"— ¿Te me estás insinuando? — pregunto de nuevo con una incrédula y divertida sonrisa.
— ¿Te gustaría que así fuese?
— No me disgustaría para nada, la verdad. — confesó sin dejar de mirarla.
— Entonces que te parece si terminamos lo de anoche.
Mutismo.
El pelinaranjo se levantó bruscamente de la silla y cargó a la morena en su hombro, llevándola de nuevo a su habitación y dejando el desayuno sin terminar."
Caminó con la liviana mujer a su hombro, ansioso y con la ardiente necesidad de volver a probar sus labios, está vez, exentos de alcohol. ¿Por qué sentía tantas ganas de estar con esa mujer? Se estaba comportando como un autentico perrito yendo detrás de ella, cuando normalmente eran ellas las que iban detrás de él.
De todos modos, eso poco le importaba ahora. Quería hacerla suya de una vez y no iba a desperdiciar la invitación que le había propuesto la morena.
Abrió la puerta de su habitación con rapidez, mientras la chica quería tener el mando, por lo que se deslizó con cuidado de su hombro para enroscarse con sus piernas a la cintura del muchacho. Este, para sostenerla, poso con fuerzas sus varoniles manos en sus glúteos, y comenzando un salvaje beso, la estampó con cuidado contra la pared.
Ahora, con total libertad, se dedico a explorar el diminuto cuerpo de la mujer con su mano sobrante, ya que con la otra le valía para sostener ese ligero cuerpo. Frotó con ímpetu su pierna, hasta el final, levantando la falda en el proceso y dejando al descubierto su blanquecina piel.
Ella no se quedaba atrás, tironeaba su anaranjado pelo sin dejar de besarle con fuerza, mordiendo en ocasiones su labio inferior para después atacar su cuello de igual manera. Sus pequeñas manos se colaron por debajo de la camiseta, delineando sus músculos con lentitud para después intentar quitarle la camiseta.
— ¿Por que... estás haciendo esto...? — preguntó con voz ronca mientras la mujer le deleitaba besando su cuello. Permaneció disfrutándolo con sus ojos cerrados y sus labios entreabiertos, suspirando levemente.
— Hmmm... — mordió sinuosamente su cuello. — ¿Acaso... — subió su camino de besos lentamente por su cuello. — ... quieres... — continuó subiendo cada vez más. — ...que pare? — susurró para finalmente morder el lóbulo de su oreja.
Un escalofrío recorrió toda su columna y brutalmente la apartó de su cuello para besarla salvajemente, sin soltar su cabello y apretándola más contra la pared. El provocarle así le había salido caro a la morena, ahora estaba luchando por mantener la cordura y no dejarle ganar, pero la forma en la que le besaba y acariciaba le hacía más difícil el trabajo.
Subió su mano libre poco a poco hasta su blusa, abriéndola sin ningún cuidado y dejando ver sus modestos pechos cubiertos por la tela de su sujetador. El pelinaranjo, pasó a besar su cuello, mientras adentraba su mano por dentro del sujetador y estrujaba uno de sus pechos. La morena no pudo reprimir un erótico gemido que hizo que Ichigo sonriese victorioso mientras seguía con su labor.
— ¿Ahora quieres tu que pare yo...? — apretó mas su cuerpo contra el de ella, friccionando sus intimidades y circundando el erecto pezón de la muchacha. Ella no dijo nada, tan solo se mordía el labio y clavaba sus uñas en la espalda del varón, todavía sin dejarle marcas. — Dime... ¿no estarás haciendo esto por despecho...? — preguntó divertido.
La morena trago duro y abrió sus ojos, encontrándose con los de Ichigo. Le miró decidida, sonriendo de medio lado a duras penas, ya que si se descuidaba acabaría gimiendo otra vez. Y no se lo pondría tan fácil.
— Para nada...
— ¿Entonces...? — la besó sutil y rápidamente, para volver a mirarla.
— Simplemente, me gustas... — confesó con media sonrisa. — Me atraes demasiado.
Ichigo sonrió complacido y volvió a atacar su cuello.
— Claro, como no. — habló socarrón mientras volvía a la carga. — ¿Que es lo que más te gustó de mi, eh?
— No lo sé. — contestó tajante y volviendo a intentar relajarse para no darle el gusto tan pronto de verla rendida.
— Admítelo, nunca verás a alguien tan guapo, listo y divertido como yo. — bromeó besando su mandíbula.
— Bf, no te creas tanto Kurosaki-kun. — le retó con esa voz tan fingida, haciendo que el pelinaranjo parase para observar lo que iba a decir. — He visto a chicos, más guapos, más listos y más divertidos que tú. — sonrió victoriosa al ver que había tocado su ego masculino y espero su reacción.
El varón frunció el ceño y sonrió de medio lado, notando como la chica quería retarle.
— Es posible... — cedió mientras la acomodaba de nuevo para no caerse. — Pero... — se acercó a su oído con una socarrona sonrisa. — ... nunca vas a conocer a ningún hombre que te haga el amor como yo.
— Hmm... — un suspiró se escapó de sus labios al sentir la vibración de su voz haciéndole cosquillas en su oído. — Eso... me gustaría verlo.
Volvió a retar.
El chico rió levemente y volvió a besarla con fuerza. Sus labios se separaban un segundo y volvían a unirse con incluso mayor fervor. Sus lenguas batallaban constantemente y no dudaban en morder el labio de su contrincante cuando se daban cuenta que perdían el poder sobre la situación.
Cuando el beso se intensificó hasta más de el límite, Ichigo decidió que era suficiente. Volvió a posar sus manos en sus glúteos y la apartó de la pared, obligándola a agarrarse a él para no caerse. Con rapidez, caminó hasta su cama y se tiró con ella debajo, con cuidado de no aplastarla en el proceso.
Ahora no habían duelos de egos, ni ninguna clase de retos para picar al contrario, ahora ninguno de los dos sonreía, estaban centrados en el otro, besándose como si nada ocurriese a su alrededor. Sin pensar en que la mujer que tenía debajo tenía prometido, y sin pensar que la mujer tendría un futuro marido que no era el que estaba encima suya, haciéndola sentir una mujer libre.
No pensaban en nadie más que en ellos mismos, al menos hasta que el maldito móvil de Ichigo sonó sacándolos de sus pensamientos.
— No pienso cogerlo... —se negó sin separar los labios de la mujer.
Está rió al escuchar su tono fastidiado.
— Será mejor que lo cojas, Ichigo... — habló cuando este dio tregua a sus labios para volver a su cuello. — puede ser algo importante...
— Ññññnnj... — gruñó sin hacerla caso y acariciando su trasero, que por cierto era perfecto y se había enamorado de él.
— Ichigo... —le llamó divertida al ver como no cedía, cual niño pequeño.
El teléfono dejó de sonar.
— ¿Ves? Ya han parado de llamar... — dejó su cuello y se incorporó sobre sus antebrazos para mirarla. — Si fuese algo importante llamarían otra vez. — y totalmente victorioso se acerco para besar sus labios.
Pero antes de que pudiese rozarlos, el móvil volvió a sonar, haciendo que una venita en su frente pareciera querer estallar. Rukia rió divertida con la situación y le miro con una ceja alzada.
— ¿Decías?
—Ñññññjjjn... —se levanto de encima de ella, revolviéndose el pelo enfadado y frustrado. —Ni se te ocurra moverte de ahí. — ordenó señalándola amenazante, mientras corría a por su móvil.
Rukia tan solo rió, observando cómo se iba a contestar la dichosa llamada.
Suspiró todavía tendida en la cama... ¿que había sido de su resaca? Ya casi ni la notaba. Normal, su mente hasta hace escasos momentos estaba más ocupada en las caricias que le estaba proporcionando el pelinaranja. Cerró los ojos y suspiró, ¿estaba bien hacer esto? Renji no tenía la culpa, pero se estaba sintiendo tan libre...
Nunca, en sus 25 años de vida había sentido esa sensación.
Sentía un nudo en el pecho, pero se sentía a la vez satisfecha aunque fuese temporalmente. Una extraña mezcla de emociones que la estaban volviendo loca. Se incorporó de la cama y decidió que ella también echaría un vistazo a su móvil, por si alguien la hubiese llamado.
Dios, tenía toda la ropa desacomodada. La blusa abierta y sin un botón, arrugada al igual que su falda, totalmente subida dejando ver su ropa interior. Se sonrojó levemente y se acomodó un poco antes de llamar.
Una vez resuelto el problema de la ropa, se acercó a la mesita de noche y hurgó en su bolso. Sacó su móvil, estaba apagado.
— Mierda, mierda, mierda...
Su móvil estaba apagado, eso significa que todos estarían preocupados y podría corroborarlo si al encenderlo tenía llamadas de todo el mundo. Así fue, cuando encendió el cacharro, más de 30 llamadas perdidas de Renji y su hermano se hicieron presentes en la pantalla. ¡Maldición!
Se apresuró a llamar a su prometido para avisarle que estaba bien antes de que llamasen a la policía. Esperó a que comenzase a dar señal y en menos de dos segundos ya habían contestado. Estaban muy preocupados.
— ¡Rukia!
— Renji, oye que- —no la dejo hablar.
—¡¿Dónde has estado toda la noche? —preguntó enfadado y nervioso. — ¿No he pegado ojo pensando que te había pasado algo malo?
— Renji...-
— ¿Por qué tenías el móvil apagado? ¡Al menos pudiste avisar de que no ibas a llegar!
— Renji, escucha... — se estaba enfadando ella también ya que no la dejaba explicarse.
— ¡Eres una irresponsable Rukia! ¿Sabes lo preocupados que nos has tenido a todos? ¿Lo sabes?
La paciencia se agotaba para Rukia, así que decidió no seguir con la conversación.
— Mira Renji, luego hablamos en casa. Adiós. — Colgó seria y enfadada, tirando el móvil contra la cama, totalmente rabiosa. — ¡Mierda! —grito cabreada.
— Parece que tenemos que irnos. — habló Ichigo desde atrás, observándola con gesto comprensivo desde el marco de la puerta.
—Eso me temo... —suspiró agotada y se levantó de la cama, terminando de acomodarse un poco más la ropa y el pelo. — me voy, Ichigo. Lo siento...
— No te disculpes.
— ¿Dónde están mis zapatos? —preguntó buscando por la habitación.
— Están en la entrada. — contestó tranquilo. — Vamos, te llevaré a casa en coche.
.
.
El coche avanzaba por la carretera, a una velocidad normal, algo acelerada para llegar antes a casa de la morena, pero nada excesiva. La ventanilla del copiloto estaba abierta, dando una agradable brisa a la muchacha que no hacía nada más que mirar el exterior de forma cansada y desanimada.
El pelinaranjo la observo de reojo, sin quitar demasiado tiempo vista a la carretera y decidió preguntar algunas cosas sobre ella.
— Oe, Rukia... cuéntame, ¿qué pasó ayer con tu hermano? — volvió la vista a la carretera.
— Nada que no pase todos los días...
— ¿Peleasteis por algo en concreto?
— Siempre peleamos por lo mismo... — suspiró agotada.
— Puedes contármelo si quieres. —se ofreció a escucharla. Rukia giró el rostro y le observo fijamente. Podía confiar en él, lo sentía así.
— Todo viene desde muy atrás, es un cumulo de cosas. — agacho su mirada a sus manos, las cuales jugueteaban con su bolso. — Desde la muerte de mi hermana, todos se volvieron sobreprotectores conmigo... y mira que solamente por apellidarte Kuchiki ya estás sobreprotegido, pero desde entonces más aún.
— Entiendo...
— Nunca me dejaron hacer lo que quería, siempre estaban "Un Kuchiki tiene que hacer esto" "Un Kuchiki no debe hacer lo otro" — imitó a los de su clan. — La verdad, Nii-sama no tiene la culpa, el es una marioneta más... pero me saca de quicio que no haga nada. Nunca quiere romper las reglas...
— ¿Es por eso por lo que peleasteis?
— No, bueno... no del todo. — volvió a mirar por la ventana.
— Cuéntame.
—Ichigo... tu, supongo que no eres tonto y te habrás dado cuenta ya. — el pelinaranjo la miro de reojo. — Tú debes imaginarte que mi compromiso con Renji no es algo que me haga ilusión.
— Lo sé. — volvió su vista a la carretera.
— Como soy una Kuchiki, me prepararon este compromiso con Renji. Daba igual mi opinión o que el fuese mi amigo de toda la vida. Nos emparejaron por simples negocios, sin tener en cuenta si nos parecía bien o no. — rechisto molesta.
— El precio de portar el apellido Kuchiki...
— ¿Sabes? Me gustaría mucho poder ser alguien normal, que pasase desapercibida, una más entre la multitud... poder vivir la vida a mi manera, sin que nadie la controle...
Su tono de voz era soñador, esperanzador pero a la vez triste, Ichigo no pudo evitar mirarla, ese rostro iluminado, con esos ojos brillantes.
— Puedes hacerlo, todavía eres joven. — contestó parando el vehículo un poco alejado de la casa de la morena, para evitarla más problemas con su prometido
— Lo dices como si fuese fácil. — ambos se miraron.
— Lo es. — repitió. — Hoy mismo has hecho lo que has querido, daba igual si era correcto o no, tú querías hacerlo.
La morena se quedo pensativa, con los ojos un poco más abiertos y con las palabras del chico rondando su cabeza. Este sonrió tiernamente, observando el trance que tenía la morena. Ahora se veía tan frágil y vulnerable que parecía otra mujer distinta. En conclusión, el chico tenía razón, por muy difícil que pareciese.
— Es posible. — apartó la mirada algo avergonzada, pero no lo notó nadie. — Me voy Ichigo, gracias por traerme y por recibirme en tu casa.
Intentaba escapar de esa situación; abrió la puerta del coche dispuesta a bajarse, pero algo atrapo su antebrazo y tiró de ella. Lo siguiente que sintió fueron los labios de Ichigo sobre ella, una vez más, pero de una forma distinta. Más tranquilos, sosegados, con ternura... El beso se cortó y los ojos de Rukia continuaban cerrados, con sus labios entreabiertos, sintiéndose extrañamente bien.
Los abrió de nuevo poco a poco, observando el rostro de Ichigo a escasos centímetros de su rostro. Se sonrojó levemente cual quinceañera bobalicona y entonces el joven la hizo volver a la realidad.
— Que sepas que tenemos una cuenta pendiente. — insinuó sonriente.
— Idiota... — la morena rió levemente y salió totalmente calmada del coche, dispuesta a entrar de nuevo al infierno.
Caminó a paso rápido no sabía si para alejarse lo antes posible de Ichigo o si para enfrentarse a Renji de una vez por todas. Quizá, por ambas a la vez. Llegó a la puerta de su casa y el coche de Ichigo arrancó para irse, lo observó desde lejos y finalmente se marchó de allí.
Cogió aire para enfrentarse a lo que se le venía encima, saco las llaves de su bolso y antes de que pudiese meterlas en la cerradura, la puerta se abrió desde dentro gracias a Renji. Estaba enfadado, muy enfadado e iba a empezar a gritarla en cualquier momento, por lo que Rukia se apresuró a entrar para no montar un espectáculo para los vecinos.
— ¿Qué haces? ¿Ahora huyes de mi? — preguntó con rabia al ver como la morena había pasado rápido hacia dentro de la casa.
— Deja de decir gilipolleces Renji, no quiero montar un jodido espectáculo en la puerta de casa. — habló ofendida tirando su bolso en el sofá con rabia y bajándose de sus tacones. — Ya estoy aquí, ahora dime lo que me tengas que decir.
— ¿Porque me hablas así? Soy yo el que tiene que estar enfadado.
— Deja de tratarme como si fueses mi padre Renji, ya estoy mayorcita para hacer lo que quiera. — contestó cruzándose de brazos.
— ¡Maldita sea Rukia! No se trata de eso, ¡nos tenías preocupados! ¿Es que no te entra en la cabeza! — alzó la voz.
— ¡Ni se te ocurra levantarme la voz así, Renji! — contraatacó de la misma forma.
Ambos se quedaron en silencio, respirando agitados y con los ceños completamente fruncidos. Cuando parecieron más tranquilos volvieron a hablar.
— ¿Dónde has estado toda la noche? ¿Con quién? — abordó a preguntas.
— He estado fuera hasta ahora. —mintió. — No quería volver a casa.
— ¿Toda la noche fuera sin nadie? — cuestionó escéptico.
— Ajá... — volvió a mentir.
Renji se dio por vencido, nunca le diría la verdad así que decidió hacerse el tonto y creerle lo que dijo. No quería discutir más por eso.
— Rukia... ¿qué pasó con tu hermano? ¿porque te fuiste así sin decir nada? — preguntó en un tono más tranquilo, pero aún enfadado.
— Deberías imaginarte el por qué. — le miro fijamente, con rabia en sus ojos y con una respuesta ponzoñosa.
Ambos se quedaron en silencio.
Renji se quedo estupefacto, dolido, en una situación desagradable. Rukia algo arrepentida por lo que dijo se marchó del salón, intentando alejarse de su prometido. El pelirrojo lo sabía, sabía que Rukia no le correspondía, lo dolida que estaba con el por haber aceptado ese trato del compromiso sin tener en cuenta que eran amigos, ni mucho menos los sentimientos de la morena.
Lo sabía, y eso es lo que le hacía sentir un egoísta.
.
.
Volvió finalmente a su casa vacía. Dejó las llaves en el cuenco del recibidor y fue a la cocina. Estaba desordenada, con el desayuno sin terminar debido a la proposición "indecente" que le había hecho Rukia. La verdad no se lo esperaba, para nada.
Sonrió divertido mientras la recogía.
Había sido agradable tenerla en casa, no era como las otras. Normalmente pasaban la noche, luego las acompañaba a su casa, y ¡Plaf! no las volvía a ver. No las volvía a ver, más que nada porque no sentía la necesidad de encontrarse con ellas de nuevo, pero con Rukia era diferente.
Quería verla otra vez.
Una vez recogida la cocina, quiso a darse una ducha, así que primero fue a por sus cosas a la habitación. Y otra vez, Rukia estaba ahí. No físicamente, pero estaba seguro que si se tumbaba en la cama, su aroma le embriagaría. Y así fue, no pudo evitar hacerlo. Se recostó en la cama y se quedó rodeado del perfume de la morena hasta que le llamaron de nuevo al móvil
Maldito móvil del demonio.
— ¿Si? — contestó de mala gana y levantándose de la cama.
— ¡Hijo! ¿Sabes algo de la hermana de Kuchiki? — preguntó su padre algo preocupado. — Por lo visto estuvo toda la noche fuera de casa.
— Lo sé, ya está bien, está en su casa. —le tranquilizó.
— ¿Tú como lo sabes...? — ambos se quedaron en silencio, Ichigo esperando a que su padre se diese cuenta de la situación y... — ¡No me digas que ha estado contigo! — ¡Bingo! se dio cuenta.
— Sí.
— ¡Ichigo ten cuidado con lo que haces! Podrías poner en peligro nuestros negocios, y te puedes buscar problemas con los Kuchiki...
— Papá, papá, cálmate. No hicimos nada. — El hombre suspiró aliviado al otro lado del teléfono.
— ¿Nada de nada?
— Nada de nada. —confirmó, aunque mintió un poco.
— ¿Entonces que hacía ahí contigo?
— Senna la trajo porque se puso borracha en su local, nada más.
— Vaya, así que hasta un Kuchiki se emborracha. — bromeó riendo al otro lado de la línea.
— Eso parece... — suspiró cansado y cogiendo su ropa para ducharse. — ¿Para qué más llamabas papá?
— Ah, sí, cierto. — despistado... — Tenemos otra reunión en dos días con la mano derecha de Kuchiki-sama y el mismo. Creo que su hermana también estará, pero bueno, más te vale no hacer ninguna tontería.
— ¿Por quién me tomas?
— Yo solo te lo aviso, su prometido es la mano derecha del Kuchiki, así que ten cuidado con lo que haces. — hizo una pausa. — Sobre todo con esas miraditas que le hechas a su futura esposa.
— ¿Qué? — contestó sorprendido.
— ¿Que te crees? ¿Que no nos damos cuenta? — su padre comenzó a reírse de nuevo.
— Bueno, como sea... iré si es preciso. Nos vemos papá.
— Adiós hijo, cuídate.
— Adiós. — y colgó.
Conque en esa reunión estaría el famoso Renji...Será divertido.
.
.
Tras dos días de intensa espera, el día de la reunión llegó. Los Kurosaki se encontraban en la sala de juntas, esperando a la pareja de prometidos que todavía no llegaban. Ichigo estaba impaciente, quería ver con qué clase de hombre habían desposado a Rukia y si era mejor que él. Cosa que dudaba mucho...
Byakuya estaba más tranquilo, ya no vigilaba tanto a Ichigo debido a que ahora Rukia estaría con Renji, y dudaba que el pelinaranjo fuese tan descarado de lanzarla esas fogosas miraditas que tanto detestaba. La secretaría les sirvió unos vasos de agua para amenizar la espera y se marchó al instante.
Cinco minutos después, la puerta volvió a abrirse dando paso a una cabizbaja Rukia seguida de un alto hombre que parecía su guardaespaldas. Cuando la morena alzo el rostro, saludó a todos con la misma fingida sonrisa del primer día. Ichigo volvió a mirar a aquel hombre, y estuvo seguro, ese era Renji.
— Buenos días. — saludó primero la chica de forma cordial.
— Buenos días, Rukia-chan. — contestó el padre del pelinaranjo. — Y usted debe ser Abarai-san, ¿cierto? — se levantó de la silla dispuesto a estrecharle la mano.
— No se equivoca, señor. — le estrechó la mano con educación.
— Un placer. — soltó el apretón de manos y miró a Ichigo, el cual analizaba minuciosamente a el pelirrojo. — Abarai-san, este es mi hijo, Ichigo.
— Buenos días. — habló Renji tendiéndole la mano para saludarle.
Ichigo observo la mano reticente, con un gesto serio pero finalmente la estrechó desganado. ¿Qué demonios le pasaba? Se estaba comportando como un celoso engreído.
— Buenos días.
Rukia noto la tensión que se había creado entre ambos por lo que decidió hablar para relajar la situación y comenzar de una buena vez con la reunión.
— Eh, bueno, ¿qué tal si empezamos? Vamos un poco retrasados y hay que hablar de la firma en Tokio. — propuso mientras se sentaba en frente de Ichigo.
— Rukia tiene razón, empecemos. — apoyó su hermano.
Renji se sentó al lado de Byakuya, el cual presidia la mesa, y comenzaron la reunión. Otra vez, Ichigo se mantenía al lado de la conversación para dedicarse a mirar a Rukia la cual estaba atenta a lo que decían los demás varones, escribiendo algo en un papel. Se le hacía cada vez más difícil apartar la mirada de ella, y eso era un problema.
De repente, sin saber de que estaban hablando, la morena se levanto de su asiento y comenzó a hablar de algo, por lo que entonces sí que prestó atención.
— Bien, aquí están los penúltimos papeles para firmar. — comenzó a repartir unas carpetas a todos los hombres, sin apenas prestarle atención a Ichigo y siguió hablando. — Los últimos por firmar se llevarán a cabo en nuestra sede de Tokio. Apenas un día de viaje de trabajo y estarán de vuelta en casa con el trato completamente cerrado.
Y siguió hablando mientras todos abrían las carpetitas amarillas para leer lo que había dentro, incluido Ichigo. Pero en la suya había algo diferente a las demás, ese papel en el que había estado escribiendo algo la morena. Disimuladamente, comenzó a leerlo.
"Deja de mirar tanto a las prometidas de otros, eres demasiado descarado."
Y el pelinaranjo esbozó una inevitable sonrisa de medio lado al leer eso. No estaba ignorándole, para nada, estaba muy atenta a lo que él hacía. Tan solo estaba fingiendo y eso le alivió bastante. ¿Por qué? Ni idea.
La observo por última vez, esperando que ella mirase, y así fue. Le dedicó una fugaz mirada de reojo con una torcida sonrisa para después sentarse de nuevo y dejar que los hombres hablasen.
— Bien, y con respecto a la conferencia en Tokio, ¿quiénes irán? — habló Byakuya. — A mi me es imposible, tengo que atar cabos por otros lados, así que decidan ustedes. — finalizó serio mirando a ambas parejas.
Rukia y Renji se miraron, pensando en quien debería ir.
— ¿Quieres ir tu o voy yo? — preguntó Renji en voz más baja.
— Ve tu si quieres.
— Pero no me gusta que te quedes sola en casa...
Ichigo escuchaba atento la conversación privada.
— Ay Renji, no me va a pasar nada. Es solo una noche. Yo iré a la próxima.
— Está bien.
Mientras por otro lado, Isshin sacaba de sus pensamientos a su hijo, intentando concordar en quien iría a Tokio.
— Ichigo, ¿quieres ir tu?
— No papá, ve tu. Te enterarás mejor. — volvió a mirar a Rukia, la cual seguía hablando con Renji. — Además, yo tengo planes...
Finalmente, todos comunicaron a Byakuya quienes partirían a Tokio próximamente y continuaron con más temas de la reunión. Así se pasó otra pesada hora, y ya serían cerca de las ocho de la tarde cuando terminaron. Todos se levantaron de sus asientos y caminaron hasta la puerta donde se quedaron charlando otro rato.
— Bueno, entonces nos vemos en la próxima semana para el viaje. — habló Renji, sin despegarse del lado de Rukia. — Nosotros nos vamos ya.
Rukia agachó la mirada, ella no quería irse aún.
— ¿Se van ya? Oh, yo que les iba a invitar a tomar algo. — comentó Isshin.
— Se lo agradezco mucho Kurosaki-san, pero estoy cansado. — Le tendió la mano para estrechársela.
— Oh, pues entonces no insistiré. — le dio un cordial apretón.
— ¿Y tu Rukia? ¿Tú también estás cansada? —habló Ichigo, haciendo que todas las miradas se posasen en él. — Si no lo estás puedes venir con nosotros.
Renji le envió una mirada asesina.
— Yo estoy bien, Kurosaki-kun. —el pelinaranjo sonrió. — Pero será mejor que acompañe a mi prometido.
— Ya la has oído. — corroboró Renji, caminando hacia la salida sin despedirse de Ichigo en condiciones. — Adiós.
— Adiós, Rukia. — el pelinaranjo retó a Renji, despidiéndose únicamente de su esposa con una sonrisa victoriosa.
La morena tan solo le dedico otra mirada asesina por hacer de rabiar a su esposo. Esto solo le hizo más gracia a Ichigo que observó como ambos se marchaban, obviamente, el pelirrojo más enfadado que la morena.
Sí, sin duda, sería divertido.
.
.
— ¿Dónde están los papeles Rukia?
— Los estoy buscando todavía.
La semana pasó rápida y aburrida, su prometido tenía que partir en unos momentos y ahí estaba ella, buscando unos dichosos papeles que eran necesarios para la reunión. Finalmente, entre todo el papeleo del despacho, consiguió encontrarlos.
Fue a entregárselos a la habitación donde estaba la pequeña maleta que había hecho, donde estaba empacando las últimas cosas.
— Toma. — se los tendió y el los guardó con cuidado.
— Arigato.
La muchacha se tumbó en la cama, cansada y con algo de mal humor. ¿Por qué? Más que obvio para ella... una semana y dos días sin que nadie le diese "amor". Era una mujer, ella tenía necesidades como todo el mundo, y la escasez de... "amor", no la ponía de buen humor precisamente.
— ¿Estás bien? — preguntó el pelirrojo cerrando la maleta.
— Sí... solo estoy cansada.
— Ah... — no insistió. — Ten cuidado esta noche, no quisiera que te pasase nada.
— No me pasará nada, tranquilo. — cerró los ojos y bostezó aburrida.
— De todos modos, recuerda cerrar la puerta con llave y las ventanas antes de dormirte.
— Haaai...
— Bien, esto está listo.
— ¿Cuando vuelves? — preguntó incorporándose de nuevo.
— Mañana por la tarde lo más probable. — Explicó cogiendo su maleta y caminando hacia el recibidor, seguido por Rukia— Hoy llegaremos por la noche a Tokio, descansaremos y por la mañana tenemos la reunión.
— Ahmmm. — llegaron a la puerta.
— Te llamaré cuando llegue al hotel. — abrió la puerta para marcharse, Rukia asintió. — Adiós...
— Adiós...
Se inclinó para darla un beso, pero Rukia giró levemente la cara, haciendo que el beso se diera en la comisura de los labios de la morena. El pelirrojo suspiro y se marchó dejando a Rukia sola en casa. Esta cerró la puerta y suspiró de igual manera.
Sería aburrido, como siempre.
Arrastró sus pies sin rumbo, hasta que decidió darse una refrescante ducha. No tardó en quitarse su ropa y meterse bajo la ducha para empezar a asearse como todos los días. El agua era templada, tirando un poco a fría. Era un día caluroso y ya estaban entrando en verano.
Quince minutos después, la morena salió totalmente despejada y con un poquito de mejor humor que cuando entro.
Se atavió con su albornoz corto y blanco para salir hasta la cocina para tomarse algún refresco. Toda la casa vacía, solo para ella, sin nadie durante una noche... sería una noche aburrida, MUY aburrida. Llegó a la cocina y sacó un refresco del refrigerador para después mirar por la ventana.
Era de noche, seguro que Renji ya habría llegado a la estación e iría directo a Tokio.
Suspiró y se dio media vuelta para darle otro trago al refresco. Nada que hacer, sería mejor irse a dormir y mañana sería otro día. Un minuto después, la puerta sonó. ¿Quién llamaba a estas horas? Se preguntó. Seguro sería Renji que se habría olvidado algún otro papel.
Dejó la lata sobre la mesa y fue hacia el recibidor, cansada y tan solo con su albornoz. Descuidada, abrió la puerta sin preguntar y al alzar la vista se encontró con quien menos esperaba ver en ese momento. Pero en el fondo se ilusionó de verle después de una semana. Aún así, ¿qué hacía ahí?
— Ichigo, ¿qué haces aquí? — preguntó seria tapándose más con su albornoz.
— No lo sé... — su voz profunda y grave causó un escalofrío en la morena.
— ¿Cómo que no lo sabes? — el pelinaranjo tan solo la miró fijamente, con sus ojos tintineantes, lo que hizo que Rukia apartase cohibida la mirada. — Pasa si quieres...
Y se hizo a un lado dejando pasar al varón quien tan solo entró al recibidor y se quedó mirándola de nuevo. Cerró la puerta y Rukia volvió a preguntar.
— Ichigo, en serio... ¿qué haces aquí?
Y el pelinaranjo tan solo la acorraló contra la puerta, pegando su frente contra la de ella y mojándose con el agua que había en el pelo de Rukia. El corazón de la chica comenzó a palpitar nerviosa, pero ella insistía en mantener la compostura. Apoyó las manos en su pecho y le miró fijamente.
— No lo sé Rukia... no sé qué hago aquí... —volvió a hablar con esa voz.
Permanecieron unos momentos más mirándose, con sus labios rozándose y sus respiraciones chocando agitadas hasta que la morena decidió atacar, besándole con ansias y fuerza. El pelinaranjo no tardó en corresponder con incluso más intensidad. Necesitaba probar sus labios de nuevo, se habían convertido en su nueva droga.
Rukia enroscó sus brazos alrededor de su cuello y profundizo el beso, haciendo que las manos de Ichigo vagaran hasta su cintura para tomar apoyo, dando ligeros apretones para hacerla saber que le encantaban sus besos.
Cuando necesitaron aire, se separaron jadeantes y exhaustos. Volvieron a mirarse y una pícara sonrisa surcó el rostro de la morena, la cual ahora tironeaba de la camisa de Ichigo, guiándole por los pasillos hasta llegar a su habitación. Ichigo sonrió de igual manera, observando como a la vez la muchacha le desabotonaba la prenda mordiéndose el labio inferior.
Ya dentro de la habitación Rukia siguió tirando de él hasta que sus pies chocaron con la cama y se dejó caer con un Ichigo, y su camisa ya desabrochada, encima. Volvieron a unir sus labios y sus cuerpos tan solo estaban a un paso de estar unidos, pero primero se divertirían un poco más.
Las piernas de Rukia rodearon la cadera de Ichigo, mientras las manos del susodicho frotaban con fervor las piernas de Rukia, amasando su trasero cuando llegaba arriba. Cortó el beso y los labios del pelinaranjo bajaron por su mejilla hasta su cuello, impacientes por probar más de su idílica piel.
Rukia sonrió extasiada, tironeando los cabellos naranjas de aquel hombre que ahora comenzaba a desabrochar el nudo de su albornoz. No sintió pudor, no sintió vergüenza, para nada... ella lo ansiaba de la misma o incluso más forma que él. El varón consiguió desabrochar el albornoz y lo abrió con lentitud, acariciando la piel que quedaba al descubierto y dejándola completamente desnuda.
La observó embelesado durante unos momentos para volver a abalanzarse sobre ella, besando su clavícula mientras sopesaba uno de sus pechos con rudeza. Rukia gimió levemente ante tan brusca atención, pero no le desagradó en absoluto. Ichigo continuó su camino y introdujo uno de los pechos manoseados en su boca, provocando que la morena se arquease de placer.
Observó de reojo a la mujer y sonrió complacido al verla rendida a sus caricias. Volvió a subir su camino de besos hasta su barbilla la cual besó fugazmente para volver a devorar sus labios. Las manos de Rukia tan solo luchaban para quitarle la dichosa camisa, que tras unos cuantos tirones y la cooperación de Ichigo, acabó saliendo por completo.
Pero sus manos no pararon quietas, tras deshacerse de su camisa quiso deshacerse de sus pantalones. No logró sacárselos, pero si maniobró lo suficientemente bien como para conseguir desabrochárselos. No se quedó atrás, no quería parecer menos que él así que introdujo su mano en el bulto que tenía entra sus piernas y comenzó un vaivén con su mano.
El pelinaranjo dio un respigo y un ronco gemido que le obligó a parar de besarla durante unos instantes. Cuando se pudo controlar, volvió de nuevo a sus labios, iniciando otra batalla con sus lenguas e imitando a la morena. Bajó una de sus amplias manos hacia la intimidad de ella y comenzó a acariciarla con lentitud.
La morena suspiró ante el contacto. Esto era mil veces mejor que cuando lo hacía ella, y eso que tan solo estaba empezando. En un impulso, mordió el labio del varón, tentándole a más y esté participó al instante. Volvió a su cuello, besándolo con más ansias que antes e introdujo de golpe dos de sus estilizados dedos en el interior de ella.
— ¡Aahhn! — ante la inesperada intromisión Rukia no pudo evitar gemir en alto y a su vez arquearse.
Este, se separo de su cuello para observarla mejor, aumentando la velocidad de sus movimientos y sintiéndose más aliviado ya que la mano de ella se había visto obligada a salir de ahí para sostenerse en él. Era un autentico privilegio ver a aquella mujer así, tan vulnerable pero en un sentido más positivo, desde luego.
Se acercó a su oído sin parar sus movimientos y con media sonrisa susurró.
— Vamos... quiero escucharte decir mi nombre. — le dijo a la muchacha aumentando la profundidad y besando su cuello otra vez esperando una respuesta.
— N-Ni se te ocurra pensar... ¡Ah!... — le miró a duras penas, sonriendo de medio lado y con su rostro sonrojado por la excitación. — ... que te lo pondré tan fácil, Kurosaki-kun.
— Eso ya lo veremos. — saco sus dedos de su interior y se volvió a posicionar encima de ella para besarla con pasión.
La morena correspondió, acariciando sus pectorales con delicadeza para después intentar hacerse con el mando de la situación. Le empujó hacia atrás, obligándole a separarse un poco de ella y con maestría rodó sobre él, tomando ahora las riendas. Ahora arañaba lentamente su pecho, moviéndose errática y suavemente sobre Ichigo, provocando que sus intimidades friccionaran.
El pelinaranjo estaba complacido, le encantaba la vista que tenía desde abajo y ver como la terquedad de la mujer se hacía presente para tener el control, tan solo le animó más. La morena se inclinó para alcanzar a besar su mandíbula, bajando por su cuello lentamente no sin antes dejarle una marca. Él no se quejó, al contrario, sonrió de medio lado totalmente satisfecho.
Ella siguió bajando e Ichigo tan solo puso sus manos detrás de su cabeza, cerró los ojos y disfrutó. Rukia daba pequeñas mordidas por donde pasaban sus labios y después lo acariciaba con sus manos hasta que llegó al pantalón ya desabrochado. Lo observó sonriendo de medio lado al ver lo animado que estaba y comenzó a dar tirones del pantalón, bajando a su vez los bóxers que llevaba.
Ante esto el pelinaranjo abrió un ojo y observó a la morena terminando de sacarle todas sus prendas inferiores por completo. Sonrió al ver como Rukia gateaba de nuevo hasta él, mordiéndose el labio y sin perder de vista a su ya animado amiguito.
La verdad no se imaginaba que fuese así de... así. Siempre pensó que a Ichigo se le podía aplicar el dicho de "Perro ladrador poco mordedor", pero ahora se daba cuenta que estaba equivocada... MUY equivocada. Llegó a la parte de su entrepierna y sonriendo pícara saboreó lentamente la punta. El pelinaranjo se tensó y gimió levemente, incorporándose sobre sus antebrazos para deleitarse con el paisaje.
Pero Rukia no volvió a hacerlo y se sentó sobre él, empujando con su dedo índice en el pecho de este para volver a tumbarle. Ahora, volvió a frotar sus sexos, está vez directamente y sin telas de por medio, haciendo que ambos suspiraran complacidos.
La morena se inclinó por última vez para llegar al oído del muchacho, y con la misma voz sugestiva y socarrona que uso él antes le imitó:
— Veamos quien grita el nombre de quién. — retó muy segura de sus palabras.
Este se carcajeó levemente y la observó fijamente para atraerla de nuevo a sus labios, besándolos un instante antes de que ella volviera a su anterior posición. Con una mano de apoyo en su pecho y la otra agarrando el miembro de Ichigo, fue bajando con lentitud, llenándose poco a poco y gimiendo al igual que él en el proceso.
— No vas a durar ni un asalto... — habló con voz profunda, intentando reprimir sus roncos gemidos.
— Y-Ya lo veremos... — habló no tan segura al estar completamente llena por Ichigo.
Respiraba un poco menos regular que al principio y ahora, ambas manos estaban posadas sobre el pecho del pelinaranja para tomar apoyo. Comenzó a moverse, lento, sin prisas, disfrutándolo al máximo. Ambos suspiraron muy complacidos con las acciones de la morena. Ichigo pasó sus manos por los muslos de ella hasta llegar a su trasero y dejarlas pegadas ahí, ayudándola con el ritmo.
Cada vez se movía más rápido, subiendo más alto y bajando hasta el fondo, ya sin poder aguantar los gemidos por parte de ambos. Las manos de Ichigo cada vez se agarraban con más fuerza a los glúteos de ella y las uñas de Rukia cada vez se clavaban más en el pecho de él.
Al sentir esto, la morena se mordió el labio para poder relajarse un poco antes de hablar y miró fijamente al pelinaranjo.
— V-Vamos... — le alentó a que la nombrase, con una sonrisa de medio lado no muy creíble debido al éxtasis al que era expuesta.
— Calla y mira... — le dijo en las mismas condiciones, solo que él quizá podía hablar de forma más sosegada.
Está vez le robó el poder a Rukia, empezando él a moverse y marcar el tiempo de las embestidas. Unas embestidas más brutales, salvajes y profundas. Rukia tan solo se dejó llevar, con su cordura totalmente perdida, sin reprimir gemidos. Sus pechos rebotaban a la par de los bruscos movimientos de un Ichigo que estaba totalmente embelesado por la imagen que se presentaba ante sus narices.
Quería retomar el control, asique con un solo brazo la bajó de encima suyo y se volvió a posicionar él arriba. Con su antebrazo tomando apoyo por encima de la cabeza de Rukia y su otra mano sosteniendo una de sus piernas, volvió al ataque. La morena solo mantenía sus ojos entrecerrados, gimiendo eróticamente y aferrándose a la espalda de Ichigo.
Como no, clavando cada vez más sus uñas en ella.
Los ojos de Rukia se fueron abriendo pesadamente, encontrándose con los tintineantes ojos de Ichigo. Como un imán que se atraen, sus labios se fundieron una vez más de forma salvaje para después separarse de nuevo. Sin parar las embestidas, el pelinaranjo volvió a hablar.
— Dilo... — susurró con voz ronca.
— N-no... — niña terca.
Las penetraciones se volvieron más fuertes y profundas. Ya no importaba la velocidad, ambos estaban a punto de llegar a la cúspide de todo y no se iba a rendir sin escuchar su nombre de los labios de aquella mujer.
— Dilo... — repitió a duras penas.
— ¡Ah! — Tan solo gemía, pero en el fondo quería chillar su nombre a los cuatro vientos.
— ¡Dilo! — ordenó para después gemir.
— ...I-Ichigo... —susurró casi sin fuerzas.
— Más alto... — volvió a besarla mientras estrujaba uno de sus pechos y volvía a penetrarla salvajemente.
Estaban en el límite, ambos lo sabían, pero Ichigo se estaba reteniendo solo para escucharla. Las uñas de Rukia se clavaron por completo, arañando toda su espalda y mordiendo su hombro, para que con la última y más profunda embestida perdiera la apuesta y clamase el nombre de su amante.
— ¡Ichigo! — gimió arqueándose al llegar a su orgasmo.
Sus paredes se contrajeron espasmódicamente, apresando aún más al miembro de Ichigo que estaba a punto de explotar, consiguiendo que finalmente el también se derramase dentro de ella. Ambos cayeron exhaustos, Ichigo encima de Rukia, respirando agitados e intentando recobrar la compostura.
Ichigo reposó sobre ella con cuidado de no aplastarla, con su rostro escondido en el cuello de la morena y con una sonrisa victoriosa en su rostro. Rukia sin embargo, no pensaba en nada, su mente estaba en blanco debido a tanto placer y en lo único en lo que podía concentrarse era en recobrar el aliento.
Cuando estuvieron más calmados, el pelinaranjo rodó sobre la cama con Rukia, haciendo que la chica quedase encima suya. Ella, totalmente agotada reposó sobre su pecho, pero mereció la pena. Todos sus días de sequía se habían acabado, ¡y de qué forma! Las manos de ambos deambulaban por la silueta del otro de forma tranquila y suave.
Se mantuvieron así durante unos instantes hasta que Ichigo se decidió a hablar.
— Vaya, lo acabamos de hacer en la cama de tu futuro esposo... — habló divertido para hacerla de rabiar. — ¿No es divertido?
— Cierra la boca... — musito cansada.
— Aunque seguro que nunca habría conseguido ni la cuarta parte que yo.
— ¿Alguna vez te han dicho que eres un creído? — preguntó burlona incorporándose para mirarle con una sonrisa.
— ¿Y a ti te han dicho alguna vez que cuando gritas mi nombre te ves hermosa? — rebatió haciéndola sonrojar y uniendo sus labios.
— Idiota...
— ¿Ves? Te dije que ganaría yo.
— Ni te creas Kurosaki. — se sentó sobre el de nuevo, totalmente ofendida. — Esto no quedará así. — sonrió de medio lado mientras se inclinaba para besarle
— ¿Ah, no?
— No, apenas empezamos la primera ronda.
— Perfecto.