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domingo, julio 08, 2012

Capitulo 2 "El control de tu vida"




Despertaron con el sonido del despertador de la misma manera en la que se habían dormido. Separados. La primera en despertarse fue la morena, pero sin embargo se quedó en la cama, fingiendo estar dormida para no tener que enfrentarse a Renji. El pelirrojo, dos minutos después bostezo y se incorporó en la cama.
Podía notar la mirada de su prometido clavada en su espalda, y no se equivocaba. Cerró los ojos con fuerza y se limito a escuchar como resoplaba para después salir de la habitación tras cerrar la puerta de madera. Rukia se destensó durante unos instantes y se esparció en la cama, abriendo lo máximo posible sus extremidades y suspirando sonoramente.
El día anterior fue extraño, sinceramente nunca pensó que se encontraría con aquel hombre y que acabasen llevándose bien.
Se incorporó en la cama abriendo ampliamente su boca para bostezar y estirándose una vez más, para después sentir un ligero dolor de cabeza, lo más probable, producido por el alcohol que tomo por la noche. Aún así, nada que una pastilla no pudiese arreglar.
Salió poco a poco de la cama, dispuesta a darse una ducha que la terminase de despertar. Cogió sus toallas y se adentró al baño de su habitación. No tardó en encender el grifo y quitarse el pijama para meterse debajo del agua caliente. Seguramente, Renji ya se habría cerciorado que no estaba dormida, pero seguro que después del incidente del día anterior no volvería a entrar al baño sin llamar.
Dejó que el agua salpicase su cara durante un rato y después cogió aire. Su vida era aburrida, monótona y además, no podía tomar sus decisiones ya que la habían prometido con alguien que no amaba, pero aún así aceptó por las presiones de su hermano y el resto del clan Kuchiki. Sin embargo, lo peor de todo era saber que Renji, aquel amigo de toda la vida, si estaba enamorado de ella... y eso la hacía sentir miserable, porque sabía que jamás podría corresponderle.
La morena siempre soñó con vivir libre, sin ataduras, sin apellidos influyentes que requerían unas normas que no iban con ella para nada. Quería experimentar la vida, sentir todos esos sentimientos que describían en sus shojos de cuando era adolescente, quería vivir la vida a su manera, pero no se lo tenían permitido.
Suspiró sonoramente y apagó el grifo de la ducha. Se quedó quieta durante unos segundos en medio de la ducha, meditando y mentalizándose que esa era su vida. Salió del cubículo y se arropó en un albornoz corto, poniéndose la toalla en su cabeza para secarse el pelo. Su estomago rugió, así que fue a la cocina a desayunar, y además, encontrarse con Renji de nuevo.
Salió tapada con su albornoz y sus pies descalzos por el pasillo, llegando a la amplia cocina y encontrándose como siempre a Renji tomándose su taza de café y leyendo el periódico. Había dejado un poco de café para ella, como siempre, por lo que no tardó en ir a servirse uno, no sin antes dar los buenos días.
—Buenos días... — se adelantó él como siempre, observándola vagamente por encima del periódico.
—Buenos días... —contestó mientras se servía café y daba un bostezo.
— Ha llamado tu hermano, dice que la reunión será hoy en vez del viernes. — explicó sin mirarla.
— ¿Hoy? ¿Y eso por qué? —preguntó tranquila mientras se sobaba las sienes.
— Dijo que no quería perder tiempo, y que contra antes se confirmaran las cosas mejor.
— Ah... está bien... — suspiró cansada, buscando una aspirina.
— Si quieres puedo ir yo en tu lugar. — alzó de nuevo su mirada por encima del periódico. — te ves cansada.
— Estoy cansada. — afirmó dando un sorbo a su taza de café y sin dejar de buscar las aspirinas. — pero no es necesario que vayas tu, estas de vacaciones y es mi obligación.
— Aún así, puedo ir si quieres. — insistió.
— No Renji, gracias. — contestó seca y somnolienta.
— Como quieras... — desistió volviendo la vista a su periódico y dando un sorbo a su taza de café.
Monotonía, siempre igual, día tras día... era aburrido, todo era aburrido, ella quería algo distinto cada mañana, quería besos de buenos días, duchas compartidas, desayunos en la cama, despertar abrazada a la persona que amaba... pero si empezamos por el principio, todo esto sería imposible, ya que la persona que amaba no era Renji.
Suspiró y dio un sorbo a su café.
Al menos, seguro que hoy sería un día divertido o por lo menos emocionante. Estaría ahí, en la reunión, aquel pelinaranja depravado que le daba un toque diferente a sus aburridos días...
.

.
Unos toques a la puerta de su despacho y se deja ver a la heredera de los Kuchiki, ataviada con una blusa blanca remetida en su falda de tubo negra, más corta que la del día anterior, pero para nada descocada. Sin embargo, estilizaban aún más su perfecta figura.
— Nii-sama, ¿puedo entrar? — preguntó asomando su cabeza por la puerta.
—Adelante. — la incitó a entrar sin mirarla y continuando con su papeleo.
La muchacha entro con cautela e intentando importunarle lo menos posible. Caminó con cuidado de no caerse de sus tacones y con maestría se acerco al escritorio de su hermano, quien le ofreció sentarse sin decir ni una palabra.
— Me dijo Renji que habías adelantado la reunión con los Kurosaki. — habló la morena mientras se sentaba en la silla.
— Exacto. — corroboró sellando algunos papeles.
— ¿Puedo preguntar a que se debe tanta prisa? — habló en un tono educado y tranquilo.
— Simplemente, me apetece empezar contra antes con el proyecto y ponerlo en funcionamiento.
— Ah... claro. — hubo un incomodo silencio y la morena se dedico a observar el despacho, esperando a que su hermano dijese algo o a que a ella se le ocurriese algún tema del que hablar.
— Rukia. — la llamó con su típica voz imperturbable.
— ¿Hai? — contestó al instante.
— Quiero que tengas cuidado y no mezcles lo personal con el trabajo. — advirtió sin dejar de sellar papeles.
La morena pestañeó intentando entender a que se refería,
— ¿Renji?
— No. — se negó — Ichigo Kurosaki.
Ahora sí, entendía menos el por qué decía eso.
— No... no entiendo a que te refieres Nii-sama.
— No me gusta ese chico. — explicó sin rodeos. — He visto la manera en que te mira y espero que no te involucres más de lo debido con él.
— ¿Insinúas algo, Nii-sama? — preguntó algo ofendida, aunque en el fondo estaba fingiendo para quedar bien frente a su hermano.
— No insinúo nada, tan solo te advierto. Recuerda que estas prometida.
— Lo recuerdo muy bien, Nii-sama. — se cruzó de brazos y miro hacia otro lado, ahora dolida. Byakuya la observo de reojo. — Al fin y al cabo, fue gracias a ti. — ironizó.
— Rukia, no empecemos otra vez con lo mismo. — ceso de mirarla y continuó a sus papeles.
— No estoy diciendo nada que no sea cierto, ¿me equivoco? — pero Rukia no quería dejar el tema.
Byakuya suspiró, dejó sus papeles y la observo con gesto cansado. Iba a responderla, pero la secretaria al otro lado de la línea comenzó a hablar.
— Byakuya-sama, los señores Kurosaki ya han llegado. ¿Les hago pasar?
— Hazles pasar a la sala de juntas, por favor. — contestó mirando de reojo a Rukia, quien continuaba con sus brazos cruzados y mirando amargamente hacia otro lado.
— Por supuesto, Byakuya-sama.
Y la línea se cortó, dejando entre ellos un incomodo silencio. El moreno selló los dos últimos papeles y los archivó en una carpeta, para después levantarse serio, acomodándose la corbata. Miró a su hermana, quien no se movía de su posición y cerró los ojos cansado de la situación.
— Rukia, coge esa carpeta y vamos a la reunión.
—... — suspiró rendida y le hizo caso. — Hai...
Portó la carpeta con todos los documentos necesarios para la reunión y caminó detrás de su hermano, con la vista en el suelo y un tanto afligida por la conversación que siempre empezaban pero nunca terminaban. Salieron del despacho a la recepción, donde la secretaria les saludo con una cordial sonrisa, para después adentrarse en la sala de reuniones que quedaba a la izquierda.
Abrieron la puerta, pero Rukia continuaba mirando al suelo a diferencia del joven Kurosaki, quien nada más ver pasar a los dos Kuchikis, sus ojos se postraron en la morena. Ambos se levantaron de sus asientos para saludar, más Rukia tan solo hizo una reverencia educada y se sentó seria en la silla.
— Buenos días, Kuchiki-sama. — el padre de los Kurosaki saludó primero, dando un apretón de manos al noble. — Me alegro que haya considerado tan rápido nuestra propuesta.
— Pensé que contra antes pusiésemos en marcha el proyecto, sería mejor.
— Sin ninguna duda, me alegro de su decisión.
Mientras los más longevos hablaban de negocios y adulaciones corteses, los ojos de Ichigo no se apartaban de la morena. Ahora no encandilado por su belleza, que también, sino por su gesto apagado , triste... pero a la vez enfadado. Parecía absorta en sus pensamientos, manteniendo la compostura que tantos años la tuvieron que haber inculcado.
— Bien, pues comencemos entonces. ¿Les parece? — habló el Kuchiki sentándose al lado de su hermana.
— Por supuesto, comencemos.
— Rukia, los informes por favor. — la sacó de sus pensamientos para que comenzase a explicar.
— Sí, claro... — suspiró con el ceño fruncido para después relajarse y empezar a hablar. — Tengo estos documentos donde explica bien todo el proceso que deberán seguir, no es más que nuestras condiciones para sellar el trato. Será conveniente que las lean con tranquilidad y den su visto bueno. — explicó formal y seria, repartiendo los documentos a Isshin y su hijo.
— Ajá... entendido.
— También hemos pensado en unas propuestas que pueden ser de ayuda para nuestro proyecto. — continuó hablando. — Nii-sama. — le dio paso para que comenzase a explicar el.
El Kuchiki comenzó a explicar y a hablar de negocios con el padre de los Kurosaki. Aún así, y aunque Ichigo tendría que estar atento, no podía dejar de mirar a Rukia. Quería saber que la ocurría, era tanto misterio el que portaba que no le dejaba concentrarse en nada más. Quería saber el porqué de ese comportamiento serio, no tenía nada que ver con la chica coqueta y socarrona del día anterior.
Mientras los dos hombres hablaban, los ojos de Rukia se alzaron frágiles y se fundieron con los del pelinaranjo, el cual se quedó absorto mirándola. Se hundió en esas orbes azules, o quizá violetas, sintiendo como la frustración, la rabia y la tristeza se acumulaban en el iris de la mujer. Hipnotizante y misterioso, no pudo dejar de observarla, hasta que la muchacha volvió a bajar afligida sus orbes rompiendo el contacto visual.
Ichigo parpadeó perplejo, no sabía que le había pasado, pero cuando miro sus ojos fue como si todo alrededor se parase.
Y durante toda la aburrida y larga reunión, no volvió a tener ese contacto visual. Aunque él la miraba esperando que ella volviese a dedicarle esos ojos violetas, nunca alzo su vista hacia él. Pasó la reunión, y los cuatro que había en aquella sala ahora se encontraban de pié, hablando de forma más relajada. A excepción de la morena.
— Yare, yare, cada vez queda poco para cerrar definitivamente el trato. —hablo Isshin animado. —¿Que les parece si vamos a tomarnos algo para relajarnos?
— Kurosaki-san, no es necesario... — habló Byakuya, intentando escaquearse y alejar a su hermana de Ichigo, al que otra vez le había pillado sin dejar de mirarla.
— Por favor, insisto, no me haga el feo.
El noble suspiró y finalmente accedió por educación.
—Está bien, usted nos guía. — aceptó indicándoles que ya podían salir.
— Genial, han abierto un sitio nuevo muy bueno, tradicional. Podemos pedir un poco de sake.
Los dos hombres salieron primero de la sala, hablando de nimiedades y nada relacionado con la empresa. Byakuya, aparte de ser reservado, era hombre de pocas palabras por lo que el único que hablaba sin parar era el moreno Kurosaki. Y mientras por detrás, les seguían sus descendientes, completamente callados.
Se mantuvieron en mutismo hasta que salieron a la calle. La situación empezaba a ser incomoda, no por el silencio, si no por ver a aquella mujer que parecía tan dura, verla ahora ida y afligida.
—Chs... — la llamo chistándola, ella miró de reojo y con sus cejas arqueadas esperando ver qué tontería iba a decir ahora aquel hombre. — ¿Que le pasó a tu falda? ¿Cada día encoge más? — habló en un tono normal, algo bajo para que Byakuya no escuchara.
La morena sonrió levemente y dejó de mirarle.
— ¿Acaso no haces nada más que mirarme las faldas? —contraatacó volviendo a la normalidad, pero aún apagada.
— Ya te dije, es tu culpa. — ambos rieron ligeramente. — Debes dejar de provocar tanto, Kuchiki.
— Me reitero a mi respuesta de ayer: deja de ser tan degenerado. — y otra sonrisa furtiva por parte de ambos.
Byakuya se giró levemente, vigilando a su hermana y mirando con el ceño fruncido a Ichigo, en señal de advertencia, pero otra vez los gritos de Isshin diciendo "Aquel es el lugar, vamos, vamos." le hicieron volver a su desinteresada conversación.
Mientras caminaban al refinado local, la morena observó de reojo a Ichigo, quien caminaba vista al frente y con sus manos en los bolsillos de su americana, como siempre. No pudo evitar sonreír tímidamente y agachar la mirada, aquel idiota la había animado después de todo.
— Bienvenidos señores, por favor tomen asiento donde deseen. —una cordial camarera les recibió nada más entrar al tradicional local.
Todos caminaron hasta una mesa que les daba privacidad gracias a los biombos de madera con estampados florales. Se sentaron de igual manera que en la junta, los hermanos en un lado y padre e hijo enfrente. Por nada del mundo iba a dejar Byakuya que aquel mirón de Ichigo se acercase a su hermana.
— ¡Y bien! ¿Pedimos algo para tomar? —habló más animado el padre de los Kurosaki.
— Claro, lo que quiera usted, Kurosaki-san. — contestó con voz neutra el moreno.
— ¡Señorita! — llamó a la camarera — Tráiganos cuatro vasos de sake, por favor.
— En seguida señor. — la educada camarera hizo una reverencia y se marchó.
Byakuya no hablaba, Ichigo se sentía incomodo por la penetrante y asesina mirada de este, Rukia continuaba callada e Isshin... Isshin no podía soportar tanto silencio por lo que se aventuró a entablar una conversación.
— Etto... Rukia-chan, ¿Cuántos años tienes? Si no es indiscreción. — preguntó cordial a la morena.
— Oh, pues tengo 25 años. — contestó amable y sonriente.
Otra vez Ichigo vio como esa sonrisa era fingida. El había podido ver la sonrisa verdadera de esa mujer, así que a él no podía engañarle.
— ¿26? Creía que eras más joven. — continuó hablando para luego darle una palmada en la espalda a su hijo. —Ichigo tiene los 26 recién cumplidos.
Y las miradas de ambos volvieron a cruzarse, creando en ambos una corriente eléctrica que les recorrió por completo. Ante esto, ambos apartaron las miradas al instante. "¿Qué demonios fue eso?" pensaron.
— Aquí tienen señores, si necesitan algo más solo llámenme.
La joven camarera hizo otra reverencia y se marcho de aquella mesa para atender a los escasos clientes que había. Cada uno tomo con delicadeza su vaso de sake y lo sostuvieron en la palma de sus manos, hasta que Isshin decidió brindar.
— Bien, brindemos por la unión de nuestras empresas. — alzó animado el vaso, a lo que los demás le imitaron de forma más tranquila. — ¡Kampai!
— Kampai. — repitieron todos de manera más sosegada y bebieron.
— Ahg, está bueno ¿verdad? Aquí tienen un sake exquisito. — Isshin dejó su vaso en la mesa con una sonrisa y miró a la morena. — Rukia-chan, ¿quieres más?
— Oh, no Kurosaki-san, así está bien. — se negó con voz dulce y educada. — Arigato.
— Bueno, pues yo me serviré otro. ¿Kuchiki-san, quiere usted otro? — ofreció.
— No, gracias. — se negó también, pero más serio y tajante.
El Kurosaki se rascó incomodo la cabeza con una sonrisa nerviosa, para después servirse otro vaso y tomárselo de golpe. Miró a su alrededor y clavó su mirada en Rukia, la cual estaba algo afligida, por lo que decidió preguntar.
— Rukia-chan, ¿estás bien? — preguntó algo preocupado.
— ¿Eh? Sí, sí... es solo que estoy algo cansada. — mintió con una fingida sonrisa.
Ichigo no la perdía de vista, y Byakuya no perdía de vista a Ichigo.
— Es normal, toda la mudanza y los planes de boda te tienen que dejar agotada. — Rukia sonrió amargamente mirando hacia otro lado. — Por cierto, ¿para cuándo os casareis? — preguntó inocente Isshin.
— Todavía no lo sabemos. — alzó la mirada más tranquila y miró de reojo a su hermano. — Quizá Nii-sama me haga el favor y lo organice él. — le mandó una ponzoñosa indirecta. — como todo... — musito.
—Rukia, compórtate. —habló el noble con serenidad.
— No dije nada que no fuese cierto. — desvió la mirada hacia el lado contrario a Byakuya.
— Guarda silencio, Rukia, y compórtate. No seas infantil. —habló con su peculiar tranquilidad.
— Claro, ahora tengo que guardar silencio, como siempre. — frunció el ceño y cerro sus ojos, intentando mantener la paciencia, mientras los Kurosaki observaban apenados la discusión.
—Rukia. — advirtió alzando levemente su voz.
— Suficiente... —susurró levantándose dando un golpe con sus manos sobre la mesa. Todos la observaron fijamente, en especial Ichigo. La morena hizo una reverencia a los Kurosaki y se marchó rápidamente de allí.
Ichigo iba a ir detrás de ella, pero el brazo de su padre se lo impidió y le obligo a sentarse de nuevo, ya que él también se había dado cuenta de cómo el noble vigilaba a su hijo. El pelinaranjo no tuvo nada más que hacer que volver a su sitio y observar el camino por el que se había ido una enfadada Rukia Kuchiki.
— Yo... lo lamento mucho Kuchiki-san. No pretendía crear una situación así. — e hizo una reverencia.
— No te disculpes, Kurosaki-san. No es culpa tuya... — el noble desvió su mirada hacia donde Ichigo la tenía hace unos momentos. — Rukia tiene que aprender las responsabilidades que conlleva ser un Kuchiki...
.

.
El día había sido raro, muy raro. El rápido y precipitado cambio de día para la reunión, el ánimo desganado de Rukia y para colmo, aquella discusión que le había dejado preocupado por ella. Se preguntaba una y otra vez en su cabeza, ¿a que se referían? Aunque no era tonto y algo pudo entender de aquella disputa.
Salió del baño tras darse una ducha, con una toalla amarrada a su cintura y otra sobre sus hombros. Caminó por su solitario y espacioso apartamento hasta llegar a la cocina, la cual estaba a oscuras como el resto de la casa, para beberse un refrescante zumo, el cual no tardo en saborear apoyándose en la encimera.
Pero su relajación se vio aplacada cuando su móvil vibró sonoramente en la mesa de la cocina. Dejó la lata de zumo y se acercó a ver de quien era la llamada entrante, y en la pantalla intermitente del móvil aparecía el nombre de Senna.
Desmarcó y contesto.
— Hey, Senna, ¿qué tal? — contestó tranquilo y retomando su labor de beberse el refresco.
— ¿Yo? Perfectamente, gracias. — habló divertida como siempre. — Pero tu amiguita al parecer no esta tan bien.
— ¿Mi amiga? ¿Qué amiga? — cuestionó frunciendo el ceño.
—Aquella con la que estuviste hablando anoche en el bar.
— ¿Rukia? —se sorprendió. — ¿Qué le pasa a Rukia? ¿Está mal?
— A tu amiga lo único que le pasa es que se ha pasado de copas y he tenido que llevármela del local. — explico irónica. — No sabía donde llevarla y solo decía que no quería volver a casa. ¿Te importa que la lleve a tu casa o estas ocupado con alguna señorita? — su tono de voz ahora era divertido y burlesco.
—No, no estoy con nadie. Tráela aquí, o mejor, ¿Dónde estás?
— ¡TOC TOC! — canturreó a la vez que sonaban unos golpecitos en la puerta de su apartamento.
Ahí estaba, esa mujer siempre hacía lo mismo. Colgó y fue corriendo hasta la puerta, sosteniendo el nudo de su toalla para evitar problemas y abrió, dejando ver a una Rukia siendo sostenida por Senna, la cual sostenía los zapatos de la morena, ya que el andar con tacones y estar borracha no era una buena combinación.
— ¡Hola! — saludó alegre, pasando al apartamento con Rukia al lado. — ¿Ves? Hice lo que me dijiste: "Avisa antes de venir"— imitó la voz de Ichigo— ¿Ves como me acuerdo? — Rió.
— Ya, ya lo veo... — suspiró cerrando la puerta del apartamento y caminando a su habitación para ponerse unos pantalones al menos.
— ¿Dónde te dejo a la bella durmiente? — preguntó parándose en el salón.
—Túmbala en el sofá, ahora me encargo yo. — chilló desde su cuarto mientras se ponía tan solo los pantalones del pijama.
—Uuh, Kurosaki-kun, eso suena muy mal... —rió al escuchar lo que dijo.
— Bueno, bueno... no la haré nada, ¿por quién me tomas? — y apareció por el arco de la puerta, atándose el cordón de su pantalón.
— ¿De verdad lo preguntas...? —cuestionó observando a la morena, quien no decía palabra y se mantenía tumbada con su rostro escondido. —Está muy mal... no es de las que se vuelve divertida cuando se emborracha.
— Ya veo... — se quedo quieto al lado de Senna, observando a la morena.
— Bueno Ichigo, la dejo en tus manos. — se puso de puntillas y le dio un amistoso beso en la mejilla. —Yo debo volver al trabajo. — y caminó hacia la salida.
— Ten cuidado. — le dijo sin dejar de mirar a la morena.
— Lo tendré... y tú no te aproveches de ella. — fue lo último que dijo con su característico tomo bromista para después salir del apartamento.
Ahora todo se quedó en completo silencio, Rukia tumbada en aquel sofá, con su rostro escondido e Ichigo observándola fijamente. El pelinaranjo suspiró y se agachó frente el sofá, llamando con cuidado a la morena mientras la mecía.
— Rukia... oe, Rukia. — continuó moviéndola hasta que pareció que la muchacha se cansó y se incorporó con cuidado, sin mirarle y con sus ojos todavía ocultos por su pelo. — Rukia... — la llamó con un tono más dulce y preocupado, mientras apartaba con delicadeza el pelo de su rostro.
—...— ella continuaba sin contestar, con la mirada clavada en el suelo.
Ichigo, al apartar el azabache cabello pudo observar su rostro mojado seguramente por las lágrimas, cansado y sobre todo frustrado.
— Rukia, venga... te llevaré a mi habitación. —habló serio mientras la cargaba, cosa a lo que Rukia no puso la más mínima oposición ya que enroscó sus frágiles brazos alrededor de su cuello.
La llevó cual princesa, aunque esta estaba ebria, hasta su habitación. Podía notar como su respiración le hacía cosquillas en el cuello ya que había escondido su rostro ahí. Sus manos se aferraban con fuerzas a pelinaranjo, y este tan solo sintió pesar por ella.
Pasó a la habitación sin problemas ya que la puerta estaba abierta y la recostó con cuidado sobre la cama. Ahora, por fin, sus ojos se cruzaron con los del joven. Sus orbes tenían un toque azulado, mirada cansada, frustrada y ansiosa, suplicante de amor y cariño. Quería dejar de mirarla, pero no podía, quedó absorbido en sus ojos, más aún cuando la tenía a escasos centímetros de su rostro.
Se alejó asustado, más que nada porque se estaba sintiendo nervioso y el nunca se había sentido inquieto al estar cerca de una mujer, pero ella... ella era tan diferente a las demás, que tuvo miedo.
— ¿Por qué te fuiste de allí así, Rukia? — preguntó sin mirarla, sentado en el borde de la cama mientras ella le observaba embelesada y sin decir nada. — Peleaste con tu hermano, de eso no hay duda... pero ¿por qué? — y la morena no contestó, estaba concentrada observando como el pelinaranja hablaba, así que se incorporó poco a poco en la cama. — Además, no tenías porque emborracharte así.
—Shhh. — le mandó callar cuando este giró el rostro para observarla, más tal fue su asombro al encontrársela de rodillas en la cama a su lado, observándole con ímpetu y ansias.
— Rukia... recuéstate, debes descansar un poco... oe- — más se sorprendió cuando la ebria morena estampo sus labios contra los del pelinaranjo. Se quedó anonadado mientras la chica movía con experiencia sus labios sobre los suyos, sentándose sobre su regazo poco a poco y acariciando su masculino pecho desnudo con sus finas manos.
Entonces su cordura voló y correspondió el beso con la misma intensidad.
Sabía dulce, tal y como se había imaginado. Sus labios eran suaves y femeninos, expertos y sobre todo embriagantes. Debía parar, ella estaba borracha, pero no podía hacerlo... no después de haber probado un pedazo de paraíso. Apretó sus caderas contra su cuerpo mientras el beso se tornaba más salvaje. Sus lenguas batallaban dejando un sabor a licor y naranja.
De los labios de la morena se escapaban suspiros por la ligera fricción, y él intentaba controlarse casi en vano. Estaba reticente, pero correspondía sin querer ya que ella parecía no querer echar el freno. En un acto de inconsciencia, el pelinaranjo bajó sus manos a los muslos de la morena, acariciándolos fervorosamente y corroborando que eran tan suaves como parecían.
Las manos de Rukia acariciaban cada vez con más ímpetu los bien formados pectorales de aquel hombre, hasta que decidió bajar hasta su abdomen igual de bien trabajado y se atrevió a introducir sus pequeñas manos en el pantalón de pijama de Ichigo, que como bien se dijo antes, no tenía nada más debajo.
Ichigo dio un respingo al notar su tacto ahí y un ronco gemido escapó breve de sus labios. Pero después dejó de corresponder poco a poco, ya que su conciencia le repetía una vez tras otra "No lo hagas". Agarró la mano de la morena y obligó a sacarla de ahí, pero ella no paraba de besarle donde pudiese. Labios, cuello, mejillas... todo fue cubierto por los ansiosos besos de Rukia.
—Rukia... oe... para...Rukia... — la llamaba entre beso y beso. —Rukia... Rukia... no puedes hacer esto... estas borracha... — la apartó con delicadeza pero con fuerza para mantenerla quieta durante un momento.
La morena le observo fijamente, con gesto serio y respirando agitada. Su ceño se frunció, al igual que sus labios y una lágrima tras otra empezó a surcar sus mejillas.
— ¡¿Por qué no puedo? ¿eh! ¡Nunca puedo hacer nada! — comenzó a gritarle mientras le pegaba en el pecho, Ichigo tan solo intentaba tranquilizarla. — ¡Rukia nunca puede hacer nada! ¿Por qué, Ichigo? ¿Por qué? ¡Dejadme en paz...! —su voz se quebró y se dejó caer sobre el hombro de Ichigo, sollozando débilmente. — Dejadme vivir como yo quiera... — los golpes contra su pecho eran cada vez más débiles, tanto que parecían caricias. — Ya... ya no más... voy a hacer lo que quiera... ¿entendiste...? Lo que quiera...
Los golpes cesaron, al igual que sus rabiosas palabras y finalmente el alcohol hizo efecto, dejándola dormida, sentada encima de Ichigo, el cual tan solo la sostenía para que no cayese. Estaba sorprendido por lo que decía, pero sabía que la muchacha estaba pasándolo mal.
Estuvo en silencio durante unos momentos, escuchando la respiración acompasada de la morena. Con delicadeza se levantó con ella en brazos y la recostó de nuevo en la cama, arropándola con las sábanas. Acarició su rostro levemente compungido, retirando sus lágrimas y suspiró.
Ahora necesitaba otra ducha, y bien fría.
.

.
Abrió sus ojos con pesadez, notando como la luz se colaba entre las ventanas. Decidió no hacer movimientos bruscos, porque para empezar no sabía ni donde estaba tumbada y por consecuente, seguro que tenía una señora resaca. Apoyó su mano en el cómodo colchón y se incorporó con cuidado, pero eso no evitó que un fuerte dolor de cabeza la atacase. Se llevó su otra mano al rostro y se frotó los ojos.
El siguiente paso que tenía que dar, era mirar si estaba con la ropa en su sitio, por lo que alzó las sábanas y dio un suspiro de alivio. Todo estaba donde tenía que estar. Ahora, ¿dónde demonios estaba?
Esa habitación no la había visto nunca, y por lo tanto, no tendría ni idea de quien vivía ahí. Salió de las sábanas y con cuidado se sentó en el borde de la cama, volviendo a sobarse las sienes por el persistente dolor de cabeza. Ahora tenía que intentar recordar... y no tardaron en venir imágenes a su cabeza.
Fue al bar de la noche pasada, empezó a beber y beber, Senna la tuvo que sacar del local y como es tan maja la llevo a algún lugar. Siguió intentando recordar, una resaca no iba a poder con su capacidad intelectual. Sí, la llevó a un bloque de edificios muy alto, entraron y subieron hasta un piso, no recordaba cual era ahora, pero era lo de menos. Luego... la tuvo quieta frente a una puerta mientras llamaba y...
Vale, ya recordaba donde estaba, y con eso muchas otras cosas más.
—Santo cielo... — suspiró con su cabeza entre sus manos.
— Veo que ya despertaste. — habló Ichigo desde la puerta. — Menuda curda te metiste ayer.
— Las he tenido peores... — contestó pasando sus manos por su cara y observando a Ichigo con los ojos somnolientos. — Chst... más te vale no haberte aprovechado de mi. — bromeó para ver la reacción del pelinaranjo.
— Chs... n-no digas tonterías. — Se estaba haciendo el tonto, comprobado. Podría haber contestado algo como "Fuiste tú la que se quería aprovechar de mi anoche", pero no lo dijo. Definitivamente, sí, quería hacerse el tonto.
— Que más da... — con esfuerzo se levanto de la cama, acomodándose la falda del día anterior. — ¿Tienes una aspirina o algo que me quite este horrible dolor de cabeza?
—Claro. Pero deberías comer algo antes. — recomendó sin dejar de mirarla. — ¿Quieres algo de desayunar?
— Un café será suficiente... — pidió mientras se acercaba a la puerta.
— Eso no es un desayuno, ven y mira a ver si quieres algo más sólido. — la agarro suavemente de la muñeca y la guió por los pasillos.
Su tacto, era tan cálido. Una sola mano suya seguro sería capaz de rodear la mitad de su cintura. Le gustaba esa sensación, así que sonrió mientras se dejaba guiar hasta la amplia cocina. Le observo, tenía un pijama sencillo, pantalón de deporte azul marino y una camiseta blanca de manga corta. Sin duda, se pusiese lo que se pusiese ese hombre era realmente atractivo.
— Bien, ¿qué quieres? — la soltó y abrió la nevera. — Mira que estoy siendo amable.
—Hmm... dudo mucho que sepas hacer algo de lo que te pida. — contestó divertida y somnolienta mientras se sentaba en la silla.
— ¿Estas insinuando que soy un inútil? — bromeó rebuscando en el frigorífico.
— No insinuó nada, solo lo confirmo.
— Eres muy desconsiderada con alguien que te va a hacer el desayuno. — contraataco divertido y sacando ingredientes de la nevera. —Mira que podría estar haciendo ruido con las cacerolas para ayudarte con tu resaca. — ironizó.
— Está bien, está bien... lo que sea, gracias.
— Hm, así me gusta. — esbozó una sonrisa de medio lado y comenzó a hacer un desayuno tradicional japonés.
La muchacha apoyo su mano en la barbilla y le observaba cocinar. Era gracioso en ocasiones, ya que se quemaba con las cacerolas que estaban en el fuego, o algo no le salía bien. Y ahora, estaba con una sonrisa estúpida propia de una quinceañera. Tras un largo rato de cocinar, el pelinaranjo le sirvió un bol de arroz con sopa de miso y un zumo de naranja.
—Arigato, Ichigo...
— Hm, está bien... aunque podría extorsionarte por esto, que lo sepas. — bromeó mientras se iba de la cocina durante un momento para volver con una cajetilla de medicina en la mano. — Toma, tu pastilla para la resaca.
— Veo que estás bien equipado. — aceptó la caja, sacando un comprimido para tomárselo con el zumo.
— No eres la única que se pasa de copas de vez en cuando. — confesó mientras se sentaba a comer. — Itadakkimasu.
—Itadakkimasu.
Ambos empezaron a comer en silencio el desayuno. La verdad, no se le daba nada mal cocinar a ese cabeza de chorlito. Estaba bastante bueno y eso se noto en la cara de satisfacción de Rukia y en su ímpetu por comer más.
— Veo que te gustó.
— Odio admitirlo, pero sí. — contestó rápidamente para seguir comiendo. — Por cierto...¿Dónde has dormido tu?
— En la habitación de invitados... — contestó llevándose un pedazo de arroz a la boca. — La tengo para cuando vienen a dormir mis hermanas.
— Ah...
Volvieron a quedar en silencio, e Ichigo comía tranquilamente observando a la morena devorar con hambre el desayuno. Sonrió tiernamente, hasta que de repente recordó la noche anterior y la sonrisa desapareció. ¿Debería decírselo o la mantendría en la inopia?
— Oe, Ichigo...
— Dime.
— Siento lo de anoche. — confesó dejando de comer.
— ¿A-A que te refieres? — se hizo el tonto.
— Ichigo, deja de fingir... lo recuerdo, no iba tan bebida. — le regañó divertida con una ceja alzada.
— Ah... bueno, en ese caso, no pasa nada... — desvió la mirada a otro lado.
— Aunque deberías disculparte. — atacó burlesca mientras volvía a comer.
— ¿Disculparme yo? ¿Por qué? — volvió a mirarla exaltado. — Fuiste tú la que se me echó encima. — acusó.
— Tú no te quedaste atrás, no quieras hacerte el tonto. — El pelinaranjo fue a replicar, pero cerro la boca sin decir nada y después se echó a reír con la morena.
— Está bien, lo siento, pero ya te dije... si me ponen las cosas en bandeja es difícil resistirse. — habló ya más serio, en un tono más sugestivo. — Da gracias que pude controlarme y que no soy un aprovechado.
— Sinceramente... — la morena dejó de comer y le miró fijamente, hablando seria pero con una ligera sonrisa en su rostro. — No me habría importado.
Ahora sí, eso sí que le había descolocado. El arroz que estaba comiendo se le atragantó y comenzó a toser, sin dejar de creerse lo que aquella mujer le había dicho. Comenzó a darse golpes en el pecho para no ahogarse y cuando estuvo en condiciones, se levanto de nuevo y la miró atónito.
— ¿Que has dicho?
— Lo que escuchas. — contestó altanera. — Ya me cansé... de no poder controlar mi vida... — susurró.
— Pero... estás casada, eso no está bien... — habló el pelinaranjo, dudoso de sus propias palabras.
— ¿Me lo dice míster moralidad? — preguntó sarcástica.
— Sí, vale, lo sé... pero tú fuiste la que me atacó con eso la primera vez. — la recordó.
— Una puede cambiar de opinión... — su voz ahora era más seria y apenada.
Se quedaron en silencio unos momentos más, observándose mutuamente, con un Ichigo totalmente anonadado y con una Rukia que hablaba totalmente en serio.
— Pero aún así... estás prometida por algo... — contraatacó. — ¿Acaso no estás enamorada de tu futuro esposo? — cuestionó con media sonrisa.
— Deja de hacer suposiciones, Ichigo. — suspiró y le miró seriamente. —No tienes ni idea.
— Quizá debas contármelo.
— O quizás no. —rebatió astuta.
— ¿Le quieres?
— ¿Acaso eso importa? — la morena esbozó una media sonrisa.
— ¿Te me estás insinuando? — pregunto de nuevo con una incrédula y divertida sonrisa.
— ¿Te gustaría que así fuese?
— No me disgustaría para nada, la verdad. — confesó sin dejar de mirarla.
— Entonces que te parece si terminamos lo de anoche.
Mutismo.
Eso sí que le había desarmado por completo, y ahora su boca estaba abierta como un bobalicón. Rukia sonreía altanera sin dejar de observar al atontado pelinaranja, quien no decía palabra. Rukia, cansada de esperar, alzó una ceja para que reaccionara y así fue.
El pelinaranjo se levantó bruscamente de la silla y cargó a la morena en su hombro, llevándola de nuevo a su habitación y dejando el desayuno sin terminar...


1 comentario:

  1. te inspiraste en las dos historias estuvieron re interesantes me gustaron muchísimo sigue sacando mas historias eres buen en eso y domo arigato

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