Salió del baño después de cuarto de hora, no lloraba pero estaba afligida y muy enfadada. Sus ropas estaban puestas y se disponía a salir directa a un sitio. Renji estaba en el borde de la cama, con solo sus pantalones puestos y tapando su rostro cansado con sus amplias manos. Al escuchar la puerta del baño alzó la mirada hacia Rukia.
— ¿Vas a algún lado...? — pregunto con voz suave y observando sus acciones.
— Sí. — contestó tajante y sin mirarle, cogiendo sus llaves del coche.
— ¿Llevas el coche? ¿A dónde vas...? — continuó preguntando suavemente.
— No lo sé.
Y sin decir más la morena desapareció de la habitación.
Estaba acostumbrado a esto... a ver como cada vez que estaban juntos de esa forma ella después se arrepentía y huía de él. Pero sabía muy bien que esta vez era distinto... normalmente fingía que no ocurría nada, incluso esbozaba una forzada sonrisa para tranquilizarle...
Esta vez no... era más que visible. Podía sentirla ida, en su mundo, insensible... sus disculpas aparentemente sin sentido, pero que el entendió a la perfección. Y el punto que más la delataba... sus ojos tristes y culpables, ansiosos por escapar de su mentira, sus palabras ya no querían fingir y como punto final, sus ya inexistentes ganas de fingir normalidad.
Y ahora se iba, esta vez sin decirle donde, pero aún así sabía cuál era su destino... y eso le hacía hervir la sangre por la ira, pero a la vez le destrozaba observar como las posibilidades de que algún día ella pudiese sentir algo por él se desvanecía.
Quería luchar una guerra que ya estaba perdida, pero sus fuertes sentimientos por Rukia le hacían ver un espejismo que le ofrecía la oportunidad de seguir luchando... aunque fuese en vano...
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Conducía rabiosa, colérica, enfadada... pero enfadada consigo misma y, en cierto modo, con aquel estúpido pero atractivo pelinaranjo. Su pie apretaba el acelerador, su ceño se fruncía por momentos y las lágrimas vagaban solitarias por su mejilla. Ya casi llegaba, cada vez estaba más cerca de su destino.
Quería llegar y gritarle cuan estúpido era por haberla marcado, quería reprocharle que por su culpa casi la descubren... quería acabar con todo este juego.
Frenó y aparcó rápidamente su vehículo frente a aquel bloque de lujosos apartamentos, bajando ansiosa del coche y entrando en portal. Subió hasta su planta y con decisión timbró la puerta con el número 15. Apretaba con fuerza su pequeño bolso mientras esperaba a que le abrieran.
Unos segundos después escuchó los pasos de alguien al otro lado de la puerta y como esta se abría lentamente dejando ver a un sorprendido pelinaranjo.
— ¿Rukia...? — preguntó sorprendido abriendo la puerta del todo. —¿Qué haces aquí?
Esta pasó dentro sin permiso y sin decir palabra, intentando contenerse... pero era muy difícil hacerlo si te llamas Rukia Kuchiki.
—¿Ruki-! — al girarse la morena le tiró su pequeño, pero consistente, bolso directamente a la cara para después poder observar anonadado a la pequeña fierecilla. — ¿Qué te pasa?
— ¿Qué me pasa? ¿Qué me pasa? — gritó enfadada y con lágrimas en los ojos mientras se acercaba amenazantemente a él. — ¡Esto es lo que me pasa! — contestó finalmente mostrándole la marca de su cuello.
— ¿Q-Que...? — todavía no comprendía nada, todo había pasado muy rápido.
— ¡Eres un idiota Kurosaki Ichigo! — comenzó a golpearle el pecho con rabia y ya sin poder reprimir algunas lágrimas. — ¿Quien te dio permiso para marcarme así, maldito descerebrado? — recriminó sin dejar de darle golpes, aunque ahora Ichigo sostenía con fuerza sus muñecas y la observaba preocupado. — ¡Eres un idiota! ¡Por tu culpa Renji se dio cuenta! ¡Por tu jodida culpa, Kurosaki! — dejo de golpearle, ahora la fuerza se escapaba por sus ojos.
— Rukia yo... lo siento. — solo supo disculparse.
— De nada sirve que te disculpes... — habló más relajada, mirando al suelo y con sus brazos colgando cual peso muerto. — ... esto se ha acabado, Ichigo... este juego ya se ha acabado.
El pelinaranjo se sobresaltó por las palabras de ella. ¿Hablaba en serio? ¿Quería acabar con todo esto? Intentó relajarse y pensar en algo que surtiese efecto rápidamente para hacerla cambiar de opinión. No estaba dispuesto a perder a Rukia Kuchiki ni muerto.
— Rukia... — la llamo con voz tranquila y suave, acariciando con delicadeza su húmeda mejilla. — ¿De verdad quieres que acabe...?
Y obligó a alzar su mirada, fundiéndose sus ojos de nuevo. El rostro de Rukia se relajó al instante, sus lágrimas cesaron y parecía hipnotizada por los ambarinos ojos de Ichigo. Toda su rabia, ira y enfado se disipó al instante y ahora dudaba de la veracidad de sus palabras...
No pudo contenerse más, no le contestó con palabras, pero si con acciones. Se lanzó a sus labios y comenzó a besarle con ímpetu y ganas. Ichigo se quedó sorprendido de nuevo e intentó cortar el salvaje beso, pero Rukia no estaba por la labor, y el pelinaranjo cada vez podía resistirse menos.
Pero todo se acabó cuando la morena se sobresalto al escuchar un carraspeo de garganta detrás suya.
— Siento interrumpir esta apasionante escena de amor. — era Senna, tan alegre y divertida como siempre. Pero esta vez a Rukia no le hizo ni pizca de gracia. — Ichigo, yo me voy que tú tienes asuntos que atender. — insinuó divertida mientras se acercaba a su colega.
— Esta bien... — respondió algo avergonzado mientras su morena amiga le daba un beso de despedida en la mejilla.
— Ja nee, Rukia. — se despidió de la morena sonriente para después desaparecer.
Quedaron solos y la sangre de la morena comenzaba a fluir con la misma rabia y enfado del principio. Apretó los puños y decidió imitar a Senna, dispuesta a largarse de allí sin dirigirle la palabra. Pero antes de que pudiera poner la mano en el pomo de la puerta Ichigo la paró contrariado agarrándola del brazo.
— ¿Qué haces? ¿A dónde te vas así? — preguntó con una sonrisa divertida en el rostro al ver como se volvía a enrabietar.
— Suéltame. — se zafó de él dando un tirón y encarándolo con los brazos cruzados. — Te crees que soy estúpida, ¿eh?
— ¿Qué? ¿Por qué dices eso? — preguntó sin poder evitar sonreír divertido al ver como Rukia parecía una niña pequeña enfadada.
— ¡No te rías Kurosaki! — le regañó ofendida. — No tiene gracia que al día siguiente de haber estado juntos te estés revolcando con otra.
La sonrisa de Ichigo se desvaneció lentamente, quedando anodino y pensativo intentando entender a que se refería la menuda mujer. ¿Revolcándose con otra? ¿Quién? ¿Por qué decía eso...? Senna.
— ¿Estás celosa? — preguntó divertido e incrédulo mientras se acercaba a ella.
— ¿Q-q-que? ¡No digas estupideces! — algo sonrojada y con su enfado aumentando por momentos, se descargó en el propinándole un rodillazo en sus partes nobles que le hizo postrarse adolorido en el suelo. — ¡Yo jamás estaría celosa por alguien como tú!
— Ugh... eres... una celosa violenta... — continuó retándola aún estando totalmente KO, sin embargo no podía dejar de sonreír divertido, aunque fuese a duras penas.
— ¡Idiota! ¡Te dije que no estoy celosa! — y se abalanzó rabiosa cual animal a pegarle, comenzando así una cómica pelea.
Ichigo tan solo reía al verla así, y eso solo hacía enfadar más a la morena quien se lo estaba tomando muy en serio. No tenía un buen día, y ver a esa chica en el apartamento de Ichigo el día después de haber estado juntos no le hacía gracia ninguna. Luchaba por golpearle, sentada sobre su regazo y ambos tirados en el suelo del recibidor.
Intentaba golpearle en la cara, pero Ichigo haciendo acto de fuerza podía sostenerla por sus muñecas sin problemas. Cuando se vio inmovilizada, se dio poco a poco por vencida, respirando agitada por la rabia y observando al hombre que tenía debajo con el ceño fruncido.
Pero él sonreía divertido y con un toque de ternura, sin soltar por su propia seguridad las manos de la morena. Cuando vio que parecía haberse tranquilizado, comenzó a hablar.
— Tonta. — la insultó cariñosamente y con voz suave. Está frunció el ceño y quiso volver a golpearle, pero este no soltaba sus muñecas. — No ha pasado nada, Senna es solo una amiga.
Rukia se relajó levemente, pero su ceño continuaba fruncido ya que aún desconfiaba.
— ¿Y qué hacía en tu casa...?
— ¿Acaso mi amiga no puede visitarme? — contraatacó con una ceja alzada y sonrisa de medio lado.
— Tú no puedes tener amigas... eres como un perro en celo, si ves a una mujer no la ves como amiga. — le dijo con voz más tranquila.
—¡Oe! ¿Cómo se supone que debo tomarme eso? — preguntó fingiendo estar ofendido.
— Tsk... — rechistó y se levanto de encima suyo, caminando sin permiso hasta el salón.
Ichigo se levantó del suelo con una sonrisa divertida y caminó tras ella, observando que esta vez no venía tan elegante y arreglada como siempre. Carecía de sus altos tacones, y ahora no tenía vestido. Aún así, esos jeans pitillo le hacían una figura estupenda y esa camisa blanca acentuaba ligeramente su busto.
Pero el detalle de verla sin tacones fue el que más le divirtió, ya que ahora no parecía tan alta como las otras veces.
— Oe... ¿sabes que sin tacones eres una enana? — la hizo de rabiar de forma divertida, ganándose otro golpe raudo y veloz en sus partes bajas. — Ugh...
— Deja de faltar el respeto, soy una señorita. — se quejó sobándose el puño y entrando al moderno salón.
— Las señoritas no pegan tan fuerte... — rebatió con voz adolorida y entrando a duras penas al salón, sin dejar de mantener sus manos en su golpeada virilidad.
—Pero yo soy especial. — se sentó en el sofá y observó victoriosa como el pelinaranjo se tenía que apoyar en los muebles para conseguir llegar a donde se sentaba la morena.
— ¿Sabes? No deberías golpearme ahí... — la advirtió mientras se desplomaba en el sofá al lado de ella.
— ¿Quien me lo impide?
— Nadie, pero créeme que eso te perjudicará a ti también. — insinuó divertido.
— Idiota...
Y por fin la morena sonrió en todo el día de forma sincera. Se dio cuenta y se asustó... ¿porque solo podía sonreír de verdad con ese descerebrado...? Alzó la mirada y le observó seriamente, repasando las facciones tranquilas de su rostro. Él también la observaba sin decir palabra, con gesto tranquilo y sincero.
— Rukia... cuéntame que ha pasado con Renji. — habló con voz serena.
— Él se ha dado cuenta... — confesó apartando la mirada. —... sin embargo...
— ¿Sin embargo que...? — la incitó a continuar.
— No sé por qué lo hace... pero... finge no haber visto nada.
—¿Se ha hecho el tonto? — cuestionó anonadado.
— Al principio no... al principió casi se vuelve loco, pero después... después fue él mismo el que inventó una historia para excusarme. — volvió a mirar fijamente al pelinaranjo.
—Entonces todo bien, ¿no?
— No Ichigo... — se negó dando un suspiró cansado. — No está bien... es muy extraño, no entiendo porque lo hace.
Ambos se quedaron en silencio, observándose mutuamente hasta que Ichigo habló en con voz suave y neutra.
— ¿Y qué vas a hacer...? — preguntó temiendo la respuesta.
— Y-Yo... — agachó la mirada tristemente. — ... debo acabar con esto, Ichigo.
Afonía.
—Rukia... — la llamó decidido, obligándola a mirarle y cuando tuvo su rostro enfrente del suyo acarició su mejilla. — Dímelo ahora. —la obligó a decírselo mirándole fijamente a los ojos.
No podía... pero tenía que hacerlo...
— Ichigo... — susurró tristemente sin poder apartar sus ojos de los de él. Se lo estaba poniendo realmente difícil. — Y-Yo...
No podía, era débil, no podía decírselo...
— Dímelo si de verdad quieres. — habló serio y sin despegar sus orbes de los ojos violáceos y cristalinos de ella.
¿Pero como apartarse de él después de todo? Era como dejar una droga después de engancharte, como la tentación de no probar la fruta prohibida. No podía hacerlo, no podía dejarlo... lo único que podía hacer en ese preciso instante era recaer en la tentación de sus labios una vez más.
Su respuesta se formuló como un beso. Sus labios se juntaron sosegados y tranquilos, moviéndose lentamente sobre los contrarios. Ichigo acarició su mejilla y con la otra la acercó más a él sin dejar de besarla. Se sintió aliviado con la respuesta de ella, a él también le sería difícil alejarse de su droga.
Y el beso fue cogiendo intensidad, pero continuó con su temática tierna y suave. Sus lenguas danzaban tranquilas y acompasadas, al igual que las caricias de ambos. Instintivamente, la morena se sentó de nuevo sobre el regazo del pelinaranjo para poder tener más libertad de movimiento.
Le besó con más ganas, acariciando el pelo de su nuca y con su otra mano en el cuello, haciendo ligeras cosquillas con sus finos dedos. Se separaban unos centímetros, sus ojos se cruzaban ligeramente entreabiertos y volvían a unirse con más ansiedad. Las manos de Rukia bajaron hasta los primeros botones de la camisa de Ichigo y comenzó a desabrocharla con lentitud y sin despegarse de sus labios.
Ichigo, hipnotizado por sus besos la dejo hacer mientras acariciaba su cintura con suavidad y la besaba a cada momento, embelesado por sus labios y totalmente atontado. Terminó de desabrochar los últimos botones de la camisa y pasó sus manos por su torso, ocasionándole unas placenteras cosquillas que hicieron que sus labios vagaran hasta el cuello blanquecino de ella.
Los suaves suspiros se escapaban de sus labios, las grandes manos de Ichigo apretaban impacientes la blusa de la morena y besó con delicadeza la marca de su cuello que él mismo provocó la noche anterior.
Continuó bajando con suavidad por su clavícula, desabrochando con cuidado cada botón de la femenina blusa y besando la piel expuesta. Estaba siendo diferente por primera vez, no había lujuria ni desenfreno, estaban sosegados, hipnotizados, concentrados en el otro, besándose necesitados como si les faltase el aire.
Esta vez algo más que la llama de la pasión se encendió dentro de ellos, algo distinto...
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Llamaron a la puerta de la ostentosa casa, el pelirrojo que se encontraba dentro corrió rápido a abrir, esperando que fuese su futura esposa la que estaba al otro lado de la puerta. Pero su chasco fue enorme al ver al hermano de esta y a la vez su jefe.
— Kuchiki-sama...buenas tardes.
— Buenas tardes, Renji. — habló con esa voz neutra e inmutable de siempre.
— Pase, pase... —le invitó al instante, algo decepcionado al no ver a Rukia.
El noble entro en la casa y observo todo con atención. Se fijó en los zapatos de la entrada y faltaban los de su hermana. Eso significaba que no estaba en casa, pero aún así decidió preguntar.
— ¿Dónde está Rukia?
—Ella... salió, Kuchiki-sama. — explicó mirando hacia el suelo.
— Ya veo...
— Eh... pase a la cocina, le serviré un té. — ofreció educadamente
Byakuya aceptó y ambos hombres entraron en la cocina. El moreno se temía que algo pasaba entre ellos, se sentó y observó a su cuñado. Estaba extraño, más perdido de lo normal, afligido y preocupado. Y Rukia no estaba en casa, por lo que pudo deducir que se habían peleado.
— Tome... — el pelirrojo le sirvió un refrescante té y se sentó frente a él. —¿A qué debo su visita, Kuchiki-sama?
— Debía explicarle a Rukia un asunto de negocios que la incumbe, pero su móvil está apagado. — Renji agachó la mirada apenado. — ¿Dónde está?
— N-No lo sé, señor... — contestó con voz débil.
El noble dio un sorbo a su té y sereno continuó la plática.
— Habéis discutido, ¿verdad? — adivinó sin problemas.
—...— el silencio de Renji fue más que elocuente para el Kuchiki.
— No me entrometeré en vuestros asuntos. — explicó dando otro sorbo a su té. — Pero no olviden que la boda se tiene que empezar a organizar dentro de poco, y debes hablar con ella.
— Creo que no me prestará mucha atención, Kuchiki-sama...
— En ese caso házmelo saber y ya me inmiscuiré.
— Pero... todavía es demasiado pronto... ella... todavía no se ha acostumbrado a esto.
— Pues tendrá que hacerlo. — contestó tajantemente. — Lo demás miembros del clan están insistiendo y yo no puedo hacer nada más.
Renji suspiró cansado y observó a su cuñado.
— Lo entiendo... se lo diré cuando sea oportuno, Kuchiki-sama, deme tiempo...
— Esta bien, la dejo en tus manos.
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Pero ahora mismo, Rukia estaba en las manos de Ichigo, entregándose una vez más a él y de una forma completamente distinta. El pelinaranjo se movía lentamente encima suya, besándola con delicadeza como si se tratase de porcelana. Rukia gemía y se movía suavemente arriba y abajo, debido a las profundas embestidas que le proporcionaba Ichigo.
Estaba viendo a un hombre distinto, sus ojos no derrochaban lujuria y desenfreno como otras veces, sus actos eran más delicados y lentos, que parecían dar a entender que quería que aquel encuentro durase más. O que no terminase nunca...
Las lentas y placenteras fricciones la estaban llevando al paraíso, sus ojos estaban nublados por el placer, ambos cuerpos sudaban y sus labios se buscaban a cada segundo que estaban separados. Besos suaves, dulces y sosegados...
Se necesitaban tanto que no esperaron a quitarse toda la ropa, Rukia tan solo tenía la blusa desabrochada y el sostén descolocado, e Ichigo mantenía toda su ropa, aunque su camisa al igual que Rukia y sus pantalones bajados hasta las rodillas. Ni siquiera fueron a su habitación, continuaban en aquel sofá, era tanta la impaciencia que no desperdiciaron ni un minuto.
La morena se arqueó al sentir como se movía un poco más rápido y se introducía más dentro de ella, ambos gemían a la par de sus movimientos, Ichigo la observó embelesado, juntando sus frentes para tener sus miradas fijas.
— Nunca... — comenzó a hablar a duras penas llamando la atención de Rukia. —...vuelvas a hacer algo que no quieres... — ordenó entrelazando sus manos con las de la morena por encima de su cabeza.
Rukia le observó fijamente, con sus labios entreabiertos de los cuales salían suspiros, para después unirlos con los de él en un suave y profundo beso. Sus palabras la hicieron recapacitar, ¿no decía que ansiaba ser libre? ¿Por qué entonces dijo que quería acabar con eso? Ella no quería terminar aquella "relación" que mantenía con Ichigo, ¿por qué debía hacer algo que no quería?
Rompieron el beso y volvieron a mirarse fijamente sin cesar sus movimientos. Pudo ver en los ojos de Ichigo inquietud, esas palabras también iban con doble sentido... ¿el tampoco quería acabar con esto? Parecía que no...
Al sentirse tan analizado por Rukia, escondió su rostro en el hueco del cuello, besándolo lenta y tortuosamente. Subió hasta su oído y susurró unas ansiosas palabras.
— Nunca vuelvas a decir que quieres acabar con esto... — susurró con voz profunda en su oído, haciendo que la morena gimiera estremecida y apretara el agarre de sus manos. Ichigo se movió más rápido y fuerte. — Nunca...
Esa amenaza sonó más parecida a una súplica de no haber sido por aquel tono ronco de voz. Ahora las palabras de Ichigo aclararon sus preguntas, el tampoco quería dejarla y haría lo que fuese para tenerla entre sus redes. Aunque por el momento, Rukia ya no quería alejarse de él ni loca...
Quería contestarle, pero no sabía que decir, además de que si abría la boca tan solo brotarían gemidos. De la única forma que pudo responder a sus suplicantes amenazas fue uniendo sus labios de forma desesperada, mientras el pelinaranjo se movía más frenéticamente para alcanzar el clímax.
Ante este cambio de velocidad, la morena se separo de sus labios solo para gemir extasiada y arquearse. Estaba cerca una vez más de alcanzar el cielo con ese hombre. Ichigo apretó sus manos y compungió su rostro por el inminente placer al que sería expuesto, escondiendo su rostro una vez más en el cuello de la morena.
Unas profundas y contenidas embestidas más provocaron el orgasmo femenino de la morena, quien apretó con fuerza las manos de Ichigo las cuales seguían entrelazadas con las suyas. Cerró los ojos agotada y comenzó a respirar a duras penas mientras el pelinaranjo daba las ultimas estocadas, viniéndose momentos después tras un ronco gemido.
El agarre de sus manos se aflojó con consideración, el rostro de Ichigo permaneció en el blanquecino cuello de ella, respirando su aroma e intentando mantener una respiración regular. La morena continuaba extasiada, con sus ojos cerrados y sus labios entreabiertos que clamaban aire.
Cuando pareció recuperarse levemente, el pelinaranjo dio suaves besos en el cuello de ella haciéndola ronronear complacida. Deshizo el agarre de sus manos para llevarlas a su nuca y comenzar a acariciarle. ¿Desde cuándo se daban cariñitos y mimos después de hacerlo? Esto era nuevo...
No entendía porque lo hacían, solo sabían que lo necesitaban.
Las manos de él, al verse libres, también vagaron por el cuerpo de Rukia para después introducirse por debajo de su espalda y acariciarla lentamente. Permaneció un tiempo más escondido en el cuello de ella para después alzar su rostro y mirar fijamente a Rukia, la cual no dejaba de acariciar su nuca con delicadeza y lentitud.
Sus ojos se fundieron para después hacer lo mismo con sus labios. Continuaban con su temática sosegada, pacientemente y tranquila. El corazón de ambos palpitaba rápido, no sabían por qué... Se separaron por la falta de aire y se miraron una vez más.
— Esto es tan extraño... — susurró la morena.
— Lo sé. — besó su frente con... ¿cariño?
Se quedaron en silencio durante unos momentos y la morena volvió a hablar, sin despegar su vista de los ojos ambarinos de él.
— Ichigo... — le llamó con voz suave y baja. — Debo volver a casa...
— ¿Tan pronto...? — como un niño enrabietado se escondió de nuevo en el cuello de la morena.
—Sí... — afirmó triste. No quería irse. —... las cosas no están muy bien en casa, no quiero empeorarlas más.
El pelinaranjo se levantó serio de encima suya, abrochándose el pantalón y tendiéndole la mano a ella para ayudarla a levantarse. Está aceptó algo preocupada ya que pensó que había ofendido al chico, pero este al darse cuenta de la preocupación de la morena, sonrió tranquilizadoramente, haciéndola ver que todo estaba bien.
Sintió como se quitaba un peso de encima y comenzó a rebuscar su ropa interior y su pantalón. Se vestía a la par de Ichigo, aunque este terminó antes y se quedó sentado en el sofá, observándola como se abrochaba el pantalón para después comenzar a abotonarse la blusa.
— ¿Qué me miras tanto? — preguntó divertida y mirándole de reojo.
— ¿Vas a volver? — no contestó, al contrario, formuló otra pregunta con tono serio.
Rukia se giró completamente, ya sin sonrisa y le observó fijamente. Estaba inquieto, lo sabía, el necesitaba una respuesta. ¿Acaso tenía miedo a que le dijese que no volvería más? Sus ojos parecían decir eso.
Dejó de lado su camisa a medio abrochar, se puso de rodillas sobre el sofá y le acarició con ambas manos el rostro serio de él. Sus ojos no se separaban ni un instante. Los pulgares de Rukia acariciaron sus mejillas para luego esbozar una tranquilizadora sonrisa.
— Sí... — contestó con voz suave para después besarle.
Pareció relajarse al instante ya que exhaló de golpe al escuchar su respuesta y cerró los ojos mientras la morena le besaba. Una de las manos de Ichigo se posicionó tras la nuca de ella para besarla con más profundidad. Cuando el beso comenzó a intensificarse, las manos de la morena se posaron en su pecho, intentando pararle.
— Ichigo... oe, Ichigo... — reía entre beso y beso, intentando pararle, pero él no dejaba de atacar sus labios. — Ichigo... tengo... que irme. Ichigo. — finalmente consiguió una tregua y le miró con sus ojos cristalinos.
— Vamos. — la besó por última vez y algo cansado se levantó del sofá.
Caminaba sereno, sin su característica sonrisa arrogante o su mirada de pervertido que siempre solía tener cuando estaban juntos. Estaba tranquilo, guiándola de la mano hasta la salida y sin hablar ni una palabra. Rukia tan solo le observaba desde abajo, extrañada del comportamiento sosegado de él.
Pulsó el botón del ascensor, esperando unos momentos a que subiese a la planta en la que se encontraban, dando todavía la espalda a Rukia pero sin soltar su mano. Finalmente, el elevador llegó y abrió sus puertas, haciendo que ambos entrasen en él. Pulsó el botón número cero y las puertas, tras unos segundos se cerraron.
Rukia soltó su mano y apoyó su cabeza en el pecho de este, casi de forma inconsciente parecía buscar un abrazo. Y ella misma se dio cuenta, sorprendiéndose de su actitud, al ver como el pelinaranjo la acunaba entre sus brazos, posando un leve beso en su cabellera. ¿Qué era esto? ¿De dónde había salido tanta cursilería?
No tenía ni idea, ella no era así ni mucho menos, pero lo que si sabía es que se sentía muy bien...
Noto como él frotaba sus brazos con suavidad y tuvo que alzar el rostro en busca de sus labios una vez más. Este la observo serio, con sus ojos tintineantes al igual que los de ella y en menos de un segundo sus labios volvían a estar unidos en un tranquilo beso. Se sentía como una colegiala, el corazón le latía rápido y durante ese tiempo se olvidó de todo lo malo que ocurría en su vida.
Completa paz y tranquilidad...
El ascensor se paró, haciendo que ambos separasen sus labios lentamente y las puertas se abrieron. Se miraron de forma intermitente para después salir del ascensor, sin ningún tipo de contacto y ambos pensando en todo lo que estaba sucediendo. Definitivamente sí, era MUY extraño.
La acompañó hasta su coche, el cual estaba aparcado justo en frente de su edificio. Ya estaba atardeciendo, el cielo tenía unos matices anaranjados... ¿cuánto tiempo había estado allí? Perdieron la noción del tiempo, sin duda. Pero ahora el tiempo era lo de menos... se sentían extraños, no se llegaban a reconocer y eso les hacía estar incómodos.
La morena alzó temerosa su mirada y se fundió con los ojos ambarinos de él. No hablaron, nada, ni una palabra, pero parecieron entenderse a la perfección. Era pura atracción, compenetración absoluta y sin duda adicción. Sí, adictos a los labios del otro, drogadictos de besos.
Acunó su rostro con sus amplias y varoniles manos para después estampar sus labios contra los belfos de ella. Daba igual que estuviesen en medio de la calle, daba igual que la gente les viese, les daba igual el mundo, ahora solo existían ella y él. Se movía con tranquilidad, pero sus besos eran profundos y ansiosos.
Cuando necesitaron aire, se separaron y sus miradas asustadas volvieron a cruzarse.
— A-Adiós... — desvió rápidamente sus ojos al suelo, sintiéndose como una adolescente.
— Adiós... — se despidió con voz inquieta.
La morena sacó sus llaves del bolsillo de su pantalón de forma torpe y nerviosa, para después abrir el coche y montarse rápidamente. Quería huir de allí, quería huir de él, de aquel hombre que la hacía débil y vulnerable, cosa que no le gustaba nada. Pero antes de que pudiese siquiera cerrar la puerta, el pelinaranjo la paró y le robó un último beso.
Quedó completamente anodina.
— Llámame. — se separó rápidamente y le cerró el mismo la puerta del coche, dejando a Rukia con la boca abierta y los ojos como platos.
Tonta, tonta, tonta... ¿Que tenía, quince años acaso? Boba, más le valía arrancar de una buena vez y alejarse de aquel hombre lo antes posible. Aunque para que mentir, no iba a aguantar más de una semana sin verle, o quizá menos. Agitó la cabeza contrariada y despertó de su trance, encendiendo el vehículo y largándose lo antes posible de allí.
Y mientras tanto, el seguía ahí, observando cómo se marchaba con sus manos en los bolsillos y su mirada seria. No podía dejar de darle vueltas a lo que acababa de pasar... Suspiró cansado y cerró los ojos, caminando de nuevo hacia su edificio. Pulsó el botón del ascensor el cual no tardó en abrir sus puertas.
Se adentró en él y ya de paso en sus pensamientos. Qué le estaba pasando, él no era así... ¿o sí? De todos modos, el Ichigo de siempre no habría actuado como lo hizo antes de que Rukia viniese...
"Se encontraba tomando un tentempié, eran aproximadamente las doce y media pasadas y no tenía nada que hacer en todo el día. Era aburrido, y mucho, aunque se entretenía recordando alguna que otra escena de la noche anterior con la morena. Dio un bocado a su manzana y continuó con su mirada perdida como un idiota.
Pero rápidamente volvió a poner los pies en la tierra cuando su móvil comenzó a vibrar sonoramente. Frunció el ceño molesto y se levantó para alcanzar el celular. Dio otro mordisco a su fruta y miró el nombre de quien estaba llamando.
Puso los ojos en blanco y caminó hacia la puerta sin descolgar aún el móvil.
Al abrir la puerta principal ahí estaba, su molesta pero divertida amiga. Senna. Mantenía el móvil llamando y miraba a Ichigo con una sonrisa, gesticulando para hacerle saber que esperase un momento, como si estuviese ocupada. Ichigo se apoyó en el marco de la puerta y la observó con una ceja alzada.
— Un momento, tengo que hacer una llamada... — habló bajito hasta que por fin saltó el contestador del móvil de Ichigo. — ¡Ichigo! ¿Qué tal? Bueno, ya que no me contestas el teléfono te dejo este mensaje. Voy para tu casa, no tardo ni dos pasos, te veo allí ¿vale? Para que luego digas que aparezco sin avisar. Adióoooos~ — y finalmente colgó, con esa sonrisa divertida.
— Pasa de una maldita vez... — pidió riendo levemente y abriendo la puerta para dejarla pasar.
— Arigatoooo~ — y pasó con confianza dando saltitos.
Ichigo negó con la cabeza, no tenía remedio... cerró la puerta y siguió a la morena hasta él salón, donde ya se había puesto cómoda. Se sentó al lado de ella, dando un bocado a su manzana y mirando de reojo a su amiga, la cual se estiraba tumbada en el sofá.
— ¿Qué haces aquí tan pronto Senna? — preguntó observando como la morena se acercaba a él y le robaba la manzana para darle un mordisco.
— Pasaba por aquí y vine a saludarte. — contestó como si nada masticando la fruta. — Además, me tienes abandonada desde hace mucho tiempo.
— Hmp. — el pelinaranjo le restó importancia y cerró los ojos.
— Nee, acabo de dejarlo con Tsukishima... — confesó dejando la manzana en la mesita de café y tragando la manzana.
— ¿Tan pronto? Apenas llevabais una semana. — abrió los ojos y la miró de reojo, observando cómo se acercaba a él y se sentaba encima suya.
No se alteró, al contrario, estaba muy tranquilo.
— Yap. — corroboró con voz animada mientras acariciaba su pecho. — Pero que quieres que te diga... ¡después de acostarme contigo todos los demás se quedan cortos! — exageró de forma divertida y riendo al igual que Ichigo. Sin embargo, comenzó a desabrochar su camisa poco a poco. — Y bueno, qué más da, estoy necesitada así que ¿me harías el favor? — pidió como si fuese lo más normal del mundo y se dispuso a atacar su cuello.
— Senna. — la paró de golpe, agarrando sus manos y mirándola serio. — No...
— ¿No? — esta vez pregunto extrañada y en serio.
— No... — se negó mirando hacia otro lado.
¿Qué estaba haciendo?¿Porque la rechazaba? No era la primera vez que lo hacían, pero había algo que le echaba atrás. Más bien alguien. Senna le analizó fijamente, intentando averiguar el por qué de su rechazo. Momentos después lo entendió y sonrió divertida.
— Ichigo-kun~ — le llamo canturreando y de forma burlesca, haciendo que al pelinaranjo le recorriera un escalofrío. — ¿Acaso hay otra? — preguntó ansiosa de saber la respuesta como una cotilla.
— Hmp. — no contestó y se limitó a mirar a otro lado.
— ¡Hay otra! — confirmó dando saltos encima de él y riendo. — ¿Quién es? — paró súbitamente y se acercó a su rostro con una sonrisa en el rostro y los ojos bien abierto.
— Senna... — suplicaba que parase, no le gustaban esas cosas y era algo reservado.
— ¡Venga, cuéntame! — pidió divertida. — ¿Es alguien que yo conozca?
—...— la miró fijamente, comunicándose con ella sin decir nada para después alzar una ceja de forma elocuente.
— ¡No puede ser! — abrió los ojos sorprendida. — ¡No me digas que estás con la muchacha comprometida!
— Bingo.
— ¿Y ahora no puedes estar con otras mujeres? Ara, estás comprometido con una mujer comprometida con otro hombre... — se burló de él haciéndose ella misma un lío con sus palabras.
— Urusai... — la mando callar molesto. — No es eso... es simplemente que no me apetece otra... ¿entiendes?
— ¡Oooooh, Ichigo-kun está encaprichado de una mujer! — la morena comenzó a darle toquecitos con su dedo índice en el estomago, provocándole cosquillas.
— ¡Oe, Senna...! ¡Para! — intentaba deshacerse de su molesta amiga, pero era demasiado difícil.
— La verdad es que es bastante atractiva. — paró de golpe para llevarse el mismo dedo a la boca de manera pensativa.
Ichigo suspiró y la apoyó.
— Demasiado..."
Suspiró una vez más dentro del ascensor que ya abría sus puertas para dejarle salir. ¿Por qué rechazó a su "amiga"? El nunca lo hacía, siempre estaba dispuesto a una buena ración de sexo, pero esta vez no pudo. ¿Acaso Senna tenía razón? ¿Se estaba encaprichando de Rukia? No sería extraño, la Kuchiki era una mujer con todas las letras.
Fue la primera que le rechazó y le hizo sufrir hasta el último momento, además de ser ella la que le controlaba siempre al principio, aunque luego ella también se dejase dominar. Le gustaba, sí, lo admitía... y mucho además.
Pero hoy las cosas fueron tan extrañas...
Sus movimientos tranquilos pero ansiosos, sus besos tan profundos y sentimentales... y para rematar esas caricias que le había proporcionado al final de todo, le dejaron completamente aturdido.
— ¿Qué me está haciendo esta mujer...?
.
.
— ¿Qué demonios me está haciendo este hombre! — se regañó la morena mientras conducía directa a casa.
Apretaba con fuerza el volante a pesar de estar exhausta, sus ojos clavados en la carretera pero su mente revoloteando en las nubes. Aquel pelinaranjo la evadía de la realidad con una caricia, se sentía en paz con él y eso le daba mucho miedo. Sí, miedo. Miedo a acabar encaprichándose de él o peor...
Los hombres como el no buscaban nada serio, solo jugar un rato y ya, de eso ella ya se había mentalizado. Pero ahora, después de esta vez, todos sus esquemas se rompieron. ¿Fue delicado al hacer el amor? ¿Eso era posible? El era lanzado y rudo, no estaba en su perfil comportarse como lo hizo entonces...
¿Acaso no era como los otros...?
Negó con la cabeza intentando dejar de pensar en él y continuó conduciendo hasta su casa a la cual llegó en unos quince minutos. Salió del coche y miró su casa con desgana... otra vez de vuelta a la vida real. Suspiró y se acercó a abrir la puerta con cuidado...
— Tadaima... — saludó con voz afligida y sin energía.
La verdad, estaba muy cansada después de todo.
Caminó dejando sus cosas en el recibidor y pasó a la cocina, donde para su suerte o desgracia encontró a su hermano junto con Renji. Se sorprendió y les miró a ambos sin entender nada. Luego pensó en lo peor, ¿acaso Renji le había dicho algo de lo que había pasado?
— Nii-sama, ¿qué haces por aquí? — preguntó respetuosa y dubitativa.
— Vine a hablar contigo. — sentenció serio, haciendo que a Rukia se le helase la sangre.
Miró de reojo a Renji, el cual mantenía su mirada en el suelo.
— ¿Sobre qué...?
— Siéntate. — ordenó y ella, como siempre, obedeció.
— ¿Ocurre algo?
— Vengo aquí para hablarte de algo ya que como para variar tienes el móvil apagado. — ironizó con su típica voz neutra.
— Tú dirás, Nii-sama.
— Dentro de un par de días tendrás que ir a Tokio de viaje de negocios.
— ¿Yo? — preguntó extrañada.
— Sí. — confirmó. — A mí y a Renji nos será imposible ir, tenemos un viaje a Nueva York esta semana, por lo que tendrás que ir tu.
— ¿Os vais toda una semana? — recalcó esa parte impresionada.
— Sí. Tenemos asuntos importantes que cerrar allí, por eso esta vez tendrás que ir tu a Tokio.
—¿Cuánto tiempo...?
— No te tomará más de tres días.
— ¿Iré yo sola? — preguntó extrañada.
— No. Te acompañarán algunos de nuestros empleados y gerentes. — hizo una pausa y puso una mueca de desagrado mirándose de reojo con Renji. — Y... también con Ichigo Kurosaki.
Intentó disimular su emoción, pero por dentro su corazón palpitaba excitado. Tres días sin Renji ni su hermano, a solas con Ichigo, en un hotel...
— Perfecto...
no vas a volver a subir?? son muy lindos tus historias porfa sigue subiendo sip :D
ResponderEliminarsip gracias xD tratare de subir ntp es que el trabajo me absorve mucho time asi como el hecho de que sere mami tambien pero tenme paciencia xD
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