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miércoles, diciembre 05, 2012

CAPITULO 7 "No eres la culpable de tus sentimientos"


Como lo odiaba... odiaba el trabajo, odiaba los viajes de negocios, odiaba los trenes de larga distancia, odiaba los viajes largos, odiaba a su padre por hacerle ir a él, odiaba a los Kuchiki por ser tan snobs de no ir en tren y optar por un medio de transporte más cómodo y privado. ¡Maldita sea su suerte! Encima no podría ver a Rukia hasta dentro de tres días por la maldita reunión. Y para colmo, tendría que verle la cara al prepotente de su hermano y al cornudo de su prometido.
Su cabeza dio un leve cabezazo contra el cristal de la ventanilla de aquel tren. Miró de reojo a los chupatintas que le acompañaban a la reunión, todos de edad media, con escaso pelo y físico deplorable. Todos dormidos. Gruñó de nuevo. Este viaje sería aburrido... muy aburrido.
Sacó de nuevo su móvil y releyó ese maldito mensaje que le envió Rukia por la mañana. Maldita enana bastarda, como disfrutaba haciéndole sufrir. Sus palabras burlescas escritas en el sms fueron tan simples como: "Seguro que te lo pasas bien en Tokio. ;)"
Suspiró y frunció más el ceño sin entender el doble sentido de esas palabras...

Llegaron de noche al hotel, todos los varones estaban cansados y solo querían meterse en la mullida cama para dormir. Ichigo sin embargo, continuaba con el mismo humor del principio. Seguro que los Kuchiki ya habían llegado al hotel y estaría durmiendo en su maldita suite de lujo. Aunque bueno, no se quejaba de eso ya que a él le habían puesto una igual a diferencia de los demás empresarios que venían con él.
Negó con la cabeza y sacó de una vez la pequeña maleta que traía consigo en el maletero de aquel taxi. Entraron todos en el ostentoso hotel y fueron directos al ascensor para subir a sus respectivas habitaciones. Los otros hombres bajaron antes que Ichigo, y este tuvo que esperar a que el ascensor subiese a las plantas más altas para llegar a su suite.
Otro suspiro.
Las puertas se abrieron de nuevo dando paso a un amplio y ostentoso pasillo con pocas puertas. Arrastró su maleta con ruedas por el suelo de forma cansada y se encaminó a su habitación. Se sintió al instante observado, se giró rápidamente pero no vio nada. Frunció el ceño enfadado y segundos después le restó importancia volviendo a caminar hacia su suite.
— 345... 346... 347. Está es. —introdujo la tarjeta en el lector y la puerta se abrió.
Suspiró aliviado, al menos la habitación era espaciosa y aquella enorme cama parecía agradable y bastante cómoda. Soltó su maleta a medio camino y se estiró mientras se dejaba caer en la cama agotado de todo el viaje, pero un sonido de papel arrugándose bajo su cabeza le hizo reaccionar.
— ¿Pero qué...?
Se sentó en la cama y abrió la nota que hacia escasos momentos reposaba bajo su cabeza. La leyó atentamente y muy extrañado.
"Ichigo Kurosaki, ven a la habitación 341."
La nota no decía más, así de escueta y tajante, además de anónima. Frunció el ceño pensativo, intentando adivinar quién podría ser, pero sus neuronas estaban más que agotadas y tenía un humor de perros que no le ayudaban en absoluto. Se revolvió el pelo, volvió a leer la nota más relajado y quedó pensativo unos momentos.
¿Quién sería?
Se levantó de la cama tras un gruñido cansado y se dirigió hacia el pasillo de nuevo. Mejor iría, vería quien era y qué demonios quería, y así volvería a dormir en un santiamén. Guardó la tarjeta en su bolsillo y caminó rápido hacia la suite del fondo con el numero 341. Su ceño continuaba fruncido y no parecía tener mucha paciencia, así que quiso acabar con ese asunto rápido.
Llegó a la puerta y al llamar tocando con los nudillos, la puerta se abrió. O más bien, ya estaba abierta cuando él tocó. Alzó una ceja y con precaución entró en la suite, que era igual que la suya. Frunció el ceño y se adentró en la habitación, observándola con recelo...
— ¿Hola...?
Se quedó quieto, observando que no había nadie en aquella habitación, y ofuscado se giró para marcharse de allí. Pero esos planes de irse se desvanecieron cuando se dio la vuelta y vio a la mujer causante de su locura justo detrás suya, cerrando con una mano la puerta y apoyada en la pared de al lado con sonrisa pícara de medio lado. Su boca se abrió inconscientemente y su ceño se relajó al instante, observando incrédulo el panorama que se presentaba ante sus narices.
— ¿Rukia? —por fin pudo hablar. — ¿Qué haces tú aquí...?
No contestó, con esa misma sonrisa del principio se acercó sigilosamente a él. Ichigo continuaba estupefacto, cerciorándose ahora que la tenía más cerca de su escasa ropa compuesta por un fino y bastante corto camisón que no dejaba demasiado a la imaginación. La morena parecía muda, tan solo actuaba y en ese preciso instante tironeaba de su corbata hasta el interior de la habitación.
Su humor cambió repentinamente cual mujer bipolar con la menstruación (N/A: Lo siento tenía que ponerlo xDDDDD) y la siguió como un perrito faldero, observando cómo le guiaba dándole la espalda. Maldito y perfectísimo trasero...
— Y bien, ¿qué tal el viaje? — preguntó con voz tranquila y relajada, guiándole a oscuras hasta la cama. — ¿Cansado?
—Sí... — afirmó sin dejar de analizar sus acciones.
— Entonces está vez me ocupo yo de todo... — susurró en su oído mientras le empujaba contra la cama.
Quedó recostado sobre el mullido lecho, ya bastante excitado por las palabras de la morena, observándola boquiabierto como se sentaba encima de su regazo, con esa pícara sonrisa y con sus ojos clavados en la camisa de este. Sus manos acariciaban con suavidad su pecho por encima de la tela, haciendo un placentero masaje para después llevar sus manos a la corbata del pelinaranjo y desabrocharla con lentitud.
Definitivamente sí... esa mujer le volvía completamente loco. Sus amplias manos apretaron con ansiedad su cintura, apretando su ligero cuerpo contra el suyo. Rukia se carcajeó levemente al ver su desesperación y le quitó finalmente la corbata. Observó el rostro excitado de Ichigo y sonrió de nuevo de medio lado, subió sus manos hasta uno de sus pechos y lo acarició tranquilo.
— Chs.. — llamó su atención, tensando un par de veces la corbata para después agarrar una de sus manos y comenzar a atarla al cabecero de la cama.
— ¿Rukia, que...?
— Shh... — apretó el nudo con la corbata y puso su rostro frente el suyo. —... te dije que yo me ocupo de todo, pero tu pareces no cooperar. — susurró finalmente para unir rápidamente sus labios.
— ¿Pretendes que me quede quieto? — cuestionó con una ceja alzada y sonrisa de medio lado.
— Muy hábil Kurosaki, acertaste. — contestó altanera desabrochando el cinturón con rapidez y sacándolo del pantalón.
Ichigo tan solo rió complacido al ver como amarraba con el cinturón su otra mano, apresándola contra el cabecero y dejando sus manos inmóviles. Sería divertido ver que tenía planeado la morena, aunque luego se arrepentiría de estar completamente a su merced. No podía mover sus manos, por desgracia, pero la curiosidad de ver lo que quería hacer le dejó manso cual cachorro.
Comenzó atacando su cuello, desabrochando al mismo tiempo su camisa. Ichigo tan solo dejaba brotar suaves suspiros de sus labios, relajándose y observando con los ojos entrecerrados a Rukia. A medida que abría la camisa, depositaba candentes besos en la piel expuesta, mordiendo cuando creía oportuno y pasando sus manos por donde besaba, provocándole un placentero cosquilleo.
Finalmente desabrochó la prenda y quedó en el abdomen. Alzo la mirada divertida y desabrochó los pantalones. Ichigo tragó duro y la observo impaciente, pero a la vez algo asustado. La morena no le hizo caso, se incorporó y se dio la vuelta sobre su regazo, dándole la espalda para posteriormente dejarle una buena panorámica de su trasero. Bajaba sus pantalones a la vez, lenta y tortuosamente para provocar a Ichigo.
Y lo consiguió.
El pelinaranjo, inconscientemente, dio el primer tirón a sus amarres para intentar agarrar aquel perfecto trasero que tan loco le volvía. Pero no pudo y eso le frustro además de hacerle arrepentirse por haberse dejado amarrar. La morena le miro de soslayo y sonrió de medio lado. Ahora sí, iba a sufrir de lo lindo.
Terminó de bajarle los pantalones y los sacó con tranquilidad, sabiendo que así le hacía sufrir aún más. Los lanzó lejos de la cama y se volvió a sentar en su regazo, dándole la espalda todavía. Miro sobre su ojo, de soslayo, sonriendo pícara el rostro ansioso de Ichigo y apretó su intimidad contra la de él, ganándose un ronco gemido.
— Rukia... — la llamó serio, haciendo que la morena volviese a girarse y quedar de frente. —... mejor suéltame. — pidió.
— Atarte no fue una opción, I-chi-go. — silabeó mientras se acercaba a darle un beso, andando con sus dedos por el pecho desnudo de él.
— Perra... — gruñó intentando besarla, pero ella tan solo se alejaba y acercaba tentándole.
— No estás en posición para ofenderme. — fingió estar enfadada, separándose de él y cruzándose de brazos. — Ahora sí que vas a sufrir. — amenazó sonriendo de medio lado.
Ichigo volvió a tragar duro, abriendo más los ojos asustado por la incertidumbre a la que era expuesto por Rukia. La morena volvió a besarle el cuello, bajando lentamente por la clavícula, acariciando sus pectorales para después besarlos de igual manera. Ichigo apretaba sus puños y se tensaba con cada beso que se daba más y más abajo. Ya, ya sabía lo que iba a hacer esa mujer, y eso le ponía más inquieto, ya que no se podía apenas mover.
Reptó hacia abajo como una felina y se deshizo del bóxer con facilidad. Ichigo se tensó de nuevo al sentirse expuesto y un escalofrío le recorrió la columna al ver como la morena sonreía maliciosa sin dejar de mirarle desde ahí abajo.
— R-Rukia... oe, suéltame. — pidió intentando sonar tranquilo, pero la morena comenzaba a acercarse lentamente a su ya animado amigo. — No, no, no lo hagas, suéltame primero, Rukia. — pidió ya más nervioso, tironeando levemente de sus amarres. — Rukia, no, suéltame. — ¿Funcionaría la psicología inversa? — Esta bien, hazlo y no me sueltes.
— ¿Me das permiso? — la morena alzo una ceja y sonrió, Ichigo la había cagado. — Genial, luego ni se te ocurra quejarte...
Psicología inversa fallida.
— No, no, no... ah... — no pudo seguir quejándose más, esa mujer cuando empezaba una cosa la terminaba, y empezaba bastante bien.
El pelinaranjo dejó caer su cabeza hacia atrás, dándose con el cabecero y reposando ahí, con los ojos cerrados y los labios entreabiertos. Sus puños se apretaban en ocasiones mientras la morena seguía concentrada en darle placer. Pasó su lengua en toda su longitud y le miró seria y decidida. Ichigo volvió a echar la cabeza hacia atrás tras un suspiro.
Continuó con sus movimientos, usando su mano y todos los recursos que podía. Podía notar como cada vez el pelinaranjo se removía más como todo su intento de contenerse se iba al garete. Gruñía ronco cuando ella introducía casi toda su intimidad en su boca, y ahora comenzaba a tironear de sus amarres con más fuerza y algo frustrado.
— Rukia... — gruñó con el ceño fruncido y su mirada excitada.
— ¿Ya? — preguntó con voz inocente, sonriendo de medio lado y dando una última lamida en la punta, provocándole otro escalofrío más al pelinaranjo. — Bien, pues entonces... — la morena comenzó a gatear de nuevo hasta él, besando de nuevo el mismo recorrido pero esta vez hacia arriba hasta que acabo sentándose de nuevo en su regazo. —... empecemos. — sentenció con voz suave, quitándose de golpe aquel corto camisón y quedando totalmente expuesta ante Ichigo.
Este la repasó varias veces con la mirada, se mordió el labio inferior y volvió a forcejear con esos malditos amarres. La morena rió divertida al verle tan ansioso y desesperado, comenzó a masajear sus pectorales con suavidad, moviéndose levemente sobre él. Se inclinó para volver a besarle el cuello con tranquilidad, volviéndole cada vez más y más loco.
Subió aquellos candentes besos a su mandíbula y barbilla para finalmente atacar sus labios. Ichigo correspondió de forma salvaje y desesperada, a pesar de estar amarrado parecía ser el quien llevaba las riendas de aquel beso. Y eso a Rukia no le gusto nada... ella tenía el poder en ese momento, y no se lo iba a arrebatar.
Se separó de él, posando su dedo índice en los belfos de él, sonriendo de medio lado y negando con la cabeza. Ichigo gruñó cual animal y tironeó de nuevo con sus manos para intentar al menos tocarla, pero era imposible. La morena se alzó levemente, apoyó sus manos en el pecho de él y mordió el labio inferior de Ichigo para después, al volver a su posición anterior, comenzase a introducir el miembro de Ichigo dentro de ella.
Ambos gimieron, esta vez Ichigo más que Rukia, ya que esta quería controlarse y estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para conseguirlo. Por fin estuvo completamente dentro de ella y ahora quería deshacerse de su amarre con más ganas. Mientras ella se movía a un ritmo lento, él intentaba sacar sus manos, pero el placer al que era expuesto no le ayudaba nada.
La morena aumentaba cada vez más la velocidad y la fuerza de las embestidas. Podía notar como el pelinaranjo movía levemente sus caderas e intentaba liberarse. Rukia no pudo evitar soltar un gemido, era humana y aunque intentase fingir indiferencia no podía hacerlo con ese hombre. Y ese femenino y erótico gemido, activó el lado salvaje de Ichigo.
Ahora tironeaba con fuerza, sobre todo de la mano sujeta por la corbata que parecía ir cediendo ante esos movimientos tan bruscos. Rukia sabía que tarde o temprano iba a conseguir liberarse y perdería el control, así que aprovechó al máximo su poder y sus movimientos siguieron raudos y veloces. Unió sus labios contra los de Ichigo, besándole para intentar quitarle fuerzas, pero eso solo le alentó a más.
Tiró con fuerza y se deshizo por fin del amarre con la corbata. Gruñó contra los labios de ella, advirtiéndola de que ahora ella sería la que iba a sufrir y llevó su mano libre a desatar la que estaba presa del cinturón. Y por fin... ¡libre! Iba a cobrárselas una a una a esa enana del demonio.
Puso una de sus manos en su nuca y la otra en su muslo, apretando con fuerza y obligándola a mirarla fijamente. Los labios de Rukia estaban entreabiertos, respirando a duras penas y sus mejillas algo sonrojadas por la actividad reciente. La besó de nuevo de forma pasional y fuerte, demostrándole que ahora él tenía el control y giró quedando esta vez el encima.
Rukia ya no podía dominarle, ahora era él quien tenía el mando de aquella situación, pero no le desagrado para nada. Las manos de Ichigo ahora vagaban libremente por el cuerpo de ella, moviéndose a la vez con embestidas fuertes y rápidas, haciéndola gemir sin control ninguno.
— Ahora... vas a pagar por todas... — amenazó con voz profunda susurrándola contra su oido para después morder su lóbulo.
Tan solo pudo responder con un gemido ya que era incapaz de hablar. Los labios de Ichigo besaban cada rincón de su piel que podía, sin parar con sus movimientos y acariciando todo lo que sus manos podían abarcar. Esa piel suave, sin ninguna imperfección que parecía de porcelana... hermosa...
Estaba perdiendo la razón con esa mujer, y no entendía por qué. No entendía porque caía rendido a sus pies, porque se le hacía tan necesaria... no lo entendía. Pero necesitaba estar cerca de ella, aunque sonase repetitivo, sí, era como una droga. Quería escuchar sus suspiros, sus gemidos, sus palabras, quería escuchar su nombre brotando de aquellos labios. Hasta había veces que sentía que se volvía un ser completamente posesivo con ella.
¿Pero por qué? Ni siquiera era suya, nunca lo fue, él sabía que ya tenía dueño, pero aún así insistió. Cosa que no hacía muy a menudo, por no decir nunca.
Y ahí la tenía, con su rostro reposando en su torso, besándolo cuando no era interrumpida por uno de sus propios gemidos, sus ojos entrecerrados, sus mejillas encendidas, sus labios jadeantes. El tacto de sus manos clavándose en su espalda...
¡Qué demonios era esa mujer! No podía existir la jodida perfección...¿porque en ella sí?
Obligó a alzar su mirada para así poder fundirse en sus ojos violáceos, besándola al instante y dando las últimas embestidas que les llevarían a la cúspide. Sintió como jadeaba, pero aún así no rompía el beso. Sus dedos se clavaron más en él y todo sus ser sufrió unas contracciones que indicaban que había llegado al orgasmo.
Ichigo lo hizo momentos después junto con un ronco gemido al sentirse tan placenteramente apresado en ella. Ambos se desplomaron exhaustos sobre la cama, el pelinaranjo con cuidado de no aplastarla. Y otra vez, como la anterior, Rukia sintió la necesidad de acariciarle. Sus manos masajeaban su cabello anaranjado, recuperando a su vez la respiración.
Ante esta acción Ichigo se sintió tranquilo y en completa paz.
— No voy a volver dejarme atar... — musitó adormilado, con el rostro reposando en el pecho de la morena.
— ¿Por qué? ¿Acaso no te ha gustado? — preguntó divertida y agotada.
— Hmmm...sí, pero no me gusta eso de no poder hacer nada. — confesó abrazándola contra su cuerpo y acomodándose más en ella.
— Deja de quejarte... encima que te doy la sorpresa. — reprochó en un susurro y una leve sonrisa, sin dejar de acariciar el pelo de este.
— A propósito, ¿qué haces tú aquí? — alzó levemente el rostro para verla bien. — ¿Y tu hermano y tu prometido?
— No han podido venir y me enviaron a mi... —contestó con naturalidad.
— Me parece un buen cambio. — la enroscó más entre sus brazos y rodo en la cama, dejándola a ella encima de su torso.
— ¿Sabes que es lo mejor de todo...? — le hizo una pregunta con voz tranquila, caminando con sus dedos por el pecho de él. Este la miró esperando respuesta. — Que voy a estar sola en casa hasta la próxima semana. — finalizó con voz suave y sugestiva mientras sus dedos llegaban a los labios de Ichigo.
— ¿De verdad? —pregunto escéptico, a lo que ella asintió con una sonrisa de medio lado y acercándose a sus labios. — Tu prometido es estúpido... ¿cómo se le ocurre dejarte sola?
— Puedo cuidarme solita. — contestó con el ceño fruncido y algo más separada de sus labios.
— No lo digo por eso... — acarició de arriba a abajo la espalda blanquecina de la morena. —... es solo, que luego pueden robarle la novia... — susurró acercándose él, esta vez, a sus labios.
Rukia se carcajeó suavemente y se relajó, volviendo a besarle de nuevo no sin antes insultarle como de costumbre.
— Idiota...



Ambos descansaban sobre aquella cama de hotel, que la verdad era bastante cómoda. Debía serlo, ya que habían pagado bastante por aquella suite. Los dos cuerpos desnudos continuaban durmiendo a pesar que la luz del día ya estaba presente, pero poco les importaba. Ahora lo único que querían era dormir y permanecer pegados el uno al otro como habían pasado toda la noche.
Los ojos violáceos de la morena se abrieron lentamente, encontrándose desnuda y apresada por los fuertes brazos del pelinaranja. Sonrió somnolienta y con cuidado de no despertarle, se giró para observarle fijamente. Dormido hasta parecía inocente, con su ceño desfruncido, sus labios entreabiertos y respirando tranquilamente. Toda una escena, sin duda...
No quiso despertarle, es más, ella misma se estaba volviendo a quedar dormida poco a poco mientras le miraba. Pero el ruido del teléfono le arruinó su inminente sueño, haciendo que se girase de nuevo y trepase por la cama hasta el molesto cacharro que reposaba en la mesilla. Lo descolgó y lo llevó a su oído, tardando unos segundos en contestar.
—¿Diga...? — preguntó con voz cansada y dormida.
— Buenos días, Rukia. — saludó totalmente despierto Renji en el otro lado de la línea.
— Renji... —suspiró fastidiada y dejando caer su cabeza sobre el colchón.
— ¿Te he despertado? — preguntó apenado.
— ¿Tu qué crees...? — bostezó cansada mientras se incorporaba entre las sábanas y observaba como Ichigo abría lentamente los ojos, también fastidiado y somnoliento.
—Lo siento, era solo para preguntarte que tal estabas.
— Pues ahora mismo, dormida y muy cansada. — confesó cerrando los ojos, rezando porque se diese cuenta de sus indirectas.
— Vaya, ¿A qué hora tienes la reunión? — preguntó con voz animada.
— Dentro de unas dos horas... — abrió los ojos y miró de soslayo a Ichigo, quien reptaba cansado hasta Rukia para empezar a besar su clavícula. — Hmm...
— Ah, genial... — notó extraña a su prometida y no pudo evitar preguntar. — Rukia, ¿estás bien?
— Estoy genial... — susurró intentando controlar sus gemidos.
Y no, Ichigo no se lo ponía nada fácil. Continuaba besando todo lo que podía, destapándola con las sábanas para tener más amplitud y poder pasar sus manos por cada rincón de su piel... una vez más. Maldito pelinaranjo... lo hacía a propósito, estaba segura.
— Ah, entonces vale... — habló con un tono de voz más neutro.
— Bueno Renji, te dejo ¿vale? Tengo que prepararme para la reunión... — intentó deshacerse de él, y también del hombre que tenía encima besando todo lo que podía.
— Pero si es en dos horas.
— Tengo... cosas que hacer todavía... — miró a Ichigo con media sonrisa, la cual él también correspondió. — Adiós Renji.
— Adiós, te quiero...
—...— no contestó, se quedó callada y suspiró para después colgarle.
Su sonrisa se borró al instante y se sintió mal consigo misma una vez más. Colgó el teléfono y su mirada se quedó perdida en la pared de enfrente. ¿Qué estaba haciendo? ¿Le estaba engañando? Sí, claro que lo estaba haciendo, pero...ellos no se amaban mutuamente, por lo menos ella no y toda esa farsa no fue consentida por ella. Pero aún así, esa farsa se llevó a cabo con o sin su consentimiento.
De todos modos, era su amigo, no podía despreciarle. Pero...
— ¿Rukia...? — el pelinaranjo llamó por quinta vez a la morena, mirándola confuso.
— ¿E-eh? ¿Qué pasa? — preguntó desorientada.
— ¿Qué pasa? ¿Qué te pasa a ti? — preguntó tranquilo, incorporándose a su lado con gesto de preocupación. — Te he llamado cuatro veces y no me respondías... ¿va todo bien?
— Lo siento... — se disculpó tras un cansado suspiro y pasándose las manos por el rostro. — Es solo que... a veces me siento culpable... — confesó sin mirarle.
Ichigo cambió su semblante a uno más sereno y comprensivo. La abrazó con firmeza y la atrajo hasta su cuerpo, reconfortándola entre sus brazos para después depositar un beso en su coronilla. Ese gesto por parte de Ichigo sorprendió a la morena, quien inevitablemente se sintió protegida con él.
— Ichigo...
— No pasa nada... — habló en un susurro. —...tú no tienes la culpa de no quererlo.
Más se sorprendió al escuchar sus palabras. ¿De verdad era tan elocuente con sus emociones? ¿Era tan fácil adivinar lo que pasaba por su cabeza? No, no lo era, ella era la mujer de hielo, pero ese hombre lo hacía parecer muy fácil. El caso es... que se sentía tan cómoda a pesar de que él lo supiera.
Le dio el ultimo apretón y con gesto sonriente comenzó a hablar animado.
— Bueno, yo ahora creo que voy a darme una ducha... — comentó mientras salía de la cama. — La necesito... — musito haciendo de reír a la morena.
— Idiota...
— Tsk... mira lo que hiciste con mi corbata. — gruñó fingidamente mientras le mostraba la prenda totalmente arrugada e inservible. — Me vas a tener que comprar una nueva.
— ... — no contestó, se quedó observándole con una sonrisa en el rostro y abrazando sus rodillas.
¿Qué estaba haciendo ese hombre con ella...? De algo estaba segura, y es que la estaba volviendo completamente loca...



La reunión estaba siendo aburrida a la par de incómoda. La morena no paraba de sentirse observada por el aquel hombre repugnante llamado Omaeda que no hacía más que mirarla lascivamente. Como si así creyera que estaba ligando con alguien en vez de dar asco. Rukia se estaba poniendo de mal humor, sus descaradas miradas hacia su escote no pasaban desapercibidas y eso obligaba a la morena a taparse disimuladamente.
Aunque eso parecía no importarle a aquel hombre.
Pero Rukia no era la única que se daba cuenta de la situación, Ichigo también era consciente de la incomodidad de Rukia y de las asquerosas miradas de aquel corpulento hombre. Le miraba fijamente, esperando que sus pequeños ojos se juntasen con los suyos para poder intimidarle, ya que ganas de matarle no le faltaban.
La morena se masajeó las sienes intentando mantener la compostura y volvió su mirada a la mujer que explicaba todos los trámites con tranquilidad. Se notaba que aquel zafio hombre tenía miedo a su jefa, seguro que ella le mantenía a raya, pero parecía que con las demás podía hacer lo que quisiese.
Después de una larga hora de reunión y tramites, finalizó con éxito, pero aquel hombre parecía empecinado en amargarla el día a Rukia. La morena se levanto de su asiento y educadamente caminó hacia Soi-Fong, la jefa antes mencionada, para comenzar a charlar. De lo que no se dio cuenta fue de la descarada mirada que le dedico aquel hombre a su trasero... pero Ichigo si se dio cuenta, para su desgracia.
Mientras caminaban hacia fuera, el pelinaranjo se acercó a el hombre y posó con fuerza una mano en su hombro.
— ¿Qué te parece si nos adelantamos y hablamos, eh? — preguntó con voz fingida pero que desvelaba su enfado.
— No, gracias, aquí atrás estoy bien. — insinuó creyendo que Ichigo le seguiría el juego.
— Mira estúpido pervertido... — su voz hablaba bajo para que solo Omaeda pudiese escucharlo, de forma enfadada y amenazante y apretando el agarre que tenia sobre su hombro. — más te vale dejar de mirar así a la señorita o te puedo asegurar que no vas a poder volver a mirar a una en toda tu vida.
— H-h-hai... — nervioso accedió, clavando su vista en el suelo.
— ¿Entendido no? —el hombre asintió con vehemencia. — Perfecto. —palmoteó su hombro mientras las mujeres se daban la vuelta para observar a los varones.
Rukia observó a Ichigo y después al asustado pervertido que la miraba hacía escasos momentos, para después volver a dirigir su mirada al pelinaranjo, con el ceño fruncido y exigiéndole saber qué demonios había hecho para tener a aquel hombre así. Sin embargo, el Kurosaki tan solo giñó un ojo burlesco y sonrió de medio lado.
—Bueno señorita Kuchiki, espero verles mañana para sellar el trato. — habló formalmente Soi-Fong.
— Por supuesto, aquí estaremos a primera hora. — hizo una reverencia que todos imitaron. — Adiós.



— Todavía no me has dicho que has hecho para que ese asqueroso dejase de mirarme.
Ambos se encontraban cenando en una hamburgesería del centro de Tokio, todo por cortesía e idea del pelinaranjo. La verdad, había sido buena idea, hacía tiempo que Rukia no iba a esos sitios, siempre estaba de lujo en lujo y ya estaba cansada.
— Simplemente insinué que si seguía así le dejaría ciego. — contestó indiferente dando un bocado a su hamburguesa.
— Ah, que inteligente por tu parte amenazar a uno de nuestros afiliados con los que tenemos que sellar un trato todavía. — ironizó poniendo los ojos en blanco.
— ¿Ah? ¿Y acaso el si puede mirarte de la forma que lo hacía? — espetó con una ceja alzada. — No hablará, no le conviene.
Rukia suspiró, no tenía remedio. Continuaron comiendo aquella deliciosa hamburguesa, la morena con cuidado de no mancharse, cosa que hacía gracia a Ichigo, el cual comía despreocupadamente. Se notaba que la morena no estaba acostumbrada a estos sitios.
— Podríamos haber ido a otro sitio si lo hubieses preferido.
— ¿Qué? No, no, no... nada de eso. — se negó rotundamente. — Hacía mucho que no venía a uno de estos, me gusta.
— ¿Cuánto tiempo hace que no vienes a comer hamburguesas a un sitio como este? —preguntó interesado.
— Desde que era adolescente. —confesó dando otro mordisco.
— Interesante...
— ¿Qué pasa? — preguntó con la boca llena para luego tragar y proseguir. — Te dije que estuve sobreprotegida, y todavía lo sigo siendo a pesar de todo.
— ¿Y no piensas acabar con esa sobreprotección?
— Dame ideas, listillo. ¿Te crees que no lo he pensado?
— ¿Que has intentado hacer? — rebatió con voz tranquila y neutra.
—Pues... yo... — quedó pensativa unos momentos y luego le encaró de nuevo. —¿Que quieres que intentase? No iba a servir de nada.
— ¿Ves? Si no lo intentas no lo sabes.
— Tu no conoces a mi familia...
— Pero te conozco a ti, y puedes hacerlo. — animó de forma sincera. — Debes controlar tu vida Rukia, no que los demás la controlen por ti.
La morena no contestó, tenía razón no se lo iba a negar, pero ¿qué iba a hacer? ¿Decirles a toda su familia que la dejase en paz, así, por las buenas? Se buscaría muchos problemas, y no solo a ella, sino a su hermano también, porque a pesar de todo, el siempre recibía golpes por su culpa.
Suspiró y le restó importancia, sería mejor no pensar en aquello.


garon ya anocheciendo al hotel después de un agradable paseo por Tokio. Ichigo parecía conocerlo bastante bien y la había llevado a sitios donde nunca había estado a pesar de haber visitado Tokio más de una vez. Fue agradable pasar la tarde con Ichigo, después de todo y conocerle no era tan pervertido, y parecía que le interesaban más cosas a parte del sexo.
Rió ante su pensamiento, llamando la atención del pelinaranjo.
— ¿De qué te ríes? — preguntó extrañado mientras las puertas del ascensor de abrían para dejarles salir.
— De nada, de nada... — le dedico una tranquilizadora sonrisa. — Oe, ¿qué te parece si... — cuando llegaron al pasillo con las puertas se pararon y la morena se acerco a Ichigo, hablando de forma sugestiva. —... vas a tu habitación, te preparas un poco y vienes a darte un baño en esa bañera de mi habitación? — propuso muy cerca de sus labios y acariciando su pecho.
— Me parece genial...
— Entonces, te espero allí, voy a preparar las cosas. — besó fugazmente sus labios y se marchó para el lado contrario de Ichigo.
El pelinaranjo voló, literalmente, a su habitación. Se dio una ducha rápidamente, impaciente por ir a la habitación de la morena de una vez, ¿de dónde tanta ansiedad y desesperación por ir? Ni que llevase una semana de sequía... pero estar cinco minutos sin tocarla ya se le hacia difícil de soportar, así que...
Entro bajo la regadera, se lavó rápidamente el pelo, se aseó bien y salió impaciente de la ducha. Ni cinco minutos tardó. Se seco el cuerpo como pudo, se vistió más cómodo y sencillo y salió de su habitación 15 minutos después de haber entrado. Cualquiera que le viese en esa situación se reiría de él y le llamaría desesperado... Pero como no serlo con una mujer como Rukia Kuchiki.
Caminó por el pasillo hasta el fondo, a paso normal para aparentar tranquilidad pero con su pelo totalmente mojado. Llegó a la puerta de la habitación de Rukia y esperó unos minutos en frente para no parecer desesperado, se estiro las extremidades y el cuello para finalmente llamar a la puerta. Espero unos segundos hasta que la morena abrió, solo ataviada con la toalla.
— Vaya, si que has tardado poco. — hizo la observación riendo de medio lado.
— Ya, tenía ganas de probar esa bañera... — entró en la habitación.
— Ve entrando, ahora mismo voy yo... — ordenó mientras desaparecía por la habitación a por algo.
No tardó en entrar en el baño y verlo a oscuras, tenuemente iluminado con unas velas y la amplia bañera llena de agua que seguramente estaría caliente. Se desnudó con tranquilidad y se incorporó en la bañera, sintiendo la calidez del agua y relajandose después de un largo día de trabajo. No pudo evitar suspirar complacido al sumergirse.
— Veo que estás agusto, ¿eh? — la morena hizo acto de presencia junto con unas copas y una botella de champaña. El pelinaranjo ni se inmutó, continuó con su cabeza echada hacia atrás y sus ojos cerrados.
— La verdad es que es relajante...
— Lo sé... — sintió como la morena introducía sus pies en la bañera y se sentaba poco a poco en el lado contrario a él.
— Ha sido un día duro, ¿eh?
— Y que lo digas... — apoyó dando un sorbo a su copa. — ... ese pesado de Omaeda me ha dado mucho asco.
— Te aseguro que no volverá a mirarte así, al menos no en mi presencia. — corroboró muy seguro mirando fijamente a la morena.
— Vaya, Kurosaki-kun el justiciero. — ironizó divertida mientras daba otro sorbo.
Ichigo la observaba sonriente, con sus ojos destellantes de libido y con unas asfixiantes ganas de besarla. Sonrió de medio lado y hizo un ademán con la mano para que se acercase a él.
— Ven aquí...
La morena sonrió suavemente, dio otro sorbito y dejó la copa para nadar hasta él, apoyándose en sus piernas para darse impulso y quedarse sentada en su regazo. Sus rostros quedaron juntos, sus ojos ya estaban fundidos en el contrario y sus sonrisas pícaras de medio lado adornaban la situación. Rukia comenzó a acariciar el pecho de Ichigo, subiendo hasta sus hombros y bajando, repitiendo esa acción para provocarle un placentero masaje. Y el correspondía de igual forma, acariciando sus caderas y sus piernas.
— No sé de donde sacas tantas ideas, pero siempre acabas sorprendiéndome...
— Una tiene mucha imaginación. — sonrió contra sus labios para después besarla.
— Imaginación, ¿huh? — esta asintió levemente, volviéndose a besar con fuerza y lujuria. — Conmigo no la vas a necesitar para nada... — insinuó divertido.
— Eres muy creído, Kurosaki-kun. — mordió su labio inferior. — Hablas mucho, pero haces poco... — le retó sabiendo que así tocaría su ego.
— Tu lo has querido.






sábado, septiembre 22, 2012

LO QUE NO VES...


PROLOGO
Era dos de noviembre, el día de todos los santos, cuentan que el primero al medio día las almas de los difuntos vienen al mundo de los vivos a visitar a sus seres queridos, y estos los esperan en su casa con una variedad de masas, panes en forma de personas (que representan a los muertos), escaleras (por donde regresan su mundo nuevamente), águilas, coronas y demás variedad de formas, también hay algunas golosinas, para aquellos que en vida les gustaba el dulce, los esperan con su bebida y su comida favorita para que ellos los bendigan más a su partida y desde donde estén, para demostrarles que aun se los recordaba y quería, el dos se encaminan al cementerio y desde su tumba al medio día los despachan con mucho rezos, cantos, y variedad de costumbres, adquiridas por familias.
Y hoy como cada dos de noviembre el cementerio estaba lleno de gente que venía a despedirse de sus muertos, aun que solo sea el cementerio de un pueblo pequeño, se encontraba aun mas lleno de lo acostumbrado, hoy daba el adiós a un hombre que fue importante en mi existencia. La lluvia caía fuertemente dando al lugar un ambiente más triste, de mis ojos salían lagrimas gruesas y solloce fuerte cuando el ataúd fue metido en la fosa y la tierra de a poco cubrió el cuerpo del hombre que me enseño a descubrir un sinfín de sentimientos, primero amor, tristeza, alegría, rabia, quien desde siempre me encerró en un mundo que nunca ame, vi como la gente se iba del cementerio acaricie la tierra húmeda; había caído sentada al lado del nicho, ¿Cómo podía ahora dejarme perdida en el mundo que me encerró?, con un millón de responsabilidades que no podría arreglar pero también sabía que debía de hacerlo, me dejaba como siempre todo a mí, desde siempre me había dejado a cargo de solucionar problemas que no me concernían en nada, pero…ahora había terminado todo… ya no tenía mi carcelero, a ese hombre pedazo de hielo con el que me case, ya no estarían más aquí para secuestrar mis ilusiones, sonreí de lado al imaginar la cara que tendría si supiera lo que tenía planeado hacer, pero no podía hacerlo después de todo el ya no sentía nada, lagrimee un poco más, murmure un adiós suave, adiós a toda mi prisión, ahora con mis veinte y nueve años quedaba libre para ser yo, adiós a la fingida felicidad, al hogar bien hecho, adiós a todo lo que me encerró.
Sentí como una mano grande y fuerte me presionaba el hombro dándome impulso a ponerme de pie, le sonreí
Te amo – le dije me enderece y me abrace a mi nueva y ultima ilusión
Mientras esta nueva esperanza de ser libre me conducía por el estrecho sendero del cementerio donde sepulte al hombre que me dio inicio, recordé con detalle cómo y cuando había empezado mi mundo a caer, a pesar que en ese tiempo yo creí que sería mi mundo feliz, el ´´vivieron felices por siempre`` que había soñado tener en mi existencia, pero con él nunca se sabía nada, era ir dando tumbo tras tumbo sola yo intentando estabilizarme.
Capitulo # 1
Conociéndote
En estas fechas de elección era la verdad muy aburrido, cada candidato político hacia promesas que nunca cumpliría y se les olvidaría una vez que se sienten en la silla presidencial de este país, me encontraba con mi hermana Miyako parada en la plaza del pueblo, en lo alto de las largas graderías que conducían a un diminuto lugar de descanso, donde se encontraban unos hombres que por su apariencia daba a mostrar que eran de buena familia daban un extenso discurso de las maravillas que realizaría su partido político una vez este en el poder, yo estaba cansada por estar parada ahí sin escuchar en realidad nada de lo que decía. A mí no me gustaba en nada la política me parecía de verdad aburrido todo eso, entendía un poco como era ese mundo aun que claro en un país y una sociedad plagada del machismo, las mujeres no estábamos adecuadas para nada mas que no sea la cocina y cuidar a los hijos, para mí eso era muy arcaico, incluso Miyako tenía los mismos pensamientos que el mío, demasiado liberales y feministas para caber en este lugar, aun que claro ahora Miyako dentro de nada cambiaría su posición, si nos encontrábamos paradas en este lugar era porque ella esperaba a su novio y futuro esposo.
Mi nombre es Rukia kuchiki, soy una chica de diecisiete años recién cumplidos, cuarta hija de una familia de seis, mi padre Matzuda kuchiki de profesión agricultor, era el hijo menor de la familia más prestigiosa y adinerada de ese pueblo donde vivía, mi madre Shirayuki Himura era una mujer que viva en la ciudad pero cuando conoció a mi padre se casaron al mes de conocerse, cuando mi padre la llevo al pueblo ella quedo enamorada de su verde paisaje y al ser aceptada por mis abuelos con los brazos abiertos ella feliz se quedo a vivir en el pueblo, desde que recuerdo ella dedico su vida al cuidado de la familia, ella estuvo al cuidado de mis abuelos cuando se enfermaron, el primero en partir fue mi abuelo y al año siguiente le siguió mi abuela, a pesar de no recordar sus caras, tenia recuerdos bien nítidos de ellos, de las cosas que convivimos con ellos, aparte de mis padres estaban mi hermano mayor Byakuya de 29 años, él era el orgullo de mis padres, por ser el primogénito a quien habían mandado a estudiar a la universidad de la capital y antes del tercer año de carrera lo dejo por que se había decidido a casarse con su novia del colegio hissanna Mao, de su misma edad era una excelente mujer que aguantaba a mi hermano y sus cambios de humor, también tenía a mi hermana mayor momo de 27 años, mis padres la casaron a los 25 con Aizen un hacendado de un pueblo vecino, tenían un hijo pequeño de tres años, quienes venían de vez en cuando a visitarnos, luego esta mi hermana Miyako que tenia ahora 20 años y ella ya había conocido al ´´hombre de su vida`` hace poco le propuso matrimonio y ella acepto en el acto, Kaien Kurosaki era un muchacho alto de ojos y cabellera oscura la piel un tanto blanquecina, sin duda era el mejor partido de este pueblito perdido en la nada, había llegado a Chajlaya (el nombre del pueblo donde vivo) para hacer sus trabajos de prácticas de su estudio en el colegio del pueblo haciendo de profesor de matemáticas, puesto que consiguió gracias a que su padre y el mío hicieron algunos negocios y para que no sea designado a un lugar donde no tendría a nadie que le colabore por eso mi padre ayudo a mover los hilos necesarios para que el llegue al lugar y no tenga que sufrir ninguna peripecia, se instalo en mi casa y vivió ahí todo el tiempo que duro su práctica, en cuanto se conocieron con Miyako se gustaron, empezaron a salir y de ahí se llego a un mutuo acuerdo de matrimonio y dentro de dos días se casaban, hoy debía de llegar el trayendo las cosas que faltaban para el matrimonio y así tener todo listo para el gran día.
Desde la curva donde ya se podía apreciar el pueblo el auto que llegaba dos veces por semana toco su bocina anunciando su llegada, era tan común eso en aquí, sonaba la bocina y los habitantes del pueblo se juntaban en la plaza para ver si había alguna novedad, quien llego, que trajeron y demás chismes que daban vida a la monotonía del pueblo, los niños se reunían para jugar al futbol las canicas o demás juegos infantiles después de un día de estudio y trabajo en la tierra. Aparco la movilidad a un costado de la plaza de a poco empezaron a bajar todos, los aldeanos que había ido a La Paz para vender sus productos llegaban trayendo productos para el consumo de su familia y cuando estos se terminaban iban a la tienda de mi madre a comprar todo lo que les faltaba.
El último en descender del coche fue kaien, con su porte altivo sus ojos rápidamente registro el lugar y cuando vio a mi hermana sus labios se extendieron en una radiante sonrisa, dejo la maleta que tenía en mano caer al suelo y corrió a abrazar y besar apasionadamente a mi hermana
No coman pan delante de los pobres – dije en tono molesto, pero mi cuñado soltó a mi hermana y me sonrió feliz, ya sabía que lo decía en broma
Para ti también hay enana – me dijo dándome un beso en la frente alzándome con sus fuertes brazos y hacerme dar vueltas
Ya, ya bájame Kaien – proteste entre risas, sin duda no tendría mejor cuñado que el
¿Cómo han estado mis hermosas mujeres? – pregunto mientras sostenía de la cintura a miyako y a mí por los hombros, nos encamino al coche de nuevo
Aburridas – dije enfurruñada y el solo soltó una risotada
Tú te aburres con todo Rukia – me dijo en todo despreocupado como si eso fuese normal
No hay nada decente en este pueblo – aclare
¿Ya leíste los libros que te deje? –
Se termino los tres en una semana – informo mi hermana sonriéndole – parece que el encierro le hace daño –
¿encierro? – pregunto – ella nunca para en tu casa –
Bueno la castigaron mis papas por hacer cosas que no debe –
¿Qué hiciste Rukia? – me exigió saber, a él no le gustaba que me porte mal era más protector que mi propio hermano
Nada – conteste suplicándole en mi fuero interno que mi hermana no diga nada, ya que si decía algo el no me daría mi ´´regalo`` prometido
Se fue en el coche al cruce de los caminos y ahí condujo a gran velocidad, un campesino vino a decirle a mi padre que la vio, cuando Rukia llego mis padres le reclamaron y ya la conoces ella se puso una fiera grito protesto y al final no podía salir a ningún lado, por eso no fue conmigo a hacer la compras a La Paz – le conto mientras yo la ahorcaba mentalmente
Rin no te enseñe para que arriesgues tu vida – me regaño Kaien y al ver la carita de perro degollado que le puse solo resoplo y hablo serio – te prometo que hablare para que te levanten el castigo – me dijo y yo le sonreí agradecida
Tranquilo Kai de seguro con tu llegada y la boda se les olvida y me dejan tranquila – le asegure
No causes más problemas Kia – me dijo casi desesperada Miyako
Haré lo que pueda – le asegure
No me percate que había otros dos hombres trabajando fuerte y duro bajando todo el cargamento de kaien del auto, uno era el chofer a quien yo conocía y al otro no, cuando terminaron de descargar había muchas cosas que llevar a casa y mi padre había mandado a Narciso el chofer para llevarnos quien presuroso se dispuso a ayudarnos a cargar a nuestro auto para que nos lleve a la casa
Miyako te presento a Mioga, será el padrino – dijo indicando al hombre de avanzada edad que ayudo a bajar las cosas – mioga ella es Kagome mi esposa y la pequeñita de aquí en Rukia mi cuñada – dijo y el hombre nos saludo amigablemente
Un gusto señoritas un placer conocer a la mujer que le atrapo al cabezota este – dijo riendo de la cara de fastidio que puso Kaien
Cállate viejo – contesto molesto
Nos subimos al auto y tuvimos que hacer un recorrido de quince minutos, la hacienda donde vivía era un tanto alejada, el viaje fue ameno el hombre conto algunas cosas interesantes de la ciudad, ciudad que había conocido muy pocas veces y solo un lugar, me distraje imaginando el atrio y la imponente iglesia de san francisco, el palacio legislativo, y la gran avenida denominada ´´el pardo``, de seguro sería algo lindo de ver y conocer, llegamos a casa y fuimos recibidos por mi padre y mi madre en la puerta de la casa, esa noche se realizo una cena de lujo donde los invitados eran el centro de atención, en esa charla Kaien comento de mi error y pidió que me disculpen y se me levante el castigo, ellos dijeron que ya no había problema pero que les gustaría saber cómo había aprendido a conducir y el estuvo a punto de revelar que había sido él y gracias a dios Miyako lo callo de un buen codazo que solo yo vi al tenerlos al lado, me reí disimuladamente.
Inuyasha anuncio que mañana llegaban sus padres y su hermano mayor que por cuestiones de trabajo y negocios se quedaría un corto tiempo con nosotros, yo como siempre me desentendí de su conversación y me dedique a pensar en los nuevos libros que me había traído mi cuñado, me sorprendió que me trajera más de lo que le pedí, no solo había libros donde enseñaban matemáticas, ciencias e historia, si no también habían novelas escritas por autores extranjeros eso me trajo alegría seguro hoy me la pasaría leyendo toda la noche, para mi pesar en este pueblo olvidado por el gobierno actual no había llegado la luz o lo nuevo de la ciudad, así que me tocaba hacer mis lecturas oculta debajo de las mantas con linterna en mano.
A la mañana siguiente me desperté temprano a las siete salí en dirección al colegio que yo ya no asistía por haber terminado mi estudio mucho más antes que mis hermanos, Salí con Kon mi perrito y me dirigí a uno de los terrenos de mi padre, ya que ese en este año no producía nada porque tenía que descansar la tierra, mi padre se había dedicado a enseñarle a mi hermano todo lo que es el trabajo en la tierra, claro nosotras ayudábamos pero igual no era lo mismo, todo lo que yo sabía era por andar escuchando sus enseñanzas al mayor o por observarlos en cada paso, me tendí en el pasto que aun tenía un poco de roció, tendí el mantel que lleve y ahí me dedique a leer, tenía un reloj antiguo que me regalase mi abuelo cuando era niña como un recuerdo, al cual yo cuidaba con mi vida era lo más contundente que tenia del cariño de mi abuelo, para cuando me digne a verlo era ya las dos de la tarde y media, me lleve un susto y como nunca me fui corriendo a mi casa, sabía que al medio día llegaba la familia de mi cuñado y se suponía que yo también debía de estar en casa para recibirlos, llegue ajetreada con la respiración acelerada, en la puerta se encontraba una de las señoras que ayudaban a mi madre en la casa cuando había mucha gente, me miro con ojos tristes y me indico en el idioma nativo que me esperaban en el patio trasero, suplique para que no me monten un drama, todos estaban tomando el café conversando animadamente.
Fue ahí que lo vi, era alto de cabellera naranja y un poco larga, su porte altivo y con un aire de superioridad, con una energía misteriosa que lo rodeaba, me miro a los ojos notando mi llegada, en ese momento deje de respirar, sus ojos eran castaños como los caramelos, su mirar era penetrante y envolvente, me obligue a desviar la vista, mi corazón latió rápidamente y cuando encontré la mirada de mi padre el latido de mi corazón ya no era por el hombre maravilloso que vi, sino mas bien por el miedo que me entro al ver el enojo de mi padre
Rukia donde estuviste – exigió saber mi padre con tono molesto
Lamento llegar tarde padre solo que me distraje – me sincere – me fui al campo a caminar un poco – dije con una voz suave
Ella es mi hija Rukia, la menor – me presento mi padre a los recién llegados – y como han podido apreciar es un tanto irresponsable – uyy eso si me dolió no me gustaba cuando mi papa se molestaba conmigo
Rukia ve a cambiarte estas hecha un asco – me regaño mi mama aun que no fue tan dura como mi papa – luego podrás saludar bien a los invitados y almorzar – me dijo
De acuerdo – dije y me di la vuelta a cambiarme, sentí que alguien me seguía
Entre a mi cuarto y di un portazo, al segundo escuche que alguien tocaba y luego ingreso a mi cuarto, era mi madre
Rukia tienes que ser más atenta en las cosas – me dijo
Papa está molesto – murmure
Sabes que él te quería aquí para que la familia de Kaien tuviera una buena impresión, paso un momento incomodo cuando no llegaste – conto
Lo sé má – dije – solo que me entretuve con mis libros y cuando vi mi reloj ya era tarde – le dije la verdad
Esos libros te distraen mucho – me miro con enojo mal fingido para luego sonreírme – pero si es lo que te gusta yo te apoyo – me dijo, para ese rato ya me iba poniendo un vestido alargado y de caída simple de color crema
Me gustaría ir a estudiar a la capital – volví con mi rollo de estudiar
si en mis manos estuviera, estudiarías todo lo que quieras – me dijo mientras ajustaba los cintos de la parte de atrás del vestido para que se ajuste a la perfección a mi cuerpo
Llegara el día mami donde las mujeres tengamos los mismos derechos que los hombres – le dije segura de que esto cambiaria en el futuro
Se necesitara mucha sangre para ello mi niña – me dijo mientras me sentaba en la butaca para peinarme una trenza larga y luego poner unos adornos florales en el cabello – ya estas hecha una princesa – dijo mientras me pasaba una chompa delgada para cubrir mis brazos desnudos
Espero que mi novio me perdone al verme a si – murmure mirándome con el entrecejo fruncido en el espejo, no me gustaba los vestidos
De seguro que tu novio te pide matrimonio – me respondió divertida mi madre al ver mi expresión, ella sabía que ´´mi novio`` me perdonaba todo después de un rato de enojo, la excepción había sido lo del coche pero luego las faltas me la pasaba
Salí al patio del brazo de mi madre mientras me contaba un chiste que habían hecho en el almuerzo y yo reí a carcajadas todos me miraron al oírme reír y Kaien me giño un ojo indicándome que había sido perdonada por su intervención, respire tranquila y por detrás me abrace a mi papa y le di un beso en la mejilla
Dígame mi novio hermoso que he sido perdonada por mi falta – le dije aun que el intento mostrarse molesto no pudo, soltó una risotada fuerte, de esas que el siempre daba y acaricio mi brazo que lo aferraba en su cuello
Pero mi novia me hace enojar y no obedece – respondió – creo que mejor me quedo con mi otra novia – dijo y abrazo a mi madre atrayéndola a su lado y le di un beso en la boca
Yo sonreí era tan lindo verlos así de cariñosos que me hacia bien a mi también, aun que claro para estar en esa situación mi madre había tenido que pasar muchas cosas logrando salir triunfante de todas las intrigas y trabas puestos por algunos miembros de la familia de mi padre, una cuñada envidiosa, una hermana asfixiante, y unas primas metiches que habían intentado por todo lado separar a mis padres y me alegre de que no lo consiguieran
Bueno Rukia saluda a los invitados bien – me dijo mi papa dándome un empujoncito para que me mueva y salga de mi trance, sonreí tímida y me sonroje porque me pillaran en mi mundo
Rukia te presento a mi familia – dijo Kaien salvándome del ridículo – el es mi padre Isshin Kurosaki – me mostro a un hombre mayor de buen ver y cabellera negra y una gran sonrisa – ella es mi madre Masaki – la mire y ella era hermosa, era una mujer sofisticada elegante, se vestía hermoso su cabellera castaña era larga y estaba suelta, sus ojos tiernos
Un gusto conocerlos – les dije dando una sonrisa de lo más cálida, me sabia ganar bien a la gente cuando me convenía - Kaien no ha hecho nada más que hablar de lo hermosa que era su madre y tiene razón – dije una verdad, detrás mío se escucho un carraspeo y me sobre salte, y vi como mi cuñado torcía los ojos
Pequeña él es mi hermano Ichigo, Ichigo ella es Rukia mi cuñadita – me dijo mientras me sobaba la cabeza (algunas cosas no cambian) pensé molesta, Kaien hacia eso desde que me conoció
Un gusto – le dije mientras le extendía mi mano, el sujeto la mía entre sus grandes manos y me estremecí levente ante sus contacto, lo mire a los ojos y me di cuenta, había quedado hechizada por sus ojos
El gusto es mío señorita – me dijo y se llevo mi mano a su boca para darme un beso en ella, todo sin quitarme los ojos de los míos logrando hacer que me sonroje
Hey, hey – intervino Kaien – devuélvele su mano a mi cuñada – dijo logrando que aparte mis ojos de su mirar y este lo miraba con cara de enojo
Niña su almuerzo está listo – me anuncio la señora que ayudaba en casa
Gracias, María – dije – les pido un permiso no quiero morir de hambre por mi descuido – les dedique una sonrisa tímida, tal vez mis palabras los ofendieran y mas mi acto despreocupado al llegar
Tranquila enana ve y come, mañana te necesito preparada para aguantar a Miyako – dijo Kai y Miyako le miro con ojos asesinos
Claro Kai yo le ayudo en todo – Salí a la cocina y empecé a comer, la verdad estaba nerviosa en ese lugar, aun me perturbaba la mirada que me dio el hermano de Kaien
Al vivir en un lugar sin muchas familias de ´´abolengo`` según mis padres a mí se me estaba prohibido entablar amistad con los jóvenes del pueblo, en especial con chicos que según mis padres no estaban a nuestra altura, y con las chicas, bueno yo no me juntaba mucho porque no podía hablar de nada con ella, quienes tenían los mismos pensamientos machismos.
Por desgracia me había tocado nacer en una sociedad donde las mujeres no teníamos derecho a nada, pero eso sí muchas obligaciones, y para alguien como yo, con un pensamiento cargado de ideas liberales, de la igualdad de los sexos y demás era en definitiva imposible adaptarse o encontrar alguien con quien compartir estos pensamientos, las mujeres del pueblo desde niñas eran instruidas a obedecer al hombre al pie de la letra, comenzaban obedeciendo a su padre, luego al marido y también a los hijos al final, era como ver una repetición de lo mismo cada generación, en mi casa no era diferente, mi madre se caso con mi padre al mes de conocerse, se enamoraron y casaron, llego a este pueblo donde si fue bien recibida por mis abuelos y detestada por otros integrantes, pero igual fielmente obedecía a mi padre, era como si no tuviera vida propia o mente propia pues ella acataba lo que él decía, lo mismo nos inculco a todas, Momo se caso porque mi papa así lo dispuso, Kagome si bien se casaba por amor, lo asía igual obligada por que mi padre quería algo seguro para ella así que adelanto la boda como se pudo, y yo, bueno, nuca estaba en el rango requerido por mi padre, yo sabía que él me quería y mucho pero no era del todo de su agrado, no le gustaba mi forma de pensar, no le caía en gracia que yo tuviera una opinión para todo o que simplemente me negase a hacer algo por que mi ´´creencia`` era otra, todo lo que mi padre odiaba en una mujer lo era yo, pero aun así por el hecho de ser su hija me quería, y yo lo obedecía en algunas cosas por ser mi padre, pero eso no cambiaba mi forma de ser, en definitiva me había equivocado de tiempo, debía de haber nacido un siglo después, para encontrar a gente con mis mismos pensamientos, lo que me mantenía era la firme esperanza de creer que de a poco cambiaria todo, pues en estos años que corrían las mujeres no podían ni respirar si el hombre no lo autorizaba, aburrida de ver ese entorno siempre elegía huir de la realidad a una donde yo tenía los mismos derechos que los hombre, donde podía estudiar en la universidad, trabajar y ganar lo mismo que los hombres.
Pero… justo en este instante no podía irme a ese mundo, en este momento mi mente no hacía más que evocar la imagen y la extraña sensación que me dio al ver a los ojos a ese hombre, sin duda Ichigo Kurosaki era un hombre imponente, su estatura junto a su buen físico le daban un garbo feroz y elegante, su cabellera naranja le hacía resaltar del montón y sus ojos, esos ojos en los que no había podido evitar caer, con solo recordar su mirada me estremecía y al recordar sus suaves labios en mi mano, la cual flotaba en mi ensoñación, me hacían dar esa misma chispa eléctrica que me recorrió, para cuando termine de recordarlo paso a paso, me di cuenta YO Rukia, la que había dicho no atarse a nadie, había encontrado un pedazo de mi corazón, ese pedazo donde se albergan los sentimientos de una mujer hacia un hombre, y me aterraba, me daba miedo caer enamorada como lo había hecho mi hermana con su hermano.
no creo que te haga bien la comida fría - me hablo un voz desde atrás, al girarme me tope con Kurosaki Ichigo, pegue un brinco del susto
No escuche mas lo que me dijo, solo me dedique a observar como sus finos y suculentos labios se movían, cuando los apretaba le daban a su rostro una expresión fría que me hacía temblar de miedo, y en la vez que me sonrió sus labios le dieron una expresión fresca que me dio confianza, era como tener a dos hombres en uno mismo, alce la cara un poco mas y sus ojos ardían con un toque hipnótico, me perdí ahí, y supe que no saldría más, Ichigo Kurosaki había logrado encerrarme en su enigmática forma de ser y mirarme, había logrado arrebatarme el corazón que tan celosamente guarde, para nadie en especial, o tal vez, solo tal vez, me había guardado para él, quien podía saber.

cap 6 "No soy yo"


Salió del baño después de cuarto de hora, no lloraba pero estaba afligida y muy enfadada. Sus ropas estaban puestas y se disponía a salir directa a un sitio. Renji estaba en el borde de la cama, con solo sus pantalones puestos y tapando su rostro cansado con sus amplias manos. Al escuchar la puerta del baño alzó la mirada hacia Rukia.
— ¿Vas a algún lado...? — pregunto con voz suave y observando sus acciones.
— Sí. — contestó tajante y sin mirarle, cogiendo sus llaves del coche.
— ¿Llevas el coche? ¿A dónde vas...? — continuó preguntando suavemente.
— No lo sé.
Y sin decir más la morena desapareció de la habitación.
Estaba acostumbrado a esto... a ver como cada vez que estaban juntos de esa forma ella después se arrepentía y huía de él. Pero sabía muy bien que esta vez era distinto... normalmente fingía que no ocurría nada, incluso esbozaba una forzada sonrisa para tranquilizarle...
Esta vez no... era más que visible. Podía sentirla ida, en su mundo, insensible... sus disculpas aparentemente sin sentido, pero que el entendió a la perfección. Y el punto que más la delataba... sus ojos tristes y culpables, ansiosos por escapar de su mentira, sus palabras ya no querían fingir y como punto final, sus ya inexistentes ganas de fingir normalidad.
Y ahora se iba, esta vez sin decirle donde, pero aún así sabía cuál era su destino... y eso le hacía hervir la sangre por la ira, pero a la vez le destrozaba observar como las posibilidades de que algún día ella pudiese sentir algo por él se desvanecía.
Quería luchar una guerra que ya estaba perdida, pero sus fuertes sentimientos por Rukia le hacían ver un espejismo que le ofrecía la oportunidad de seguir luchando... aunque fuese en vano...
.

.
Conducía rabiosa, colérica, enfadada... pero enfadada consigo misma y, en cierto modo, con aquel estúpido pero atractivo pelinaranjo. Su pie apretaba el acelerador, su ceño se fruncía por momentos y las lágrimas vagaban solitarias por su mejilla. Ya casi llegaba, cada vez estaba más cerca de su destino.
Quería llegar y gritarle cuan estúpido era por haberla marcado, quería reprocharle que por su culpa casi la descubren... quería acabar con todo este juego.
Frenó y aparcó rápidamente su vehículo frente a aquel bloque de lujosos apartamentos, bajando ansiosa del coche y entrando en portal. Subió hasta su planta y con decisión timbró la puerta con el número 15. Apretaba con fuerza su pequeño bolso mientras esperaba a que le abrieran.
Unos segundos después escuchó los pasos de alguien al otro lado de la puerta y como esta se abría lentamente dejando ver a un sorprendido pelinaranjo.
— ¿Rukia...? — preguntó sorprendido abriendo la puerta del todo. —¿Qué haces aquí?
Esta pasó dentro sin permiso y sin decir palabra, intentando contenerse... pero era muy difícil hacerlo si te llamas Rukia Kuchiki.
—¿Ruki-! — al girarse la morena le tiró su pequeño, pero consistente, bolso directamente a la cara para después poder observar anonadado a la pequeña fierecilla. — ¿Qué te pasa?
— ¿Qué me pasa? ¿Qué me pasa? — gritó enfadada y con lágrimas en los ojos mientras se acercaba amenazantemente a él. — ¡Esto es lo que me pasa! — contestó finalmente mostrándole la marca de su cuello.
— ¿Q-Que...? — todavía no comprendía nada, todo había pasado muy rápido.
— ¡Eres un idiota Kurosaki Ichigo! — comenzó a golpearle el pecho con rabia y ya sin poder reprimir algunas lágrimas. — ¿Quien te dio permiso para marcarme así, maldito descerebrado? — recriminó sin dejar de darle golpes, aunque ahora Ichigo sostenía con fuerza sus muñecas y la observaba preocupado. — ¡Eres un idiota! ¡Por tu culpa Renji se dio cuenta! ¡Por tu jodida culpa, Kurosaki! — dejo de golpearle, ahora la fuerza se escapaba por sus ojos.
— Rukia yo... lo siento. — solo supo disculparse.
— De nada sirve que te disculpes... — habló más relajada, mirando al suelo y con sus brazos colgando cual peso muerto. — ... esto se ha acabado, Ichigo... este juego ya se ha acabado.
El pelinaranjo se sobresaltó por las palabras de ella. ¿Hablaba en serio? ¿Quería acabar con todo esto? Intentó relajarse y pensar en algo que surtiese efecto rápidamente para hacerla cambiar de opinión. No estaba dispuesto a perder a Rukia Kuchiki ni muerto.
— Rukia... — la llamo con voz tranquila y suave, acariciando con delicadeza su húmeda mejilla. — ¿De verdad quieres que acabe...?
Y obligó a alzar su mirada, fundiéndose sus ojos de nuevo. El rostro de Rukia se relajó al instante, sus lágrimas cesaron y parecía hipnotizada por los ambarinos ojos de Ichigo. Toda su rabia, ira y enfado se disipó al instante y ahora dudaba de la veracidad de sus palabras...
No pudo contenerse más, no le contestó con palabras, pero si con acciones. Se lanzó a sus labios y comenzó a besarle con ímpetu y ganas. Ichigo se quedó sorprendido de nuevo e intentó cortar el salvaje beso, pero Rukia no estaba por la labor, y el pelinaranjo cada vez podía resistirse menos.
Pero todo se acabó cuando la morena se sobresalto al escuchar un carraspeo de garganta detrás suya.
— Siento interrumpir esta apasionante escena de amor. — era Senna, tan alegre y divertida como siempre. Pero esta vez a Rukia no le hizo ni pizca de gracia. — Ichigo, yo me voy que tú tienes asuntos que atender. — insinuó divertida mientras se acercaba a su colega.
— Esta bien... — respondió algo avergonzado mientras su morena amiga le daba un beso de despedida en la mejilla.
— Ja nee, Rukia. — se despidió de la morena sonriente para después desaparecer.
Quedaron solos y la sangre de la morena comenzaba a fluir con la misma rabia y enfado del principio. Apretó los puños y decidió imitar a Senna, dispuesta a largarse de allí sin dirigirle la palabra. Pero antes de que pudiera poner la mano en el pomo de la puerta Ichigo la paró contrariado agarrándola del brazo.
— ¿Qué haces? ¿A dónde te vas así? — preguntó con una sonrisa divertida en el rostro al ver como se volvía a enrabietar.
— Suéltame. — se zafó de él dando un tirón y encarándolo con los brazos cruzados. — Te crees que soy estúpida, ¿eh?
— ¿Qué? ¿Por qué dices eso? — preguntó sin poder evitar sonreír divertido al ver como Rukia parecía una niña pequeña enfadada.
— ¡No te rías Kurosaki! — le regañó ofendida. — No tiene gracia que al día siguiente de haber estado juntos te estés revolcando con otra.
La sonrisa de Ichigo se desvaneció lentamente, quedando anodino y pensativo intentando entender a que se refería la menuda mujer. ¿Revolcándose con otra? ¿Quién? ¿Por qué decía eso...? Senna.
— ¿Estás celosa? — preguntó divertido e incrédulo mientras se acercaba a ella.
— ¿Q-q-que? ¡No digas estupideces! — algo sonrojada y con su enfado aumentando por momentos, se descargó en el propinándole un rodillazo en sus partes nobles que le hizo postrarse adolorido en el suelo. — ¡Yo jamás estaría celosa por alguien como tú!
— Ugh... eres... una celosa violenta... — continuó retándola aún estando totalmente KO, sin embargo no podía dejar de sonreír divertido, aunque fuese a duras penas.
— ¡Idiota! ¡Te dije que no estoy celosa! — y se abalanzó rabiosa cual animal a pegarle, comenzando así una cómica pelea.
Ichigo tan solo reía al verla así, y eso solo hacía enfadar más a la morena quien se lo estaba tomando muy en serio. No tenía un buen día, y ver a esa chica en el apartamento de Ichigo el día después de haber estado juntos no le hacía gracia ninguna. Luchaba por golpearle, sentada sobre su regazo y ambos tirados en el suelo del recibidor.
Intentaba golpearle en la cara, pero Ichigo haciendo acto de fuerza podía sostenerla por sus muñecas sin problemas. Cuando se vio inmovilizada, se dio poco a poco por vencida, respirando agitada por la rabia y observando al hombre que tenía debajo con el ceño fruncido.
Pero él sonreía divertido y con un toque de ternura, sin soltar por su propia seguridad las manos de la morena. Cuando vio que parecía haberse tranquilizado, comenzó a hablar.
— Tonta. — la insultó cariñosamente y con voz suave. Está frunció el ceño y quiso volver a golpearle, pero este no soltaba sus muñecas. — No ha pasado nada, Senna es solo una amiga.
Rukia se relajó levemente, pero su ceño continuaba fruncido ya que aún desconfiaba.
— ¿Y qué hacía en tu casa...?
— ¿Acaso mi amiga no puede visitarme? — contraatacó con una ceja alzada y sonrisa de medio lado.
— Tú no puedes tener amigas... eres como un perro en celo, si ves a una mujer no la ves como amiga. — le dijo con voz más tranquila.
—¡Oe! ¿Cómo se supone que debo tomarme eso? — preguntó fingiendo estar ofendido.
— Tsk... — rechistó y se levanto de encima suyo, caminando sin permiso hasta el salón.
Ichigo se levantó del suelo con una sonrisa divertida y caminó tras ella, observando que esta vez no venía tan elegante y arreglada como siempre. Carecía de sus altos tacones, y ahora no tenía vestido. Aún así, esos jeans pitillo le hacían una figura estupenda y esa camisa blanca acentuaba ligeramente su busto.
Pero el detalle de verla sin tacones fue el que más le divirtió, ya que ahora no parecía tan alta como las otras veces.
— Oe... ¿sabes que sin tacones eres una enana? — la hizo de rabiar de forma divertida, ganándose otro golpe raudo y veloz en sus partes bajas. — Ugh...
— Deja de faltar el respeto, soy una señorita. — se quejó sobándose el puño y entrando al moderno salón.
— Las señoritas no pegan tan fuerte... — rebatió con voz adolorida y entrando a duras penas al salón, sin dejar de mantener sus manos en su golpeada virilidad.
—Pero yo soy especial. — se sentó en el sofá y observó victoriosa como el pelinaranjo se tenía que apoyar en los muebles para conseguir llegar a donde se sentaba la morena.
— ¿Sabes? No deberías golpearme ahí... — la advirtió mientras se desplomaba en el sofá al lado de ella.
— ¿Quien me lo impide?
— Nadie, pero créeme que eso te perjudicará a ti también. — insinuó divertido.
— Idiota...
Y por fin la morena sonrió en todo el día de forma sincera. Se dio cuenta y se asustó... ¿porque solo podía sonreír de verdad con ese descerebrado...? Alzó la mirada y le observó seriamente, repasando las facciones tranquilas de su rostro. Él también la observaba sin decir palabra, con gesto tranquilo y sincero.
— Rukia... cuéntame que ha pasado con Renji. — habló con voz serena.
— Él se ha dado cuenta... — confesó apartando la mirada. —... sin embargo...
— ¿Sin embargo que...? — la incitó a continuar.
— No sé por qué lo hace... pero... finge no haber visto nada.
—¿Se ha hecho el tonto? — cuestionó anonadado.
— Al principio no... al principió casi se vuelve loco, pero después... después fue él mismo el que inventó una historia para excusarme. — volvió a mirar fijamente al pelinaranjo.
—Entonces todo bien, ¿no?
— No Ichigo... — se negó dando un suspiró cansado. — No está bien... es muy extraño, no entiendo porque lo hace.
Ambos se quedaron en silencio, observándose mutuamente hasta que Ichigo habló en con voz suave y neutra.
— ¿Y qué vas a hacer...? — preguntó temiendo la respuesta.
— Y-Yo... — agachó la mirada tristemente. — ... debo acabar con esto, Ichigo.
Afonía.
—Rukia... — la llamó decidido, obligándola a mirarle y cuando tuvo su rostro enfrente del suyo acarició su mejilla. — Dímelo ahora. —la obligó a decírselo mirándole fijamente a los ojos.
No podía... pero tenía que hacerlo...
— Ichigo... — susurró tristemente sin poder apartar sus ojos de los de él. Se lo estaba poniendo realmente difícil. — Y-Yo...
No podía, era débil, no podía decírselo...
— Dímelo si de verdad quieres. — habló serio y sin despegar sus orbes de los ojos violáceos y cristalinos de ella.
¿Pero como apartarse de él después de todo? Era como dejar una droga después de engancharte, como la tentación de no probar la fruta prohibida. No podía hacerlo, no podía dejarlo... lo único que podía hacer en ese preciso instante era recaer en la tentación de sus labios una vez más.
Su respuesta se formuló como un beso. Sus labios se juntaron sosegados y tranquilos, moviéndose lentamente sobre los contrarios. Ichigo acarició su mejilla y con la otra la acercó más a él sin dejar de besarla. Se sintió aliviado con la respuesta de ella, a él también le sería difícil alejarse de su droga.
Y el beso fue cogiendo intensidad, pero continuó con su temática tierna y suave. Sus lenguas danzaban tranquilas y acompasadas, al igual que las caricias de ambos. Instintivamente, la morena se sentó de nuevo sobre el regazo del pelinaranjo para poder tener más libertad de movimiento.
Le besó con más ganas, acariciando el pelo de su nuca y con su otra mano en el cuello, haciendo ligeras cosquillas con sus finos dedos. Se separaban unos centímetros, sus ojos se cruzaban ligeramente entreabiertos y volvían a unirse con más ansiedad. Las manos de Rukia bajaron hasta los primeros botones de la camisa de Ichigo y comenzó a desabrocharla con lentitud y sin despegarse de sus labios.
Ichigo, hipnotizado por sus besos la dejo hacer mientras acariciaba su cintura con suavidad y la besaba a cada momento, embelesado por sus labios y totalmente atontado. Terminó de desabrochar los últimos botones de la camisa y pasó sus manos por su torso, ocasionándole unas placenteras cosquillas que hicieron que sus labios vagaran hasta el cuello blanquecino de ella.
Los suaves suspiros se escapaban de sus labios, las grandes manos de Ichigo apretaban impacientes la blusa de la morena y besó con delicadeza la marca de su cuello que él mismo provocó la noche anterior.
Continuó bajando con suavidad por su clavícula, desabrochando con cuidado cada botón de la femenina blusa y besando la piel expuesta. Estaba siendo diferente por primera vez, no había lujuria ni desenfreno, estaban sosegados, hipnotizados, concentrados en el otro, besándose necesitados como si les faltase el aire.
Esta vez algo más que la llama de la pasión se encendió dentro de ellos, algo distinto...
.

.
Llamaron a la puerta de la ostentosa casa, el pelirrojo que se encontraba dentro corrió rápido a abrir, esperando que fuese su futura esposa la que estaba al otro lado de la puerta. Pero su chasco fue enorme al ver al hermano de esta y a la vez su jefe.
— Kuchiki-sama...buenas tardes.
— Buenas tardes, Renji. — habló con esa voz neutra e inmutable de siempre.
— Pase, pase... —le invitó al instante, algo decepcionado al no ver a Rukia.
El noble entro en la casa y observo todo con atención. Se fijó en los zapatos de la entrada y faltaban los de su hermana. Eso significaba que no estaba en casa, pero aún así decidió preguntar.
— ¿Dónde está Rukia?
—Ella... salió, Kuchiki-sama. — explicó mirando hacia el suelo.
— Ya veo...
— Eh... pase a la cocina, le serviré un té. — ofreció educadamente
Byakuya aceptó y ambos hombres entraron en la cocina. El moreno se temía que algo pasaba entre ellos, se sentó y observó a su cuñado. Estaba extraño, más perdido de lo normal, afligido y preocupado. Y Rukia no estaba en casa, por lo que pudo deducir que se habían peleado.
— Tome... — el pelirrojo le sirvió un refrescante té y se sentó frente a él. —¿A qué debo su visita, Kuchiki-sama?
— Debía explicarle a Rukia un asunto de negocios que la incumbe, pero su móvil está apagado. — Renji agachó la mirada apenado. — ¿Dónde está?
— N-No lo sé, señor... — contestó con voz débil.
El noble dio un sorbo a su té y sereno continuó la plática.
— Habéis discutido, ¿verdad? — adivinó sin problemas.
—...— el silencio de Renji fue más que elocuente para el Kuchiki.
— No me entrometeré en vuestros asuntos. — explicó dando otro sorbo a su té. — Pero no olviden que la boda se tiene que empezar a organizar dentro de poco, y debes hablar con ella.
— Creo que no me prestará mucha atención, Kuchiki-sama...
— En ese caso házmelo saber y ya me inmiscuiré.
— Pero... todavía es demasiado pronto... ella... todavía no se ha acostumbrado a esto.
— Pues tendrá que hacerlo. — contestó tajantemente. — Lo demás miembros del clan están insistiendo y yo no puedo hacer nada más.
Renji suspiró cansado y observó a su cuñado.
— Lo entiendo... se lo diré cuando sea oportuno, Kuchiki-sama, deme tiempo...
— Esta bien, la dejo en tus manos.
.

.
Pero ahora mismo, Rukia estaba en las manos de Ichigo, entregándose una vez más a él y de una forma completamente distinta. El pelinaranjo se movía lentamente encima suya, besándola con delicadeza como si se tratase de porcelana. Rukia gemía y se movía suavemente arriba y abajo, debido a las profundas embestidas que le proporcionaba Ichigo.
Estaba viendo a un hombre distinto, sus ojos no derrochaban lujuria y desenfreno como otras veces, sus actos eran más delicados y lentos, que parecían dar a entender que quería que aquel encuentro durase más. O que no terminase nunca...
Las lentas y placenteras fricciones la estaban llevando al paraíso, sus ojos estaban nublados por el placer, ambos cuerpos sudaban y sus labios se buscaban a cada segundo que estaban separados. Besos suaves, dulces y sosegados...
Se necesitaban tanto que no esperaron a quitarse toda la ropa, Rukia tan solo tenía la blusa desabrochada y el sostén descolocado, e Ichigo mantenía toda su ropa, aunque su camisa al igual que Rukia y sus pantalones bajados hasta las rodillas. Ni siquiera fueron a su habitación, continuaban en aquel sofá, era tanta la impaciencia que no desperdiciaron ni un minuto.
La morena se arqueó al sentir como se movía un poco más rápido y se introducía más dentro de ella, ambos gemían a la par de sus movimientos, Ichigo la observó embelesado, juntando sus frentes para tener sus miradas fijas.
— Nunca... — comenzó a hablar a duras penas llamando la atención de Rukia. —...vuelvas a hacer algo que no quieres... — ordenó entrelazando sus manos con las de la morena por encima de su cabeza.
Rukia le observó fijamente, con sus labios entreabiertos de los cuales salían suspiros, para después unirlos con los de él en un suave y profundo beso. Sus palabras la hicieron recapacitar, ¿no decía que ansiaba ser libre? ¿Por qué entonces dijo que quería acabar con eso? Ella no quería terminar aquella "relación" que mantenía con Ichigo, ¿por qué debía hacer algo que no quería?
Rompieron el beso y volvieron a mirarse fijamente sin cesar sus movimientos. Pudo ver en los ojos de Ichigo inquietud, esas palabras también iban con doble sentido... ¿el tampoco quería acabar con esto? Parecía que no...
Al sentirse tan analizado por Rukia, escondió su rostro en el hueco del cuello, besándolo lenta y tortuosamente. Subió hasta su oído y susurró unas ansiosas palabras.
— Nunca vuelvas a decir que quieres acabar con esto... — susurró con voz profunda en su oído, haciendo que la morena gimiera estremecida y apretara el agarre de sus manos. Ichigo se movió más rápido y fuerte. — Nunca...
Esa amenaza sonó más parecida a una súplica de no haber sido por aquel tono ronco de voz. Ahora las palabras de Ichigo aclararon sus preguntas, el tampoco quería dejarla y haría lo que fuese para tenerla entre sus redes. Aunque por el momento, Rukia ya no quería alejarse de él ni loca...
Quería contestarle, pero no sabía que decir, además de que si abría la boca tan solo brotarían gemidos. De la única forma que pudo responder a sus suplicantes amenazas fue uniendo sus labios de forma desesperada, mientras el pelinaranjo se movía más frenéticamente para alcanzar el clímax.
Ante este cambio de velocidad, la morena se separo de sus labios solo para gemir extasiada y arquearse. Estaba cerca una vez más de alcanzar el cielo con ese hombre. Ichigo apretó sus manos y compungió su rostro por el inminente placer al que sería expuesto, escondiendo su rostro una vez más en el cuello de la morena.
Unas profundas y contenidas embestidas más provocaron el orgasmo femenino de la morena, quien apretó con fuerza las manos de Ichigo las cuales seguían entrelazadas con las suyas. Cerró los ojos agotada y comenzó a respirar a duras penas mientras el pelinaranjo daba las ultimas estocadas, viniéndose momentos después tras un ronco gemido.
El agarre de sus manos se aflojó con consideración, el rostro de Ichigo permaneció en el blanquecino cuello de ella, respirando su aroma e intentando mantener una respiración regular. La morena continuaba extasiada, con sus ojos cerrados y sus labios entreabiertos que clamaban aire.
Cuando pareció recuperarse levemente, el pelinaranjo dio suaves besos en el cuello de ella haciéndola ronronear complacida. Deshizo el agarre de sus manos para llevarlas a su nuca y comenzar a acariciarle. ¿Desde cuándo se daban cariñitos y mimos después de hacerlo? Esto era nuevo...
No entendía porque lo hacían, solo sabían que lo necesitaban.
Las manos de él, al verse libres, también vagaron por el cuerpo de Rukia para después introducirse por debajo de su espalda y acariciarla lentamente. Permaneció un tiempo más escondido en el cuello de ella para después alzar su rostro y mirar fijamente a Rukia, la cual no dejaba de acariciar su nuca con delicadeza y lentitud.
Sus ojos se fundieron para después hacer lo mismo con sus labios. Continuaban con su temática sosegada, pacientemente y tranquila. El corazón de ambos palpitaba rápido, no sabían por qué... Se separaron por la falta de aire y se miraron una vez más.
— Esto es tan extraño... — susurró la morena.
— Lo sé. — besó su frente con... ¿cariño?
Se quedaron en silencio durante unos momentos y la morena volvió a hablar, sin despegar su vista de los ojos ambarinos de él.
— Ichigo... — le llamó con voz suave y baja. — Debo volver a casa...
— ¿Tan pronto...? — como un niño enrabietado se escondió de nuevo en el cuello de la morena.
—Sí... — afirmó triste. No quería irse. —... las cosas no están muy bien en casa, no quiero empeorarlas más.
El pelinaranjo se levantó serio de encima suya, abrochándose el pantalón y tendiéndole la mano a ella para ayudarla a levantarse. Está aceptó algo preocupada ya que pensó que había ofendido al chico, pero este al darse cuenta de la preocupación de la morena, sonrió tranquilizadoramente, haciéndola ver que todo estaba bien.
Sintió como se quitaba un peso de encima y comenzó a rebuscar su ropa interior y su pantalón. Se vestía a la par de Ichigo, aunque este terminó antes y se quedó sentado en el sofá, observándola como se abrochaba el pantalón para después comenzar a abotonarse la blusa.
— ¿Qué me miras tanto? — preguntó divertida y mirándole de reojo.
— ¿Vas a volver? — no contestó, al contrario, formuló otra pregunta con tono serio.
Rukia se giró completamente, ya sin sonrisa y le observó fijamente. Estaba inquieto, lo sabía, el necesitaba una respuesta. ¿Acaso tenía miedo a que le dijese que no volvería más? Sus ojos parecían decir eso.
Dejó de lado su camisa a medio abrochar, se puso de rodillas sobre el sofá y le acarició con ambas manos el rostro serio de él. Sus ojos no se separaban ni un instante. Los pulgares de Rukia acariciaron sus mejillas para luego esbozar una tranquilizadora sonrisa.
— Sí... — contestó con voz suave para después besarle.
Pareció relajarse al instante ya que exhaló de golpe al escuchar su respuesta y cerró los ojos mientras la morena le besaba. Una de las manos de Ichigo se posicionó tras la nuca de ella para besarla con más profundidad. Cuando el beso comenzó a intensificarse, las manos de la morena se posaron en su pecho, intentando pararle.
— Ichigo... oe, Ichigo... — reía entre beso y beso, intentando pararle, pero él no dejaba de atacar sus labios. — Ichigo... tengo... que irme. Ichigo. — finalmente consiguió una tregua y le miró con sus ojos cristalinos.
— Vamos. — la besó por última vez y algo cansado se levantó del sofá.
Caminaba sereno, sin su característica sonrisa arrogante o su mirada de pervertido que siempre solía tener cuando estaban juntos. Estaba tranquilo, guiándola de la mano hasta la salida y sin hablar ni una palabra. Rukia tan solo le observaba desde abajo, extrañada del comportamiento sosegado de él.
Pulsó el botón del ascensor, esperando unos momentos a que subiese a la planta en la que se encontraban, dando todavía la espalda a Rukia pero sin soltar su mano. Finalmente, el elevador llegó y abrió sus puertas, haciendo que ambos entrasen en él. Pulsó el botón número cero y las puertas, tras unos segundos se cerraron.
Rukia soltó su mano y apoyó su cabeza en el pecho de este, casi de forma inconsciente parecía buscar un abrazo. Y ella misma se dio cuenta, sorprendiéndose de su actitud, al ver como el pelinaranjo la acunaba entre sus brazos, posando un leve beso en su cabellera. ¿Qué era esto? ¿De dónde había salido tanta cursilería?
No tenía ni idea, ella no era así ni mucho menos, pero lo que si sabía es que se sentía muy bien...
Noto como él frotaba sus brazos con suavidad y tuvo que alzar el rostro en busca de sus labios una vez más. Este la observo serio, con sus ojos tintineantes al igual que los de ella y en menos de un segundo sus labios volvían a estar unidos en un tranquilo beso. Se sentía como una colegiala, el corazón le latía rápido y durante ese tiempo se olvidó de todo lo malo que ocurría en su vida.
Completa paz y tranquilidad...
El ascensor se paró, haciendo que ambos separasen sus labios lentamente y las puertas se abrieron. Se miraron de forma intermitente para después salir del ascensor, sin ningún tipo de contacto y ambos pensando en todo lo que estaba sucediendo. Definitivamente sí, era MUY extraño.
La acompañó hasta su coche, el cual estaba aparcado justo en frente de su edificio. Ya estaba atardeciendo, el cielo tenía unos matices anaranjados... ¿cuánto tiempo había estado allí? Perdieron la noción del tiempo, sin duda. Pero ahora el tiempo era lo de menos... se sentían extraños, no se llegaban a reconocer y eso les hacía estar incómodos.
La morena alzó temerosa su mirada y se fundió con los ojos ambarinos de él. No hablaron, nada, ni una palabra, pero parecieron entenderse a la perfección. Era pura atracción, compenetración absoluta y sin duda adicción. Sí, adictos a los labios del otro, drogadictos de besos.
Acunó su rostro con sus amplias y varoniles manos para después estampar sus labios contra los belfos de ella. Daba igual que estuviesen en medio de la calle, daba igual que la gente les viese, les daba igual el mundo, ahora solo existían ella y él. Se movía con tranquilidad, pero sus besos eran profundos y ansiosos.
Cuando necesitaron aire, se separaron y sus miradas asustadas volvieron a cruzarse.
— A-Adiós... — desvió rápidamente sus ojos al suelo, sintiéndose como una adolescente.
— Adiós... — se despidió con voz inquieta.
La morena sacó sus llaves del bolsillo de su pantalón de forma torpe y nerviosa, para después abrir el coche y montarse rápidamente. Quería huir de allí, quería huir de él, de aquel hombre que la hacía débil y vulnerable, cosa que no le gustaba nada. Pero antes de que pudiese siquiera cerrar la puerta, el pelinaranjo la paró y le robó un último beso.
Quedó completamente anodina.
— Llámame. — se separó rápidamente y le cerró el mismo la puerta del coche, dejando a Rukia con la boca abierta y los ojos como platos.
Tonta, tonta, tonta... ¿Que tenía, quince años acaso? Boba, más le valía arrancar de una buena vez y alejarse de aquel hombre lo antes posible. Aunque para que mentir, no iba a aguantar más de una semana sin verle, o quizá menos. Agitó la cabeza contrariada y despertó de su trance, encendiendo el vehículo y largándose lo antes posible de allí.
Y mientras tanto, el seguía ahí, observando cómo se marchaba con sus manos en los bolsillos y su mirada seria. No podía dejar de darle vueltas a lo que acababa de pasar... Suspiró cansado y cerró los ojos, caminando de nuevo hacia su edificio. Pulsó el botón del ascensor el cual no tardó en abrir sus puertas.
Se adentró en él y ya de paso en sus pensamientos. Qué le estaba pasando, él no era así... ¿o sí? De todos modos, el Ichigo de siempre no habría actuado como lo hizo antes de que Rukia viniese...
"Se encontraba tomando un tentempié, eran aproximadamente las doce y media pasadas y no tenía nada que hacer en todo el día. Era aburrido, y mucho, aunque se entretenía recordando alguna que otra escena de la noche anterior con la morena. Dio un bocado a su manzana y continuó con su mirada perdida como un idiota.
Pero rápidamente volvió a poner los pies en la tierra cuando su móvil comenzó a vibrar sonoramente. Frunció el ceño molesto y se levantó para alcanzar el celular. Dio otro mordisco a su fruta y miró el nombre de quien estaba llamando.
Puso los ojos en blanco y caminó hacia la puerta sin descolgar aún el móvil.
Al abrir la puerta principal ahí estaba, su molesta pero divertida amiga. Senna. Mantenía el móvil llamando y miraba a Ichigo con una sonrisa, gesticulando para hacerle saber que esperase un momento, como si estuviese ocupada. Ichigo se apoyó en el marco de la puerta y la observó con una ceja alzada.
— Un momento, tengo que hacer una llamada... — habló bajito hasta que por fin saltó el contestador del móvil de Ichigo. — ¡Ichigo! ¿Qué tal? Bueno, ya que no me contestas el teléfono te dejo este mensaje. Voy para tu casa, no tardo ni dos pasos, te veo allí ¿vale? Para que luego digas que aparezco sin avisar. Adióoooos~ — y finalmente colgó, con esa sonrisa divertida.
— Pasa de una maldita vez... — pidió riendo levemente y abriendo la puerta para dejarla pasar.
— Arigatoooo~ — y pasó con confianza dando saltitos.
Ichigo negó con la cabeza, no tenía remedio... cerró la puerta y siguió a la morena hasta él salón, donde ya se había puesto cómoda. Se sentó al lado de ella, dando un bocado a su manzana y mirando de reojo a su amiga, la cual se estiraba tumbada en el sofá.
— ¿Qué haces aquí tan pronto Senna? — preguntó observando como la morena se acercaba a él y le robaba la manzana para darle un mordisco.
— Pasaba por aquí y vine a saludarte. — contestó como si nada masticando la fruta. — Además, me tienes abandonada desde hace mucho tiempo.
— Hmp. — el pelinaranjo le restó importancia y cerró los ojos.
— Nee, acabo de dejarlo con Tsukishima... — confesó dejando la manzana en la mesita de café y tragando la manzana.
— ¿Tan pronto? Apenas llevabais una semana. — abrió los ojos y la miró de reojo, observando cómo se acercaba a él y se sentaba encima suya.
No se alteró, al contrario, estaba muy tranquilo.
— Yap. — corroboró con voz animada mientras acariciaba su pecho. — Pero que quieres que te diga... ¡después de acostarme contigo todos los demás se quedan cortos! — exageró de forma divertida y riendo al igual que Ichigo. Sin embargo, comenzó a desabrochar su camisa poco a poco. — Y bueno, qué más da, estoy necesitada así que ¿me harías el favor? — pidió como si fuese lo más normal del mundo y se dispuso a atacar su cuello.
— Senna. — la paró de golpe, agarrando sus manos y mirándola serio. — No...
— ¿No? — esta vez pregunto extrañada y en serio.
— No... — se negó mirando hacia otro lado.
¿Qué estaba haciendo?¿Porque la rechazaba? No era la primera vez que lo hacían, pero había algo que le echaba atrás. Más bien alguien. Senna le analizó fijamente, intentando averiguar el por qué de su rechazo. Momentos después lo entendió y sonrió divertida.
— Ichigo-kun~ — le llamo canturreando y de forma burlesca, haciendo que al pelinaranjo le recorriera un escalofrío. — ¿Acaso hay otra? — preguntó ansiosa de saber la respuesta como una cotilla.
— Hmp. — no contestó y se limitó a mirar a otro lado.
— ¡Hay otra! — confirmó dando saltos encima de él y riendo. — ¿Quién es? — paró súbitamente y se acercó a su rostro con una sonrisa en el rostro y los ojos bien abierto.
— Senna... — suplicaba que parase, no le gustaban esas cosas y era algo reservado.
— ¡Venga, cuéntame! — pidió divertida. — ¿Es alguien que yo conozca?
...— la miró fijamente, comunicándose con ella sin decir nada para después alzar una ceja de forma elocuente.
— ¡No puede ser! — abrió los ojos sorprendida. — ¡No me digas que estás con la muchacha comprometida!
— Bingo.
— ¿Y ahora no puedes estar con otras mujeres? Ara, estás comprometido con una mujer comprometida con otro hombre... — se burló de él haciéndose ella misma un lío con sus palabras.
— Urusai... — la mando callar molesto. — No es eso... es simplemente que no me apetece otra... ¿entiendes?
— ¡Oooooh, Ichigo-kun está encaprichado de una mujer! — la morena comenzó a darle toquecitos con su dedo índice en el estomago, provocándole cosquillas.
— ¡Oe, Senna...! ¡Para! — intentaba deshacerse de su molesta amiga, pero era demasiado difícil.
— La verdad es que es bastante atractiva. — paró de golpe para llevarse el mismo dedo a la boca de manera pensativa.
Ichigo suspiró y la apoyó.
— Demasiado..."
Suspiró una vez más dentro del ascensor que ya abría sus puertas para dejarle salir. ¿Por qué rechazó a su "amiga"? El nunca lo hacía, siempre estaba dispuesto a una buena ración de sexo, pero esta vez no pudo. ¿Acaso Senna tenía razón? ¿Se estaba encaprichando de Rukia? No sería extraño, la Kuchiki era una mujer con todas las letras.
Fue la primera que le rechazó y le hizo sufrir hasta el último momento, además de ser ella la que le controlaba siempre al principio, aunque luego ella también se dejase dominar. Le gustaba, sí, lo admitía... y mucho además.
Pero hoy las cosas fueron tan extrañas...
Sus movimientos tranquilos pero ansiosos, sus besos tan profundos y sentimentales... y para rematar esas caricias que le había proporcionado al final de todo, le dejaron completamente aturdido.
— ¿Qué me está haciendo esta mujer...?
.

.
— ¿Qué demonios me está haciendo este hombre! — se regañó la morena mientras conducía directa a casa.
Apretaba con fuerza el volante a pesar de estar exhausta, sus ojos clavados en la carretera pero su mente revoloteando en las nubes. Aquel pelinaranjo la evadía de la realidad con una caricia, se sentía en paz con él y eso le daba mucho miedo. Sí, miedo. Miedo a acabar encaprichándose de él o peor...
Los hombres como el no buscaban nada serio, solo jugar un rato y ya, de eso ella ya se había mentalizado. Pero ahora, después de esta vez, todos sus esquemas se rompieron. ¿Fue delicado al hacer el amor? ¿Eso era posible? El era lanzado y rudo, no estaba en su perfil comportarse como lo hizo entonces...
¿Acaso no era como los otros...?
Negó con la cabeza intentando dejar de pensar en él y continuó conduciendo hasta su casa a la cual llegó en unos quince minutos. Salió del coche y miró su casa con desgana... otra vez de vuelta a la vida real. Suspiró y se acercó a abrir la puerta con cuidado...
— Tadaima... — saludó con voz afligida y sin energía.
La verdad, estaba muy cansada después de todo.
Caminó dejando sus cosas en el recibidor y pasó a la cocina, donde para su suerte o desgracia encontró a su hermano junto con Renji. Se sorprendió y les miró a ambos sin entender nada. Luego pensó en lo peor, ¿acaso Renji le había dicho algo de lo que había pasado?
— Nii-sama, ¿qué haces por aquí? — preguntó respetuosa y dubitativa.
— Vine a hablar contigo. — sentenció serio, haciendo que a Rukia se le helase la sangre.
Miró de reojo a Renji, el cual mantenía su mirada en el suelo.
— ¿Sobre qué...?
— Siéntate. — ordenó y ella, como siempre, obedeció.
— ¿Ocurre algo?
— Vengo aquí para hablarte de algo ya que como para variar tienes el móvil apagado. — ironizó con su típica voz neutra.
— Tú dirás, Nii-sama.
— Dentro de un par de días tendrás que ir a Tokio de viaje de negocios.
— ¿Yo? — preguntó extrañada.
— Sí. — confirmó. — A mí y a Renji nos será imposible ir, tenemos un viaje a Nueva York esta semana, por lo que tendrás que ir tu.
— ¿Os vais toda una semana? — recalcó esa parte impresionada.
— Sí. Tenemos asuntos importantes que cerrar allí, por eso esta vez tendrás que ir tu a Tokio.
—¿Cuánto tiempo...?
— No te tomará más de tres días.
— ¿Iré yo sola? — preguntó extrañada.
— No. Te acompañarán algunos de nuestros empleados y gerentes. — hizo una pausa y puso una mueca de desagrado mirándose de reojo con Renji. — Y... también con Ichigo Kurosaki.
Intentó disimular su emoción, pero por dentro su corazón palpitaba excitado. Tres días sin Renji ni su hermano, a solas con Ichigo, en un hotel...
— Perfecto...