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sábado, septiembre 22, 2012

LO QUE NO VES...


PROLOGO
Era dos de noviembre, el día de todos los santos, cuentan que el primero al medio día las almas de los difuntos vienen al mundo de los vivos a visitar a sus seres queridos, y estos los esperan en su casa con una variedad de masas, panes en forma de personas (que representan a los muertos), escaleras (por donde regresan su mundo nuevamente), águilas, coronas y demás variedad de formas, también hay algunas golosinas, para aquellos que en vida les gustaba el dulce, los esperan con su bebida y su comida favorita para que ellos los bendigan más a su partida y desde donde estén, para demostrarles que aun se los recordaba y quería, el dos se encaminan al cementerio y desde su tumba al medio día los despachan con mucho rezos, cantos, y variedad de costumbres, adquiridas por familias.
Y hoy como cada dos de noviembre el cementerio estaba lleno de gente que venía a despedirse de sus muertos, aun que solo sea el cementerio de un pueblo pequeño, se encontraba aun mas lleno de lo acostumbrado, hoy daba el adiós a un hombre que fue importante en mi existencia. La lluvia caía fuertemente dando al lugar un ambiente más triste, de mis ojos salían lagrimas gruesas y solloce fuerte cuando el ataúd fue metido en la fosa y la tierra de a poco cubrió el cuerpo del hombre que me enseño a descubrir un sinfín de sentimientos, primero amor, tristeza, alegría, rabia, quien desde siempre me encerró en un mundo que nunca ame, vi como la gente se iba del cementerio acaricie la tierra húmeda; había caído sentada al lado del nicho, ¿Cómo podía ahora dejarme perdida en el mundo que me encerró?, con un millón de responsabilidades que no podría arreglar pero también sabía que debía de hacerlo, me dejaba como siempre todo a mí, desde siempre me había dejado a cargo de solucionar problemas que no me concernían en nada, pero…ahora había terminado todo… ya no tenía mi carcelero, a ese hombre pedazo de hielo con el que me case, ya no estarían más aquí para secuestrar mis ilusiones, sonreí de lado al imaginar la cara que tendría si supiera lo que tenía planeado hacer, pero no podía hacerlo después de todo el ya no sentía nada, lagrimee un poco más, murmure un adiós suave, adiós a toda mi prisión, ahora con mis veinte y nueve años quedaba libre para ser yo, adiós a la fingida felicidad, al hogar bien hecho, adiós a todo lo que me encerró.
Sentí como una mano grande y fuerte me presionaba el hombro dándome impulso a ponerme de pie, le sonreí
Te amo – le dije me enderece y me abrace a mi nueva y ultima ilusión
Mientras esta nueva esperanza de ser libre me conducía por el estrecho sendero del cementerio donde sepulte al hombre que me dio inicio, recordé con detalle cómo y cuando había empezado mi mundo a caer, a pesar que en ese tiempo yo creí que sería mi mundo feliz, el ´´vivieron felices por siempre`` que había soñado tener en mi existencia, pero con él nunca se sabía nada, era ir dando tumbo tras tumbo sola yo intentando estabilizarme.
Capitulo # 1
Conociéndote
En estas fechas de elección era la verdad muy aburrido, cada candidato político hacia promesas que nunca cumpliría y se les olvidaría una vez que se sienten en la silla presidencial de este país, me encontraba con mi hermana Miyako parada en la plaza del pueblo, en lo alto de las largas graderías que conducían a un diminuto lugar de descanso, donde se encontraban unos hombres que por su apariencia daba a mostrar que eran de buena familia daban un extenso discurso de las maravillas que realizaría su partido político una vez este en el poder, yo estaba cansada por estar parada ahí sin escuchar en realidad nada de lo que decía. A mí no me gustaba en nada la política me parecía de verdad aburrido todo eso, entendía un poco como era ese mundo aun que claro en un país y una sociedad plagada del machismo, las mujeres no estábamos adecuadas para nada mas que no sea la cocina y cuidar a los hijos, para mí eso era muy arcaico, incluso Miyako tenía los mismos pensamientos que el mío, demasiado liberales y feministas para caber en este lugar, aun que claro ahora Miyako dentro de nada cambiaría su posición, si nos encontrábamos paradas en este lugar era porque ella esperaba a su novio y futuro esposo.
Mi nombre es Rukia kuchiki, soy una chica de diecisiete años recién cumplidos, cuarta hija de una familia de seis, mi padre Matzuda kuchiki de profesión agricultor, era el hijo menor de la familia más prestigiosa y adinerada de ese pueblo donde vivía, mi madre Shirayuki Himura era una mujer que viva en la ciudad pero cuando conoció a mi padre se casaron al mes de conocerse, cuando mi padre la llevo al pueblo ella quedo enamorada de su verde paisaje y al ser aceptada por mis abuelos con los brazos abiertos ella feliz se quedo a vivir en el pueblo, desde que recuerdo ella dedico su vida al cuidado de la familia, ella estuvo al cuidado de mis abuelos cuando se enfermaron, el primero en partir fue mi abuelo y al año siguiente le siguió mi abuela, a pesar de no recordar sus caras, tenia recuerdos bien nítidos de ellos, de las cosas que convivimos con ellos, aparte de mis padres estaban mi hermano mayor Byakuya de 29 años, él era el orgullo de mis padres, por ser el primogénito a quien habían mandado a estudiar a la universidad de la capital y antes del tercer año de carrera lo dejo por que se había decidido a casarse con su novia del colegio hissanna Mao, de su misma edad era una excelente mujer que aguantaba a mi hermano y sus cambios de humor, también tenía a mi hermana mayor momo de 27 años, mis padres la casaron a los 25 con Aizen un hacendado de un pueblo vecino, tenían un hijo pequeño de tres años, quienes venían de vez en cuando a visitarnos, luego esta mi hermana Miyako que tenia ahora 20 años y ella ya había conocido al ´´hombre de su vida`` hace poco le propuso matrimonio y ella acepto en el acto, Kaien Kurosaki era un muchacho alto de ojos y cabellera oscura la piel un tanto blanquecina, sin duda era el mejor partido de este pueblito perdido en la nada, había llegado a Chajlaya (el nombre del pueblo donde vivo) para hacer sus trabajos de prácticas de su estudio en el colegio del pueblo haciendo de profesor de matemáticas, puesto que consiguió gracias a que su padre y el mío hicieron algunos negocios y para que no sea designado a un lugar donde no tendría a nadie que le colabore por eso mi padre ayudo a mover los hilos necesarios para que el llegue al lugar y no tenga que sufrir ninguna peripecia, se instalo en mi casa y vivió ahí todo el tiempo que duro su práctica, en cuanto se conocieron con Miyako se gustaron, empezaron a salir y de ahí se llego a un mutuo acuerdo de matrimonio y dentro de dos días se casaban, hoy debía de llegar el trayendo las cosas que faltaban para el matrimonio y así tener todo listo para el gran día.
Desde la curva donde ya se podía apreciar el pueblo el auto que llegaba dos veces por semana toco su bocina anunciando su llegada, era tan común eso en aquí, sonaba la bocina y los habitantes del pueblo se juntaban en la plaza para ver si había alguna novedad, quien llego, que trajeron y demás chismes que daban vida a la monotonía del pueblo, los niños se reunían para jugar al futbol las canicas o demás juegos infantiles después de un día de estudio y trabajo en la tierra. Aparco la movilidad a un costado de la plaza de a poco empezaron a bajar todos, los aldeanos que había ido a La Paz para vender sus productos llegaban trayendo productos para el consumo de su familia y cuando estos se terminaban iban a la tienda de mi madre a comprar todo lo que les faltaba.
El último en descender del coche fue kaien, con su porte altivo sus ojos rápidamente registro el lugar y cuando vio a mi hermana sus labios se extendieron en una radiante sonrisa, dejo la maleta que tenía en mano caer al suelo y corrió a abrazar y besar apasionadamente a mi hermana
No coman pan delante de los pobres – dije en tono molesto, pero mi cuñado soltó a mi hermana y me sonrió feliz, ya sabía que lo decía en broma
Para ti también hay enana – me dijo dándome un beso en la frente alzándome con sus fuertes brazos y hacerme dar vueltas
Ya, ya bájame Kaien – proteste entre risas, sin duda no tendría mejor cuñado que el
¿Cómo han estado mis hermosas mujeres? – pregunto mientras sostenía de la cintura a miyako y a mí por los hombros, nos encamino al coche de nuevo
Aburridas – dije enfurruñada y el solo soltó una risotada
Tú te aburres con todo Rukia – me dijo en todo despreocupado como si eso fuese normal
No hay nada decente en este pueblo – aclare
¿Ya leíste los libros que te deje? –
Se termino los tres en una semana – informo mi hermana sonriéndole – parece que el encierro le hace daño –
¿encierro? – pregunto – ella nunca para en tu casa –
Bueno la castigaron mis papas por hacer cosas que no debe –
¿Qué hiciste Rukia? – me exigió saber, a él no le gustaba que me porte mal era más protector que mi propio hermano
Nada – conteste suplicándole en mi fuero interno que mi hermana no diga nada, ya que si decía algo el no me daría mi ´´regalo`` prometido
Se fue en el coche al cruce de los caminos y ahí condujo a gran velocidad, un campesino vino a decirle a mi padre que la vio, cuando Rukia llego mis padres le reclamaron y ya la conoces ella se puso una fiera grito protesto y al final no podía salir a ningún lado, por eso no fue conmigo a hacer la compras a La Paz – le conto mientras yo la ahorcaba mentalmente
Rin no te enseñe para que arriesgues tu vida – me regaño Kaien y al ver la carita de perro degollado que le puse solo resoplo y hablo serio – te prometo que hablare para que te levanten el castigo – me dijo y yo le sonreí agradecida
Tranquilo Kai de seguro con tu llegada y la boda se les olvida y me dejan tranquila – le asegure
No causes más problemas Kia – me dijo casi desesperada Miyako
Haré lo que pueda – le asegure
No me percate que había otros dos hombres trabajando fuerte y duro bajando todo el cargamento de kaien del auto, uno era el chofer a quien yo conocía y al otro no, cuando terminaron de descargar había muchas cosas que llevar a casa y mi padre había mandado a Narciso el chofer para llevarnos quien presuroso se dispuso a ayudarnos a cargar a nuestro auto para que nos lleve a la casa
Miyako te presento a Mioga, será el padrino – dijo indicando al hombre de avanzada edad que ayudo a bajar las cosas – mioga ella es Kagome mi esposa y la pequeñita de aquí en Rukia mi cuñada – dijo y el hombre nos saludo amigablemente
Un gusto señoritas un placer conocer a la mujer que le atrapo al cabezota este – dijo riendo de la cara de fastidio que puso Kaien
Cállate viejo – contesto molesto
Nos subimos al auto y tuvimos que hacer un recorrido de quince minutos, la hacienda donde vivía era un tanto alejada, el viaje fue ameno el hombre conto algunas cosas interesantes de la ciudad, ciudad que había conocido muy pocas veces y solo un lugar, me distraje imaginando el atrio y la imponente iglesia de san francisco, el palacio legislativo, y la gran avenida denominada ´´el pardo``, de seguro sería algo lindo de ver y conocer, llegamos a casa y fuimos recibidos por mi padre y mi madre en la puerta de la casa, esa noche se realizo una cena de lujo donde los invitados eran el centro de atención, en esa charla Kaien comento de mi error y pidió que me disculpen y se me levante el castigo, ellos dijeron que ya no había problema pero que les gustaría saber cómo había aprendido a conducir y el estuvo a punto de revelar que había sido él y gracias a dios Miyako lo callo de un buen codazo que solo yo vi al tenerlos al lado, me reí disimuladamente.
Inuyasha anuncio que mañana llegaban sus padres y su hermano mayor que por cuestiones de trabajo y negocios se quedaría un corto tiempo con nosotros, yo como siempre me desentendí de su conversación y me dedique a pensar en los nuevos libros que me había traído mi cuñado, me sorprendió que me trajera más de lo que le pedí, no solo había libros donde enseñaban matemáticas, ciencias e historia, si no también habían novelas escritas por autores extranjeros eso me trajo alegría seguro hoy me la pasaría leyendo toda la noche, para mi pesar en este pueblo olvidado por el gobierno actual no había llegado la luz o lo nuevo de la ciudad, así que me tocaba hacer mis lecturas oculta debajo de las mantas con linterna en mano.
A la mañana siguiente me desperté temprano a las siete salí en dirección al colegio que yo ya no asistía por haber terminado mi estudio mucho más antes que mis hermanos, Salí con Kon mi perrito y me dirigí a uno de los terrenos de mi padre, ya que ese en este año no producía nada porque tenía que descansar la tierra, mi padre se había dedicado a enseñarle a mi hermano todo lo que es el trabajo en la tierra, claro nosotras ayudábamos pero igual no era lo mismo, todo lo que yo sabía era por andar escuchando sus enseñanzas al mayor o por observarlos en cada paso, me tendí en el pasto que aun tenía un poco de roció, tendí el mantel que lleve y ahí me dedique a leer, tenía un reloj antiguo que me regalase mi abuelo cuando era niña como un recuerdo, al cual yo cuidaba con mi vida era lo más contundente que tenia del cariño de mi abuelo, para cuando me digne a verlo era ya las dos de la tarde y media, me lleve un susto y como nunca me fui corriendo a mi casa, sabía que al medio día llegaba la familia de mi cuñado y se suponía que yo también debía de estar en casa para recibirlos, llegue ajetreada con la respiración acelerada, en la puerta se encontraba una de las señoras que ayudaban a mi madre en la casa cuando había mucha gente, me miro con ojos tristes y me indico en el idioma nativo que me esperaban en el patio trasero, suplique para que no me monten un drama, todos estaban tomando el café conversando animadamente.
Fue ahí que lo vi, era alto de cabellera naranja y un poco larga, su porte altivo y con un aire de superioridad, con una energía misteriosa que lo rodeaba, me miro a los ojos notando mi llegada, en ese momento deje de respirar, sus ojos eran castaños como los caramelos, su mirar era penetrante y envolvente, me obligue a desviar la vista, mi corazón latió rápidamente y cuando encontré la mirada de mi padre el latido de mi corazón ya no era por el hombre maravilloso que vi, sino mas bien por el miedo que me entro al ver el enojo de mi padre
Rukia donde estuviste – exigió saber mi padre con tono molesto
Lamento llegar tarde padre solo que me distraje – me sincere – me fui al campo a caminar un poco – dije con una voz suave
Ella es mi hija Rukia, la menor – me presento mi padre a los recién llegados – y como han podido apreciar es un tanto irresponsable – uyy eso si me dolió no me gustaba cuando mi papa se molestaba conmigo
Rukia ve a cambiarte estas hecha un asco – me regaño mi mama aun que no fue tan dura como mi papa – luego podrás saludar bien a los invitados y almorzar – me dijo
De acuerdo – dije y me di la vuelta a cambiarme, sentí que alguien me seguía
Entre a mi cuarto y di un portazo, al segundo escuche que alguien tocaba y luego ingreso a mi cuarto, era mi madre
Rukia tienes que ser más atenta en las cosas – me dijo
Papa está molesto – murmure
Sabes que él te quería aquí para que la familia de Kaien tuviera una buena impresión, paso un momento incomodo cuando no llegaste – conto
Lo sé má – dije – solo que me entretuve con mis libros y cuando vi mi reloj ya era tarde – le dije la verdad
Esos libros te distraen mucho – me miro con enojo mal fingido para luego sonreírme – pero si es lo que te gusta yo te apoyo – me dijo, para ese rato ya me iba poniendo un vestido alargado y de caída simple de color crema
Me gustaría ir a estudiar a la capital – volví con mi rollo de estudiar
si en mis manos estuviera, estudiarías todo lo que quieras – me dijo mientras ajustaba los cintos de la parte de atrás del vestido para que se ajuste a la perfección a mi cuerpo
Llegara el día mami donde las mujeres tengamos los mismos derechos que los hombres – le dije segura de que esto cambiaria en el futuro
Se necesitara mucha sangre para ello mi niña – me dijo mientras me sentaba en la butaca para peinarme una trenza larga y luego poner unos adornos florales en el cabello – ya estas hecha una princesa – dijo mientras me pasaba una chompa delgada para cubrir mis brazos desnudos
Espero que mi novio me perdone al verme a si – murmure mirándome con el entrecejo fruncido en el espejo, no me gustaba los vestidos
De seguro que tu novio te pide matrimonio – me respondió divertida mi madre al ver mi expresión, ella sabía que ´´mi novio`` me perdonaba todo después de un rato de enojo, la excepción había sido lo del coche pero luego las faltas me la pasaba
Salí al patio del brazo de mi madre mientras me contaba un chiste que habían hecho en el almuerzo y yo reí a carcajadas todos me miraron al oírme reír y Kaien me giño un ojo indicándome que había sido perdonada por su intervención, respire tranquila y por detrás me abrace a mi papa y le di un beso en la mejilla
Dígame mi novio hermoso que he sido perdonada por mi falta – le dije aun que el intento mostrarse molesto no pudo, soltó una risotada fuerte, de esas que el siempre daba y acaricio mi brazo que lo aferraba en su cuello
Pero mi novia me hace enojar y no obedece – respondió – creo que mejor me quedo con mi otra novia – dijo y abrazo a mi madre atrayéndola a su lado y le di un beso en la boca
Yo sonreí era tan lindo verlos así de cariñosos que me hacia bien a mi también, aun que claro para estar en esa situación mi madre había tenido que pasar muchas cosas logrando salir triunfante de todas las intrigas y trabas puestos por algunos miembros de la familia de mi padre, una cuñada envidiosa, una hermana asfixiante, y unas primas metiches que habían intentado por todo lado separar a mis padres y me alegre de que no lo consiguieran
Bueno Rukia saluda a los invitados bien – me dijo mi papa dándome un empujoncito para que me mueva y salga de mi trance, sonreí tímida y me sonroje porque me pillaran en mi mundo
Rukia te presento a mi familia – dijo Kaien salvándome del ridículo – el es mi padre Isshin Kurosaki – me mostro a un hombre mayor de buen ver y cabellera negra y una gran sonrisa – ella es mi madre Masaki – la mire y ella era hermosa, era una mujer sofisticada elegante, se vestía hermoso su cabellera castaña era larga y estaba suelta, sus ojos tiernos
Un gusto conocerlos – les dije dando una sonrisa de lo más cálida, me sabia ganar bien a la gente cuando me convenía - Kaien no ha hecho nada más que hablar de lo hermosa que era su madre y tiene razón – dije una verdad, detrás mío se escucho un carraspeo y me sobre salte, y vi como mi cuñado torcía los ojos
Pequeña él es mi hermano Ichigo, Ichigo ella es Rukia mi cuñadita – me dijo mientras me sobaba la cabeza (algunas cosas no cambian) pensé molesta, Kaien hacia eso desde que me conoció
Un gusto – le dije mientras le extendía mi mano, el sujeto la mía entre sus grandes manos y me estremecí levente ante sus contacto, lo mire a los ojos y me di cuenta, había quedado hechizada por sus ojos
El gusto es mío señorita – me dijo y se llevo mi mano a su boca para darme un beso en ella, todo sin quitarme los ojos de los míos logrando hacer que me sonroje
Hey, hey – intervino Kaien – devuélvele su mano a mi cuñada – dijo logrando que aparte mis ojos de su mirar y este lo miraba con cara de enojo
Niña su almuerzo está listo – me anuncio la señora que ayudaba en casa
Gracias, María – dije – les pido un permiso no quiero morir de hambre por mi descuido – les dedique una sonrisa tímida, tal vez mis palabras los ofendieran y mas mi acto despreocupado al llegar
Tranquila enana ve y come, mañana te necesito preparada para aguantar a Miyako – dijo Kai y Miyako le miro con ojos asesinos
Claro Kai yo le ayudo en todo – Salí a la cocina y empecé a comer, la verdad estaba nerviosa en ese lugar, aun me perturbaba la mirada que me dio el hermano de Kaien
Al vivir en un lugar sin muchas familias de ´´abolengo`` según mis padres a mí se me estaba prohibido entablar amistad con los jóvenes del pueblo, en especial con chicos que según mis padres no estaban a nuestra altura, y con las chicas, bueno yo no me juntaba mucho porque no podía hablar de nada con ella, quienes tenían los mismos pensamientos machismos.
Por desgracia me había tocado nacer en una sociedad donde las mujeres no teníamos derecho a nada, pero eso sí muchas obligaciones, y para alguien como yo, con un pensamiento cargado de ideas liberales, de la igualdad de los sexos y demás era en definitiva imposible adaptarse o encontrar alguien con quien compartir estos pensamientos, las mujeres del pueblo desde niñas eran instruidas a obedecer al hombre al pie de la letra, comenzaban obedeciendo a su padre, luego al marido y también a los hijos al final, era como ver una repetición de lo mismo cada generación, en mi casa no era diferente, mi madre se caso con mi padre al mes de conocerse, se enamoraron y casaron, llego a este pueblo donde si fue bien recibida por mis abuelos y detestada por otros integrantes, pero igual fielmente obedecía a mi padre, era como si no tuviera vida propia o mente propia pues ella acataba lo que él decía, lo mismo nos inculco a todas, Momo se caso porque mi papa así lo dispuso, Kagome si bien se casaba por amor, lo asía igual obligada por que mi padre quería algo seguro para ella así que adelanto la boda como se pudo, y yo, bueno, nuca estaba en el rango requerido por mi padre, yo sabía que él me quería y mucho pero no era del todo de su agrado, no le gustaba mi forma de pensar, no le caía en gracia que yo tuviera una opinión para todo o que simplemente me negase a hacer algo por que mi ´´creencia`` era otra, todo lo que mi padre odiaba en una mujer lo era yo, pero aun así por el hecho de ser su hija me quería, y yo lo obedecía en algunas cosas por ser mi padre, pero eso no cambiaba mi forma de ser, en definitiva me había equivocado de tiempo, debía de haber nacido un siglo después, para encontrar a gente con mis mismos pensamientos, lo que me mantenía era la firme esperanza de creer que de a poco cambiaria todo, pues en estos años que corrían las mujeres no podían ni respirar si el hombre no lo autorizaba, aburrida de ver ese entorno siempre elegía huir de la realidad a una donde yo tenía los mismos derechos que los hombre, donde podía estudiar en la universidad, trabajar y ganar lo mismo que los hombres.
Pero… justo en este instante no podía irme a ese mundo, en este momento mi mente no hacía más que evocar la imagen y la extraña sensación que me dio al ver a los ojos a ese hombre, sin duda Ichigo Kurosaki era un hombre imponente, su estatura junto a su buen físico le daban un garbo feroz y elegante, su cabellera naranja le hacía resaltar del montón y sus ojos, esos ojos en los que no había podido evitar caer, con solo recordar su mirada me estremecía y al recordar sus suaves labios en mi mano, la cual flotaba en mi ensoñación, me hacían dar esa misma chispa eléctrica que me recorrió, para cuando termine de recordarlo paso a paso, me di cuenta YO Rukia, la que había dicho no atarse a nadie, había encontrado un pedazo de mi corazón, ese pedazo donde se albergan los sentimientos de una mujer hacia un hombre, y me aterraba, me daba miedo caer enamorada como lo había hecho mi hermana con su hermano.
no creo que te haga bien la comida fría - me hablo un voz desde atrás, al girarme me tope con Kurosaki Ichigo, pegue un brinco del susto
No escuche mas lo que me dijo, solo me dedique a observar como sus finos y suculentos labios se movían, cuando los apretaba le daban a su rostro una expresión fría que me hacía temblar de miedo, y en la vez que me sonrió sus labios le dieron una expresión fresca que me dio confianza, era como tener a dos hombres en uno mismo, alce la cara un poco mas y sus ojos ardían con un toque hipnótico, me perdí ahí, y supe que no saldría más, Ichigo Kurosaki había logrado encerrarme en su enigmática forma de ser y mirarme, había logrado arrebatarme el corazón que tan celosamente guarde, para nadie en especial, o tal vez, solo tal vez, me había guardado para él, quien podía saber.

cap 6 "No soy yo"


Salió del baño después de cuarto de hora, no lloraba pero estaba afligida y muy enfadada. Sus ropas estaban puestas y se disponía a salir directa a un sitio. Renji estaba en el borde de la cama, con solo sus pantalones puestos y tapando su rostro cansado con sus amplias manos. Al escuchar la puerta del baño alzó la mirada hacia Rukia.
— ¿Vas a algún lado...? — pregunto con voz suave y observando sus acciones.
— Sí. — contestó tajante y sin mirarle, cogiendo sus llaves del coche.
— ¿Llevas el coche? ¿A dónde vas...? — continuó preguntando suavemente.
— No lo sé.
Y sin decir más la morena desapareció de la habitación.
Estaba acostumbrado a esto... a ver como cada vez que estaban juntos de esa forma ella después se arrepentía y huía de él. Pero sabía muy bien que esta vez era distinto... normalmente fingía que no ocurría nada, incluso esbozaba una forzada sonrisa para tranquilizarle...
Esta vez no... era más que visible. Podía sentirla ida, en su mundo, insensible... sus disculpas aparentemente sin sentido, pero que el entendió a la perfección. Y el punto que más la delataba... sus ojos tristes y culpables, ansiosos por escapar de su mentira, sus palabras ya no querían fingir y como punto final, sus ya inexistentes ganas de fingir normalidad.
Y ahora se iba, esta vez sin decirle donde, pero aún así sabía cuál era su destino... y eso le hacía hervir la sangre por la ira, pero a la vez le destrozaba observar como las posibilidades de que algún día ella pudiese sentir algo por él se desvanecía.
Quería luchar una guerra que ya estaba perdida, pero sus fuertes sentimientos por Rukia le hacían ver un espejismo que le ofrecía la oportunidad de seguir luchando... aunque fuese en vano...
.

.
Conducía rabiosa, colérica, enfadada... pero enfadada consigo misma y, en cierto modo, con aquel estúpido pero atractivo pelinaranjo. Su pie apretaba el acelerador, su ceño se fruncía por momentos y las lágrimas vagaban solitarias por su mejilla. Ya casi llegaba, cada vez estaba más cerca de su destino.
Quería llegar y gritarle cuan estúpido era por haberla marcado, quería reprocharle que por su culpa casi la descubren... quería acabar con todo este juego.
Frenó y aparcó rápidamente su vehículo frente a aquel bloque de lujosos apartamentos, bajando ansiosa del coche y entrando en portal. Subió hasta su planta y con decisión timbró la puerta con el número 15. Apretaba con fuerza su pequeño bolso mientras esperaba a que le abrieran.
Unos segundos después escuchó los pasos de alguien al otro lado de la puerta y como esta se abría lentamente dejando ver a un sorprendido pelinaranjo.
— ¿Rukia...? — preguntó sorprendido abriendo la puerta del todo. —¿Qué haces aquí?
Esta pasó dentro sin permiso y sin decir palabra, intentando contenerse... pero era muy difícil hacerlo si te llamas Rukia Kuchiki.
—¿Ruki-! — al girarse la morena le tiró su pequeño, pero consistente, bolso directamente a la cara para después poder observar anonadado a la pequeña fierecilla. — ¿Qué te pasa?
— ¿Qué me pasa? ¿Qué me pasa? — gritó enfadada y con lágrimas en los ojos mientras se acercaba amenazantemente a él. — ¡Esto es lo que me pasa! — contestó finalmente mostrándole la marca de su cuello.
— ¿Q-Que...? — todavía no comprendía nada, todo había pasado muy rápido.
— ¡Eres un idiota Kurosaki Ichigo! — comenzó a golpearle el pecho con rabia y ya sin poder reprimir algunas lágrimas. — ¿Quien te dio permiso para marcarme así, maldito descerebrado? — recriminó sin dejar de darle golpes, aunque ahora Ichigo sostenía con fuerza sus muñecas y la observaba preocupado. — ¡Eres un idiota! ¡Por tu culpa Renji se dio cuenta! ¡Por tu jodida culpa, Kurosaki! — dejo de golpearle, ahora la fuerza se escapaba por sus ojos.
— Rukia yo... lo siento. — solo supo disculparse.
— De nada sirve que te disculpes... — habló más relajada, mirando al suelo y con sus brazos colgando cual peso muerto. — ... esto se ha acabado, Ichigo... este juego ya se ha acabado.
El pelinaranjo se sobresaltó por las palabras de ella. ¿Hablaba en serio? ¿Quería acabar con todo esto? Intentó relajarse y pensar en algo que surtiese efecto rápidamente para hacerla cambiar de opinión. No estaba dispuesto a perder a Rukia Kuchiki ni muerto.
— Rukia... — la llamo con voz tranquila y suave, acariciando con delicadeza su húmeda mejilla. — ¿De verdad quieres que acabe...?
Y obligó a alzar su mirada, fundiéndose sus ojos de nuevo. El rostro de Rukia se relajó al instante, sus lágrimas cesaron y parecía hipnotizada por los ambarinos ojos de Ichigo. Toda su rabia, ira y enfado se disipó al instante y ahora dudaba de la veracidad de sus palabras...
No pudo contenerse más, no le contestó con palabras, pero si con acciones. Se lanzó a sus labios y comenzó a besarle con ímpetu y ganas. Ichigo se quedó sorprendido de nuevo e intentó cortar el salvaje beso, pero Rukia no estaba por la labor, y el pelinaranjo cada vez podía resistirse menos.
Pero todo se acabó cuando la morena se sobresalto al escuchar un carraspeo de garganta detrás suya.
— Siento interrumpir esta apasionante escena de amor. — era Senna, tan alegre y divertida como siempre. Pero esta vez a Rukia no le hizo ni pizca de gracia. — Ichigo, yo me voy que tú tienes asuntos que atender. — insinuó divertida mientras se acercaba a su colega.
— Esta bien... — respondió algo avergonzado mientras su morena amiga le daba un beso de despedida en la mejilla.
— Ja nee, Rukia. — se despidió de la morena sonriente para después desaparecer.
Quedaron solos y la sangre de la morena comenzaba a fluir con la misma rabia y enfado del principio. Apretó los puños y decidió imitar a Senna, dispuesta a largarse de allí sin dirigirle la palabra. Pero antes de que pudiera poner la mano en el pomo de la puerta Ichigo la paró contrariado agarrándola del brazo.
— ¿Qué haces? ¿A dónde te vas así? — preguntó con una sonrisa divertida en el rostro al ver como se volvía a enrabietar.
— Suéltame. — se zafó de él dando un tirón y encarándolo con los brazos cruzados. — Te crees que soy estúpida, ¿eh?
— ¿Qué? ¿Por qué dices eso? — preguntó sin poder evitar sonreír divertido al ver como Rukia parecía una niña pequeña enfadada.
— ¡No te rías Kurosaki! — le regañó ofendida. — No tiene gracia que al día siguiente de haber estado juntos te estés revolcando con otra.
La sonrisa de Ichigo se desvaneció lentamente, quedando anodino y pensativo intentando entender a que se refería la menuda mujer. ¿Revolcándose con otra? ¿Quién? ¿Por qué decía eso...? Senna.
— ¿Estás celosa? — preguntó divertido e incrédulo mientras se acercaba a ella.
— ¿Q-q-que? ¡No digas estupideces! — algo sonrojada y con su enfado aumentando por momentos, se descargó en el propinándole un rodillazo en sus partes nobles que le hizo postrarse adolorido en el suelo. — ¡Yo jamás estaría celosa por alguien como tú!
— Ugh... eres... una celosa violenta... — continuó retándola aún estando totalmente KO, sin embargo no podía dejar de sonreír divertido, aunque fuese a duras penas.
— ¡Idiota! ¡Te dije que no estoy celosa! — y se abalanzó rabiosa cual animal a pegarle, comenzando así una cómica pelea.
Ichigo tan solo reía al verla así, y eso solo hacía enfadar más a la morena quien se lo estaba tomando muy en serio. No tenía un buen día, y ver a esa chica en el apartamento de Ichigo el día después de haber estado juntos no le hacía gracia ninguna. Luchaba por golpearle, sentada sobre su regazo y ambos tirados en el suelo del recibidor.
Intentaba golpearle en la cara, pero Ichigo haciendo acto de fuerza podía sostenerla por sus muñecas sin problemas. Cuando se vio inmovilizada, se dio poco a poco por vencida, respirando agitada por la rabia y observando al hombre que tenía debajo con el ceño fruncido.
Pero él sonreía divertido y con un toque de ternura, sin soltar por su propia seguridad las manos de la morena. Cuando vio que parecía haberse tranquilizado, comenzó a hablar.
— Tonta. — la insultó cariñosamente y con voz suave. Está frunció el ceño y quiso volver a golpearle, pero este no soltaba sus muñecas. — No ha pasado nada, Senna es solo una amiga.
Rukia se relajó levemente, pero su ceño continuaba fruncido ya que aún desconfiaba.
— ¿Y qué hacía en tu casa...?
— ¿Acaso mi amiga no puede visitarme? — contraatacó con una ceja alzada y sonrisa de medio lado.
— Tú no puedes tener amigas... eres como un perro en celo, si ves a una mujer no la ves como amiga. — le dijo con voz más tranquila.
—¡Oe! ¿Cómo se supone que debo tomarme eso? — preguntó fingiendo estar ofendido.
— Tsk... — rechistó y se levanto de encima suyo, caminando sin permiso hasta el salón.
Ichigo se levantó del suelo con una sonrisa divertida y caminó tras ella, observando que esta vez no venía tan elegante y arreglada como siempre. Carecía de sus altos tacones, y ahora no tenía vestido. Aún así, esos jeans pitillo le hacían una figura estupenda y esa camisa blanca acentuaba ligeramente su busto.
Pero el detalle de verla sin tacones fue el que más le divirtió, ya que ahora no parecía tan alta como las otras veces.
— Oe... ¿sabes que sin tacones eres una enana? — la hizo de rabiar de forma divertida, ganándose otro golpe raudo y veloz en sus partes bajas. — Ugh...
— Deja de faltar el respeto, soy una señorita. — se quejó sobándose el puño y entrando al moderno salón.
— Las señoritas no pegan tan fuerte... — rebatió con voz adolorida y entrando a duras penas al salón, sin dejar de mantener sus manos en su golpeada virilidad.
—Pero yo soy especial. — se sentó en el sofá y observó victoriosa como el pelinaranjo se tenía que apoyar en los muebles para conseguir llegar a donde se sentaba la morena.
— ¿Sabes? No deberías golpearme ahí... — la advirtió mientras se desplomaba en el sofá al lado de ella.
— ¿Quien me lo impide?
— Nadie, pero créeme que eso te perjudicará a ti también. — insinuó divertido.
— Idiota...
Y por fin la morena sonrió en todo el día de forma sincera. Se dio cuenta y se asustó... ¿porque solo podía sonreír de verdad con ese descerebrado...? Alzó la mirada y le observó seriamente, repasando las facciones tranquilas de su rostro. Él también la observaba sin decir palabra, con gesto tranquilo y sincero.
— Rukia... cuéntame que ha pasado con Renji. — habló con voz serena.
— Él se ha dado cuenta... — confesó apartando la mirada. —... sin embargo...
— ¿Sin embargo que...? — la incitó a continuar.
— No sé por qué lo hace... pero... finge no haber visto nada.
—¿Se ha hecho el tonto? — cuestionó anonadado.
— Al principio no... al principió casi se vuelve loco, pero después... después fue él mismo el que inventó una historia para excusarme. — volvió a mirar fijamente al pelinaranjo.
—Entonces todo bien, ¿no?
— No Ichigo... — se negó dando un suspiró cansado. — No está bien... es muy extraño, no entiendo porque lo hace.
Ambos se quedaron en silencio, observándose mutuamente hasta que Ichigo habló en con voz suave y neutra.
— ¿Y qué vas a hacer...? — preguntó temiendo la respuesta.
— Y-Yo... — agachó la mirada tristemente. — ... debo acabar con esto, Ichigo.
Afonía.
—Rukia... — la llamó decidido, obligándola a mirarle y cuando tuvo su rostro enfrente del suyo acarició su mejilla. — Dímelo ahora. —la obligó a decírselo mirándole fijamente a los ojos.
No podía... pero tenía que hacerlo...
— Ichigo... — susurró tristemente sin poder apartar sus ojos de los de él. Se lo estaba poniendo realmente difícil. — Y-Yo...
No podía, era débil, no podía decírselo...
— Dímelo si de verdad quieres. — habló serio y sin despegar sus orbes de los ojos violáceos y cristalinos de ella.
¿Pero como apartarse de él después de todo? Era como dejar una droga después de engancharte, como la tentación de no probar la fruta prohibida. No podía hacerlo, no podía dejarlo... lo único que podía hacer en ese preciso instante era recaer en la tentación de sus labios una vez más.
Su respuesta se formuló como un beso. Sus labios se juntaron sosegados y tranquilos, moviéndose lentamente sobre los contrarios. Ichigo acarició su mejilla y con la otra la acercó más a él sin dejar de besarla. Se sintió aliviado con la respuesta de ella, a él también le sería difícil alejarse de su droga.
Y el beso fue cogiendo intensidad, pero continuó con su temática tierna y suave. Sus lenguas danzaban tranquilas y acompasadas, al igual que las caricias de ambos. Instintivamente, la morena se sentó de nuevo sobre el regazo del pelinaranjo para poder tener más libertad de movimiento.
Le besó con más ganas, acariciando el pelo de su nuca y con su otra mano en el cuello, haciendo ligeras cosquillas con sus finos dedos. Se separaban unos centímetros, sus ojos se cruzaban ligeramente entreabiertos y volvían a unirse con más ansiedad. Las manos de Rukia bajaron hasta los primeros botones de la camisa de Ichigo y comenzó a desabrocharla con lentitud y sin despegarse de sus labios.
Ichigo, hipnotizado por sus besos la dejo hacer mientras acariciaba su cintura con suavidad y la besaba a cada momento, embelesado por sus labios y totalmente atontado. Terminó de desabrochar los últimos botones de la camisa y pasó sus manos por su torso, ocasionándole unas placenteras cosquillas que hicieron que sus labios vagaran hasta el cuello blanquecino de ella.
Los suaves suspiros se escapaban de sus labios, las grandes manos de Ichigo apretaban impacientes la blusa de la morena y besó con delicadeza la marca de su cuello que él mismo provocó la noche anterior.
Continuó bajando con suavidad por su clavícula, desabrochando con cuidado cada botón de la femenina blusa y besando la piel expuesta. Estaba siendo diferente por primera vez, no había lujuria ni desenfreno, estaban sosegados, hipnotizados, concentrados en el otro, besándose necesitados como si les faltase el aire.
Esta vez algo más que la llama de la pasión se encendió dentro de ellos, algo distinto...
.

.
Llamaron a la puerta de la ostentosa casa, el pelirrojo que se encontraba dentro corrió rápido a abrir, esperando que fuese su futura esposa la que estaba al otro lado de la puerta. Pero su chasco fue enorme al ver al hermano de esta y a la vez su jefe.
— Kuchiki-sama...buenas tardes.
— Buenas tardes, Renji. — habló con esa voz neutra e inmutable de siempre.
— Pase, pase... —le invitó al instante, algo decepcionado al no ver a Rukia.
El noble entro en la casa y observo todo con atención. Se fijó en los zapatos de la entrada y faltaban los de su hermana. Eso significaba que no estaba en casa, pero aún así decidió preguntar.
— ¿Dónde está Rukia?
—Ella... salió, Kuchiki-sama. — explicó mirando hacia el suelo.
— Ya veo...
— Eh... pase a la cocina, le serviré un té. — ofreció educadamente
Byakuya aceptó y ambos hombres entraron en la cocina. El moreno se temía que algo pasaba entre ellos, se sentó y observó a su cuñado. Estaba extraño, más perdido de lo normal, afligido y preocupado. Y Rukia no estaba en casa, por lo que pudo deducir que se habían peleado.
— Tome... — el pelirrojo le sirvió un refrescante té y se sentó frente a él. —¿A qué debo su visita, Kuchiki-sama?
— Debía explicarle a Rukia un asunto de negocios que la incumbe, pero su móvil está apagado. — Renji agachó la mirada apenado. — ¿Dónde está?
— N-No lo sé, señor... — contestó con voz débil.
El noble dio un sorbo a su té y sereno continuó la plática.
— Habéis discutido, ¿verdad? — adivinó sin problemas.
—...— el silencio de Renji fue más que elocuente para el Kuchiki.
— No me entrometeré en vuestros asuntos. — explicó dando otro sorbo a su té. — Pero no olviden que la boda se tiene que empezar a organizar dentro de poco, y debes hablar con ella.
— Creo que no me prestará mucha atención, Kuchiki-sama...
— En ese caso házmelo saber y ya me inmiscuiré.
— Pero... todavía es demasiado pronto... ella... todavía no se ha acostumbrado a esto.
— Pues tendrá que hacerlo. — contestó tajantemente. — Lo demás miembros del clan están insistiendo y yo no puedo hacer nada más.
Renji suspiró cansado y observó a su cuñado.
— Lo entiendo... se lo diré cuando sea oportuno, Kuchiki-sama, deme tiempo...
— Esta bien, la dejo en tus manos.
.

.
Pero ahora mismo, Rukia estaba en las manos de Ichigo, entregándose una vez más a él y de una forma completamente distinta. El pelinaranjo se movía lentamente encima suya, besándola con delicadeza como si se tratase de porcelana. Rukia gemía y se movía suavemente arriba y abajo, debido a las profundas embestidas que le proporcionaba Ichigo.
Estaba viendo a un hombre distinto, sus ojos no derrochaban lujuria y desenfreno como otras veces, sus actos eran más delicados y lentos, que parecían dar a entender que quería que aquel encuentro durase más. O que no terminase nunca...
Las lentas y placenteras fricciones la estaban llevando al paraíso, sus ojos estaban nublados por el placer, ambos cuerpos sudaban y sus labios se buscaban a cada segundo que estaban separados. Besos suaves, dulces y sosegados...
Se necesitaban tanto que no esperaron a quitarse toda la ropa, Rukia tan solo tenía la blusa desabrochada y el sostén descolocado, e Ichigo mantenía toda su ropa, aunque su camisa al igual que Rukia y sus pantalones bajados hasta las rodillas. Ni siquiera fueron a su habitación, continuaban en aquel sofá, era tanta la impaciencia que no desperdiciaron ni un minuto.
La morena se arqueó al sentir como se movía un poco más rápido y se introducía más dentro de ella, ambos gemían a la par de sus movimientos, Ichigo la observó embelesado, juntando sus frentes para tener sus miradas fijas.
— Nunca... — comenzó a hablar a duras penas llamando la atención de Rukia. —...vuelvas a hacer algo que no quieres... — ordenó entrelazando sus manos con las de la morena por encima de su cabeza.
Rukia le observó fijamente, con sus labios entreabiertos de los cuales salían suspiros, para después unirlos con los de él en un suave y profundo beso. Sus palabras la hicieron recapacitar, ¿no decía que ansiaba ser libre? ¿Por qué entonces dijo que quería acabar con eso? Ella no quería terminar aquella "relación" que mantenía con Ichigo, ¿por qué debía hacer algo que no quería?
Rompieron el beso y volvieron a mirarse fijamente sin cesar sus movimientos. Pudo ver en los ojos de Ichigo inquietud, esas palabras también iban con doble sentido... ¿el tampoco quería acabar con esto? Parecía que no...
Al sentirse tan analizado por Rukia, escondió su rostro en el hueco del cuello, besándolo lenta y tortuosamente. Subió hasta su oído y susurró unas ansiosas palabras.
— Nunca vuelvas a decir que quieres acabar con esto... — susurró con voz profunda en su oído, haciendo que la morena gimiera estremecida y apretara el agarre de sus manos. Ichigo se movió más rápido y fuerte. — Nunca...
Esa amenaza sonó más parecida a una súplica de no haber sido por aquel tono ronco de voz. Ahora las palabras de Ichigo aclararon sus preguntas, el tampoco quería dejarla y haría lo que fuese para tenerla entre sus redes. Aunque por el momento, Rukia ya no quería alejarse de él ni loca...
Quería contestarle, pero no sabía que decir, además de que si abría la boca tan solo brotarían gemidos. De la única forma que pudo responder a sus suplicantes amenazas fue uniendo sus labios de forma desesperada, mientras el pelinaranjo se movía más frenéticamente para alcanzar el clímax.
Ante este cambio de velocidad, la morena se separo de sus labios solo para gemir extasiada y arquearse. Estaba cerca una vez más de alcanzar el cielo con ese hombre. Ichigo apretó sus manos y compungió su rostro por el inminente placer al que sería expuesto, escondiendo su rostro una vez más en el cuello de la morena.
Unas profundas y contenidas embestidas más provocaron el orgasmo femenino de la morena, quien apretó con fuerza las manos de Ichigo las cuales seguían entrelazadas con las suyas. Cerró los ojos agotada y comenzó a respirar a duras penas mientras el pelinaranjo daba las ultimas estocadas, viniéndose momentos después tras un ronco gemido.
El agarre de sus manos se aflojó con consideración, el rostro de Ichigo permaneció en el blanquecino cuello de ella, respirando su aroma e intentando mantener una respiración regular. La morena continuaba extasiada, con sus ojos cerrados y sus labios entreabiertos que clamaban aire.
Cuando pareció recuperarse levemente, el pelinaranjo dio suaves besos en el cuello de ella haciéndola ronronear complacida. Deshizo el agarre de sus manos para llevarlas a su nuca y comenzar a acariciarle. ¿Desde cuándo se daban cariñitos y mimos después de hacerlo? Esto era nuevo...
No entendía porque lo hacían, solo sabían que lo necesitaban.
Las manos de él, al verse libres, también vagaron por el cuerpo de Rukia para después introducirse por debajo de su espalda y acariciarla lentamente. Permaneció un tiempo más escondido en el cuello de ella para después alzar su rostro y mirar fijamente a Rukia, la cual no dejaba de acariciar su nuca con delicadeza y lentitud.
Sus ojos se fundieron para después hacer lo mismo con sus labios. Continuaban con su temática sosegada, pacientemente y tranquila. El corazón de ambos palpitaba rápido, no sabían por qué... Se separaron por la falta de aire y se miraron una vez más.
— Esto es tan extraño... — susurró la morena.
— Lo sé. — besó su frente con... ¿cariño?
Se quedaron en silencio durante unos momentos y la morena volvió a hablar, sin despegar su vista de los ojos ambarinos de él.
— Ichigo... — le llamó con voz suave y baja. — Debo volver a casa...
— ¿Tan pronto...? — como un niño enrabietado se escondió de nuevo en el cuello de la morena.
—Sí... — afirmó triste. No quería irse. —... las cosas no están muy bien en casa, no quiero empeorarlas más.
El pelinaranjo se levantó serio de encima suya, abrochándose el pantalón y tendiéndole la mano a ella para ayudarla a levantarse. Está aceptó algo preocupada ya que pensó que había ofendido al chico, pero este al darse cuenta de la preocupación de la morena, sonrió tranquilizadoramente, haciéndola ver que todo estaba bien.
Sintió como se quitaba un peso de encima y comenzó a rebuscar su ropa interior y su pantalón. Se vestía a la par de Ichigo, aunque este terminó antes y se quedó sentado en el sofá, observándola como se abrochaba el pantalón para después comenzar a abotonarse la blusa.
— ¿Qué me miras tanto? — preguntó divertida y mirándole de reojo.
— ¿Vas a volver? — no contestó, al contrario, formuló otra pregunta con tono serio.
Rukia se giró completamente, ya sin sonrisa y le observó fijamente. Estaba inquieto, lo sabía, el necesitaba una respuesta. ¿Acaso tenía miedo a que le dijese que no volvería más? Sus ojos parecían decir eso.
Dejó de lado su camisa a medio abrochar, se puso de rodillas sobre el sofá y le acarició con ambas manos el rostro serio de él. Sus ojos no se separaban ni un instante. Los pulgares de Rukia acariciaron sus mejillas para luego esbozar una tranquilizadora sonrisa.
— Sí... — contestó con voz suave para después besarle.
Pareció relajarse al instante ya que exhaló de golpe al escuchar su respuesta y cerró los ojos mientras la morena le besaba. Una de las manos de Ichigo se posicionó tras la nuca de ella para besarla con más profundidad. Cuando el beso comenzó a intensificarse, las manos de la morena se posaron en su pecho, intentando pararle.
— Ichigo... oe, Ichigo... — reía entre beso y beso, intentando pararle, pero él no dejaba de atacar sus labios. — Ichigo... tengo... que irme. Ichigo. — finalmente consiguió una tregua y le miró con sus ojos cristalinos.
— Vamos. — la besó por última vez y algo cansado se levantó del sofá.
Caminaba sereno, sin su característica sonrisa arrogante o su mirada de pervertido que siempre solía tener cuando estaban juntos. Estaba tranquilo, guiándola de la mano hasta la salida y sin hablar ni una palabra. Rukia tan solo le observaba desde abajo, extrañada del comportamiento sosegado de él.
Pulsó el botón del ascensor, esperando unos momentos a que subiese a la planta en la que se encontraban, dando todavía la espalda a Rukia pero sin soltar su mano. Finalmente, el elevador llegó y abrió sus puertas, haciendo que ambos entrasen en él. Pulsó el botón número cero y las puertas, tras unos segundos se cerraron.
Rukia soltó su mano y apoyó su cabeza en el pecho de este, casi de forma inconsciente parecía buscar un abrazo. Y ella misma se dio cuenta, sorprendiéndose de su actitud, al ver como el pelinaranjo la acunaba entre sus brazos, posando un leve beso en su cabellera. ¿Qué era esto? ¿De dónde había salido tanta cursilería?
No tenía ni idea, ella no era así ni mucho menos, pero lo que si sabía es que se sentía muy bien...
Noto como él frotaba sus brazos con suavidad y tuvo que alzar el rostro en busca de sus labios una vez más. Este la observo serio, con sus ojos tintineantes al igual que los de ella y en menos de un segundo sus labios volvían a estar unidos en un tranquilo beso. Se sentía como una colegiala, el corazón le latía rápido y durante ese tiempo se olvidó de todo lo malo que ocurría en su vida.
Completa paz y tranquilidad...
El ascensor se paró, haciendo que ambos separasen sus labios lentamente y las puertas se abrieron. Se miraron de forma intermitente para después salir del ascensor, sin ningún tipo de contacto y ambos pensando en todo lo que estaba sucediendo. Definitivamente sí, era MUY extraño.
La acompañó hasta su coche, el cual estaba aparcado justo en frente de su edificio. Ya estaba atardeciendo, el cielo tenía unos matices anaranjados... ¿cuánto tiempo había estado allí? Perdieron la noción del tiempo, sin duda. Pero ahora el tiempo era lo de menos... se sentían extraños, no se llegaban a reconocer y eso les hacía estar incómodos.
La morena alzó temerosa su mirada y se fundió con los ojos ambarinos de él. No hablaron, nada, ni una palabra, pero parecieron entenderse a la perfección. Era pura atracción, compenetración absoluta y sin duda adicción. Sí, adictos a los labios del otro, drogadictos de besos.
Acunó su rostro con sus amplias y varoniles manos para después estampar sus labios contra los belfos de ella. Daba igual que estuviesen en medio de la calle, daba igual que la gente les viese, les daba igual el mundo, ahora solo existían ella y él. Se movía con tranquilidad, pero sus besos eran profundos y ansiosos.
Cuando necesitaron aire, se separaron y sus miradas asustadas volvieron a cruzarse.
— A-Adiós... — desvió rápidamente sus ojos al suelo, sintiéndose como una adolescente.
— Adiós... — se despidió con voz inquieta.
La morena sacó sus llaves del bolsillo de su pantalón de forma torpe y nerviosa, para después abrir el coche y montarse rápidamente. Quería huir de allí, quería huir de él, de aquel hombre que la hacía débil y vulnerable, cosa que no le gustaba nada. Pero antes de que pudiese siquiera cerrar la puerta, el pelinaranjo la paró y le robó un último beso.
Quedó completamente anodina.
— Llámame. — se separó rápidamente y le cerró el mismo la puerta del coche, dejando a Rukia con la boca abierta y los ojos como platos.
Tonta, tonta, tonta... ¿Que tenía, quince años acaso? Boba, más le valía arrancar de una buena vez y alejarse de aquel hombre lo antes posible. Aunque para que mentir, no iba a aguantar más de una semana sin verle, o quizá menos. Agitó la cabeza contrariada y despertó de su trance, encendiendo el vehículo y largándose lo antes posible de allí.
Y mientras tanto, el seguía ahí, observando cómo se marchaba con sus manos en los bolsillos y su mirada seria. No podía dejar de darle vueltas a lo que acababa de pasar... Suspiró cansado y cerró los ojos, caminando de nuevo hacia su edificio. Pulsó el botón del ascensor el cual no tardó en abrir sus puertas.
Se adentró en él y ya de paso en sus pensamientos. Qué le estaba pasando, él no era así... ¿o sí? De todos modos, el Ichigo de siempre no habría actuado como lo hizo antes de que Rukia viniese...
"Se encontraba tomando un tentempié, eran aproximadamente las doce y media pasadas y no tenía nada que hacer en todo el día. Era aburrido, y mucho, aunque se entretenía recordando alguna que otra escena de la noche anterior con la morena. Dio un bocado a su manzana y continuó con su mirada perdida como un idiota.
Pero rápidamente volvió a poner los pies en la tierra cuando su móvil comenzó a vibrar sonoramente. Frunció el ceño molesto y se levantó para alcanzar el celular. Dio otro mordisco a su fruta y miró el nombre de quien estaba llamando.
Puso los ojos en blanco y caminó hacia la puerta sin descolgar aún el móvil.
Al abrir la puerta principal ahí estaba, su molesta pero divertida amiga. Senna. Mantenía el móvil llamando y miraba a Ichigo con una sonrisa, gesticulando para hacerle saber que esperase un momento, como si estuviese ocupada. Ichigo se apoyó en el marco de la puerta y la observó con una ceja alzada.
— Un momento, tengo que hacer una llamada... — habló bajito hasta que por fin saltó el contestador del móvil de Ichigo. — ¡Ichigo! ¿Qué tal? Bueno, ya que no me contestas el teléfono te dejo este mensaje. Voy para tu casa, no tardo ni dos pasos, te veo allí ¿vale? Para que luego digas que aparezco sin avisar. Adióoooos~ — y finalmente colgó, con esa sonrisa divertida.
— Pasa de una maldita vez... — pidió riendo levemente y abriendo la puerta para dejarla pasar.
— Arigatoooo~ — y pasó con confianza dando saltitos.
Ichigo negó con la cabeza, no tenía remedio... cerró la puerta y siguió a la morena hasta él salón, donde ya se había puesto cómoda. Se sentó al lado de ella, dando un bocado a su manzana y mirando de reojo a su amiga, la cual se estiraba tumbada en el sofá.
— ¿Qué haces aquí tan pronto Senna? — preguntó observando como la morena se acercaba a él y le robaba la manzana para darle un mordisco.
— Pasaba por aquí y vine a saludarte. — contestó como si nada masticando la fruta. — Además, me tienes abandonada desde hace mucho tiempo.
— Hmp. — el pelinaranjo le restó importancia y cerró los ojos.
— Nee, acabo de dejarlo con Tsukishima... — confesó dejando la manzana en la mesita de café y tragando la manzana.
— ¿Tan pronto? Apenas llevabais una semana. — abrió los ojos y la miró de reojo, observando cómo se acercaba a él y se sentaba encima suya.
No se alteró, al contrario, estaba muy tranquilo.
— Yap. — corroboró con voz animada mientras acariciaba su pecho. — Pero que quieres que te diga... ¡después de acostarme contigo todos los demás se quedan cortos! — exageró de forma divertida y riendo al igual que Ichigo. Sin embargo, comenzó a desabrochar su camisa poco a poco. — Y bueno, qué más da, estoy necesitada así que ¿me harías el favor? — pidió como si fuese lo más normal del mundo y se dispuso a atacar su cuello.
— Senna. — la paró de golpe, agarrando sus manos y mirándola serio. — No...
— ¿No? — esta vez pregunto extrañada y en serio.
— No... — se negó mirando hacia otro lado.
¿Qué estaba haciendo?¿Porque la rechazaba? No era la primera vez que lo hacían, pero había algo que le echaba atrás. Más bien alguien. Senna le analizó fijamente, intentando averiguar el por qué de su rechazo. Momentos después lo entendió y sonrió divertida.
— Ichigo-kun~ — le llamo canturreando y de forma burlesca, haciendo que al pelinaranjo le recorriera un escalofrío. — ¿Acaso hay otra? — preguntó ansiosa de saber la respuesta como una cotilla.
— Hmp. — no contestó y se limitó a mirar a otro lado.
— ¡Hay otra! — confirmó dando saltos encima de él y riendo. — ¿Quién es? — paró súbitamente y se acercó a su rostro con una sonrisa en el rostro y los ojos bien abierto.
— Senna... — suplicaba que parase, no le gustaban esas cosas y era algo reservado.
— ¡Venga, cuéntame! — pidió divertida. — ¿Es alguien que yo conozca?
...— la miró fijamente, comunicándose con ella sin decir nada para después alzar una ceja de forma elocuente.
— ¡No puede ser! — abrió los ojos sorprendida. — ¡No me digas que estás con la muchacha comprometida!
— Bingo.
— ¿Y ahora no puedes estar con otras mujeres? Ara, estás comprometido con una mujer comprometida con otro hombre... — se burló de él haciéndose ella misma un lío con sus palabras.
— Urusai... — la mando callar molesto. — No es eso... es simplemente que no me apetece otra... ¿entiendes?
— ¡Oooooh, Ichigo-kun está encaprichado de una mujer! — la morena comenzó a darle toquecitos con su dedo índice en el estomago, provocándole cosquillas.
— ¡Oe, Senna...! ¡Para! — intentaba deshacerse de su molesta amiga, pero era demasiado difícil.
— La verdad es que es bastante atractiva. — paró de golpe para llevarse el mismo dedo a la boca de manera pensativa.
Ichigo suspiró y la apoyó.
— Demasiado..."
Suspiró una vez más dentro del ascensor que ya abría sus puertas para dejarle salir. ¿Por qué rechazó a su "amiga"? El nunca lo hacía, siempre estaba dispuesto a una buena ración de sexo, pero esta vez no pudo. ¿Acaso Senna tenía razón? ¿Se estaba encaprichando de Rukia? No sería extraño, la Kuchiki era una mujer con todas las letras.
Fue la primera que le rechazó y le hizo sufrir hasta el último momento, además de ser ella la que le controlaba siempre al principio, aunque luego ella también se dejase dominar. Le gustaba, sí, lo admitía... y mucho además.
Pero hoy las cosas fueron tan extrañas...
Sus movimientos tranquilos pero ansiosos, sus besos tan profundos y sentimentales... y para rematar esas caricias que le había proporcionado al final de todo, le dejaron completamente aturdido.
— ¿Qué me está haciendo esta mujer...?
.

.
— ¿Qué demonios me está haciendo este hombre! — se regañó la morena mientras conducía directa a casa.
Apretaba con fuerza el volante a pesar de estar exhausta, sus ojos clavados en la carretera pero su mente revoloteando en las nubes. Aquel pelinaranjo la evadía de la realidad con una caricia, se sentía en paz con él y eso le daba mucho miedo. Sí, miedo. Miedo a acabar encaprichándose de él o peor...
Los hombres como el no buscaban nada serio, solo jugar un rato y ya, de eso ella ya se había mentalizado. Pero ahora, después de esta vez, todos sus esquemas se rompieron. ¿Fue delicado al hacer el amor? ¿Eso era posible? El era lanzado y rudo, no estaba en su perfil comportarse como lo hizo entonces...
¿Acaso no era como los otros...?
Negó con la cabeza intentando dejar de pensar en él y continuó conduciendo hasta su casa a la cual llegó en unos quince minutos. Salió del coche y miró su casa con desgana... otra vez de vuelta a la vida real. Suspiró y se acercó a abrir la puerta con cuidado...
— Tadaima... — saludó con voz afligida y sin energía.
La verdad, estaba muy cansada después de todo.
Caminó dejando sus cosas en el recibidor y pasó a la cocina, donde para su suerte o desgracia encontró a su hermano junto con Renji. Se sorprendió y les miró a ambos sin entender nada. Luego pensó en lo peor, ¿acaso Renji le había dicho algo de lo que había pasado?
— Nii-sama, ¿qué haces por aquí? — preguntó respetuosa y dubitativa.
— Vine a hablar contigo. — sentenció serio, haciendo que a Rukia se le helase la sangre.
Miró de reojo a Renji, el cual mantenía su mirada en el suelo.
— ¿Sobre qué...?
— Siéntate. — ordenó y ella, como siempre, obedeció.
— ¿Ocurre algo?
— Vengo aquí para hablarte de algo ya que como para variar tienes el móvil apagado. — ironizó con su típica voz neutra.
— Tú dirás, Nii-sama.
— Dentro de un par de días tendrás que ir a Tokio de viaje de negocios.
— ¿Yo? — preguntó extrañada.
— Sí. — confirmó. — A mí y a Renji nos será imposible ir, tenemos un viaje a Nueva York esta semana, por lo que tendrás que ir tu.
— ¿Os vais toda una semana? — recalcó esa parte impresionada.
— Sí. Tenemos asuntos importantes que cerrar allí, por eso esta vez tendrás que ir tu a Tokio.
—¿Cuánto tiempo...?
— No te tomará más de tres días.
— ¿Iré yo sola? — preguntó extrañada.
— No. Te acompañarán algunos de nuestros empleados y gerentes. — hizo una pausa y puso una mueca de desagrado mirándose de reojo con Renji. — Y... también con Ichigo Kurosaki.
Intentó disimular su emoción, pero por dentro su corazón palpitaba excitado. Tres días sin Renji ni su hermano, a solas con Ichigo, en un hotel...
— Perfecto...




sábado, septiembre 15, 2012

Capítulo 5 "Finge"


Entro al salón de nuevo, como si hacía unos minutos no hubiese pasado nada. Su vestido estaba impoluto, su peinado perfecto y sus labios volvían a mantener el color rosado natural del principio. Caminaba con sus tacones con experiencia, sosteniendo su pequeño bolso entre sus manos y con su rostro sereno.
Ichigo no pudo separar sus ojos de ella, mirándola de reojo para disimular. Era la perfecta actriz, sin ninguna duda. Nadie podría decir que hacia escasos momentos había tenido sexo desenfrenado en el baño con él.
Ahora ignoraba completamente al pelinaranjo. Se sentó al lado de su futuro esposo y le sonrió tranquilizadoramente mientras volvía a comer. ¿Qué le ocurría a esa mujer? Ahora estaba de risitas y coqueteos con su prometido, en frente de sus narices y después de haber estado gritando su nombre en el baño.
Frunció el ceño y decidió continuar comiendo e ignorarla.
Pero no podía... esas risitas con el pelirrojo, su naturalidad fingiendo interés le ponía de mal humor... ¿acaso estaba...? ¡No! No podía ser. Gruño y dejó de mirarla otra vez, o al menos eso intentaba. Mujer del demonio... ¿qué estaba haciendo con él? Se sentía usado, ¿acaso solo era un juego para ella? Y de ser así... ¿porque le sentaba tan mal? El no buscaba nada serio... ¿verdad?
El bolsillo de su pantalón vibró, llamando su atención y observando el sobrecito que le indicaba que tenía un sms. Lo abrió y era de Rukia, frunció el ceño y comenzó a leer disimuladamente.
" Hace unos momentos no tenías esa cara de perro rabioso... ¿Acaso Kurosaki-kun está celoso?" — gruñó molesto al leer eso, la observo de reojo y vio que esbozaba una sonrisita maliciosa. Continuó leyendo. — " Hay algo que se llama disimular, idiota. Aplícate el cuento y deja de pensar cosas que no son ;)"
Un peso de repente se quito de sus hombros y entendió todo. Esa maldita mujer estaba fingiendo, como siempre. Guardó su móvil y sin poder evitarlo sonrió levemente. Miro al frente y la morena le miraba fijamente, con su barbilla apoyada en sus manos, y le guiñó rápidamente un ojo.
Esa mujer... le estaba volviendo loco...
.

.
Tan loco le estaba volviendo que después de aquella cena y tras pasar tan solo tres días se estaba subiendo por las paredes por la desesperación. Ahí estaba, sentado a oscuras en su sofá, tomándose una copa de coñac mientras su pie se movía nervioso e impaciente como un tic.
¿Qué hacía? ¿La llamaba? No... el no podía ir suplicando a esa mujer que viniese, se reiría de él al verle tan desesperado por verla, y ella, de lo que menos necesitaba era más ego pero... ¡Maldita sea! Necesitaba verla...
Dio un largo trago a su vaso y lo dejó de golpe en la mesilla de café.
Se dejó caer contra el sofá, suspirando cansado y pasando las manos por su cara, frustrado y confuso. ¿Qué le pasaba con esa endemoniada mujer? ¿Por qué no podía, hablando de manera ordinaria, tirársela y pasar de ella como hacía con todas? No podía, porque quería poseerla una vez tras otra y jamás se cansaría, ni en un millón de veces.
Y eso era lo peor...
— Maldita sea...
Se rindió, él y su orgullo se rindieron para coger el móvil y marcar el número de aquella mujer. Busco en su agenda su nombre y se dispuso a llamar, pero antes de poder apretar el botoncito verde, llamaron a la puerta. Cerró los ojos y suspiró cansado...
— Esa Senna... siempre viene sin avisar, maldita sea.
Ofuscado se levanto a duras penas del sofá, arrastrando sus pies descalzos hasta el oscuro recibidor para abrir de mala gana la puerta. Su sorpresa al encontrarse con la mujer de sus pensamientos al otro lado de la puerta fue indescriptible. Sus ojos se abrieron incrédulos al verla ahí, con su característica sonrisa de medio lado y mirada decidida.
— Rukia, ¿qué haces aquí...? — preguntó tranquilo y dejándola pasar.
— Contestaré lo mismo que tú la otra vez... — paso dentro del apartamento despacio, dejando que sus tacones resonaran contra el suelo y desabrochándose poco a poco la gabardina negra que le tapaba hasta medio muslo. — ... no lo sé.
El pelinaranjo intento relajarse un poco y parecer sosegado. Cerró la puerta principal y se dio media vuelta observando como la morena, dándole la espalda, se desabrochaba la gabardina. Volvió a preguntar.
— ¿Y tu prometido te ha dejado salir de casa a estas horas? — preguntó con sorna apoyándose en la pared y analizando sus movimientos.
— Dije que saldría a pasármelo bien con mis amigas, pero... — la gabardina cayó al suelo al igual que la mandíbula de Ichigo, que incrédulo observaba lo que estaba pasando ante sus narices. — ... creo que me lo pasaré mejor aquí, ¿no crees? — habló con voz suave y sugestiva, dándose la vuelta y observando a Ichigo con media sonrisa algo cohibida.
No sabía que decir, se quedó sin palabras al verla y aunque hablase, solo tartamudearía, estaba seguro. ¿Y cómo no hacerlo ante semejante visión? No todos los días una mujer del calibre de Rukia Kuchiki se presentaba en tu casa, quitándose una gabardina y destapando su semidesnudez, cubierta por un conjunto de lencería bastante tentador.
La observó de abajo a arriba, pasando por sus piernas que las cubrían esas medias con liguero que tanto le gustaban, y ese conjunto negro con encaje que no dejaba demasiado a la imaginación. Instintivamente se relamió los labios cual lobo acechante a su presa y finalizó observando el rostro de aquella diosa.
Sonreía pícara mientras se acercaba con el resonar de sus tacones a él, juntando sus cuerpos lentamente y acariciando su tonificado pecho con una delicadeza que le hacía temblar. Los ojos violetas de ella se alzaron tintineantes contra los de Ichigo, con sus labios entreabiertos reclamando un beso y sus manos impacientes de empezar con la acción.
— Eres... — Ichigo comenzó a hablar a duras penas mientras sus manos la rodeaban para acercarla más a él. — ... mala, mujer. — habló con voz profunda acercando sus labios a los de ella para besarla, pero esta tan solo se alejaba tentándole una y otra vez con esa sonrisa maliciosa.
— Entonces... — volvió a acercarse a él para besarle, pero en cuento rozaron sus labios se separó de golpe, picando cada vez más al pelinaranjo. —... castígame. — sugirió con voz sensual y decidida, mordiendo el labio inferior del pelinaranjo.
Toda la sangre de este se concentró en un solo punto, y cual primate enloquecido se lanzó contra sus labios con fiereza, besándolos con ímpetu. Sus lenguas no tardaron en hacer acto de presencia entre sus besos y las manos de la morena levantaban la camiseta del pijama de él.
Suspiros brotaban de los carnosos labios de la fémina, sus piernas flaqueaban por momentos con los candentes besos devoradores de Ichigo, así que decidió bajarse de sus tacones para mayor estabilidad. Sin embargo, el pelinaranjo agarro bruscamente una de las piernas de la morena, obligando a alzarla y manoseando con fuerza su trasero.
Para más comodidad, la morena dio un saltito para enroscarse en la cintura de él, para que al estar en esa agradable posición, Ichigo la estampase contra la pared sin dejar de arrancarle suspiros con sus besos.
Loco, loco, loco... completamente loco. Esa mujer le volvía un animal irracional, ansioso e instintivo... quería besarla hasta dejarla sin aire, quería tocar cada rincón de su piel, quería arrancarle gemidos del fondo de su garganta... solo para él.
Posesivo.
Sus manos luchaban por deshacerse de ese maldito corsé para poder besar sus pechos con total libertad, pero se le estaba haciendo demasiado difícil quitarle la prenda. Gruñó enfadado contra sus labios, ya que no quería despegarse de ellos y Rukia rió divertida.
— Shh... quieto... — se separó de él, hablando con voz suave. — ...vamos a tu habitación...
Se bajó de su cintura, deslizándose por la pared hasta que el pelinaranjo soltó sus muslos. Estaba atónito, seguía cual perro faldero las instrucciones de ella con la boca abierta, disfrutando de las vistas que Rukia le proporcionada. Esta tiraba del brazo de él, guiándole hasta su habitación y tironeando de su mano sin dejar de mirarle fija y decididamente.
Llegaron a la habitación y antes de que Ichigo la tirase contra la cama, le esquivo hábilmente y le empujó a él para que quedase sentado en ella. Este observaba embelesado cada movimiento de la morena, quien sonriente se acercaba a su rostro que al estar sentado sobre la cama quedaba justo a su altura.
La atrapo por la cintura, acariciándola con fuerza y bajando hacia su trasero. Esta tan solo le besó con suavidad, degustándose lentamente y arrodillándose entre las piernas de él. Comenzó a besar el cuello de el pelinaranjo, haciendo que este suspirase complacido y dejase caer su cabeza hacia atrás para facilitarle el trabajo.
Las finas manos de la morena se colaron de nuevo bajo la camiseta de él, para por fin quitársela del todo y dejar su torso al descubierto. Se mordió el labio inferior al verle expuesto y bajo sus besos hasta su clavícula, pectorales, abdominales... Las varoniles manos de Ichigo apretaban las sábanas y su ceño se fruncía intentando contenerse.
Las manos de Rukia palparon el bulto que había entre las piernas de el pelinaranjo. Este abrió ligeramente los ojos solo para encontrarse a aquella mujer sacando su miembro de sus pantalones y lamerlo en toda su longitud.
— Ah, Rukia... — gimió de forma profunda y débil.
Está sonrió complacida al ver que ya no había duelos de egos ni retos. Podía relajarse y disfrutar.
Le gustaba verle así, tan dócil, ansioso y expuesto. Tenía el poder sobre Ichigo, aunque con los arranques e impulsos que le daban constantemente, dudaba que fuese a durarle mucho el tener el control. Así que decidió aprovechar lo máximo que pudo.
Despacio fue introduciendo el miembro del pelinaranjo en su boca, moviendo su lengua a la vez para arrancarle más gemidos guturales. Comenzó a degustarle, subiendo y bajando su cabeza lentamente y provocando espasmos en el hombre que tan solo gruñía complacido. Al momento, sintió unas manos agarrando su cabeza con cuidado y que comenzaron a incitarla a aumentar la velocidad.
Está continuó gustosa su labor, iniciando con su mano un vaivén en su miembro. Ichigo sintió un escalofrío e instintivamente sus manos apretaron el pelo negro de la morena y comenzó a marcar el paso él. Mal, se estaba desbocando y eso significaba que en cualquier momento Rukia iba a perder el poder.
Gemía, o más bien gruñía, de forma profunda y errática, hasta que cuando parecía que no iba a aguantar más separó bruscamente a Rukia de su amiguito. Respiraba agitado, al igual que la morena, ambos rostros estaban ligeramente sonrojados y los labios de Rukia húmedos y entreabiertos.
Se miraron fijamente unos momentos y después la morena sonrió maliciosa, levantándose del suelo y subiéndose en la cama a gatas. Ichigo observaba atento sus acciones, embelesado y sonriendo de igual manera. Podía apreciar su bien formado trasero, y tentaciones se agolparon de nuevo.
La siguió de igual manera hasta que la alcanzó. La sostuvo de las caderas con firmeza y la apretó contra su cuerpo. Al tenerla en esa vulnerable posición, y dándole completamente la espalda, pudo deshacerse con mayor facilidad del corpiño, mandándolo al otro extremo de la habitación.
Observó su espalda desnuda, su nuca y su trasero pegado completamente a él, y se relamió de nuevo. Se inclinó y comenzó a besar su media espalda, subiendo lentamente y provocando que la morena se tensase ante cada contacto. Podía escuchar su respiración entrecortada y como sus brazos temblaban, haciéndole más difícil el soportar esa posición.
Ichigo se apoyó con un brazo en la cama y con el otro subió sus caricias desde la cadera hasta agarrar uno de sus pechos haciéndola gemir suavemente. Su rostro quedaba justo detrás del oído de la morena, el cual no tardó en morder para después susurrarle sus intenciones.
— Ahora si vas a tener tu merecido. — advirtió sonriendo de medio lado y apretando el seno que mantenía en su mano.
De los labios de la morena no salió ninguna queja, tan solo un sonoro gemido complaciente.
Impaciente, bajó con brusquedad las negras bragas de encaje de la morena, dejándola solamente cubierta por las medias y el liguero. Pero de esas dos prendas no iba a deshacerse, se le hacía demasiado tentador verla así y quería aprovechar. Preparándose para la acción, acarició su trasero y caderas para finalmente introducir su miembro en la vagina de la morena.
La posición les daba más placer ya que al introducirse desde atrás, las paredes de Rukia ejercían más presión sobre el pene del pelinaranjo. Y eso, ambos lo notaron...
— ¡Ichigo! — gimió arqueándose hacia abajo y dejando su trasero más hacia arriba.
Este tan solo se mordió el labio inferior con fuerza para contenerse y comenzó con el vaivén, lento y profundo, clavando sus dedos en la cadera de la morena y sin poder reprimir algún que otro ronco gemido con el nombre de "Rukia". Las manos de Rukia se aferraban fuertes a las sábanas, manteniéndose fuertes para no desplomarse y gimiendo sin poder controlarse demasiado.
Mantuvieron el ritmo durante unos momentos, gimiendo el nombre del contrario hasta que Rukia decidió picar al pelinaranjo. A duras penas giró su cabeza para poder observarle de reojo y le tentó.
— ¿Este era el... el merecido que me ibas a dar...? — preguntó entre gemidos y suspiros con voz socarrona.
— No me tientes, Rukia... — suspiró con voz grave mientras aumentaba poco a poco las embestidas.
— ¿O sino qué...?
— Tu lo has querido...
Apretó las caderas de Rukia para tomar apoyo y sus embestidas se transformaron en brutales, rápidas y certeras penetraciones que anularon cualquier capacidad de habla de ambos jóvenes. De los labios de la morena solo se escapaban sonoros y femeninos gemidos, para después desplomarse contra la cama y apoyarse en sus antebrazos.
Ichigo quedó absorto y embelesado. Se movía frenéticamente dentro y fuera de ella, y eso le hacía perder la razón por completo. Su cuerpo desplomado, dejando su trasero todavía más a su merced, le alentaron a dar estocadas más precisas que no tardó en llevar a cabo. El gemía de forma profunda, jadeando ante tanto placer.
— Aaahn... ¡Ichigo! — las manos de la morena apretaban las sábanas con fuerza, mordía su labio inferior con ímpetu y sus ojos se cerraron ante tantas oleadas de placer que parecían llegar a la cúspide en cualquier momento, y justamente llegó a su orgasmo.
Él gruñó complacido y a punto de explotar, echó su cabeza hacia atrás con su rostro compungido por el placer y sin dejar de dar las últimas estocadas antes de derramarse en ella. La presión era descomunal al igual que el placer que esto le brindaba, no se contuvo más y con la última estocada se vino dentro de ella.
— Ru... kiahrg... — gimió en un suspiró mientras sus manos deshacían lentamente el agarre a la cadera de ella.
La morena no dijo nada, se mantuvo en esa posición contra la cama, respirando irregularmente con sus ojos cerrados y sus mejillas encendidas. Ambos cuerpos estaban perlados por el sudor y agitados. Ichigo salió cansado de ella y se desplomó a su lado totalmente agotado. El trasero de Rukia cayó a la vez, quedando ambos tendidos sobre la cama.
Rukia le daba la espalda, mirando hacia la pared de la habitación y respirando profundamente, con un Ichigo pegado a ella y en las mismas condiciones. Sus jadeos anhelantes de oxigeno resonaban por toda la habitación, siendo Ichigo el primero en recobrar parte de la normalidad.
Se apego más a ella, pasando su varonil mano por su vientre desnudo con delicadeza y acariciando con la punta de su nariz el cuello de ella, depositando algún que otro beso y haciendo presión de vez en cuando para dejar una marca rojiza. Ella ronroneó gustosa, pero aún agotada y tan solo acarició la mano que él mantenía en su vientre.
— Esto ha sido toda una sorpresa... — habló divertido mientras bajaba su mano a los ligeros de la morena.
— Hmm... de eso se trataba... — contestó con una adormilada sonrisa y apegándose más a él.
— Pues misión conseguida... — mantuvo su mano en el muslo de ella y besó su nuca con suavidad, provocándole un escalofrío a la morena.
Esta se removió con una sonrisita hasta darse la vuelta y se comenzó a subir encima de él, besando su cuello en el proceso, para una vez encima acomodarse para dormir con sus pectorales como almohada. Este rió, y tiró de las sábanas para taparse.
Podía escuchar la respiración tranquila de ella, sus ojos cerrados y su aroma ya se había vuelto a impregnar en cada rincón de su habitación. Sus manos vagaban tranquilas y suavemente por el pequeño cuerpo de la morena, delineando cada rincón.
—Me pregunto... ¿cómo has salido de casa así? — habló con voz tranquila y mirando el techo de su habitación.
— Con mucho cuidado... — contestó divertida y adormilada.
— ¿No se ha dado cuenta que no llevabas apenas ropa debajo?
— No... solo me vio cuando tenía la gabardina puesta. — contestó para después bostezar y acomodarse más en él. — Fue fácil.
— Sí, ¿y has pensado en cómo vas a volver a entrar en casa?
— Pues solo espero que para cuando llegue esté dormido.
— ¿Y si no lo está?
— Hmmm... pues tendré que hacer tiempo para que se duerma hasta que llegué... — susurró sensualmente besando y dando pequeños mordiscos en el pecho del pelinaranjo.
— ¿Y que se te ocurre para matar el tiempo? — preguntó haciéndose el tonto y apretando con suavidad el trasero de ella.
— Pues que te parece si... — se acomodo en él y continuó besando su torso, pasando sus manos para acariciarle y subiendo hacia el cuello. — ... nos divertimos un poco más.
— ¿Tu nunca te cansas de divertirte? — preguntó en un suspiro al sentir los labios de la morena devorar su cuello.
— ¿Acaso Kurosaki-kun no puede más? — le retó divertida y con esa voz que tanto le enervaba.
Este al verse atacado a su ego masculino giró sobre la cama, dejando a Rukia debajo de él y sosteniendo sus muñecas sobre su cabeza para que no se moviera. La miró fijamente a esos orbes violetas y ella tan solo sonrió victoriosa.
— Mujer del demonio... — susurró divertido y excitado mientras besaba su cuello. — ... vas a tragarte tus palabras. — y sus besos bajaron hasta sus pechos, ganandose un suspiro de placer por parte de ella.
— Eso me gustaría verlo...
.

.
Las tres y media de la madrugada, todas las luces de la calle estaban a oscuras, exceptuando una que se encendía cada dos apagadas. Aún así, la calle estaba a tientas. Podríamos decir que estaba en completo silencio, pero se escuchaba el ligero sonido del motor de un coche.
— Adiós... — se despidió mirando hacia abajo algo cohibida por ser descubierta y agotada de tanto ajetreo.
— Adiós... — imitó el pelinaranjo, pero este sin embargo sostuvo su mentón y con una tierna sonrisa deposito un suave beso.
Ambos se separaron con una ligera sonrisa para que después la morena se bajara con cuidado del coche. El pelinaranjo la observaba desde dentro que entrase en la casa, apoyándose en el volante y ya de paso deleitándose con su belleza.
La muchacha caminaba agarrándose la gabardina y con las llaves en la mano, metiéndolas en la cerradura con cuidado y sigilo. Aún no se creía lo que le acababa de pasar esa noche, se pasó la mano por su cabello y sonrió mientras observaba como abría la puerta y miraba hacia atrás para despedirse.
Arrancó el coche y pasó despacio por enfrente de su casa, observando como ella levantaba la mano y el la correspondía haciéndole el gesto del teléfono para que le llamase. Ella negó divertida con la cabeza y entró en su casa.
Estaba a oscuras, más que en la calle pero veía perfectamente. Dejó con mucho cuidado las llaves en el recibidor, se quitó los tacones y caminó sigilosa por el pasillo hasta su habitación. Menos mal, estaba dormido.
De todos modos, no quiso tentar su suerte así que continuó caminando con cuidado hasta su armario y rebuscó su pijama. Abrió la puerta corrediza y comenzó a rebuscar, pero la luz de la lamparilla se encendió, asustándola al instante.
— ¿Rukia...? — susurró adormilado y mirándola con un ojo abierto.
— Sí...duérmete, ya he llegado. — intentó aparentar serenidad mientras buscaba con más ansias su pijama.
— Ah... — el pelirrojo comenzó a frotarse los ojos. — ¿qué haces con el abrigo? Hace un calor de mil demonios...
— Bueno, bueno, ya me lo voy a quitar, tranquilo. — por fin, con el pijama entre sus manos, se dirigió a cambiarse al baño.
— ¿No te cambias aquí...? — preguntó extrañado por el repentino atisbo de pudor de la morena.
— No... es que voy a quitarme la pintura ya de paso... — mintió hábilmente.
— Ah... vale... — y se volvió a desplomar en la cama.
Cerró rápidamente la puerta del baño y se quitó el abrigo de igual forma. El intimo modelito quedó expuesto y no tardó en intentar desabrocharse el corsé para empezar. A duras penas se deshizo de él y se puso la camiseta ancha del pijama. Con la misma rapidez comenzó a desabrocharse los ligueros, sacándose después las medias y quitándose la liga.
Ya por fin se había deshecho de todo, se puso los pantalones cortos y se relajó por fin. Suspiró culpable mientras se sentaba en la taza del wáter, pensando en todo lo que acababa de hacer... pero... había sido genial.
Se levantó de nuevo tras largo rato pensando y se miró al espejo. Estaba confundida, no sabía qué hacer y los recuerdos de Ichigo se agolpaban en su mente volviéndola vulnerable. Negó con la cabeza y abrió el grifo del agua, echándose un poco en la cara para refrescarle las ideas.
Juntó toda su ropa y la echó en el cesto para la ropa sucia. Total, era ella la que se encargaba de hacer la colada. Tan solo tuvo que esconder esas prendas más abajo y nadie a parte de ella las vería.
Intentando parecer relajada, salió y encontró a su prometido tumbado en la cama, con la luz encendida y con su antebrazo tapando sus ojos. Suspiró una vez más y rápidamente se fue a su lado de la cama, sentándose en el borde para después introducirse dentro de las sábanas. Renji se movió y observó, como siempre, la espalda de su futura esposa.
Quedó pensativo unos momentos para después acercarse a ella en busca de algo de cariño. La morena se tensó y suspiró una vez más, estaba agotada y aunque quisiese no podría fingir que tenía ganas. El pelirrojo se apegó a ella, abrazándola y juntándola más contra él, dando besos en su nuca y acariciando su vientre.
— Renji... — musitó cansada para ver si el solo se cansaba.
Pero no tenía esa suerte.
— Venga, Rukia... — suplicó con voz suave, besando su hombro. — ... llevamos mucho tiempo sin...
Bueno, eso era lo que él creía, porque ella acababa de volver de una apasionante noche de sexo.
— Renji, por favor... quiero dormir, estoy cansada... — se negó afligida.
Este no dijo nada y continuó besándola, subiendo por el hueco de su cuello. Rukia iba a quejarse de manera más tosca, pero de repente Renji paró. La morena se tranquilizó al pensar que ya se dio por vencido y se dedico a intentar dormir, pero la verdad era muy distinta.
El pelirrojo se quedó observando el cuello de Rukia fijamente, con su ceño fruncido y sin decir palabra. Tenía una marca roja, un chupetón... no era tonto, podía diferenciarlo. Sintió una punzada en el pecho y observó a su prometida. Estaba dudoso... no sabía si decirla algo o mantenerse en silencio.
Se giró enfadado y brusco, apagando la luz y dándole la espalda como todas las noches a Rukia. Pero no podría dormir... acaso ella... ¿le estaba siendo infiel con otro...? Sintió rabia, ira, dolor, pero sobre todo... ganas de saber quién era ese otro hombre que le estaba robando a su mujer...
.

.
Abrió los ojos pesadamente, estaba cansada todavía de la noche anterior. Se removió entre las sábanas y miró el despertador. Abrió los ojos de golpe, eran las doce y media, eso para ella era tardísimo ya que solía madrugar bastante y además Renji...
¿Dónde estaba Renji? ¿Y porque no la había despertado?
Se incorporó contrariada y poso sus pies en el suelo. Se froto los ojos y miró hacia la puerta de su habitación, estaba abierta así que Renji no estaba en el baño. Se levantó y caminó perezosamente hasta la cocina, donde le encontró leyendo el periódico muy concentrado, o eso parecía.
— Buenos días... — saludó con voz seria y sin mirarla.
— Es muy tarde, ¿por qué no me despertaste? — espetó sentándose en la silla enfrente de él.
— Parecías muy cansada.
— Da igual, sabes que no me gusta despertarme tarde... — recordó frotándose los ojos.
— Ah.
Fue lo único que dijo, tajante, serio y sin dirigirla la mirada. La morena le observo fijamente, extrañada por su comportamiento, ¿le pasaba algo?
— Renji, ¿estás bien? — no contestó. — ¿Te pasa algo?
— A mi no me pasa nada, mejor dime qué te pasa a ti en el cuello. — contestó serio y bajando el periódico.
— ¿Qué? — se llevó la mano al cuello, con los ojos ligeramente abiertos.
— ¿Quién te ha hecho ese chupetón, Rukia? — se levanto de la mesa, cruzándose de brazos.
— ¿Q-qué? ¡No digas tonterías...! — mintió. — ¡esto no es un chupetón!
— ¿Ah, no? ¿No? — la agarró de la muñeca y tironeó de ella hasta el baño, enfrentándola al espejo y obligándola a mirarse. — ¿Entonces qué cojones es esto, Rukia? — apretó los mofletes de Rukia para que no se moviese y dejando a simple vista aquella marca rojiza
— ¡R-Renji...! ¡Para! ¡Me haces daño...! — suplicó con voz débil.
Este la soltó al fijarse en el reflejo del espejo las lágrimas que surcaban sus mejillas y se sintió el peor hombre del mundo. Toda la ira se desvaneció y ahora estaba preocupado por ella. Decidió tranquilizarse, respiro hondo y se froto los ojos.
— Lo siento... — se disculpó más tranquilo pero aún enfadado. — Rukia, por favor, dime quien te lo ha hecho...
— Te estoy diciendo que no es un chupetón... — sollozó al ser descubierta, pero Renji no sabía que era por eso. —¿... por qué no me crees? — le miró fijamente con sus ojos llorosos.
Lloraba porque odiaba mentirle, era superior a ella, pero debía hacerlo...
— Rukia... — al ver sus ojos se ablandó completamente y la idea de que fuera infiel se desvaneció ligeramente. — L-lo siento... — la atrajo hacia él en un abrazo fuerte. — No quería hacerte daño, perdóname... — besó su cabellera con cariño.
—... — se sentía como escoria, le estaba mintiendo y haciendo que él se disculpara cuando la que lo había hecho mal era ella.
— Yo... es lo que me parecía, n-no sé que pueda ser entonces... pero p-puede ser alergia a algo... o no sé... — parecía que era él el que se quería engañar, su voz temblorosa que intentaba reprimir la verdad. Otra vez, Rukia se sentía miserable. — Lo siento... no quería tratarte así... perdóname. — y la estrechó mas entre sus brazos.
—... — no podía decir nada, no tenía palabras, sus ojos húmedos miraban el espejo en el que se reflejaban ambos.
El pelirrojo se separó de ella y la miró fijamente a sus violáceos y tintineantes ojos, sosteniéndola delicadamente el rostro y limpiando las lágrimas de sus mejillas con sus pulgares. Rukia mantuvo la mirada, observando el miedo que expresaba su prometido y lo único que pensó la morena fue... ¿Por qué se está haciendo el tonto?
Estaba segura que con esto lo sabía todo, no era tonto, pero el solo la había excusado, intentando convencerse a sí mismo de todo. Estaba en shock, no sabía como reaccionar... y menos aún cuando los labios del pelirrojo se juntaron con los suyos.
Se quedó estática mientras él la besaba, no supo cómo reaccionar, pero el no paraba de besarla mientras acariciaba sus mejillas. Intentaba intensificar el beso, pero la morena no le seguía el juego...
— Por favor... — le suplicaba con voz débil y besando la comisura de sus labios mientras la atraía a él. — ... por favor Rukia... — ¿Que quería? ¿Qué fingiese? Su tono de voz, sus acciones, todo indicaba que era eso lo que quería.
Quería que le engañase, quería que fingiese que ella le amaba y Rukia al sentirse tan atrapada correspondió levemente para hacerle sentir mejor, pero un nudo en el pecho la pinchaba cada vez más.
Cerró los ojos y movió levemente sus labios, luchando suavemente contra los ansiosos belfos de él. La morena intentaba separarse ante tan brusca intrusión, pero una mano se posicionó en su nuca para que no se escapara, mientras la otra se colaba bajo su camiseta para acariciar la piel de su cintura.
Tenía que fingir por él, tenía que dejar de pensar mientras él se imaginaba su mundo feliz. Ambos se engañaban, ella teniendo que pensar en que era cierto pelinaranjo el que la besaba y él teniendo que pensar que la mujer que estaba correspondiendo le amaba.
Mantuvo sus ojos violáceos cerrados en todo momento, desde que la besó hasta que la llevó a su cama y comenzó a desvestirla. Se le estaba haciendo muy difícil mantener la concentración para elevar su mente a otro mundo, muy difícil...Se sentía la peor persona del mundo, despreciable, vil y desgraciada... sucia.
Cada caricia cargada de amor no correspondido se convertía en dolor para la morena, apretó más los ojos y escondió su rostro en el pecho del pelirrojo, mientras este entraba y salía de ella. Sus uñas se clavaban en la espalda de él con rabia y tristeza, mientras una lágrima surcaba su mejilla.
Pero no podía pararle... el era feliz así y si le decía que no, le haría más daño a él. No quería lastimarle, pero ahora era ella la que se sentía como basura.
Movimientos sin sentido ni sentimientos mutuos se acrecentaban en la habitación, hasta que solo uno de ellos llegó al clímax. La morena agachó la mirada mientras él salía exhausto de ella y se dejaba caer al lado. No se miraron ni se dirigieron la palabra...
Ella tan solo se cubrió con las sábanas y le volvió a dar la espalda como siempre, mientras derramaba más lagrimas de culpabilidad y el tan solo se tapaba los ojos con su antebrazo, sintiéndose egoísta y estúpido.
— Lo siento... — musito la morena levantándose de la cama dispuesta a irse.
Renji la observó con mirada triste mientras ella recogía su ropa y se encerraba en el baño. Se sentía desgraciado... ¿por qué no podía amarle? Él le daba todo lo que quería, cariño, amor, todo... ¿Por que ella no correspondía?
Porque el amor es cosa de dos, no de uno...