Powered By Blogger

miércoles, diciembre 05, 2012

CAPITULO 7 "No eres la culpable de tus sentimientos"


Como lo odiaba... odiaba el trabajo, odiaba los viajes de negocios, odiaba los trenes de larga distancia, odiaba los viajes largos, odiaba a su padre por hacerle ir a él, odiaba a los Kuchiki por ser tan snobs de no ir en tren y optar por un medio de transporte más cómodo y privado. ¡Maldita sea su suerte! Encima no podría ver a Rukia hasta dentro de tres días por la maldita reunión. Y para colmo, tendría que verle la cara al prepotente de su hermano y al cornudo de su prometido.
Su cabeza dio un leve cabezazo contra el cristal de la ventanilla de aquel tren. Miró de reojo a los chupatintas que le acompañaban a la reunión, todos de edad media, con escaso pelo y físico deplorable. Todos dormidos. Gruñó de nuevo. Este viaje sería aburrido... muy aburrido.
Sacó de nuevo su móvil y releyó ese maldito mensaje que le envió Rukia por la mañana. Maldita enana bastarda, como disfrutaba haciéndole sufrir. Sus palabras burlescas escritas en el sms fueron tan simples como: "Seguro que te lo pasas bien en Tokio. ;)"
Suspiró y frunció más el ceño sin entender el doble sentido de esas palabras...

Llegaron de noche al hotel, todos los varones estaban cansados y solo querían meterse en la mullida cama para dormir. Ichigo sin embargo, continuaba con el mismo humor del principio. Seguro que los Kuchiki ya habían llegado al hotel y estaría durmiendo en su maldita suite de lujo. Aunque bueno, no se quejaba de eso ya que a él le habían puesto una igual a diferencia de los demás empresarios que venían con él.
Negó con la cabeza y sacó de una vez la pequeña maleta que traía consigo en el maletero de aquel taxi. Entraron todos en el ostentoso hotel y fueron directos al ascensor para subir a sus respectivas habitaciones. Los otros hombres bajaron antes que Ichigo, y este tuvo que esperar a que el ascensor subiese a las plantas más altas para llegar a su suite.
Otro suspiro.
Las puertas se abrieron de nuevo dando paso a un amplio y ostentoso pasillo con pocas puertas. Arrastró su maleta con ruedas por el suelo de forma cansada y se encaminó a su habitación. Se sintió al instante observado, se giró rápidamente pero no vio nada. Frunció el ceño enfadado y segundos después le restó importancia volviendo a caminar hacia su suite.
— 345... 346... 347. Está es. —introdujo la tarjeta en el lector y la puerta se abrió.
Suspiró aliviado, al menos la habitación era espaciosa y aquella enorme cama parecía agradable y bastante cómoda. Soltó su maleta a medio camino y se estiró mientras se dejaba caer en la cama agotado de todo el viaje, pero un sonido de papel arrugándose bajo su cabeza le hizo reaccionar.
— ¿Pero qué...?
Se sentó en la cama y abrió la nota que hacia escasos momentos reposaba bajo su cabeza. La leyó atentamente y muy extrañado.
"Ichigo Kurosaki, ven a la habitación 341."
La nota no decía más, así de escueta y tajante, además de anónima. Frunció el ceño pensativo, intentando adivinar quién podría ser, pero sus neuronas estaban más que agotadas y tenía un humor de perros que no le ayudaban en absoluto. Se revolvió el pelo, volvió a leer la nota más relajado y quedó pensativo unos momentos.
¿Quién sería?
Se levantó de la cama tras un gruñido cansado y se dirigió hacia el pasillo de nuevo. Mejor iría, vería quien era y qué demonios quería, y así volvería a dormir en un santiamén. Guardó la tarjeta en su bolsillo y caminó rápido hacia la suite del fondo con el numero 341. Su ceño continuaba fruncido y no parecía tener mucha paciencia, así que quiso acabar con ese asunto rápido.
Llegó a la puerta y al llamar tocando con los nudillos, la puerta se abrió. O más bien, ya estaba abierta cuando él tocó. Alzó una ceja y con precaución entró en la suite, que era igual que la suya. Frunció el ceño y se adentró en la habitación, observándola con recelo...
— ¿Hola...?
Se quedó quieto, observando que no había nadie en aquella habitación, y ofuscado se giró para marcharse de allí. Pero esos planes de irse se desvanecieron cuando se dio la vuelta y vio a la mujer causante de su locura justo detrás suya, cerrando con una mano la puerta y apoyada en la pared de al lado con sonrisa pícara de medio lado. Su boca se abrió inconscientemente y su ceño se relajó al instante, observando incrédulo el panorama que se presentaba ante sus narices.
— ¿Rukia? —por fin pudo hablar. — ¿Qué haces tú aquí...?
No contestó, con esa misma sonrisa del principio se acercó sigilosamente a él. Ichigo continuaba estupefacto, cerciorándose ahora que la tenía más cerca de su escasa ropa compuesta por un fino y bastante corto camisón que no dejaba demasiado a la imaginación. La morena parecía muda, tan solo actuaba y en ese preciso instante tironeaba de su corbata hasta el interior de la habitación.
Su humor cambió repentinamente cual mujer bipolar con la menstruación (N/A: Lo siento tenía que ponerlo xDDDDD) y la siguió como un perrito faldero, observando cómo le guiaba dándole la espalda. Maldito y perfectísimo trasero...
— Y bien, ¿qué tal el viaje? — preguntó con voz tranquila y relajada, guiándole a oscuras hasta la cama. — ¿Cansado?
—Sí... — afirmó sin dejar de analizar sus acciones.
— Entonces está vez me ocupo yo de todo... — susurró en su oído mientras le empujaba contra la cama.
Quedó recostado sobre el mullido lecho, ya bastante excitado por las palabras de la morena, observándola boquiabierto como se sentaba encima de su regazo, con esa pícara sonrisa y con sus ojos clavados en la camisa de este. Sus manos acariciaban con suavidad su pecho por encima de la tela, haciendo un placentero masaje para después llevar sus manos a la corbata del pelinaranjo y desabrocharla con lentitud.
Definitivamente sí... esa mujer le volvía completamente loco. Sus amplias manos apretaron con ansiedad su cintura, apretando su ligero cuerpo contra el suyo. Rukia se carcajeó levemente al ver su desesperación y le quitó finalmente la corbata. Observó el rostro excitado de Ichigo y sonrió de nuevo de medio lado, subió sus manos hasta uno de sus pechos y lo acarició tranquilo.
— Chs.. — llamó su atención, tensando un par de veces la corbata para después agarrar una de sus manos y comenzar a atarla al cabecero de la cama.
— ¿Rukia, que...?
— Shh... — apretó el nudo con la corbata y puso su rostro frente el suyo. —... te dije que yo me ocupo de todo, pero tu pareces no cooperar. — susurró finalmente para unir rápidamente sus labios.
— ¿Pretendes que me quede quieto? — cuestionó con una ceja alzada y sonrisa de medio lado.
— Muy hábil Kurosaki, acertaste. — contestó altanera desabrochando el cinturón con rapidez y sacándolo del pantalón.
Ichigo tan solo rió complacido al ver como amarraba con el cinturón su otra mano, apresándola contra el cabecero y dejando sus manos inmóviles. Sería divertido ver que tenía planeado la morena, aunque luego se arrepentiría de estar completamente a su merced. No podía mover sus manos, por desgracia, pero la curiosidad de ver lo que quería hacer le dejó manso cual cachorro.
Comenzó atacando su cuello, desabrochando al mismo tiempo su camisa. Ichigo tan solo dejaba brotar suaves suspiros de sus labios, relajándose y observando con los ojos entrecerrados a Rukia. A medida que abría la camisa, depositaba candentes besos en la piel expuesta, mordiendo cuando creía oportuno y pasando sus manos por donde besaba, provocándole un placentero cosquilleo.
Finalmente desabrochó la prenda y quedó en el abdomen. Alzo la mirada divertida y desabrochó los pantalones. Ichigo tragó duro y la observo impaciente, pero a la vez algo asustado. La morena no le hizo caso, se incorporó y se dio la vuelta sobre su regazo, dándole la espalda para posteriormente dejarle una buena panorámica de su trasero. Bajaba sus pantalones a la vez, lenta y tortuosamente para provocar a Ichigo.
Y lo consiguió.
El pelinaranjo, inconscientemente, dio el primer tirón a sus amarres para intentar agarrar aquel perfecto trasero que tan loco le volvía. Pero no pudo y eso le frustro además de hacerle arrepentirse por haberse dejado amarrar. La morena le miro de soslayo y sonrió de medio lado. Ahora sí, iba a sufrir de lo lindo.
Terminó de bajarle los pantalones y los sacó con tranquilidad, sabiendo que así le hacía sufrir aún más. Los lanzó lejos de la cama y se volvió a sentar en su regazo, dándole la espalda todavía. Miro sobre su ojo, de soslayo, sonriendo pícara el rostro ansioso de Ichigo y apretó su intimidad contra la de él, ganándose un ronco gemido.
— Rukia... — la llamó serio, haciendo que la morena volviese a girarse y quedar de frente. —... mejor suéltame. — pidió.
— Atarte no fue una opción, I-chi-go. — silabeó mientras se acercaba a darle un beso, andando con sus dedos por el pecho desnudo de él.
— Perra... — gruñó intentando besarla, pero ella tan solo se alejaba y acercaba tentándole.
— No estás en posición para ofenderme. — fingió estar enfadada, separándose de él y cruzándose de brazos. — Ahora sí que vas a sufrir. — amenazó sonriendo de medio lado.
Ichigo volvió a tragar duro, abriendo más los ojos asustado por la incertidumbre a la que era expuesto por Rukia. La morena volvió a besarle el cuello, bajando lentamente por la clavícula, acariciando sus pectorales para después besarlos de igual manera. Ichigo apretaba sus puños y se tensaba con cada beso que se daba más y más abajo. Ya, ya sabía lo que iba a hacer esa mujer, y eso le ponía más inquieto, ya que no se podía apenas mover.
Reptó hacia abajo como una felina y se deshizo del bóxer con facilidad. Ichigo se tensó de nuevo al sentirse expuesto y un escalofrío le recorrió la columna al ver como la morena sonreía maliciosa sin dejar de mirarle desde ahí abajo.
— R-Rukia... oe, suéltame. — pidió intentando sonar tranquilo, pero la morena comenzaba a acercarse lentamente a su ya animado amigo. — No, no, no lo hagas, suéltame primero, Rukia. — pidió ya más nervioso, tironeando levemente de sus amarres. — Rukia, no, suéltame. — ¿Funcionaría la psicología inversa? — Esta bien, hazlo y no me sueltes.
— ¿Me das permiso? — la morena alzo una ceja y sonrió, Ichigo la había cagado. — Genial, luego ni se te ocurra quejarte...
Psicología inversa fallida.
— No, no, no... ah... — no pudo seguir quejándose más, esa mujer cuando empezaba una cosa la terminaba, y empezaba bastante bien.
El pelinaranjo dejó caer su cabeza hacia atrás, dándose con el cabecero y reposando ahí, con los ojos cerrados y los labios entreabiertos. Sus puños se apretaban en ocasiones mientras la morena seguía concentrada en darle placer. Pasó su lengua en toda su longitud y le miró seria y decidida. Ichigo volvió a echar la cabeza hacia atrás tras un suspiro.
Continuó con sus movimientos, usando su mano y todos los recursos que podía. Podía notar como cada vez el pelinaranjo se removía más como todo su intento de contenerse se iba al garete. Gruñía ronco cuando ella introducía casi toda su intimidad en su boca, y ahora comenzaba a tironear de sus amarres con más fuerza y algo frustrado.
— Rukia... — gruñó con el ceño fruncido y su mirada excitada.
— ¿Ya? — preguntó con voz inocente, sonriendo de medio lado y dando una última lamida en la punta, provocándole otro escalofrío más al pelinaranjo. — Bien, pues entonces... — la morena comenzó a gatear de nuevo hasta él, besando de nuevo el mismo recorrido pero esta vez hacia arriba hasta que acabo sentándose de nuevo en su regazo. —... empecemos. — sentenció con voz suave, quitándose de golpe aquel corto camisón y quedando totalmente expuesta ante Ichigo.
Este la repasó varias veces con la mirada, se mordió el labio inferior y volvió a forcejear con esos malditos amarres. La morena rió divertida al verle tan ansioso y desesperado, comenzó a masajear sus pectorales con suavidad, moviéndose levemente sobre él. Se inclinó para volver a besarle el cuello con tranquilidad, volviéndole cada vez más y más loco.
Subió aquellos candentes besos a su mandíbula y barbilla para finalmente atacar sus labios. Ichigo correspondió de forma salvaje y desesperada, a pesar de estar amarrado parecía ser el quien llevaba las riendas de aquel beso. Y eso a Rukia no le gusto nada... ella tenía el poder en ese momento, y no se lo iba a arrebatar.
Se separó de él, posando su dedo índice en los belfos de él, sonriendo de medio lado y negando con la cabeza. Ichigo gruñó cual animal y tironeó de nuevo con sus manos para intentar al menos tocarla, pero era imposible. La morena se alzó levemente, apoyó sus manos en el pecho de él y mordió el labio inferior de Ichigo para después, al volver a su posición anterior, comenzase a introducir el miembro de Ichigo dentro de ella.
Ambos gimieron, esta vez Ichigo más que Rukia, ya que esta quería controlarse y estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para conseguirlo. Por fin estuvo completamente dentro de ella y ahora quería deshacerse de su amarre con más ganas. Mientras ella se movía a un ritmo lento, él intentaba sacar sus manos, pero el placer al que era expuesto no le ayudaba nada.
La morena aumentaba cada vez más la velocidad y la fuerza de las embestidas. Podía notar como el pelinaranjo movía levemente sus caderas e intentaba liberarse. Rukia no pudo evitar soltar un gemido, era humana y aunque intentase fingir indiferencia no podía hacerlo con ese hombre. Y ese femenino y erótico gemido, activó el lado salvaje de Ichigo.
Ahora tironeaba con fuerza, sobre todo de la mano sujeta por la corbata que parecía ir cediendo ante esos movimientos tan bruscos. Rukia sabía que tarde o temprano iba a conseguir liberarse y perdería el control, así que aprovechó al máximo su poder y sus movimientos siguieron raudos y veloces. Unió sus labios contra los de Ichigo, besándole para intentar quitarle fuerzas, pero eso solo le alentó a más.
Tiró con fuerza y se deshizo por fin del amarre con la corbata. Gruñó contra los labios de ella, advirtiéndola de que ahora ella sería la que iba a sufrir y llevó su mano libre a desatar la que estaba presa del cinturón. Y por fin... ¡libre! Iba a cobrárselas una a una a esa enana del demonio.
Puso una de sus manos en su nuca y la otra en su muslo, apretando con fuerza y obligándola a mirarla fijamente. Los labios de Rukia estaban entreabiertos, respirando a duras penas y sus mejillas algo sonrojadas por la actividad reciente. La besó de nuevo de forma pasional y fuerte, demostrándole que ahora él tenía el control y giró quedando esta vez el encima.
Rukia ya no podía dominarle, ahora era él quien tenía el mando de aquella situación, pero no le desagrado para nada. Las manos de Ichigo ahora vagaban libremente por el cuerpo de ella, moviéndose a la vez con embestidas fuertes y rápidas, haciéndola gemir sin control ninguno.
— Ahora... vas a pagar por todas... — amenazó con voz profunda susurrándola contra su oido para después morder su lóbulo.
Tan solo pudo responder con un gemido ya que era incapaz de hablar. Los labios de Ichigo besaban cada rincón de su piel que podía, sin parar con sus movimientos y acariciando todo lo que sus manos podían abarcar. Esa piel suave, sin ninguna imperfección que parecía de porcelana... hermosa...
Estaba perdiendo la razón con esa mujer, y no entendía por qué. No entendía porque caía rendido a sus pies, porque se le hacía tan necesaria... no lo entendía. Pero necesitaba estar cerca de ella, aunque sonase repetitivo, sí, era como una droga. Quería escuchar sus suspiros, sus gemidos, sus palabras, quería escuchar su nombre brotando de aquellos labios. Hasta había veces que sentía que se volvía un ser completamente posesivo con ella.
¿Pero por qué? Ni siquiera era suya, nunca lo fue, él sabía que ya tenía dueño, pero aún así insistió. Cosa que no hacía muy a menudo, por no decir nunca.
Y ahí la tenía, con su rostro reposando en su torso, besándolo cuando no era interrumpida por uno de sus propios gemidos, sus ojos entrecerrados, sus mejillas encendidas, sus labios jadeantes. El tacto de sus manos clavándose en su espalda...
¡Qué demonios era esa mujer! No podía existir la jodida perfección...¿porque en ella sí?
Obligó a alzar su mirada para así poder fundirse en sus ojos violáceos, besándola al instante y dando las últimas embestidas que les llevarían a la cúspide. Sintió como jadeaba, pero aún así no rompía el beso. Sus dedos se clavaron más en él y todo sus ser sufrió unas contracciones que indicaban que había llegado al orgasmo.
Ichigo lo hizo momentos después junto con un ronco gemido al sentirse tan placenteramente apresado en ella. Ambos se desplomaron exhaustos sobre la cama, el pelinaranjo con cuidado de no aplastarla. Y otra vez, como la anterior, Rukia sintió la necesidad de acariciarle. Sus manos masajeaban su cabello anaranjado, recuperando a su vez la respiración.
Ante esta acción Ichigo se sintió tranquilo y en completa paz.
— No voy a volver dejarme atar... — musitó adormilado, con el rostro reposando en el pecho de la morena.
— ¿Por qué? ¿Acaso no te ha gustado? — preguntó divertida y agotada.
— Hmmm...sí, pero no me gusta eso de no poder hacer nada. — confesó abrazándola contra su cuerpo y acomodándose más en ella.
— Deja de quejarte... encima que te doy la sorpresa. — reprochó en un susurro y una leve sonrisa, sin dejar de acariciar el pelo de este.
— A propósito, ¿qué haces tú aquí? — alzó levemente el rostro para verla bien. — ¿Y tu hermano y tu prometido?
— No han podido venir y me enviaron a mi... —contestó con naturalidad.
— Me parece un buen cambio. — la enroscó más entre sus brazos y rodo en la cama, dejándola a ella encima de su torso.
— ¿Sabes que es lo mejor de todo...? — le hizo una pregunta con voz tranquila, caminando con sus dedos por el pecho de él. Este la miró esperando respuesta. — Que voy a estar sola en casa hasta la próxima semana. — finalizó con voz suave y sugestiva mientras sus dedos llegaban a los labios de Ichigo.
— ¿De verdad? —pregunto escéptico, a lo que ella asintió con una sonrisa de medio lado y acercándose a sus labios. — Tu prometido es estúpido... ¿cómo se le ocurre dejarte sola?
— Puedo cuidarme solita. — contestó con el ceño fruncido y algo más separada de sus labios.
— No lo digo por eso... — acarició de arriba a abajo la espalda blanquecina de la morena. —... es solo, que luego pueden robarle la novia... — susurró acercándose él, esta vez, a sus labios.
Rukia se carcajeó suavemente y se relajó, volviendo a besarle de nuevo no sin antes insultarle como de costumbre.
— Idiota...



Ambos descansaban sobre aquella cama de hotel, que la verdad era bastante cómoda. Debía serlo, ya que habían pagado bastante por aquella suite. Los dos cuerpos desnudos continuaban durmiendo a pesar que la luz del día ya estaba presente, pero poco les importaba. Ahora lo único que querían era dormir y permanecer pegados el uno al otro como habían pasado toda la noche.
Los ojos violáceos de la morena se abrieron lentamente, encontrándose desnuda y apresada por los fuertes brazos del pelinaranja. Sonrió somnolienta y con cuidado de no despertarle, se giró para observarle fijamente. Dormido hasta parecía inocente, con su ceño desfruncido, sus labios entreabiertos y respirando tranquilamente. Toda una escena, sin duda...
No quiso despertarle, es más, ella misma se estaba volviendo a quedar dormida poco a poco mientras le miraba. Pero el ruido del teléfono le arruinó su inminente sueño, haciendo que se girase de nuevo y trepase por la cama hasta el molesto cacharro que reposaba en la mesilla. Lo descolgó y lo llevó a su oído, tardando unos segundos en contestar.
—¿Diga...? — preguntó con voz cansada y dormida.
— Buenos días, Rukia. — saludó totalmente despierto Renji en el otro lado de la línea.
— Renji... —suspiró fastidiada y dejando caer su cabeza sobre el colchón.
— ¿Te he despertado? — preguntó apenado.
— ¿Tu qué crees...? — bostezó cansada mientras se incorporaba entre las sábanas y observaba como Ichigo abría lentamente los ojos, también fastidiado y somnoliento.
—Lo siento, era solo para preguntarte que tal estabas.
— Pues ahora mismo, dormida y muy cansada. — confesó cerrando los ojos, rezando porque se diese cuenta de sus indirectas.
— Vaya, ¿A qué hora tienes la reunión? — preguntó con voz animada.
— Dentro de unas dos horas... — abrió los ojos y miró de soslayo a Ichigo, quien reptaba cansado hasta Rukia para empezar a besar su clavícula. — Hmm...
— Ah, genial... — notó extraña a su prometida y no pudo evitar preguntar. — Rukia, ¿estás bien?
— Estoy genial... — susurró intentando controlar sus gemidos.
Y no, Ichigo no se lo ponía nada fácil. Continuaba besando todo lo que podía, destapándola con las sábanas para tener más amplitud y poder pasar sus manos por cada rincón de su piel... una vez más. Maldito pelinaranjo... lo hacía a propósito, estaba segura.
— Ah, entonces vale... — habló con un tono de voz más neutro.
— Bueno Renji, te dejo ¿vale? Tengo que prepararme para la reunión... — intentó deshacerse de él, y también del hombre que tenía encima besando todo lo que podía.
— Pero si es en dos horas.
— Tengo... cosas que hacer todavía... — miró a Ichigo con media sonrisa, la cual él también correspondió. — Adiós Renji.
— Adiós, te quiero...
—...— no contestó, se quedó callada y suspiró para después colgarle.
Su sonrisa se borró al instante y se sintió mal consigo misma una vez más. Colgó el teléfono y su mirada se quedó perdida en la pared de enfrente. ¿Qué estaba haciendo? ¿Le estaba engañando? Sí, claro que lo estaba haciendo, pero...ellos no se amaban mutuamente, por lo menos ella no y toda esa farsa no fue consentida por ella. Pero aún así, esa farsa se llevó a cabo con o sin su consentimiento.
De todos modos, era su amigo, no podía despreciarle. Pero...
— ¿Rukia...? — el pelinaranjo llamó por quinta vez a la morena, mirándola confuso.
— ¿E-eh? ¿Qué pasa? — preguntó desorientada.
— ¿Qué pasa? ¿Qué te pasa a ti? — preguntó tranquilo, incorporándose a su lado con gesto de preocupación. — Te he llamado cuatro veces y no me respondías... ¿va todo bien?
— Lo siento... — se disculpó tras un cansado suspiro y pasándose las manos por el rostro. — Es solo que... a veces me siento culpable... — confesó sin mirarle.
Ichigo cambió su semblante a uno más sereno y comprensivo. La abrazó con firmeza y la atrajo hasta su cuerpo, reconfortándola entre sus brazos para después depositar un beso en su coronilla. Ese gesto por parte de Ichigo sorprendió a la morena, quien inevitablemente se sintió protegida con él.
— Ichigo...
— No pasa nada... — habló en un susurro. —...tú no tienes la culpa de no quererlo.
Más se sorprendió al escuchar sus palabras. ¿De verdad era tan elocuente con sus emociones? ¿Era tan fácil adivinar lo que pasaba por su cabeza? No, no lo era, ella era la mujer de hielo, pero ese hombre lo hacía parecer muy fácil. El caso es... que se sentía tan cómoda a pesar de que él lo supiera.
Le dio el ultimo apretón y con gesto sonriente comenzó a hablar animado.
— Bueno, yo ahora creo que voy a darme una ducha... — comentó mientras salía de la cama. — La necesito... — musito haciendo de reír a la morena.
— Idiota...
— Tsk... mira lo que hiciste con mi corbata. — gruñó fingidamente mientras le mostraba la prenda totalmente arrugada e inservible. — Me vas a tener que comprar una nueva.
— ... — no contestó, se quedó observándole con una sonrisa en el rostro y abrazando sus rodillas.
¿Qué estaba haciendo ese hombre con ella...? De algo estaba segura, y es que la estaba volviendo completamente loca...



La reunión estaba siendo aburrida a la par de incómoda. La morena no paraba de sentirse observada por el aquel hombre repugnante llamado Omaeda que no hacía más que mirarla lascivamente. Como si así creyera que estaba ligando con alguien en vez de dar asco. Rukia se estaba poniendo de mal humor, sus descaradas miradas hacia su escote no pasaban desapercibidas y eso obligaba a la morena a taparse disimuladamente.
Aunque eso parecía no importarle a aquel hombre.
Pero Rukia no era la única que se daba cuenta de la situación, Ichigo también era consciente de la incomodidad de Rukia y de las asquerosas miradas de aquel corpulento hombre. Le miraba fijamente, esperando que sus pequeños ojos se juntasen con los suyos para poder intimidarle, ya que ganas de matarle no le faltaban.
La morena se masajeó las sienes intentando mantener la compostura y volvió su mirada a la mujer que explicaba todos los trámites con tranquilidad. Se notaba que aquel zafio hombre tenía miedo a su jefa, seguro que ella le mantenía a raya, pero parecía que con las demás podía hacer lo que quisiese.
Después de una larga hora de reunión y tramites, finalizó con éxito, pero aquel hombre parecía empecinado en amargarla el día a Rukia. La morena se levanto de su asiento y educadamente caminó hacia Soi-Fong, la jefa antes mencionada, para comenzar a charlar. De lo que no se dio cuenta fue de la descarada mirada que le dedico aquel hombre a su trasero... pero Ichigo si se dio cuenta, para su desgracia.
Mientras caminaban hacia fuera, el pelinaranjo se acercó a el hombre y posó con fuerza una mano en su hombro.
— ¿Qué te parece si nos adelantamos y hablamos, eh? — preguntó con voz fingida pero que desvelaba su enfado.
— No, gracias, aquí atrás estoy bien. — insinuó creyendo que Ichigo le seguiría el juego.
— Mira estúpido pervertido... — su voz hablaba bajo para que solo Omaeda pudiese escucharlo, de forma enfadada y amenazante y apretando el agarre que tenia sobre su hombro. — más te vale dejar de mirar así a la señorita o te puedo asegurar que no vas a poder volver a mirar a una en toda tu vida.
— H-h-hai... — nervioso accedió, clavando su vista en el suelo.
— ¿Entendido no? —el hombre asintió con vehemencia. — Perfecto. —palmoteó su hombro mientras las mujeres se daban la vuelta para observar a los varones.
Rukia observó a Ichigo y después al asustado pervertido que la miraba hacía escasos momentos, para después volver a dirigir su mirada al pelinaranjo, con el ceño fruncido y exigiéndole saber qué demonios había hecho para tener a aquel hombre así. Sin embargo, el Kurosaki tan solo giñó un ojo burlesco y sonrió de medio lado.
—Bueno señorita Kuchiki, espero verles mañana para sellar el trato. — habló formalmente Soi-Fong.
— Por supuesto, aquí estaremos a primera hora. — hizo una reverencia que todos imitaron. — Adiós.



— Todavía no me has dicho que has hecho para que ese asqueroso dejase de mirarme.
Ambos se encontraban cenando en una hamburgesería del centro de Tokio, todo por cortesía e idea del pelinaranjo. La verdad, había sido buena idea, hacía tiempo que Rukia no iba a esos sitios, siempre estaba de lujo en lujo y ya estaba cansada.
— Simplemente insinué que si seguía así le dejaría ciego. — contestó indiferente dando un bocado a su hamburguesa.
— Ah, que inteligente por tu parte amenazar a uno de nuestros afiliados con los que tenemos que sellar un trato todavía. — ironizó poniendo los ojos en blanco.
— ¿Ah? ¿Y acaso el si puede mirarte de la forma que lo hacía? — espetó con una ceja alzada. — No hablará, no le conviene.
Rukia suspiró, no tenía remedio. Continuaron comiendo aquella deliciosa hamburguesa, la morena con cuidado de no mancharse, cosa que hacía gracia a Ichigo, el cual comía despreocupadamente. Se notaba que la morena no estaba acostumbrada a estos sitios.
— Podríamos haber ido a otro sitio si lo hubieses preferido.
— ¿Qué? No, no, no... nada de eso. — se negó rotundamente. — Hacía mucho que no venía a uno de estos, me gusta.
— ¿Cuánto tiempo hace que no vienes a comer hamburguesas a un sitio como este? —preguntó interesado.
— Desde que era adolescente. —confesó dando otro mordisco.
— Interesante...
— ¿Qué pasa? — preguntó con la boca llena para luego tragar y proseguir. — Te dije que estuve sobreprotegida, y todavía lo sigo siendo a pesar de todo.
— ¿Y no piensas acabar con esa sobreprotección?
— Dame ideas, listillo. ¿Te crees que no lo he pensado?
— ¿Que has intentado hacer? — rebatió con voz tranquila y neutra.
—Pues... yo... — quedó pensativa unos momentos y luego le encaró de nuevo. —¿Que quieres que intentase? No iba a servir de nada.
— ¿Ves? Si no lo intentas no lo sabes.
— Tu no conoces a mi familia...
— Pero te conozco a ti, y puedes hacerlo. — animó de forma sincera. — Debes controlar tu vida Rukia, no que los demás la controlen por ti.
La morena no contestó, tenía razón no se lo iba a negar, pero ¿qué iba a hacer? ¿Decirles a toda su familia que la dejase en paz, así, por las buenas? Se buscaría muchos problemas, y no solo a ella, sino a su hermano también, porque a pesar de todo, el siempre recibía golpes por su culpa.
Suspiró y le restó importancia, sería mejor no pensar en aquello.


garon ya anocheciendo al hotel después de un agradable paseo por Tokio. Ichigo parecía conocerlo bastante bien y la había llevado a sitios donde nunca había estado a pesar de haber visitado Tokio más de una vez. Fue agradable pasar la tarde con Ichigo, después de todo y conocerle no era tan pervertido, y parecía que le interesaban más cosas a parte del sexo.
Rió ante su pensamiento, llamando la atención del pelinaranjo.
— ¿De qué te ríes? — preguntó extrañado mientras las puertas del ascensor de abrían para dejarles salir.
— De nada, de nada... — le dedico una tranquilizadora sonrisa. — Oe, ¿qué te parece si... — cuando llegaron al pasillo con las puertas se pararon y la morena se acerco a Ichigo, hablando de forma sugestiva. —... vas a tu habitación, te preparas un poco y vienes a darte un baño en esa bañera de mi habitación? — propuso muy cerca de sus labios y acariciando su pecho.
— Me parece genial...
— Entonces, te espero allí, voy a preparar las cosas. — besó fugazmente sus labios y se marchó para el lado contrario de Ichigo.
El pelinaranjo voló, literalmente, a su habitación. Se dio una ducha rápidamente, impaciente por ir a la habitación de la morena de una vez, ¿de dónde tanta ansiedad y desesperación por ir? Ni que llevase una semana de sequía... pero estar cinco minutos sin tocarla ya se le hacia difícil de soportar, así que...
Entro bajo la regadera, se lavó rápidamente el pelo, se aseó bien y salió impaciente de la ducha. Ni cinco minutos tardó. Se seco el cuerpo como pudo, se vistió más cómodo y sencillo y salió de su habitación 15 minutos después de haber entrado. Cualquiera que le viese en esa situación se reiría de él y le llamaría desesperado... Pero como no serlo con una mujer como Rukia Kuchiki.
Caminó por el pasillo hasta el fondo, a paso normal para aparentar tranquilidad pero con su pelo totalmente mojado. Llegó a la puerta de la habitación de Rukia y esperó unos minutos en frente para no parecer desesperado, se estiro las extremidades y el cuello para finalmente llamar a la puerta. Espero unos segundos hasta que la morena abrió, solo ataviada con la toalla.
— Vaya, si que has tardado poco. — hizo la observación riendo de medio lado.
— Ya, tenía ganas de probar esa bañera... — entró en la habitación.
— Ve entrando, ahora mismo voy yo... — ordenó mientras desaparecía por la habitación a por algo.
No tardó en entrar en el baño y verlo a oscuras, tenuemente iluminado con unas velas y la amplia bañera llena de agua que seguramente estaría caliente. Se desnudó con tranquilidad y se incorporó en la bañera, sintiendo la calidez del agua y relajandose después de un largo día de trabajo. No pudo evitar suspirar complacido al sumergirse.
— Veo que estás agusto, ¿eh? — la morena hizo acto de presencia junto con unas copas y una botella de champaña. El pelinaranjo ni se inmutó, continuó con su cabeza echada hacia atrás y sus ojos cerrados.
— La verdad es que es relajante...
— Lo sé... — sintió como la morena introducía sus pies en la bañera y se sentaba poco a poco en el lado contrario a él.
— Ha sido un día duro, ¿eh?
— Y que lo digas... — apoyó dando un sorbo a su copa. — ... ese pesado de Omaeda me ha dado mucho asco.
— Te aseguro que no volverá a mirarte así, al menos no en mi presencia. — corroboró muy seguro mirando fijamente a la morena.
— Vaya, Kurosaki-kun el justiciero. — ironizó divertida mientras daba otro sorbo.
Ichigo la observaba sonriente, con sus ojos destellantes de libido y con unas asfixiantes ganas de besarla. Sonrió de medio lado y hizo un ademán con la mano para que se acercase a él.
— Ven aquí...
La morena sonrió suavemente, dio otro sorbito y dejó la copa para nadar hasta él, apoyándose en sus piernas para darse impulso y quedarse sentada en su regazo. Sus rostros quedaron juntos, sus ojos ya estaban fundidos en el contrario y sus sonrisas pícaras de medio lado adornaban la situación. Rukia comenzó a acariciar el pecho de Ichigo, subiendo hasta sus hombros y bajando, repitiendo esa acción para provocarle un placentero masaje. Y el correspondía de igual forma, acariciando sus caderas y sus piernas.
— No sé de donde sacas tantas ideas, pero siempre acabas sorprendiéndome...
— Una tiene mucha imaginación. — sonrió contra sus labios para después besarla.
— Imaginación, ¿huh? — esta asintió levemente, volviéndose a besar con fuerza y lujuria. — Conmigo no la vas a necesitar para nada... — insinuó divertido.
— Eres muy creído, Kurosaki-kun. — mordió su labio inferior. — Hablas mucho, pero haces poco... — le retó sabiendo que así tocaría su ego.
— Tu lo has querido.






2 comentarios:

  1. me gusto mucho tu historia ojala tengas tiempo para sacar mas historias porque son muy lindas ;) en verdad lindas

    ResponderEliminar
  2. gracias gatita dark espero ponerme al corriente... saludos

    ResponderEliminar