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viernes, julio 06, 2012

Capitulo 1 "El comienzo de lo prohibido"


Dentro de un BMW negro de cristales tintados, padre e hijo Kurosaki se alejaban de una vez por todas de la corporación Kuchiki. Ichigo, el hijo mayor, conducía aquel coche todavía algo absorto en lo ocurrido momentos atrás. Su padre, copiloto, le observaba de reojo con una pícara sonrisa.
— No creo que eso de intentar ligarte a la hermana de nuestro proveedor sea buena idea.
Ichigo sonrió de medio lado, tomando una de las curvas de la carretera. Sin embargo no contestó a la pregunta.
— Además, está prometida Ichigo. — advirtió ya más serio. — ¿Te parece normal intentar ligarte a una mujer prometida?
Sin borrar su sonrisa socarrona, caviló unos instantes sobre la pregunta de su padre para luego contestar con un altanero:
— Prometida, pero no casada.
Isshin negó con la cabeza y miró por su ventanilla. De verdad que cuando a Ichigo se proponía algo no había manera de hacerle rectificar. Mientras tanto en la mente del joven pelinaranja se cocían unos pensamientos nada tranquilizantes. ¿De verdad era normal que se encaprichase así de una mujer?
Normalmente eran ellas las que caían rendidas a sus pies y las tenía cuando quería, pero el rechazo de Rukia le hizo desearla aún más. Tenía la suerte de que pronto la podría ver y le haría pagar por lo que le había hecho.
Tras conducir unos cuantos kilómetros, estacionó su coche frente a la casa de su padre, dejando el coche en marcha y despidiéndose de él.
— No te olvides que el viernes tenemos otra reunión con los Kuchiki. — advirtió mientras se bajaba del automóvil. — Ten cuidado con lo que haces.
— Sí, claro... — le dio la razón indiferente. — Saluda a Yuzu y Karin de mi parte.
— ¿No vas a entrar? — preguntó cerrando la puerta del coche.
— No, tengo una cita que atender.
El muchacho dio gas para arrancar y toqueteó las marchas, para después alzar la mano a su padre y salir hacia su nuevo destino. El patriarca de los Kurosaki tan solo entro en su casa negando con la cabeza y sonriendo.
— Juventud, hermosa juventud...
La joven de los Kuchiki llegó finalmente a su casa. Entró y la encontró en silencio, con cajas por todos lados, algunas ya desempacadas y algunos muebles colocados. Dejó sus llaves en la entrada, se bajó de sus tacones y soltó el bolso en el pasillo.
Había sido un día duro y extraño. Duro porque había tenido que lidiar con un apuesto pervertido, y extraño porque le habría gustado seguirle el juego, cosa que no era común en ella. Pero aquel hombre tenía algo distinto que le llamaba la atención.
Qué más da...
Caminó por el largo pasillo de su nuevo piso masajeándose los hombros y dispuesta a tomarse una refrescante ducha. Llamó a su prometido unas cuantas veces, pero no tuvo respuestas. Habría salido. Sin darle más importancia se encerró en el amplio baño.
Puso el tapón de la bañera, abrió el grifo de agua caliente para llenar la tina y comenzó a desnudarse lentamente. La verdad, no se esperaba que su día fuese así. Ella solo creía que tendría que asistir a una de esas reuniones de trabajos aburridas y llena de empresarios viejos... pero no, lo primero que vio por al entrar por la puerta fue a un pervertido... un hermoso y apuesto pervertido.
Ya completamente desnuda y con la tina llena, paró el grifo y se metió con cuidado en la cálida agua. Por fin un poco de relax.
Se dejo hundir en el agua durante unos segundos y después salió con todo su rostro mojado. Gimió complacida por la agradable sensación y cerró los ojos. Pero no era buena idea ya que las imágenes de momentos atrás se hacía presentes. Casi podía sentir los fornidos brazos de aquel idiota aprisionándola contra la pared y su bien formado cuerpo. Hasta parecía que su varonil aroma se había impregnado en su piel.
"Ya está bien Rukia, ¿cuánto tiempo llevas sin sexo para que tengas que fantasear con un pervertido arrogante?" Pensó con media sonrisa y algo frustrada.
La verdad, las pocas veces que mantenía relaciones con su prometido no eran del todo satisfactorias ya que era algo difícil para la morena ver a su futuro esposo como algo más que un amigo, pero al fin y al cabo, estaban prometidos por sus familias, no por amor...
Al menos no por parte de Rukia.
Comenzó inconscientemente a imaginarse en la situación anterior, pero de otra manera. Si ella no se hubiese resistido y le hubiese seguido el juego hasta el final... habría parado el ascensor y seguro la habría empezado a besar con fuerza, acorralándola contra la pared y alzándola por sus glúteos. Seguro que con sus grandes manos comenzaría a frotar su pierna y atrapar sus modestos pechos para después marcar su cuello con un chupetón.
Sin darse cuenta su mano derecha ya estaba estimulando su intimidad y había comenzado a gimotear levemente en la bañera.
Sin ningún pudor, siguió fantaseando. Imaginó que cuando aquel hombre pelinaranjo ya no soportase más, le bajaría su ropa interior de una forma brutal y salvaje para después llenarla por completo. Iniciaría una serie de embestidas que la obligarían a aferrarse a su espalda mientras gemía contra su oído.
— Ahmmn... — y un gemido se escapó de sus labios cuando aumento la intensidad de sus caricias.
Rukia estaba en su mundo imaginario, tanto que no se dio cuenta cuando llego su prometido con la cena precocinada de la tienda de la esquina. Mientras ella seguía fantaseando en la bañera con el hijo de su socio, Renji la buscaba ajeno a todo lo que ocurría en el cuarto de baño.
— ¿Rukia, estás en casa? — preguntó con voz neutra mientras dejaba las bolsas con la comida en la mesa del salón.
Al no tener respuesta se preocupó un poco y se mantuvo en silencio mientras la buscaba, hasta que una especie de jadeos próximos al salón le hicieron mantenerse alerta. La llamo de nuevo pero no contestaba, por lo que siguió aquellos sonidos hasta que le condujeron al cuarto de baño.
Con sigilo se pego a la puerta del baño, tomando el pomo entre sus manos e intentando cerciorarse que todo iba bien, pero cuando de golpe volvió a escuchar una especie de gemido más profundo, se asustó creyendo que le había pasado algo y abrió la puerta de golpe dispuesto a salir en su rescate.
— ¡Ruki-!
— ¡R-Renji! — el pelirrojo no pudo terminar de llamarla ya que su rostro se quedo totalmente rojo al ver lo que en realidad estaba ocurriendo. —¿Q-que haces? ¿P-porque entras tan de repente? — regañó la morena intentando taparse como podía mientras sus mejillas estaban encendidas por haber sido pillada in fraganti.
— Y-Yo Yo... ¡G-Gomenasai! — su prometido se dio la vuelta avergonzado y con los ojos abiertos de par en par, procesando la imagen que acababa de ver de Rukia dándose placer a sí misma.
— ¿P-Porque no llamaste? — pregunto algo más tranquila pero fastidiada.
Fastidiada, claro, porque la había interrumpido cuando estaba a punto de llegar a su ansiado orgasmo.
— Y-Yo... lo siento mucho, creía... creía que te pasaba algo malo... — se excuso todavía dándole la espalda.
La morena se tranquilizo y dio un largo suspiro.
— B-Bueno, ya compré la cena... t-te espero en el salón. — y quiso salir pitando de esa situación tan incómoda.
— Oe, espera... — le llamo con una voz más sugestiva, acomodándose de forma que su cabeza reposaba sobre sus antebrazos, los cuales estaban en el borde de la tina.
—¿Q-Que...? — volvió a pararse para escucharla.
— ¿Qué te parece si... — se levanto de la bañera, dejando que el agua corriese por su cuerpo y haciendo que poco a poco la cabeza de Renji se fuese girando para verla. —... me ayudas a terminar lo que empecé?
Y finalmente se giró observándola con la boca abierta, mientras ella portaba una sonrisa de medio lado. La verdad, no estaría mal... él no estaba acostumbrado a que ella se ofreciese y a ella le apetecía fantasear de otra forma que no fuese con su mano...
Así que, claro, claro que se iban a ayudar mutuamente.
El coche negro de Ichigo se detuvo frente a un local que solía frecuentar. Sabía que todavía no abrían, pero también sabía a quién podía encontrar ahí. Aparcó en el estacionamiento de al lado, apagó el motor y se quedo pensativo unos momentos en su asiento. Paso sus amplias manos por su cabellera tras un suspiro y reaccionó de nuevo quitándose su americana y la molesta corbata tirándola al asiento de atrás.
No tardó en salir del coche y cerrarlo con la llave para después ir hasta el local. Intento abrir la puerta a pesar que el cartel indicaba que estaba cerrado y para su suerte puedo abrirla ya que no estaba bloqueada. Esa Senna nunca cambiaría, ¿y si le daba a un depravado sexual por entrar?
Aunque ahora mismo, ese depravado sexual era él.
Caminó un poco, sabía de sobra que ella estaba sola a esas horas en aquel local. Llegó a la sala central donde dentro de unas horas estaría abarrotada de gente y la vio amontonando unas cajas de licor, ajena a quien había entrado in fraganti.
Sin duda, una despistada.
Se acercó sigilosamente a ella, para que cuando se coloco de forma erguida pudiese pasar sus brazos en su cintura y atraerla hacia su cuerpo, el cual no se le había pasado el calentón del ascensor y la muchacha podía notarlo.
— ¡Ah! — la jovencita pegó un chillido asustada para después tranquilizarse al darse cuenta de quién era. Suspiro y se llevo una mano al pecho mientras su acechador comenzaba a besar su cuello. — Ichigo... me habías asustado, ¿acaso no podías avisar?
— Hmmm. — no dijo nada más y prosiguió atacando el blanco cuello de la chica.
— Oe... Ichigo... — le llamo entre leves risitas e intentando parar sus manos traviesas, para finalmente rendirse ante la persistencia del pelinaranjo. — ¿Qué pasa? Pareces perro en celo... — se rió de nuevo con esa suave voz.
— Hmmm... — las palabras ahora no existían para Ichigo, ahora lo único que quería era descargarse.
— Vaya... hmmm.. — gimió ante las intimas caricias que estaba recibiendo por parte de su amigo. — ... ni siquiera me invitas a una copa, que frio Kurosaki-kun... — bromeó mientras se daba la vuelta para encararle.
—Shh... — la mando callar para después obligarla posando fieramente sus labios sobre los de ella y comenzar así con su método de desahogo.
Ella no se negó y correspondió de igual forma, subiendo una pierna al costado del chico para que este la alzara de sus glúteos y comenzara la acción. Su relación era la denominada "amigos con derecho a roce", no tenían compromisos entre ellos, simplemente se buscaban mutuamente para ocasiones así, pero no se comprometían a nada entre ellos. Se podría decir que eran una relación abierta, de no ser que ellos no eran pareja, solo amigos.
— Te noto muy ansioso hoy.. — suspiró al notar como la encerraba en el oscuro almacén sin dejar de besar su cuello con fervor. — ¿Te... ha ocurrido... algo? — pregunto entre suspiros mientras sus pechos eran descubiertos con ansia.
— Hmm, algo así... — contestó sin dar más explicaciones masajeando los senos de la muchacha.
— Ah... — gimió mientras se mordía el labio. — ¿Y qué te parece si me lo vas contando...? — sugirió mientras las manos del muchacho iban a desabrochar sus pantalones.
— No hay mucho que contar.
—Ahmm... — Senna alzó una ceja y le miró sonriendo de medio lado mientras este le intentaba arrancar el pantalón como un poseso. Entonces analizándole minuciosamente, lo entendió. — Creo que ya se lo que te pasa.
— ¿Ah, sí? — cuestionó escéptico mientras le terminaba de quitar los pantalones. — Cuéntame, listilla.
Ambos rieron a la vez, mientras la mano de Ichigo se colaba en su ropa interior haciéndole más difícil la labor de explicarse a la morena.
— Ah... p-pues... creo que... ah... alguien te dio calabazas... — sugirió entre jadeos.
— Hmp, que avispada. — susurro mientras continuaba con su tortura.
— Lo sé... — rió a duras penas mientras los gemidos se escapaban de su boca.
Y no dijeron nada más, sino que se dedicaron a hacerse algún que otro favor. Favores de... ¿amigos?
Ambos cuerpos cayeron cansados y exhaustos sobre el colchón, el cuerpo de la morena estaba mezclado de agua y sudor, y su pelo aún estaba algo húmedo. Ambos respiraban hondo para conseguir relajarse de tanto ajetreo, las exhalaciones del pelirrojo eran más audibles que las de Rukia.
Los ojos violáceos de ella estaban cerrados, y ahora el sentimiento de culpa la abordaba. Había pensado en otro mientras hacía el amor con su prometido, y lo peor es que le había dado nuevas ilusiones. Apretó más los ojos y suspiró, haciendo que el rostro de Renji se girase para verla.
— Eso... eso ha estado bien... — comentó entre suspiros.
Rukia se removió entre las sábanas, dándole la espalda e incorporándose en el borde de la cama. Renji la observó algo más preocupado y vio como la morena empezaba a hurgar en la mesilla de noche donde guardaba su ropa interior, poniéndosela en el acto.
Una vez con su ropa interior puesta, la morena se levanto - todavía dándole la espalda y sin mirarle- y fue directa al armario, rebuscando algún vestido con el que salir de aquella casa llena de remordimientos.
— Oe, ¿vas a algún sitio? — preguntó algo decepcionado, incorporándose en la cama y sin quitarle vista a su prometida.
— Voy... a que me dé el aire. — contestó con voz apagada mientras se subía su vestido.
— ¿Quieres que te acompañe?
— No... —se negó al instante — Me apetece ir sola... — susurró sin mirarle y esperando a que se despidiera para poder marcharse.
— Oh... bueno, pues... ten cuidado... — hablo en un susurro desilusionado.
La morena tan solo salió rápido de la habitación, llego al recibidor donde se puso los mismos tacones con los que fue a trabajar ese mismo día y se marchó de aquella casa. Era una noche fresca y agradable por el momento, pero ella ahora se sentía como la peor persona del mundo.
Caminaba mirando al suelo, sin dejar de pensar en lo que acababa de hacer y lo único que quería era beber algo que la hiciese olvidar lo descorazonada que era en ocasiones. Alzó su mirada y observó un local agradable que parecía estar abierto y con bastante gente.
Así pasaría desapercibida.
Caminó dentro, observando a gente bailando, hablando o jugando a alguna de las mesas de billar que había en el fondo del salón. Ella, sin duda, se uniría a los que estaban tomando en la barra. Caminó entre el barullo recibiendo algún que otro alago a su persona, pero al fin y al cabo, ignorándolos hasta llegar a uno de los taburetes de la sala.
El local era oscuro y apenas tenía unas tenues luces de matices azules que daban un toque de relajación y privacidad. Se cruzo de piernas y busco al camarero para que la atendiera, pero una jovencita al otro lado de la barra la atendió rápidamente.
— Hola señorita, ¿quiere algo para tomar? — pregunto alegre y vivaz.
— Si por favor, póngame un whisky. — pidió sin quitarle el ojo a la camarera de ojos color miel y pelo azabache recogido en una gran coleta.
— ¡Marchando! — y con su notable energía comenzó a andar de un lado para otro sirviéndole su bebida.
Apoyo su codo en la barra y poso su cabeza en la palma. Se sentía como basura, no se creía lo que acababa de hacer pero el hecho de pensar en aquel hombre mientras le hacían el amor le había hecho conseguir un orgasmo en mucho tiempo.
Y eso le hacía sentir aún peor.
Suspiró y miro de nuevo al frente donde la alegre camarera le traía su bebida.
— ¡Aquí tienes, señorita! — y dejó su trago frente a ella con una amplia sonrisa. — ¡Disfrútelo!
— Gracias... — fingió una sonrisa hasta que la joven desapareció de nuevo para atender a otros clientes, volviendo otra vez a la posición anterior.
Daba vueltas a su bebida, observando cómo los hielos giraban junto con el alcohol y suspiró de nuevo. Otra ola de culpa la inundó, y para ahogar de una vez su conciencia no tardó en beberse de un trago su bebida.
— Vaya, si bebes así de rápido te emborracharás en un segundo.
Dio un respingo al reconocer aquella varonil voz, y antes de girarse a enfrentarle se tranquilizó para no parecer asombrada. Con sus mejores dotes de actriz le miró con la ceja alzada y con una fingida indiferencia, mientras observaba como el pelinaranjo se sentaba en un taburete al lado suyo.
— Kurosaki Ichigo, si sigues apareciendo así voy a creerme que eres un acosador. — dijo con voz suave y divertida.
Otra vez, estaba coqueteando con ese hombre, con el mismo hombre con el que había tenido fantasías hasta hacía escasas horas y por el que se sentía miserable.
— Es posible, pero siento decirte que llevo aquí desde antes de que abriesen. — La morena rió levemente y desvió su mirada a su vaso vacio. Él llamó con la mano a la camarera.
— Ichigo, ¿qué quieres? — la misma camarera que atendió a Rukia, ahora atendía a Ichigo con la misma o incluso más alegría que antes. Hasta podía decirse que había confianza entre ellos.
— Ponle a la señorita otro de lo que había pedido y a mí un vodka.
— ¡Marchandoooo! — Y canturreando volvió a desaparecer.
— ¿Acaso quieres emborracharme, Kurosaki-kun? — cuestionó de forma sugestiva.
— Quien sabe, a lo mejor así no eres tan difícil. — se insinuó.
— Para tu desgracia, Ichigo, no soy una de esas chicas fáciles con las que seguro te revuelcas. — atacó audaz, dejando atónito por unos momentos al pelinaranjo. — Así que deja de tratarme como si lo fuera o empezaré a sentirme ofendida.
Finalizó su frase mirándole seriamente, haciéndole entender que empezaba a sentirse incómoda siendo tratada como una fresca. Ichigo capto la idea y se sereno un poco, pensando en que debería ir más despacio.
— ¡Un whisky para la señorita! — la chica anterior volvió a servirla su bebida con su característica viveza y luego fue a servir al chico. — Y para Ichigo, un vodka bien fuerte. — terminó de servirle y le giñó uno de sus ojos amielados.
— Gracias Senna. — agradeció tranquilo su amigo.
—Si necesitáis algo más, llamadme. — y volvió a desaparecer dando saltitos.
La morena dejó de mirar al varón para centrarse de nuevo en el vaso con alcohol y en sus amargos pensamientos. Parecía una broma de mal gusto que ahora se encontrase precisamente con él y que a pesar de sus remordimientos no pudiese dejar de coquetear. Cada vez se sentía peor.
— Oe, pido disculpas. — habló Ichigo haciendo que la chica se alertase al momento algo incrédula. — Creo que será mejor que empecemos de cero, ¿no crees?
— Sí... será lo mejor. — apoyó tranquilizándose más y esbozando una dulce sonrisa.
La mano de Ichigo se puso enfrente de Rukia, esperándose que ella se la estrechara. La morocha se quedó observándola algo sorprendida, para después mirarle a él.
— Kurosaki Ichigo, encantado. — sonrió de medio lado y la Kuchiki le imitó, tomando su mano delicadamente.
— Kuchiki Rukia, igualmente.
Una corriente eléctrica la había recorrido cuando sus pieles se tocaron. En ese instante algo pareció haber brotado dentro de ellos, pero por el momento no les pareció nada más que los estragos del alcohol. Tras la nueva presentación, alzaron sus vasos en señal de brindis, pero sin llegar a chocarlos para después dar un pequeño trago sin quitarse los ojos de encima.
La morena dio un pequeño y femenino sorbo, mientras que Ichigo se bebió una buena parte.
— Creo que el que acabará emborrachándose antes serás tú, Ichigo. — comentó al observar que ya casi le quedaba la mitad de su vaso.
— Preocúpate de no emborracharte tu... — dijo sin mirarla y con media sonrisa. — ... si a uno le ponen las cosas en bandeja no las desprecia. — bromeó.
— Que atrevido. — la chica se hizo la ofendida para después reírse.
—Hmp, supongo... —dio otro sorbo, esta vez más pequeño y la observo de reojo. No pudo evitar fijarse en su delicada mano que sostenía el vaso con whisky. —Oe, ¿puedo preguntarte algo?
— Depende de que. — Rukia dio un sorbo a su bebida mientras no le perdía ojo observándole por encima de su vaso.
—¿Por qué no llevas tu anillo de prometida?
La morena se sorprendió durante un instante y se miró la mano disimuladamente. Casi se le atraganta el licor, pero debía parecer indiferente, serena y tranquila. Si supiera la razón...
— Eres muy observador, ¿no? — intentó evadir la pregunta.
— Depende con quien. —se insinuó para después repetir la pregunta. — ¿Pero porque no lo llevas?
— Se me olvidó. —contestó sin más.
— Es raro que se te olvide algo así, ¿no se supone que a una mujer le hace ilusión llevar su anillo de prometida? — Indagó audaz, observando como el rostro de la morena se afligía levemente y desviaba su fiera mirada.
— Se supone... — contesto en un tono más suave y desalentador para después beber de nuevo.
Ichigo entendió parte de la situación, por lo que no quiso entrometerse más por el momento. Pasaron el rato, conversando agradablemente y, obviamente, sin dejar de coquetear de forma indirecta. Supieron vagamente algo más del otro y entre copa y copa, parece que entablaron una rara relación, que se suponía, no era más que de trabajo.
Perdieron la noción del tiempo y poco a poco quedaba menos gente en el local. Senna parecía estar recogiendo, sin perderles de vista con una sonrisa cómplice. Pero cuando Rukia logró divisar un reloj colgado al otro lado de la barra y ver la hora, supo que su momento de plática había acabado.
— Oh dios mío... — se alarmó con moderación al ver la hora. — Es tardísimo, solo iba a tomarme una copa. — dijo mientras se levantaba del taburete.
— ¿Tarde? Apenas son las dos de la mañana. — intento tranquilizar Ichigo con una suave sonrisa.
— Lo sé, pero... bueno, dije que no iba a tardar mucho. — explicó sin mirarle mientras rebuscaba dinero en su pequeño bolso de mano. Ichigo la observo detenidamente, su expresión resignada y cansada que trataba de ocultar a cada segundo, ahora, gracias a los efectos del alcohol se hacía más visible. — Señorita... — se dirigió educadamente a Senna.
— ¿Dime? — se acercó a ambos mirando a Ichigo con una sonrisa burlesca.
— ¿Cuánto es todo...? — pregunto mientras hurgaba en su monedero.
— Oh, no te preocupes, hoy invita la casa. — contestó alegremente guardando una botella de alcohol cerca de la pareja.
— ¿De verdad? — pregunto incrédula para ser contestada con una sincera sonrisa de la joven camarera. — Vaya, pues... muchas gracias. — hizo una reverencia sosteniendo su bolso entre sus manos.
— No hay de qué. — y con su peculiar felicidad se marchó para recoger otras cosas.
La morena cerro de nuevo su pequeño bolso y miró a Ichigo quien se encontraba de pie enfrente de ella con las manos en su bolsillos, esperando a que la chica dijese algo.
— Bueno, Ichigo, aquí nos despedimos. — le tendió la mano, pero el no la acepto.
— Ni loco creerás que dejaré que vayas sola a estas horas. — dijo con una leve sonrisa y cejas arqueadas.
— Puedo cuidarme sola, además vivo cerca.
— Es igual, créeme que eres demasiado llamativa como para que puedas irte tu sola a algún lado a estas horas. — insistió. — te acompañaré.
— ¿Eso es una afirmación o una petición? — preguntó divertida.
— ¿De verdad lo preguntas? — cuestionó de igual manera. La muchacha se dio por rendida y desvió su mirada, dándole paso libre para acompañarla. — Vamos.
Ambos salieron poco a poco del recinto, esquivando a menos gente de la que Rukia se encontró al entrar y recibiendo menos piropos ya que contaba con la matadora mirada de su pelinaranjo guardaespaldas. Con cuidado y a pasos más o menos lentos, consiguieron salir del recinto donde una ráfaga fresca daba constancia del cambio de temperatura.
La morena no pudo evitar frotarse sus desnudos brazos en un abrazo a si misma ya que tan solo salió con sus altos tacones y su escueto vestido negro que dejaba sus hombros al descubierto. Se arrepintió de no haber cogido algo de abrigo.
— ¿Tienes frio? — preguntó el pelinaranja.
La respuesta era obvia.
— Un poco, sí... — dijo sin dejar de abrazarse a sí misma.
El joven comenzó a andar e hizo un ademán a la morena para que le siguiera. Apenas unos pasos y estaban en frente de un pequeño aparcamiento donde sonó el pitido de un coche abriéndose. El de Ichigo. Se quedó a unos pasos de distancia observándole como metía medio cuerpo en el coche en busca de algo.
Segundos después salía con su chaqueta del trabajo y cerraba el coche de nuevo con ese mismo pitidito y las luces intermitentes se encendieron un instante para apagarse de nuevo. Caminó de nuevo hacia ella, acomodando la prenda y se la acercó.
— Toma, con esto no pasarás frio. — la chica observo la chaqueta de hombre uno instantes y luego la cogió para ponérsela aunque le quedase grande.
— Arigato...
La muchacha agradecida, se abrocho el abrigo con sus manos y comenzaron a andar hacia su casa. Continuaron hablando, descubriendo que ni uno era tan pervertido ni que la otra era tan creída. Aunque no estaba nada mal eso de coquetear con el otro, era divertido.
Entre charlas sin sentidos, insinuaciones bastante directas y alguna que otra carcajada, sus pies llegaron finalmente a casa de la morena. Esta se paró y miró a su nuevo amigo con una leve sonrisa, quitándose poco a poco la prenda que le dejó para devolvérsela.
— Gracias por acompañarme... — agradeció mientras se terminaba de sacar una manga. — y gracias por la chaqueta. — volvió a agradecerle devolviéndosela con una cordial sonrisa.
— No hay de qué.
— ¡Qué raro! — fingió sorprenderse, llamando la atención de Ichigo. — ¿De verdad "no hay de que"? Pensé que me pedirías algo pervertido.
— ¿Acaso quieres que lo haga? —se insinuó. — Y yo que intentaba ser gentil... —bromeó.
—Bakamono...
Ambos rieron ligeramente, desviando sus miradas un instantes para después observarse de nuevo de forma más sosegada y con una sincera sonrisa en sus rostros. Sopló otra pequeña brisa que hizo que las piernas de Rukia se enfriaran aún más y la hiciesen volver a la realidad.
—Bueno, voy dentro, empieza a hacer frio. — comentó mientras se frotaba sus brazos.
— Adiós... — se acercó a ella y le dio su sencillo beso en la mejilla. — ¿Nos veremos en la reunión del viernes? — preguntó separándose de ella.
— Es posible... — contestó dándole la espalda y entrando en casa. — Adiós, Ichigo.
El joven se quedó observándola entrar en casa, con sus manos en los bolsillos del pantalón. Pero el chico de cabellos naranjas no era el único que observaba la situación; desde la ventana de la vivienda, Renji, el prometido de la morena observaba atento a ambos, con el ceño fruncido y algo de desconfianza.
Pero de esto, ninguno de los que estaban en el exterior se cercioraron y ambos siguieron su camino.
La joven morena se deslizó dentro de la casa, cerrando rápidamente la puerta y suspirando de golpe. Había aguantado muchísimo, y además fingiendo tranquilidad cuando en realidad estaba nerviosa de tener a aquel hombre en frente suya después de todo... cerró los ojos y respiró hondo para luego bajarse de sus tacones.
Intento caminar sosegada por el pasillo y al entrar en el salón se encontró con Renji de pié al lado del sofá dando un respingo al verle despierto a esas horas.
— ¿Dónde has estado? Estaba preocupado porque llegabas tarde... — pregunto con voz neutra y mirando el reloj que reposaba en su muñeca.
— Salí a tomar algo... — contestó dejando el bolso sobre una silla e intentando escabullirse de la situación, siempre con su porte tranquilo.
Renji la observó detenidamente, llevaba alguna que otra copa de más y parecía extraña, por lo que se aventuró a preguntar quién era su anaranjado acompañante.
— ¿Quién era ese hombre? — volvió a interrogar siguiendo a Rukia la cual caminaba directa a su recámara.
— Un amigo. — volvió a contestar, está vez con pesadez mientras entraba en la habitación, seguida a escasos pasos de Renji.
— ¿Un amigo? — repitió escéptico, pero con total y fingida tranquilidad. — ¿Quién es...? — preguntó desconfiado.
—Ay Renji, ¿por qué tantas preguntas...? —se quejó agobiada y cansada. El alcohol ahora le estaba empezando a dar dolor de cabeza y el no dejaba de preguntarla cosas.
Cosas que no quería responder.
— Creo que tengo el derecho de preguntarte quien es ese hombre, soy tu prometido... — reprendió sin dejar de observar como prácticamente quería evitarle y seguía con su labor de quitarse el vestido para ponerse el pijama.
— ¿Acaso no confías en mi? — la morena le miro de reojo mientras se ponía el pantalón de su pijama.
— No se trata de eso. — contestó tajante, apoyándose en el marco de la puerta con sus brazos cruzados. — Solo quiero saber quién es ese hombre. Nunca le había visto contigo.
— Ah... — suspiró cansada mientras se metía en la cama con cuidado. — solo es el hijo de Kurosaki Isshin. — respondió arropándose en las mantas y escondiéndose de su cargo de conciencia.
— ¿Kurosaki Isshin? — su prometido se relajó y caminó hacia la cama, sentándose en el borde más tranquilo. — ¿El hombre con el que estamos negociando en la empresa?
— Ajá... —afirmó mientras intentaba hacerse la dormida.
— De todos modos... — giró su cabeza para observar la espalda de su esposa mientras intentaba dormir. — ¿Que hacías con su hijo?
— Ay Renji, me lo encontré por casualidad, ya... — contestó molesta y algo enfadada, rezando porque dejase de preguntar.
— Ah... está bien... — se dio por vencido y se sintió mal por hacerle tantas preguntas por lo que se metió en la cama tras apagar la luz, apegándose a su cuerpo para susurrarle unas disculpas. — Lo siento.
— ... — no contestó, se limitó a notar como su prometido besaba su nuca y empezaba a acariciar su vientre. — No... no pasa nada... — le disculpó nerviosa al ver lo que estaba intentando su futuro esposo.
— Bueno, quiero disculparme de todos modos... — sugirió indirectamente con voz ronca, apegándose más al menudo cuerpo de ella.
La muchacha se removió incomoda, gruñendo levemente para hacerle ver que no tenía ganas, pero el insistía con más ímpetu. La muchacha intentaba alejarse de él, pero su límite era el borde de la cama o el suelo, y del primer lugar no quería moverse por lo que opto por retirar sus manos y comenzar a negarse en voz alta.
— Renji... oe, Renji... no... — susurro de forma que pudiese escucharle, pero él estaba más concentrado en besar la blanquecina piel de su cuello. — Renji... — le advirtió una vez más, con un tono más fastidiado y apartando con más fuerza las grandes manos de su prometido. — ¡Renji! He dicho que no. — alzó la voz, negándose de forma tajante.
El pelirrojo paro bruscamente, observando a su prometida dándole la espalda y no pudo evitar que un gesto triste se formase en su rostro, para después ser aplacado por rabia y frustración. La morena se refugió con firmeza entre las sabanas y cerró los ojos enfadada, sin dejar de darle la espalda, cosa que el imitó girándose hacia el otro lado.
Otra noche fría mas...


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