que acababa de coger del frutero. Este la cogió al vuelo y le dio un mordisco, riéndose de la reacción de la pequeña Kuchiki quien algo sonrojada tan solo le insulto en un susurro.
— Idiota...
O
O
Tras un apacible desayuno, entre risas, insultos, coqueteos y muchas insinuaciones sobre la noche anterior, se les había pasado la mañana. Rukia estaba sola en casa otra vez, ya que era mejor que Ichigo se marchase lo antes posible no sin antes robarla otro beso e intercambiarse los números de teléfono.
Ahora, la morena después de almorzar se dedicó a recoger la casa.
¿Primer punto? Su habitación, sin duda. Estaba totalmente alborotada, las sabanas de la cama esparcidas por todos lados, un cojín en el suelo y la única sabana que cubría directamente el colchón estaba totalmente arrugada.
Y todo ese estropicio por una sola noche de pasión con Ichigo... se quedó observando la cama con uno de los cojines caídos entre sus brazos. Su vista perdida en el lecho y recordando los sucesos de la noche anterior. Sus mejillas se fueron sonrojando levemente y sus ojos se cerraron.
Más imágenes se vinieron a su cabeza. El rostro rudo de Ichigo, sus roncos gemidos, sus fieros besos... la piel de la morena se puso de gallina, y se mordió el labio. ¿Hacia cuantísimo no tenía un verdadero orgasmo así? Sin duda alguna, los que había conseguido con el pelinaranjo dejaban atrás los demás.
Pero no lo iba a admitir.
Agito la cabeza y comenzó a recoger la cama. La almohada, las sabanas, los cojines... todo parecía ir cogiendo forma y borrando las evidencias de la noche anterior. Pero de repente, un nudo se formo en su pecho, ¿que acababa de hacer? Se sentó sobre la cama, con los ojos abiertos dándose cuenta en ese preciso instante de lo que acababa de pasar.
¿Había sido infiel a su prometido?
Sí, y por lo menos unas cuatro veces. Una tormenta de extraños y totalmente opuestos sentimientos se desataron en su mente. Se sentía mal por engañarle, pero a la vez tenía rabia de tener que estar con quien no amaba. No le gustaba mentir a la gente de su alrededor, pero ella quería vivir su vida como quisiese.
Era todo tan contradictorio que se quedo en el mismo lugar donde empezó. Totalmente confundida...
.
.
— ¿Te encuentras bien?
Ya era de noche, Renji volvió hacia unas horas del viaje, cenaron tranquilamente aunque Rukia apenas probo bocado, y ahora estaban dentro de la cama. La morena le daba la espalda, como siempre, a Renji. Cobijándose entre las sábanas que todavía olían a Ichigo e intentando no hablar con su prometido.
Este leía un libro con la lámpara encendida y al ver actuar tan extraño a su futura esposa no pudo evitar preguntar.
— Sí... —susurro.
— Estás extraña Rukia, ¿te pasa algo? — insistió dejando su libro en la mesilla y centrándose en la morena.
— No, tranquilo, estoy bien... — la morena mantenía su mirada en la pared de enfrente. — Solo... estoy cansada.
— Apenas cenaste, ¿estás enferma? — preocupado se acercó a ella y poso su mano en su frente para tomar su temperatura.
— Estoy bien Renji, solo estoy cansada. — repitió un poco ofuscada.
— ¿Por qué tan cansada? Hoy tenias el día libre, ¿no? — preguntó introduciéndose en la cama y apagando la lamparita de noche.
— Sí, era mi día libre... — contestó intentando pensar una buena excusa. — es solo que estuve limpiando el baño y la habitación...
— ¿Y porque no me esperaste? Podríamos haber limpiado mañana los dos juntos.
— Es igual, me aburría y no tenía nada mejor que hacer... — mintió.
— Hmmm... — se quedaron en silencio y a oscuras. — Ahora que lo dices, se nota... hasta has lavado las sábanas.
— ¿Eh? — la morena se sorprendió. No entendía porque decía eso.
— Sí, huelen distinto. ¿Has cambiado de suavizante?
— E-Eh... sí. — intento controlar sus nervios. Lo había notado, había notado el aroma de Ichigo. — Renji, buenas noches, ¿sí? Estoy muy cansada y solo... solo quiero dormir.
— Disculpa, ya no te molesto más. — habló con voz dulce y suave para después darla un beso en su nuca. — Buenas noches.
— Buenas noches...
Ahora le corroía el remordimiento, pero algo más intenso lo eclipsaba... y eran las ganas de volver a ver a Ichigo, de volver a sentir sus labios ardiendo sobre su piel, de volver a sentir su tacto rudo y apasionado, de sentir de nuevo la libertad que solo él sabía proporcionarla...
.
.
El pelinaranjo entró en el local, esquivando a la gente y directo a la barra para tomar algo. Se sentó en el taburete y buscó a su amiga entre todas las camareras. Al fondo, ambos se divisaron y Senna, con su alegría características, corrió hacia donde se encontraba Ichigo dando saltitos y sonriendo.
Este tan solo sonrió divertido al verla, pero estaba agotado, para que mentir. Esa mujer le había dejado exhausto pero no quería admitirlo delante suya. Era distinta, y aún estando totalmente cansado, no quería parar de besarla.
Era adictiva.
— Ichigo-kuuuuuun. —canturreó llegando a donde se encontraba su colega. — ¡Cuánto tiempo sin pasarte por aquí! ¿Qué te cuentas? —preguntó mientras le preparaba lo de siempre.
— He tenido unos asuntillos entre manos y no he tenido demasiado tiempo libre.
— Oh, seguro que hay algo más que eso. —intuyó audaz sirviéndole la bebida.
—¿Por qué lo dices? — pregunto con una ceja alzada mientras daba un trago.
— Empecemos por ese rostro cansado que llevas y... — la morena se apoyó en la barra y se acercó de golpe al rostro de Ichigo con los ojos abiertos y una divertida sonrisa. — ... terminemos por esos chupetones que traes en el cuello.
—¿Qué? — el pelinaranjo casi se atraganta con su alcohol. Se echó una mano al cuello y frunció levemente el ceño.
— Jujujuju, ¿Kurosaki-kun ha estado con una chica? — canturreó divertida sin dejar de observarle.
— Es obvio que si... — confirmó más tranquilo mientras se intentaba mirar en el espejo las marcas.
No pudo evitar sonreír levemente al verlas.
— ¿Quién es la desgraciada que ha caído en tus brazos? — preguntó interesada sin dejar de limpiar los vasos.
— Oh, venga Senna. — el pelinaranjo alzo una ceja. — ¿De verdad no te lo imaginas?
—... — se quedó pensativa unos momentos y segundos después una lucecita se le encendió. — ¡No me digas que-!
— Ajá... —confirmó tranquilo.
— Pero... — se apoyó más en la barra mientras bajaba el tono. —¿No está prometida...?
— Sí.
—¿Y te parece bien?
— ¿Porque tendría que parecerme mal...? — preguntó mirando al suelo.
— Ichigo, porque está prometida. — le riñó de forma más seria.
Ichigo se mantuvo en silencio, observando el licor de su vaso totalmente serio. Ahora que se paraba a pensarlo, se sentía mal. Él no era de esa clase de hombres que le robaba las mujeres a los demás, para nada... pero... con Rukia fue tan diferente.
Sus palabras esperanzadoras, sus ojos cargados de sueños que no la dejaban cumplir... tras unos momentos, tuvo la respuesta.
— Ella no le ama.
Senna abrió los ojos sorprendida por el tono de voz serio y solemne de Ichigo, para finalmente esbozar una suave sonrisa. La morena se relajó y continuó con su trabajo sin decirle nada más a Ichigo. El pelinaranjo, al ver que había dejado de reñirle, alzó la mirada y observó a su amiga.
— ¿No vas a decirme nada más? —cuestionó extrañado.
— No tengo nada más que decirte... — habló sin mirarle y con una sonrisa. — ... si ella no le ama, tú no tienes la culpa.
Ichigo se quedó perplejo observando a su querida amiga con los labios entreabiertos y después sonrió sinceramente con tranquilidad, cerrando los ojos. Después de todo, Rukia no le amaba, se lo había confirmado personalmente, así que... no había razón por la cual sentirse mal, ¿o no?
.
.
El trato finalmente estaba sellado. Las empresas Kurosaki ya se habían afiliado por completo a las empresas Kuchiki. ¿Y ahora qué? A alguien se le ocurrió la "genial" idea de organizar una celebración en un salón con comida, cubiertos finos y mucho, mucho vino. Tenían que asistir todos los altos cargos de ambas empresas, por lo que habría bastante gente en aquel salón.
Y como no, no podían faltar los cabecillas de ambas empresas. Ichigo no dudo ni por un momento el asistir a ese lugar. Después de más de una semana sin volver a ver a Rukia no iba a desperdiciar la oportunidad de verla de nuevo, y estaba seguro que ella asistiría con las mismas ansias que él.
O eso esperaba...
Impaciente se terminó de colocar la dichosa corbata frente al espejo de su habitación, mientras escuchaba a su padre de fondo hablándole y metiéndole prisa.
— Ichigo, hijo, ¿te queda mucho? — gritó desde el salón. — Tardas más que una mujer.
— Urusai. — le mando callar ofendido.
Terminó de hacerse el nudo de la corbata y cogió su móvil, guardándolo en el bolsillo. Vio que no le faltaba nada más y salió apurado de la habitación. Estaba nervioso e impaciente, pero sabía ocultarlo bien delante de la gente. Sus nervios se debían a la incertidumbre de saber si la morena iría o no, y la impaciencia... simplemente porque quería verla.
Parecía un fumador que llevaba un mes sin probar un cigarrillo. Y le pasaba casi lo mismo, solo que ansiaba volver a besarla...
— Vamos. — pasó rápido por el salón, impaciente por llegar a aquel lugar de una buena vez.
Su padre le miró con una ceja alzada, sin entender el porqué del comportamiento de su hijo pero acabó siguiéndole. Bajaron del edificio con rapidez y sin hablar, entraron al coche y se pusieron en marcha.
Isshin continuó analizando a su hijo. Normalmente tenía esa actitud relajada, tranquila y pasota de siempre, pero ahora... ahora estaba tenso, con su ceño fruncido y concentrado en llegar a aquel lugar. El hombre de mediana edad creyó dar con la respuesta al notar esa actitud desesperada de su hijo, no era tonto, para nada, por lo que decidió prevenirle.
— Oe, Ichigo. — le llamo. El pelinaranjo solo contestó con un gruñido. — Ten cuidado con lo que haces. — habló serio.
Ichigo le miró de reojo.
—¿Por qué dices eso papá? — preguntó con el mismo tono.
— Rukia está prometida. Pronto se casará con Abarai Renji y lo mejor será que no te entrometas más, Ichigo.
— No sé de qué me hablas...
— No te hagas el tonto conmigo Ichigo. — le reprendió de forma más tajante para después volver a relajarse tras un largo silencio. — Cuantas veces te has visto con Rukia Kuchiki.
Ichigo se tensó y frunció más el ceño, rabioso por haber sido descubierto de forma tan fácil. Miró a su padre de reojo el cual tenía su mirada fija en él, así que no pudo escaquearse.
— Tan solo una vez. — confesó tajante.
— Ichigo... que sea la última vez... por favor. —le suplicó con voz tranquila.
Pero Ichigo no contestó, no podía prometer nada porque ni el mismo se creía que pudiera soportar más de una semana sin tocarla.
.
.
Llegaron tras un largo camino en coche hasta aquel salón que habían alquilado para esa noche. Ichigo aparcó en un santiamén y no tardó en entrar dentro del recinto, buscando con ansia a aquella mujer. Pasaba entre gente conocida de su empresa, saludando vagamente con la mano y sin dejar de observar a sus alrededores en busca de la morena.
¿Pero qué estaba haciendo?
¿Y si se encontraba con ella? ¿Qué iba a pensar? Seguro que pensaría que estaba desesperado por verla de nuevo, y lo estaba, pero no lo quería admitir delante de ella. Paró en seco y se relajo, ajustándose la corbata y contando hasta diez. Su padre vino escasos segundos después, cansado de intentar seguirlo.
— ¿Por qué vas tan rápido? Espérame, por el amor de Dios. — suplicó cansado y apoyándose en su primogénito.
Pero el no contestó. Con su porte, aparentemente tranquilo, volvió a pasar la vista por el lujoso hall de aquel lugar. Iba despacio, buscando a aquella mujer, pero no la encontraba. Cuando estuvo a punto de girar por completo, sus ojos se pararon en la entrada de aquel lugar.
Ahí estaba, protegida por su futuro esposo y su hermano adoptivo. La observó desde lejos fijamente, analizándola con ímpetu y ansias. Estaba hermosa. Su poco pelo azabache recogido ligeramente, con mechones sueltos y sin apenas maquillaje. Le gustaba eso, su naturalidad... ver que era hermosa sin tener que recurrir a segundos planes.
Caminaba tranquilamente, con sus aires de grandeza y esa sonrisa fingida que tanto odiaba. Iba saludando a los asociados mayores, con educación, respeto y sin borrar esa expresión falsa de amabilidad. Seguro que por dentro estaría pensando algo como "Porque demonios no me dejas en paz".
Y después de algunos saludos mas, sus ojos se cruzaron en la distancia. Esos ojos felinos que le habían hipnotizado una vez más. Ahora no escuchaba a nadie, no había nadie a su alrededor, solo ella. Quedaron así unos segundos más hasta que ella sonrió socarronamente de medio lado, sacándole de su aletargo.
¡Maldita mujer! Se había dado cuenta que estaba atontado por su culpa y la muy desgraciada tan solo se rió de él.
— Ichigo, vayamos a saludar a los Kuchiki. — habló su padre caminando hacia los hombres. Ichigo le siguió. — Y ni se te ocurra hacer ninguna tontería... — advirtió un tanto asustado.
Y no contesto de nuevo.
Cada vez se acercaban más y los otros varones ya les habían divisado. Byakuya los espero tranquilamente como siempre, Renji miró por encima del hombro a Ichigo, y Rukia... ella seguía mirando de reojo al pelinaranjo, con esa sonrisita arrogante y divertida que lo único que provocaban en el eran más ansias por lanzarse sobre ella.
— Kuchiki-san, Rukia-chan, Abarai-san. — saludó Isshin mientras se acercaba completamente a ellos para empezar a estrecharles la mano. — Me alegro de que hayan venido.
— Buenas noches, Kurosaki-san. — saludó Byakuya con su tono impasible de siempre.
— Rukia-chan, he de decir si me lo permite tu prometido, que estas hermosa. — aduló el moreno educadamente mientras tomaba delicadamente su mano.
— Oh, Isshin-san, que cosas dice. — fingió modestia y eso exasperó aún más a Ichigo.
Era una maldita actriz profesional.
El mayor de los Kurosaki ahora estrechaba la mano al prometido de la morena, el cual no dejaba de mirar de reojo a Ichigo. Este comenzó a saludar por educación, estrechándole rápidamente la mano a Byakuya para después pasar ansioso a la morena mientras su padre entablaba conversación con el pelirrojo.
— Vaya, mira quien vino... — habló Rukia en un tono medio, sonriendo de medio lado y estrechándole suavemente la mano.
— ¿Ya me echabas de menos? — musitó Ichigo soltando su mano y observándola divertido.
— No más que tu. — le giñó el ojo y se acercó a su prometido.
El pelinaranjo maldijo por lo bajo a aquella perfecta mujer. Su elegancia la hacía sensual, su menudo cuerpo le daba un toque diferente a las demás y a la vez irresistible. Ese sencillo vestido negro que cubría hasta la mitad de sus piernas le estaba volviendo más loco aún si era posible. Le hacía una forma redonda en el escote, acentuando levemente sus perfectos pechos. Las mangas le tapaban hasta la mitad del brazo y por detrás, aquel vestido, dejaba buena parte de la espalda de la mujer al descubierto.
Simplemente perfecta.
Cualquier cosa le quedaba bien, era hermosa y sensual con o sin ropa. Sin ninguna duda.
— Bien, ¿qué les parece si entramos a comer ya? Yo me muero de hambre. — propuso extrovertido su padre.
Todos asintieron y comenzaron a entrar en el salón donde había una estrecha pero larguísima mesa totalmente acomodada para los empresarios. Los cubiertos, arreglos florales, servilletas de seda y los entremeses ya estaban servidos. Los cinco más importantes se dirigieron a presidir la mesa, quedando en un extremo Byakuya Kuchiki. Los demás se sentaron a los lados, e intencionadamente, Ichigo quedó enfrente de Rukia.
Está sonrió al darse cuenta de la rapidez de Ichigo para sentarse.
La cena transcurrió así, entre miradas penetrantes y ansiosas, sonrisas divertidas y coquetas, e insinuaciones verbales que solo ellos podían entender indirectamente. Ichigo se dio por vencido después de un rato intentando que a la morena se le ocurriese algo interesante, por lo que se relajó y bebió de su copa de champán.
Pero nada más introducirse un trago del liquido en la boca, casi se atraganta al sentir como algo que parecía un pié femenino le acariciaba su intimidad con lentitud. Abrió sus ojos de golpes y miró a la morena quien tan solo sonreía pícara y divertida.
Mujer del demonio, estaba disfrutando viéndole sufrir.
Su travesura, gracias a Dios, era cubierta por el fino mantel pero aún así ahora él tenía que disimular exteriormente el placer que le estaba dando aquella mujer con su pequeño pie. Decidió seguirla el juego por lo que se relajó y sonrió de medio lado al igual que ella. Introdujo su mano debajo de la mesa y agarró con delicadeza su pie, sin detener su labor y tan solo apretando para hacerla saber que le gustaba lo que hacía.
Esto estaba calentando a Ichigo de sobremanera, y tenía que tomar el control cuanto antes. Esto no era propio de él... él siempre, SIEMPRE, tenía el control.
— Ichigo, ¿verdad que si?
— ¿Q-Que? — el pelinaranjo se tensó de nuevo al ver que le dirigían la palabra
La morena movía ahora su pie con más ímpetu y malicia.
— Cuéntale a Kuchiki-san sobre tus profesores de la Todai. Seguro que tuvieron algún que otro profesor en común.
— Eso Kurosaki-kun... cuéntanos. — la morena se apoyo sobre sus finos dedos, sonriendo divertida y sin parar con su tortura.
Ahora todos estaban observándole atento. Inclusive Renji.
— Y-Yo... — suspiró al sentir como la morena presionaba más. — ... yo ya apenas recuerdo, lo siento. — finalizó rápido, apartando el pie de Rukia lejos de su entrepierna.
Se acabó el juego.
La morena alejó su mirada de él y dio un rápido sorbo a su vaso de champán. Ichigo no la perdía de vista ni por un momento. Ahora, hablaba por lo bajo con su futuro esposo y se levantaba acomodándose el vestido, no sin antes mirar de reojo a Ichigo y salir de allí.
¿A dónde iba?
¡Da igual! Le había hecho de sufrir, estaría bien relajarse un poco. Continuó comiendo ante la atenta mirada del pelirrojo. ¿Tenía algo en su contra o que pasaba? Bueno, no diría nada, pero... era obvio que había estado con su prometida, aunque eso él no lo sabía.
Negó ligeramente con su cabeza y se centró en terminar su cena. Pero de nuevo, antes de que pudiese siquiera pinchar un trozo de ese suculento bistec, su móvil vibró en su bolsillo, alertándole y sacándolo al instante.
Genial... era ella.
— Hijo, ¿quién te llama? — preguntó su padre al ver que el pelinaranjo ya se había levantado de la mesa.
— Lo lamento mucho, es una llamada importante, en seguida vuelvo.
Y cuando estuvo alejado de ellos contestó a la morena.
— ¿Si? — preguntó con voz neutra aún sabiendo de quien se trataba.
— Ven al baño de arriba. Ahora. — ordenó con voz sugestiva para después colgar.
Esa mujer... le volvía completamente loco. Con sigilo salió del salón sin que nadie se diese cuenta de su ausencia, y si así fuera pensarían que seguiría hablando por teléfono. Caminó rápido por los solitarios pasillos del restaurante, tirándose levemente de la corbata para poder respirar mejor.
Buscaba los baños con ansia, encontró las escaleras y el cartel que indicaba por donde si llegaba al destino que él quería. Esa maldita mujer... ¿qué le había hecho? Necesitaba besarla urgentemente, necesitaba probarla cada vez que sus ojos se cruzaban, era inevitable sentir eso...
Ahí estaba, el sofisticado y solitario baño de la parte de arriba. Abrió la puerta con rapidez y entro de golpe, pero no había nadie. Frunció el ceño, ¿a que estaba jugando esa mujer? ¿Dónde demonios estaba? Iba a marcharse ofuscado por la jugarreta que le había hecho la morena, pero nada más girarse la encontró apoyándose contra la puerta para cerrarla con esa sonrisa de medio lado.
Y "click", el seguro de la puerta se cerró y ambos se abalanzaron contra el otro con ímpetu.
Esta vez, el más desesperado, y con diferencia, era el pelinaranjo así que Rukia se aprovecharía y le cobraría una a una las de la vez pasada. Se dejó alzar con facilidad, enroscando sus piernas a la cintura de él y siendo guiada al lavamanos para sostenerse con más facilidad.
Sus labios se unieron al instante, aprisionándose en un salvaje beso. Las manos de Ichigo no paraban de acariciar las piernas de Rukia, subiendo a empujoncitos su vestido. La morena tan solo se dedicaba a acariciar su nuca y dar pequeños tirones a su pelo. Sus labios se separaron y ahora Rukia comenzaba a besar su cuello mientras le deshacía la corbata.
— Eres mala... — gruñó extasiado adentrando más sus manos en el vestido de Rukia hasta alcanzar su trasero.
— ¿Por qué? — se carcajeó divertida para quitarle por fin la dichosa corbata y comenzar a desabotonar su camisa.
— Sabes muy bien por qué, señorita pies largos. — bromeó separándose de ella para mirarla.
— No te quejes tanto... — susurró besando su barbilla. — ... sabes que te gustó.
— ¿Quien es ahora la creída? — rebatió con una divertida sonrisa.
— Cállate. — finalmente abrió su camisa dejando ver su esculpido torso, provocando que se tuviese que morder su labio inferior para contenerse. — No tenemos mucho tiempo...
Ichigo esbozó una sonrisa de medio lado y volvió a besarla con ganas. Las manos de ambos correteaban impacientes por el cuerpo del otro ansiosos de probar más y más...
Rukia pasaba sus finos dedos por el pecho de él, obviamente sin dejar de besarse, mientras los bajaba lentamente hasta el borde de su pantalón, dispuesta a desabrochárselos rápidamente. El hizo lo mismo, solo que lo tenía más fácil. Adentró sus manos hasta el fondo, buscando el borde de su ropa interior pero se sorprendió tanto al no encontrar ni rastro de bragas que se separo de ella para mirarla con cara de estúpido.
— No llevas...
Rukia alzó una ceja de forma elocuente.
Pestañeó incrédulo un par de veces y puesto que la respuesta era afirmativa, se dedicó a acelerar el paso y terminar de desabrocharse sus pantalones para introducirse rápidamente en ella.
La penetró profundamente, tapándole la boca al instante para que no gritase demasiado ya que esa acción tan ruda la había pillado de improvisto y no pudo reprimir un sordo gemido que choco contra la palma de la mano de Ichigo.
— ¡AAHMMP! — el sonido se amortiguó bastante, pero aún así los gemidos de la mujer eran audibles si alguien pasaba por el pasillo.
Ichigo ya no sonreía socarrón como las otras veces, ahora estaba serio, concentrado en ella y en sus jadeos, totalmente entregado al placer que le estaba brindando. No había egos, ambos se necesitaban y tras una semana de espera no iban a hacerse esperar más.
Los movimientos fueron adquiriendo más rapidez y profundidad, sus labios apenas podían estar unidos por tanto movimiento y además que de sus bocas tan solo salían gemidos y gruñidos roncos. Ichigo se sostuvo de los glúteos de la morena, teniendo así un punto de apoyo y continuó con sus movimientos. Rukia, sin embargo, mantenía una mano en el lavabo apoyada y otra enroscada al cuello de Ichigo.
Los gemidos de Rukia se quedaban sin fuerza, al igual que ella, su cabeza se iba dejando caer hacia atrás, dejando expuesto su cuello el cual Ichigo no tardó en aprovechar para besarlo y lamerlo. Rukia jadeó complacida intentando moverse un poco a la par de Ichigo.
Las esbeltas piernas de la morena se abrazaron aún más a la cintura de Ichigo, procurando que las embestidas fuesen más profundas aún, y este obedeció sin rechistar. El rostro de Ichigo se escondió en el cuello de la morena, suspirando extasiado e intentando controlarse, aunque era difícil.
Los labios de Rukia se acercaron temblorosos al oído de Ichigo, suspirando y jadeando levemente en él hasta que pudo controlarse para poder articular palabra. Sus manos abrazaron la cabeza del pelinaranjo con delicadeza y por fin pudo hablar.
— I-Ichigo... — un escalofrío recorrió la espina dorsal del varón. — Ichigo... — le volvió a llamar con esa voz tan sugestiva.
Este poco a poco separó su rostro de su cuello, totalmente desorientado y con su vista clavada en ella. Sus labios respiraban entreabiertos, sus frentes sudaban ligeramente y sus mejillas estaban sonrojadas por la excitación. Violeta con ámbar se fundieron y Rukia sostuvo su rostro entre sus delicadas manos, obligándole a no separar su mirada de ella.
Las embestidas se hicieron más lentas, pero para nada flojas. Al contrario, aprovechaban para ser aún más profundas, provocando que lo que la morena tuviese que decir se viese aplacado por gemidos de placer.
— Ichigo... — le llamo de nuevo en algo más parecido a un gemido. — Dilo... — le suplicó entre suspiros.
Este no contestó, y siguió moviéndose, totalmente perdido en sus ojos. Sus labios cobraron vida propia y buscaban un nuevo beso de ella, pero esta se resistió a duras penas y volvió a insistir, esta vez a modo de chantaje.
— Dilo... — repitió.
Era superior a él, no sabía que le pasaba, quería besarla y hasta vendería su alma al diablo por hacerlo. Las embestidas volvieron a aumentar su velocidad progresivamente, provocando otra vez, fuertes gemidos de Rukia. Pero ella no desistía.
— D-Dilo... Ichigo... ah...
Continuaron moviéndose al compás, cada vez acumulando más placer y sintiéndose en las nubes. Iba a explotar en cualquier momentos. Las penetraciones se hicieron más rudas y salvajes, había perdido su raciocinio y solo quería llegar al clímax junto a ella.
— ¡Ichigo! —gimió. — ¡D-Dilo...! — repitió abrazándose a él.
Ambos jadearon ante tanto placer, las embestidas de Ichigo se hacían más y más ansiosas y esta vez no pudo evitar que de sus labios se escapase el nombre de aquella mujer que le volvía loco. No lo hizo porque ella lo pidiese, es más, el apenas la había escuchado, lo hizo porque sintió la necesidad de hacerlo.
— Ruki...arg... — gruñó extasiado con su voz ronca y profunda para después y tras una última estocada, provocar el orgasmo de la pequeña morena.
— ¡Ahn! — se arqueó ante tanto placer y al momento sintió la calidez de Ichigo dentro de ella.
Poco a poco sus cuerpos se iban relajando hasta quedar totalmente exhaustos. Ichigo intentaba recobrar el aliento escondido en el cuello de la morena, mientras ella respiraba con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás debido al cansancio. Quedaron así durante un momento, hasta que Ichigo salió con cuidado de ella.
— Hmmm... — un gemido de desagrado se escapó de sus labios para después alzar su cabeza y mirarle fijamente con una débil sonrisa.
— ¿De qué te ríes tu ahora...? — preguntó con voz suave y cansada para abrocharse los pantalones.
La morena se incorporó en el lavamanos y se acercó al rostro de Ichigo, sonriendo de medio lado con ojos cansados.
— Ahora he ganado yo. — recalcó divertida para después besarle rápidamente.
— Así que por eso me has provocado en el salón... — dedujo burlón abrochándose la camisa. — Eres una rencorosa.
— Hmp. — dio un saltito y bajo del lavamanos, acomodándose el vestido y mirándose en el espejo para retocarse el pelo y el maquillaje. — Te la debía.
— Ahora te la debo yo. — retó colocándose la corbata.
— ¿Acaso no estamos en paz? — cogió su bolso que estaba en el otro lado del lavabo y comenzó a rebuscar su ropa interior.
— Para nada. — se terminó de acomodar la corbata y se acercó seductoramente a su oído por detrás. — La guerra acaba de empezar. — susurró.
La morena sintió un escalofrío que la hizo cerrar los ojos y suspirar. El pelinaranjo la observó complacido a través del espejo y después se marchó del baño dejándola sola. Al abrir los ojos de nuevo, no se encontró con Ichigo. Sonrió cansada y de medio lado, satisfecha por los resultados y mirándose al espejo para repasarse el pintalabios, repitió las palabras de Ichigo:
— Tu lo has dicho, Ichigo... la guerra acaba de empezar.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario